Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
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Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

domingo, 28 de abril de 2024

Itinerario dos: LA SEMILLA (Curso de SIMBOLOGÍA II)


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RESUMEN DE LA CLASE

Este itinerario está dedicado al simbolismo de la semilla, una consecuencia inevitable del anterior, dedicado al cielo, puesto que cuando el cielo desea encarnarse y multiplicarse en la creación necesita de la semilla: el lugar idóneo donde alojarse. Tal sería el sentido de este símbolo: un potencial fijado en un punto, a la espera de desarrollarse e iniciar toda una serie de nuevos procesos.

La propuesta podría resumirse en un doble movimiento, una doble intencionalidad, por un lado el espíritu busca coagularse, por el otro, la materia busca volver a su  origen, unirse al espíritu universal de donde procede, un movimiento que es el origen de cualquier crecimiento. Entre estos dos impulsos, la semilla, que contiene la fuerza generadora del cielo y la posibilidad coagulante de la tierra, será fundamental.

Las antiguas Venus prehistóricas son imágenes perfectas de la naturaleza terrestre que recibe el influjo de las fuerzas celestes y las coagula en una matriz. La relación entre la tierra y el cielo podría calificarse de amorosa, y AMOR es el título de un grabado alquímico perteneciente a un tratado titulado Escalier des sages ou la philosophie des anciens de 1687 en el que su autor, Barent Coenders van Helpen, describe las diferentes etapas de la obra de los filósofos. En él, se ve a una ninfa recostada al lado de un río, con las cualidades de frialdad y humedad, que recibe los rayos del sol, caliente y seco, que la fecundan. En la parte superior aparece la palabra AMOR como acrónimo de una frase latina que vemos en la parte inferior del grabado: Author Mundi Omnipotens Rex, es decir: “El Rey Omnipotente autor del mundo”. El amor es lo que reúne las diferentes cualidades elementales y lo que permite la unión de la fuerza celeste con la terrestre para fecundar la semilla.

Para ampliar el significado de la semilla utilizaremos ejemplo diferente del acostumbrado al tratar de su simbolismo. Lo haremos a partir de un trabajo de Wassily Kandinsky titulado Punto y línea sobre el plano que escribió cuando estaba dando clases en la Bauhaus. Se trata de un libro posterior a su otra obra quizá más conocida titulada De lo espiritual en el arte, donde explicaba su teoría sobre la abstracción.

En el momento de su redacción, Kandinsky estaba muy influido por la teosofía, hay que recordar que en De lo espiritual en el arte se refirió a Helena Blavasky, al hinduismo, al pensamiento no racionalista, etc. Fue entonces cuando tuvo la idea del punto como el motivo plástico por excelencia, algo absolutamente brillante y fundamental para el devenir del arte del siglo XX y XXI. Todo empieza en un punto, antes es el silencio, mientras que el punto es la rotura de este silencio.

El punto se relaciona con la semilla en el sentido de que es algo en potencia. El punto, como la semilla, contiene implícito todo su desarrollo posterior. A partir del punto, Kandinsky explica cómo debe ser el arte surgido de una nueva visión y que al mismo tiempo es generador de una nueva realidad y escribe: Naturalmente, la nueva ciencia artística solo puede surgir cuando los signos se vuelvan símbolos, es decir, cuando el punto devenga un símbolo, y el ojo y el oído puedan saltar del silencio a la palabra.

Para explicar el significado del punto, Kandinsky muestra dos imágenes en relación: la primera reproduce una célula humana y la otra, una galaxia. El microcosmos y el macrocosmos. Cosmos quiere decir “orden” en griego; se trata de un orden que se expresa en lo más pequeño y en lo más grande, en lo interior y en lo exterior. Con estas imágenes, Kandinsky da a entender que el punto no es un elemento estrictamente plástico, sino que posee otros significados que se reflejan en sus pinturas en las que el punto se expande, se contrae y significa sobre el plano básico, el sonido, la potencia aparece en la nada, en el silencio.

Se trata de pasar del signo al símbolo, como decía Kandinsky, o lo que es lo mismo, de la semiótica a la simbología. Pasar a un contenido mucho más amplio, mucho más lleno, en definitiva, más trascendente. Así, podemos referirnos al punto como la imagen del sonido primordial, la sílaba OM, por ejemplo, o como la expresión del FIAT bíblico. Robert Fludd representa este punto original como una paloma que expande su luz a través del plano oscuro, al igual que el sonido del tambor se expande como la primera vibración del cosmos que origina la vida de toda la creación.

Este mismo sentido aparece en una miniatura carolingia en la que se muestra la primera palabra del Génesis: In principium, “en el principio”, una frase en la que, según los sabios cabalistas, están contenidas en potencia todas las demás palabras de la Biblia.  En la imagen que presentamos puede verse la I de In principium como el axis mundi que une el cielo con la tierra, mientras que la N representa la unión de los dos principios, el fuego y el agua, simbolizados por dos triángulos, uno con el vértice hacia arriba y el otro con el vértice hacia abajo. Imágenes de la unión de las potencias del cielo y de la tierra que provocarán la germinación de semilla.

Seguimos este itinerario a partir de otra tradición aunque su significado sea el mismo, por lo que podría decirse que es la analogía entre las distintas tradiciones la que crea el discurso simbólico. Nos adentraremos en la tradición clásica a partir de las uniones de Zeus –un nombre que significa vida y luz–, con distintas mortales, en este caso, la imagen nos muestra la unión de Zeus con Leda. Las historias míticas nos explican la encarnación o la materialización de la fuerza celeste en la diversidad de la creación terrestre. Siempre se trata del mismo relato: dos elementos opuestos y complementarios que deban unirse y formar una sola cosa que se representa en y por medio de la semilla.

Según la cosmología clásica, los vientos cumplían esta misión fecundante, cada viento representaba unas cualidades elementales que al unirse con sus complementarias terrestres daban lugar a la creación. Entre todos ellos, el más importante y el que ha sido más mencionado y representado es, evidentemente, el viento de primavera, el llamado céfiro que  con su soplo devuelve la vida a la naturaleza y hace que germine toda la creación agostada por el frío del invierno. Tanto las imágenes de la tradición cristiana como las clásicas o paganas se refieren exactamente a lo mismo en relación al simbolismo de la semilla.

Un símbolo que se relaciona con un significado complejo y trascendente y que proviene de la tradición musulmana. En la segunda sura del Corán se cuenta la creación del hombre y la rebelión de Iblis: por lo visto, el más bello de todos los ángeles no quiso adorar a una criatura de barro que había de ser el origen de la corrupción en la tierra. Por ello, fue expulsado del Paraíso y cayó en lo más hondo de la creación. Este descenso a las tinieblas del príncipe de los ángeles se relaciona con la caída de Lucifer, el portador de luz, como aparece en una ilustración de Gustavo Doré para el Paraíso perdido de Milton. En ella se ve como la luz celeste, representada por Iblis o Lucifer, va a enterrarse entre las tinieblas más profundas de la tierra, en lo más íntimo. Y allí permanece como una semilla de luz, recordemos que Lucifer significa “el  portador de luz”, que espera las lluvias primaverales de la bendición para manifestar toda potencia que contiene. Existe una leyenda que relaciona la caída de Lucifer y la esmeralda que adornaba su frente, con el famoso Grial. Se cuenta que este vaso fue tallado de esta esmeralda caída del cielo que se recuperó para contener la sangre de Cristo.

La luz caída que languidece en el fondo de la creación y que desea reunirse con su origen tiene que ver con lo infernal, no en un sentido moral, sino como aquello inevitable y necesario para haya creación. La relación entre lo celeste y lo infernal, en el sentido de lo inferior, se refleja en los mitos como por ejemplo en el de Perséfone, la hija de Deméter.

Cuando Hades rapta a Perséfone y se la lleva a su morada, Deméter baja del Olimpo para buscarla. Después de muchas aventuras llega a un acuerdo con Hades para que Perséfone permanezca la mitad del año con su esposo en el reino inferior y la otra mitad en el Olimpo con su madre. Con ello se alude al ciclo vegetativo, origen de todos los misterios. Y Deméter fue quien instauró los misterios de Eleusis, los más importantes de la Antigüedad, donde los que querían ser iniciados descendían al interior de la tierra para conocer los misterios de la semilla, pues las grutas simbolizan tanto el interior de la tierra como la entrada en ella.

Observar el proceso de crecimiento de una semilla es conocer el secreto de la naturaleza y las fuerzas que en ella actúan. Unas fuerzas antagónicas y complementarias al mismo tiempo, pues mientras una intenta elevarse, buscando la luz del sol, la otra se dirige hacia el centro de la tierra, para asentar sus raíces pues sin ellas nada se mantendría. Se trata del diálogo entre el cielo y la tierra, origen de la creación.  Dos espirales con dos direcciones serían un ejemplo de estos procesos, una de ellas, que se repliega sobre sí misma, simboliza la coagulación; el movimiento de la otra es de apertura y representa la disolución o la espiritualización de la materia.

El pasaje bíblico que relata la tentación de Adán y Eva por la serpiente, se refiere a este doble movimiento mostrado por las espirales. Según la tradición rabínica, la serpiente les dijo que si comían del fruto del árbol serían inmortales y esto, dicen los rabinos, no era mentira sino una media verdad, pues cuando se corporifica el espíritu, luego se debe disolver y cuando se disuelve el cuerpo deberá coagularse después en la pureza. Estos dos impulsos complementarios nos remiten al solve et coagula alquímicos. El movimiento y la relación de los mundos hasta su reposo.

Los participantes en los misterios de Eleusis contemplaban una espiga de trigo como símbolo de la realización a la que aspiraban, comparable al elemento principal de la ceremonia egipcia que se celebraba al inicio de la primavera y que se conocía como el levantamiento del djed, una columna antropomórfica que representaba a Osiris, el dios que muere y resucita. Esta columna que se levantaba hacia la luz del día sería el símbolo idóneo de la nueva creación incorruptible o divina, que aparece después de una disolución o muerte del compuesto anterior. Así, de una semilla de árbol nacerá un árbol, de una semilla animal nacerá un animal y de una semilla divina nacerá un dios, se trata del segundo nacimiento o iniciación propuesta en todas las tradiciones.

Terminamos este itinerario con una referencia al mito de Adonis, otro dios que muere y resucita. Adonis era tan hermoso que la misma Afrodita, la diosa del amor, se enamoró de él. Este dios nació del incesto de Mirra, quien, tras una serie de circunstancias acabó convertida en árbol, el árbol de la mirra. El nombre de Adonis está relacionado con el hebreo Adonai, mi Señor, que es como se denomina respetuosamente al impronunciable Tetragrama. Adonis simboliza la perfección de la belleza nacida de aquella semilla original que cuando germina y se convierte en un árbol, da el fruto perfecto, la culminación de toda la creación.

Resumen realizado por Lluïsa Vert

 

 

 

 

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UN PENSADOR PELIGROSO


Gonzalo Fernández de la Mora y Mon es mucho más que un prestigioso filósofo y jurista, las carreras universitarias que estudió: era un sabio cuya vastísima erudición reflejan sus libros, especialmente los que escribió sobre historia de las ideas filosóficas.  Y es un clásico: los temas que trata con óptica española, son universales. Soberbio escritor —“es un pensamiento, pero también un estilo”, dice Jerónimo Molina—, es un pensador del tipo de los pensadores enérgicos. Evocar su figura en el centenario su nacimiento es sumamente oportuno en este tiempo de crisis y desorientación colectiva en que los hombres, escribe en su soliloquio antropológico El hombre en desazón (1997), presidido por la cita del Génesis “Dios se arrepintió de haber hecho al hombre”, estamos  profundamente desconcertados si no perdidos.

Aquí nos limitaremos a considerar muy someramente algunos aspectos de su rico, estimulante e innovador pensamiento político, partiendo del hecho de que el Estado de Obras, título del libro publicado en 1976 sobre “un Estado que se legitima por sus  realizaciones, no por la ideología” (J. Molina), heredado por la Monarquía, se ha convertido finalmente en un despótico e irracional Estado Woke, que ha declarado abiertamente la guerra al pueblo que debería proteger, defender y ayudar a prosperar y empieza a ser tiránico.  Una consecuencia del Estado de las Autonomías inventado por la Constitución de 1978 —formalmente, una anacrónica y anómala Carta Otorgada por las Cortes y sancionada por el rey— aplicando el principio divide et impera, para asegurar la Monarquía. “Institución gloriosamente fenecida” decía José Antonio Primo de Rivera, reinstaurada por Franco (de quien prohíbe la corrección política decir que es un “personaje histórico”).

Esa innovadora forma estatal conlleva la creación de oligarquías regionales y una desmesurada burocracia que controla de cerca al pueblo, facilita la corrupción de la clase política y de la sociedad y asfixia a la Nación fiscalmente, financieramente y con infinitas regulaciones. El Estado de las Autonomías, del tipo de los Estados Administrativos o Burocráticos, en manos finalmente de kirchneristas resentidos, gente enfermiza y psicópatas, arribistas, delincuentes y una masa de estúpidos, utiliza el Derecho, que concreta y garantiza la Justicia, como un mero instrumento del  poder político. Irene González  lo califica de “Estado hediondo de derecho», que pervierte el derecho convirtiéndolo en obligación y protege legalmente al delincuente: okupas, violadores, castiga la legítima defensa, etc. Manuel Mañero afirma que “España ha entrado en la fase de culto a la delincuencia”. Los partidos utilizan el Estado como un delincuente a  su servicio para enriquecerse, proletarizar las clases medias creadas por el Estado de Obras y el socialista-sanchista para disolver la Nación española a fin de conseguir siete votos que necesita para seguir desgobernando a la Nación. Curiosamente, sin que ninguna institución política, social o moral impida, o por lo menos critique seriamente, tanta irracionalidad. La misma Iglesia rinde pleitesía al hediondo Estado de Derecho Woke, callando, es decir, otorgando, sobre leyes que, diría estupefacto Bertrand de Jouvenel, son más bestiales que las soviéticas y nacionalsocialistas que conoció y, además, absurdas.

En la perspectiva  de la historia lineal, la irracional y demencial  situación histórica política de España es una continuación o resultado final de la tendencia que comenzó con la guerra de sucesión entre austracistas y borbones, como observó entre otros Salvador de Madariaga —«en 1700, empezó el siglo que iba a quemar mucho de lo que España había adorado y a adorar mucho de lo que España había quemado»-, prosiguió con la separación de las Españas ultramarinas, disconformes con la antihispánica política borbónica, con ocasión de la Guerra de la Independencia, con las guerras civiles del siglo XIX y  culminó en el “desastre” del 98, que marginó a España de la historia universal. Situación y tendencia que parecían superadas por el Estado de Obras que puso la Nación al nivel del Zeitgeist.

El Bücherwurm (devorador de libros) en varios idiomas, Fernández de la Mora —“he empleado buena parte de mi vida en leer y  releer lo que han pensado los clásicos y los modernos, los grandes, los medianos y algunos mínimos”, rememora al comenzar El hombre en desazón (1997)— fue empero influido sobre todo por pensadores españoles. Entre los que dejaron probablemente más huella en su pensamiento —algunos ex lectione,  otros ex actu—, citaremos ad exemplum a Ángel Amor Ruibal, el olvidado teólogo, “realista metafísico” y gran filólogo “correlacionista” popularizado por él,  Eugenio d’Ors, otro actualísimo gran pensador, también olvidado, sobre quien escribió, atraído por su original y profunda idea de la política como misión, D’Ors ante el Estado (1981), García Morente, Ortega —su primer libro, publicado también en 1981, fue sobre Ortega y el 98— y Zubiri. 

G. F. M., realista político, captó inmediatamente la irracional tendencia antinacional y antihistórica del “espíritu” de la sacralizada transición. “Transacción” sentenció Jesús Fueyo, otro de los grandes pensadores políticos españoles del siglo pasado. Pues, a la verdad, con la perspectiva actual, se redujo a la transmisión del poder político a la Monarquía reinstaurada por tercera vez, si no se cuenta la de Amadeo de Saboya  —la primera reinstauración fue la de Fernando VII—, sin devolver la libertad política al pueblo, aunque se publicita como un cambio de la dictadura a la democracia. Palabra utilizada para legitimar cualquier cosa. Por ejemplo, la obligación moral de aceptar los separatismos disolventes de la Nación o la fiscocracia agresiva que degrada a los hombres libres a  la condición de siervos. Porque, con palabras del dr. Sánchez, escritor prestigioso, hombre veraz, con cualidades de hombre de Estado pero incomprendido —aunque es célebre por dichos como «quiero que el Partido Socialista sea el partido de la honradez intransigente», «no tengo nada que ocultar», «mi único aparato es mi Peugeot 407», «la libertad hoy es vacunarse», «este Gobierno ha creado empleo como nunca y ha hecho política social como jamás», «no romperé la soberanía nacional ni la igualdad entre los españoles»—, «el patriotismo es pagar   impuestos». Excepto en casos como el de su hermano, justificados por el parentesco o la amistad.

Por cierto, al concluir  estas líneas, se ha conocido una importantísima “carta a la ciudadanía” de este gran hombre de Estado, víctima de las intrigas de lo que llama la «máquina del fango» de la «derecha y la ultraderecha», que merece un brevísimo comentario de pasada. El dr. Sánchez, que dice seguir creyendo en la justicia, amenaza dimitir por la “operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire” de los fascistas. La causa concreta es la normal apertura de diligencias por un juez, motivada por la denuncia de la organización ultraderechista Manos Limpias contra su esposa —de la que dice estar “profundamente enamorado”— por tráfico de influencias. Una imprudencia comprensible al estar comprometido su honor personal y familiar y su decoro político. La “fachosfera” sorprendida por la viril reacción política del Presidente, anda ya tildando de folklórica una carta tan sincera y emotiva, dice que es una patochada bastante zafia pensada para montar un show de adhesión inquebrantable, que es una  parodia victimista, que no es ese el motivo, etc. No obstante, cabe confiar en que el dr. Sánchez releerá una vez serenado, su ya clásico Manual de resistencia y,  tras reflexionar, no dimitirá:  si pierde el aforamiento que le protege d insidias, igual que a miles de políticos españoles, podría ser acusado de alta traición y otros delitos por los numerosos enemigos que ha suscitado precisamente su lucha contra la corrupción y su titánica política de misión para reconstruir España.

Volviendo al tema de la democracia: si la libertad colectiva del pueblo, el dueño por definición de la res publica —por eso rechazaban los romanos la Monarquía—, no designa los representantes que ejerzan la soberanía en su nombre, no  cabe hablar de democracia. En España, lo impide la misma ley electoral atribuyendo la soberanía a los jefes de los partidos confabulados —no ocurre sólo aquí, es un fenómeno generalizado— en el consenso partitocrático entre el partido socialista, al que se encomendó dirigir la marcha hacía la “democracia avanzada” —proceso imperado en el prólogo de la Carta-Constitución—, y el partido popular. Consenso político que funge como si fuese el consenso social que configura los pueblos, el consensus omnium de Cicerón.

Los partidos, prescindiendo aquí de la cuestión de si son necesarios o no en la democracia,  acaban corrompiéndola al “cristalizar”, decía Pareto, las élites dirigentes. Pues la partitocracia consiste, escribe su mejor estudioso, G. F. M., en «una oligarquía en que los partidos monopolizan la representación política… aquella especie de oligarquía arbitrada por los gobernados en que los aparatos de los partidos monopolizan la elaboración de candidaturas y, por tanto, dictan la reducida lista de personas que pueden ser votadas». Pues «la característica esencial de las partitocracias es que el árbitro popular no designa libremente al mandatario, sino que simplemente opta entre las alternativas —en la práctica dos o tres— a que le reduce el sistema partidista». Se convierte así  “al supuesto elector en un simple optante”: «a esto se reduce en tal modelo, concluye G. M. F., el ilusorio postulado del “gobierno del pueblo”». En el que no creía tampoco el contradictorio Rousseau.

El monárquico G. M. F., identificado con su Nación y apasionado de la libertad, comprendió inmediatamente la naturaleza de la transacción a la Monarquía, se distanció del sistema de  poder establecido, incapaz de convertirse en régimen, palabra que significa orden, y predijo en 1976 la marcha hacia situación actual en Los errores del cambio Libro del que se publicaron seis ediciones en un año y no se volvió a reeditar por presiones políticas. Si se añade que G. F. M.  evolucionó hacia la República presidencialista, comentó favorablemente a Hayek y autores de la misma orientación o críticos del socialismo, se entiende el postergamiento de su figura y su pensamiento liberador, que sobrevive en la herética Revista Razón Española fundada por él.

«Donde hay poca justicia es un peligro tener razón», decía Francisco de Quevedo. Los errores del cambio sería hoy delictivo a tenor de la sectaria Ley estalinista de la Memoria Histórica del licenciado Sr. Rodríguez Zapatero, elevado a doctor honoris causa por la Universidad de León. Ley sustituida con ánimo de perfeccionarla por la Ley de Memoria Democrática del ilustre dr. Sánchez. Según esta última,  G. F. M., políticamente un hereje, sería reo de un gravísimo pecado mortal —los pecados son ahora contra el Estado—, por demostrar en su magistral obra La partitocracia (publicada también en 1976 y a punto de reeditarse), que la sacrosanta democracia, cuya invocación justifica cualquier desmán contra  el pueblo o la realidad —que es lo mismo que la verdad—  sólo puede ser formal. Como explicó asimismo Antonio García-Trevijano, otro de los grandes pensadores políticos españoles del siglo pasado.

Escribe Fernández de la Mora en esa obra desmitificadora, fundamental para entender la naturaleza de lo Político y la Política: «Solo hay una forma real de gobierno, la oligarquía, entendida en su sentido etimológico como “mando de unos pocos”. En todas las áreas de la convivencia aparece una élite que decide el rumbo dominante. La democracia no es otra cosa que una forma de gobierno en la que de algún modo y de tarde en tarde, los gobernados pueden intervenir en la designación o destitución de los gobernantes. La democracia es una oligarquía arbitrada periódicamente por un censo electoral de entidad variable».

El pensamiento político moderno, vinculado al  subjetivismo gnóstico del racionalismo de origen protestante que prima la voluntad sobre la realidad —el protestantismo tiende a separar la razón de la fe que controla sus excesos— acabó deificando la Razón racionalista y abocó al irracionalismo del modo de pensamiento ideológico, sobre el que escribió G. M. F. el famoso libro El crepúsculo de las ideologías (1965), en el que diagnosticó la desaparición de las grandes ideologías mecanicistas, aunque no la de ese modo de pensar. En efecto, las actuales son, dice Peter Sloterdijk, ideologías “modales”. Retazos de las mecanicistas como la marxista-leninista, que contrastan con las nuevas de la cretinocracia imperante, cuyo contenido es  predominantemente biológico. Bioideologías cuyo evangelista, profeta y santo patrón es, de creer al historiador John  Lukacs, Adolfo Hitler.  

   G. F. M. emprendió la tarea de desmitificar los mitos del racionalismo gnóstico, que culminó con la instauración del culto a la diosa Razón por los jacobinos franceses, y precisar el sentido del lógos: «la predominante consigna existencial, escribe como un eco de la inteligencia sentiente de Xavier Zubiri, no es tanto vivir según el lógos cuanto sentir según la razón», «la más  luminosa fuente autónoma que poseemos». De ahí el razonalismo, la metafísica  rectora de la innovadora filosofía política de G. F. M.,  que no tiene nada que ver con el racionalismo de la razón que, negando el valor  de la experiencia, marcha por sí sola.  Su afirmación «todo lo que no sea racional y sistemático es un subproducto intelectual», ha de entenderse en el sentido de la frase del prólogo a La partitocracia: «la gigantomaquia de la razón consiste en deslindar la ciencia y el mito, la categoría y la anécdota, la experiencia y el deseo, la sustancia y el accidente, lo cierto y lo falaz, la realidad y la apariencia». «Porque, escribe en Pensamiento español 1965, el más alto destino terrenal del hombre es el de racionalizar la vida, y, muy especialmente la política, una realidad todavía caóticamente enturbiada por el tráfago de las ideologías, los resentimientos, los mitos, las pseudoprofecías y las pasiones». G. F. M. refundó la teoría política oponiéndose a la política cratológica “prometeica” (W. Schubart) del mecanicismo hobbesiano sin caer en el biologicismo.

En este momento crepuscular, en que  el patriotismo consiste en pagar impuestos, es casi una obra de caridad liberar de los mitos de la transición a la Monarquía de Partidos. Una peculiarísima adaptación del Parteistaat (Estado de Partidos) alemán,  instituida ingenuamente —o no tan ingenuamente—  por la Carta Otorgada de 1978 para sustituir al Estado de Obras. Un Estado al servicio de la Nación, no al servicio de los partidos y los sindicatos, órganos del Estado según la Carta que instituyó el retrógrado, cuasi feudal, Estado de las Autonomías. Muy útil a las oligarquías, y los poderes indirectos denunciados por Carl Schmitt.

Merece la pena enumerar en este breve comentario Los errores del cambio percibidos por G.  F. M.  en 1986, diez años después del comienzo de la transacción a la Monarquía socialista. La portada resume su contenido: “Diez años de deterioro. ¿Se ha producido una evolución o una involución? Hacia otra democracia”. Concluye diciendo: “la caída prosigue: aún no se  ha tocado fondo”. La contraportada, que comienza afirmando “el cambio político no fue una exigencia popular, sino una decisión desde arriba, que se caracteriza por una serie de errores”, resume los percibidos hasta ese momento: «la destrucción de la derecha cuyo espacio ocupó temporalmente un centrismo ficticio; la relegación de los problemas económicos; una Constitución parlamentarista y autonómica que dificulta la gobernación y afecta a la unidad nacional; la politización de la Justicia y la Administración con el consiguiente detrimento del Estado de Derecho; la permisividad delictiva y la amnistía a terroristas; la subversión de los valores morales; la desviación de los recursos naturales hacia el gasto público consuntivo para remunerar a una clase política creciente; el estancamiento de la renta nacional; el endeudamiento, y la descapitalización del país que descendió en el ranking internacional». Estos “errores” prepararon el terreno para la corrupción estructural en que descansa el sistema de poder establecido, que comenzó a instalarse en el patio de Monipodio del gonzalato felipista y ha seguido intensificándose.

El pensamiento político de G. F. M., guiado por la virtud de la prudencia —“el dios de este mundo inferior” decía Leo Strauss—, no es el de un teórico especulativo: es cliopolítico. La historia magister vitae. La autentica teoría debe aprender de la práctica y no al revés. Su relación no es jerárquica. De ahí que su obra escrita sea una flecha mortal contra el utopismo, representado hoy por el retroprogresismo.

“La ley es el amigo del débil”, decía Schiller. Pero, a mediados del siglo XIX, tuvo ya que recordar Federico Bastiat contra la política cratológica in crescendo, que, “la ley es la organización del derecho natural a la legítima defensa”. Sin embargo, las leyes son hoy las armas políticas de las oligarquías para someter y domesticar a los pueblos con infinitas regulaciones. Basta pensar, por ejemplo, en la legislación  fiscocrática  que presupone que los hombres libres son sospechosos y les reduce de hecho a la servidumbre, como temía Tocqueville. El dominio absoluto de las oligarquías que imponen sus intereses y sus caprichos, justificados como perfección de la democracia, es una de las causas, seguramente la principal, de la gran crisis histórica actual, que afecta sobre todo a la civilización occidental.  No sólo está dejando de ser la civilización de la libertad, sino que es ya su mayor su enemigo.

G. F. M. tenía experiencia como Maquiavelo de la vida política concreta. Era maquiaveliano —no maquiavélico— y el genial pensador italiano había dicho que no existen aristocracias genuinas y que la historia política es una lucha entre oligarquías. Fernández de la Mora elevó a principio político universal, indiscutible por su veracidad, la tesis de Robert Michels —“fuertemente influenciado por la sociología de  Pareto y Mosca”—  sobre los partidos políticos, anticipada por la “paradoja democrática” formulada un poco antes por Moisés Ostrogorsky (1854-1921) en La democracia y los partidos políticos (1902). En ellos, afirmaba rotundamente Ostrogorski, está ausente la democracia.  Pero la ley de hierro de la oligarquía, dijo agudamente G. M. F.,  no rige sólo los partidos políticos: es “la ley trascendental de la política”. Pues esta ley, irrebatible como confirma la experiencia histórica, es el denominador común  de todas las formas del gobierno, que se reducen a una: la oligarquía, cuyas variantes, que describe en La partitocracia, dependen de la circunstancia histórica orteguiana. Lo cierto es que «en las partitocracias el poder ejecutivo asume el poder legislativo y tiende también a influir en la interpretación y aplicación de las leyes» y a «intervenir en el nombramiento y la remoción de los magistrados [de modo que], cuando el partido mayoritario designa a todos o a la mayor parte de los miembros del órgano de administración de la magistratura (en España el CGPJ), la justicia será mejor o peor según el respeto del Gobierno hacia el Derecho y la equidad; pero no será independiente». Y como «la fusión de los tres poderes en un ejecutivo partidista es lo que los clásicos denominaban tiranía», G. F. M. es un escritor peligroso: incita a ejercitar el ius resistendi, el derecho de resistencia, la última y definitiva garantía de las libertades y del Derecho frente a la tiranía.

 “España, escribe pesimista Hughes tras las recientes elecciones vascas —en las que triunfó por cierto la abstención— está en una situación terminal y quienes así lo vemos somos tomados por extremistas”. Pero como decía Hölderlin, “donde está el peligro, crece también lo que salva”. En las situaciones políticas extremas, los pueblos abandonados o traicionados por la oligarquía dirigente despiertan, como ocurrió en la guerra de la Independencia, y reclaman la titularidad de la res pública. Está ocurriendo con los populismos europeos. A los que  podrían servir de guía Gonzalo Fernández de la Mora,  pensador universal cuya inteligencia política puede guiar también la reinserción de la Nación española en la historia.

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DE PÉRDIDAS Y DUELOS


Presentación de los libros «Perdidas y comprensión. ¿Cómo vivir los duelos?» y «Cuando muere la persona amada», en Logroño, Librería Santos Ochoa, el pasado 25 de abril de 2024.

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Semana 28 de abril: Para caer en la cuenta…


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sábado, 27 de abril de 2024

Knowledge and the Sacred [3]


~Seyyed Hossein Nasr

The depleting of knowledge of its sacred character and the creation of a “profane” science which is then used to study even the most sacred doctrines and forms at the heart of religion have led to a forgetting of the primacy of the sapiential dimension within various traditions and the neglect of the traditional doctrine of man which has envisaged him as a being possessing the possibility of knowing things in principle and the principles of all things leading finally to the knowledge of Ultimate Reality. 

In fact, the sapiential perspective has been so forgotten and the claims of rationalism, which reduces man's intellectual faculty to only the extroverted and analytical function of the mind that then turns against the very foundations of religion, so emphasized, that many a religiously sensitive person in the West has been led to take refuge in faith alone, leaving belief or doctrinal creed to the mercy of ever-changing paradigms or theories caught in the process of relativization and constant transformation. 

Without in any way denying the central role of faith and the crucial significance of revelation to actualize the possibilities inherent within the microcosmic intellect, a point to which, in fact, we shall turn later in this work, it must be remembered that in the sapiential perspective faith itself is inseparable from knowledge so that not only does the Anselmian dictum credo ut intelligam hold true from a certain perspective but that one can also assert intelligo ut credam which does not mean to reason first but to “intellect” or use the intellectual faculty of which the rational is only a reflection and extension.

Moreover, the basic teachings of the religions which are both the background and the goal of faith contain in one way or another the sapiential perspective which views knowledge as ultimately related to the Divine Intellect and the Origin of all that is sacred. Even a rapid glance at the different living traditions of mankind proves the validity of this assertion. In Hinduism, that oldest of religions and the only echo of the “primordial religion” to survive to this day, the sacred texts which serve as the origin of the whole tradition, namely the Vedas, are related to knowledge. Etymologically veda and vedānta derive from the root vid which means “seeing” and “knowing” and which is related to the Latin videre “to see” and the Greek oida “to know.” 

The Upanishads which are hymns of the primordial soul of man yearning for the Absolute mean literally “near-sitting,” which the master of Hindu gnosis Śankara explains as that science or knowledge of Brahma which “sets to rest” or destroys what appears as the world along with the ignorance which is its root. The cause of all separation, division, otherness, and ultimately suffering is ignorance (avidyā) and the cure knowledge. The heart of the tradition is supreme knowledge (jñāna), while the various “schools” usually called philosophy, the darśanas, are literally so many perspectives or points of view. 

The Hindu tradition, without of course neglecting love and action, places the sacred character of knowledge at the heart of its perspective and sees in the innate power of man to discern between Ātman and māyā the key to deliverance. Hinduism addresses itself to that element in man which is already divine and which man can come to realize only by knowing himSelf. 

The Sacred lies at the heart of man and is attainable most directly through knowledge which pierces the veils of māyā to reach the Supernal Sun which alone is. In this tradition where the knowledge of God should properly be called autology rather than theology, the function of knowledge as the royal path toward the Sacred and the ultimately sacred character of all authentic knowledge is demonstrated with blinding clarity over and over again in its sacred scripture and is even reflected in the meaning of the names of the sacred texts which serve as the foundations for the whole tradition.

From: Chapter 1, Knowledge and its Desacralization 
[Knowlegde and the Sacred]

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Αίσθηση (észisi) sentido, sentimiento y νούς nus según san Diádoco de Fótica.


Αίσθηση (észisi) sentido, sentimiento y νούς nus  según san Diádoco de Fótica.   (Análisis de las 10 condiciones y virtudes para la zéosis y 100 capítulos gnósticos de san Diádoco por el Metropolita Ieózeos Vlajos, del libro Hisijía y Teología, capítulo 12) Filocalía tomo I https://ift.tt/h349kTj (repasada la traducción 24/04/2024)   Αίσθηση (észisi), sentido, sensación, …

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The Origins of Kabbalah


In this shorter episode, we explore the early developments of Kabbalah in medieval Catalonia by walking the very streets where it happened.

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Music by:
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Jose Barrios
Jon Algar

Sources/Recomended Reading:

Dan, Joseph (1986). "The Early Kabbalah". Classics of Western Spirituality Series. Paulist Press.

Fine, Lawrence (2003). "Physician of the Soul, Healer of the Cosmos: Isaac Luria and His Kabbalistic Fellowship". Stanford University Press.

Idel, Moshe (1987). "The Mystical Experience in Abraham Abulafia". State University of New York Press.

Idel, Moshe (1988). "Studies in Ecstatic Kabbalah". State University of New York Press.

Idel, Moshe (1990). "Kabbalah: New Perspectives". Yale University Press.

Idel, Moshe (1995). "Hasidism: Between Ecstacy and Magic". SUNY Press.

Kaplan, Aryeh (translated by) (1990). "The Bahir: Illumination". Red Wheel/Weiser; Revised ed. edition.

Kraemer, Joel L. (2010). "Maimonides: The Life and World of one of Civilization's Greatest Minds". Doubleday & Co Inc.

Krassen, Mosheh Aaron. “Introduction: Rabbi Israel Ba’al Shem Tov: Prophet of a New Paradigm.” In Israel ben Eliezer. Pillar of Prayer. Translated by Menachem Kallus. Louisville, KY: Fons Vitae, 2010.

Lobel, Diana (2021). "Moses and Abraham Maimonides: Encountering the Divine". Academic Studies Press.

Miller, Moshe (translated by) (1994). "The Palm Tree of Devorah". Targum.

Russ-Fishbane, Elisha (2015). "Judaism, Sufism, and the Pietists of Medieval Egypt: A study of Abraham Maimonides and his times". Oxford University Press

Scholem, Gershom (1995). "Major Trends in Jewish Mysticism". Schocken Books; Revised edition.

Scholem, Gershom (1996). "On the Kabbalah and its Symbolism". Knopf Doubleday Publishing Group; Revised ed. edition.

Wolfson, Elliot R. (1997). “Jewish mysticism: A Philosophical Overview,” in History of Jewish Philosophy, Daniel Frank, Oliver Leaman (eds.).

Wolfson, Eliot R. (2011). “Abraham ben Samuel Abulafia and the Prophetic Kabbalah”. In Jewish Mysticism & Kabbalah (ed. Frederick E. Greenspahn). New York University Press.

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