Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Frasco


El motor del modo de vida moderno es uno: el MIEDO. Tal frenesí y agitación no lo generan ni la voluntad, ni la personalidad, ni la libertad, ni el destino, ni la libre elección... A poco que se reflexione se comprobará que estas fuerzas apenas operan en la vida moderna. Todas las reacciones inertes que el moderno identifica como “vida” no resultan ser sino un encadenamiento causal y efectivo de miedos. Él es un rosario de miedos (individuales, colectivos, racionales, irracionales...), y –a través de la gestión de esos miedos- el ciudadano moderno construye su historia personal. Por supuesto que el miedo puede ser algo natural: el hombre ve una serpiente, siente miedo, reacciona retrocediendo. Sin embargo, el número, la intensidad y la repetición de los miedos del hombre moderno están muy lejos de ser algo natural. Es antinatural; más aún, es una aberración, una imposición, un artificio de control sobre él. ¿Se puede saber a qué diablos tiene tanto miedo el hombre moderno? Cada elemento del programa de control social –es decir, cada “miedo” del ciudadano- supone ser un dolor agudo enquistado como trauma. Se trata de una serie de dolores no resueltos ni integrados en la conciencia, enraizados en los diferentes estratos del ser humano (individual, familiar, racial, nacional, histórico...) y reforzados periódicamente a través de diferentes medios (massmedia, instituciones políticas, organizaciones religiosas...) que configuran lo que vulgarmente se llama “cultura”. La traumatización psicológica ciudadana se perpetúa a un nivel que permanece inconsciente al individuo. Los traumas (y sus consecuencias físicas, “secuelas”) se inscriben en los mismos genes del ser humano, se transmiten a través de la herencia genética (generación a generación), y se afianza a través de la educación y la identificación familiar. De esta manera, el sistema de control social es –cada generación- más potente; y los dolores “raíz” de dicho sistema resultan más y más inconscientes a medida que el ciudadano cree “estar bien” (lo que psicólogos y sociólogos llaman “bienestar”). En palabras más claras: el impotente ciudadano cada día tiene más miedo, y cada vez le cuesta más identificar a qué. En todas las sociedades modernas existen generaciones vivas que presenciaron guerras, o genocidios, o bombardeos civiles, o conflictos raciales, o atentados terroristas, o invasiones extranjeras, u ocupaciones de los “cascos azules”. Los actuales ciudadanos tienen testimonios del horror, pero ninguno de ellos lo recuerda. La memoria se distorsiona a través de una compleja red institucional completamente esquizofrénica y mentirosa. En todas las sociedades modernas se celebran rituales con pretexto conmemorativo: independencias, constituciones, liberaciones, golpes de estado, revoluciones, expulsiones, aniversarios varios. Todo calendario festivo oficial refuerza la red de trauma social junto con los medios de comunicación, la educación y el turismo. La ONU impone sus infames “días internacionales” (del niño, de la mujer, del SIDA...). Todo el mundo celebra todo, y nadie sabe exactamente qué celebra y porqué. Toda sociedad moderna dice estar en “paz” encontrándose en un perpetuo y vicioso encadenamiento de guerras: “guerra contra el terrorismo”, “guerra a la droga”, “guerra a la intolerancia”, “guerra al racismo”, guerra a la guerra... Se trata de un mecanismo de control social sumamente simple: causar traumas y fortalecerlos, causar traumas y fortalecerlos, causar traumas y fortalecerlos. I.A.
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