El Ser (Atman) se identifica con el deseo (vasanas) Brihadaranyaka Upanishad (4.4.4-5) Seguido de la Bashya de Shankaracharya * * 5. El ser es realmente lo Absoluto, que se identifica con la conciencia, el pensamiento, la energía vital, los ojos y los oídos, el agua, el aire, el espacio, el fuego, y lo que no es fuego, el deseo y la ausencia de deseo, la cólera y lo que no es cólera, la rectitud y lo que no es rectitud,con todas las cosas, con esto y con aquello. Y en lo que hace, en cómo actúa, en eso se convierte. Haciendo lo bueno se hace bueno, haciendo lo malo se hace malo. Es bueno por sus buenas obras y malo por sus malas obras. Algunos dicen también: El ser se identifica con el deseo, lo que desea decide hacerlo, lo que decide lo hace, y según lo que hace eso obtiene. El ser que transmigra es realmente el Absoluto (Brahman), el Ser supremo que está más allá del hambre, etc., identificado con la conciencia (vijñanomaya), dándose cuenta a través de ella. Porque se ha dicho: ¿Quién es el ser? «Ese espíritu infinito (purusa) unido a la conciencia que está entre los órganos», etc. (IV, 3, 7). Se llama vijñanomaya al ser, semejante al intelecto, porque se concibe con los atributos de él. Como en el pasaje «parece que piensa, parece que se agita» (ibid.). Está identificado con el pensamiento (manas) por su proximidad. Está también identificado con la energía vital, con sus cinco funciones. Por eso se observa que el ser parece que se mueve. Y también se identifica con los ojos cuando ven formas, con los oídos cuando oyen sonidos y con cada una de las funciones de los órganos. Lo mismo que se identifica con los ojos y otros órganos, a través del intelecto y la energía vital, el ser se identifica también con los elementos como la tierra. Cuando se va a crear un cuerpo en el que predominan los elementos de tierra, se identifica con la tierra. Y cuando se crea un cuerpo acuoso en el mundo de Varuna u otros por el estilo, se identifica con el agua. Del mismo modo sucede cuando se va a crear un cuerpo aéreo, se identifica con el aire. Y cuando lo que se crea es un cuerpo espacial, se identifica con el espacio. Por tanto, cuando construye (el ser) cuerpos para los dioses, en los que predomina el elemento del fuego, se identifica con el fuego. Por el contrario, los cuerpos de animales o diablos de los infiernos, los de fantasmas y similares, están compuestos de materiales diferentes al fuego. Respecto a ellos dice el texto: «identificados con lo que es distinto del fuego». Y al estar identificado el ser con el cuerpo y los órganos, al tener algo que conseguir, crea la falsa noción de que tiene esto y tiene que llegar a aquello. Y asentando en aquello su corazón, se identifica con el deseo. Cuando se ve lo erróneo de estas cosas, se anhela su fin; la mente se vuelve serena y pura, se queda en calma. Y es entonces cuando se llega a la ausencia de deseo. Cuando el deseo se frustra alguna vez, toma la forma de cólera y el ser se identifica con ella. Si desaparece esa cólera por algún medio y la mente se hace serena y pacífica, se habla de ausencia de cólera, el ser se identifica entonces con eso. Por tanto, el ser se identifica con el deseo y la cólera y también con su ausencia, se identifica con la rectitud y con lo que no es rectitud, porque sin deseo ni cólera, etc., la tendencia a la rectitud (o su opuesto) no puede surgir. La tradición atestigua: «cualquier acción que un ser humano realice, es la expresión de un deseo» (M. U. 4 ). Al identificarse con lo recto y lo no recto (el ser) se identifica con todas las cosas. Todas las cosas son efecto de lo recto y lo no recto, cualquier cosa que se determine es resultado de los dos. Y el ser al obtenerlo se identifica con ello. En resumen se identifica de hecho con esto, con los objetos percibidos y por consiguiente también con aquello. «Aquello» se refiere a lo no percibido, que se conoce por sus efectos percibidos. La mente tiene un número infinito de pensamientos, que no pueden definirse de manera específica. Se conocen en un momento particular por sus efectos, que permiten deducir que este o aquel pensamiento particular está en la mente. A través de ese efecto perceptible, que señala la identificación del ser con «esto» o lo percibido, se indica su remota o interna actividad. Y se designa, por tanto, como identificado en el momento presente con «aquello», con lo imperceptible. En pocas palabras: en aquello que hace, en cómo actúa, en eso se convierte. Lo que hace se refiere a la conducta indicada en las prescripciones y prohibiciones (de las escrituras), mientras las acciones se refieren a lo que no está prescrito. Ésa es la distinción entre las dos expresiones. «Haciendo lo bueno, se hace bueno», aquí se amplifica la idea de lo que hace, y «haciendo lo malo se hace lo malo», amplifica la idea de cómo actúa. El uso de un sufijo denotando hábito (en cuatro palabras del texto) puede llevar a la idea de que la identificación con los buenos y los malos actos requiere una intensa asociación con ellos, y no simplemente efectuarlos. Para eliminar este (error) se dice: «es bueno por sus buenas obras y malo por sus malas obras». La identificación viene sólo con hacer los buenos o los malos actos, no es necesaria una realización habitual. Esto último intensificaría la identificación nada más. Ésa es la diferencia. En todo esto, el realizar buenas y malas obras bajo el impulso del deseo, la cólera, etc., es la causa de la identificación del ser con todas las cosas, es lo que conduce a la transmigración y a pasar de un cuerpo a otro. Porque impulsado por ello, el ser coge un cuerpo tras otro. Por tanto, las buenas y malas obras son la causa de la existencia transmigratoria. Las prescripciones de las Escrituras (shastras) se dirigen a esto. Y de ahí la unidad de las Escrituras. Algunas otras autoridades en la atadura y la liberación dicen: Es verdad que las buenas y malas obras que surgen del deseo, etc., son la causa de que un ser humano tome un cuerpo, sin embargo bajo la influencia del deseo es como se acumulan esas obras. Cuando se va el deseo, los actos, aunque estén presentes, no llevan a la acumulación de mérito o culpa. Incluso si se realizan buenas y malas obras, desprovistas de deseo, no producen resultados. Por tanto el deseo es la raíz de la existencia transmigratoria. En la Mundaka Upanishad se dice: «Aquel que va tras los objetos de deseo, realizando muchos de ellos, nace a través de esos deseos en los lugares donde puede realizarlos» (III, 2, 2). Por tanto «El ser individual se identifica con el deseo». Su identificación con otras cosas, aunque puedan estar presentes, no produce ningún resultado. Por eso el texto dice enfáticamente: «Se identifica con el deseo». Y al identificarse con él, lo que desea, decide hacerlo. Ese deseo se manifiesta a sí mismo como un leve anhelo por un objeto particular y si no tiene restricción, toma forma definitiva y llega a ser una decisión. Decisión es determinación que es seguida por la acción. Lo que decide, como resultado de su deseo, lo hace y efectuando la acción que se ha calculado puede procurar los objetos que se decidieron. Y lo que hace, eso obtiene como resultado. Por tanto el deseo es la única causa de su identificación con cada cosa, e incluso de su existencia transmigratoria. * La persona con apegos junto con sus obras alcanza aquel lugar al que está apegada su mente. Y al agotarse los efectos de las obras de la vida vuelve de aquel mundo a éste para realizar otras obras. Esto sucede al hombre de deseos. Pero el que no desea nada porque está libre del desear, aquel para quien todos los objetos de deseo no son sino el Ser, no necesita que los órganos se alejen de él. Al ser sólo lo Absoluto, en lo Absoluto se integra. (Poema contenido en Brihadaranyaka Upanishad 4.4.5) *
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