Comencemos hablando de los hechos: ya es oficial, Joe Biden acaba de abandonar la política por medio de una carta pública que ha aparecido en la red social “X” (antes llamado Twitter), después de medio siglo entregado a la voracidad de esa extraña entidad omnívora: el Poder. Con esta noticia de última hora se confirma aquello que los mentideros, junto con el sentido común más elemental, llevaban no poco tiempo anunciando: los pasillos de Washington pierden, con ello, a uno de los últimos baluartes estables a largo plazo de la vieja guardia.
Nadie mínimamente informado, repito: nadie, puede sorprenderse de esta última hora, sin embargo, puesto que aunque los últimos años de su presidencia han sido un reguero de irregularidades, de fracasos y de una disfuncionalidad tan evidente como permanente, sólo desde la farsa del último debate presidencial con Trump, que se hizo nada más que para forzar la salida de Biden, los medios de comunicación se han permitido hablar de ello; y, así es como funcionan las cosas en el mundo de la imagen, cuyas reglas son tan similares a las de la Mafia: los mismos que hasta ese momento obviaban el tema de la evidente incapacidad de Biden para permanecer en el cargo de pronto no podían ponerse a hablar de otro tema… Hasta terminar de matar al animal herido.
Ahora vamos con un poco de política-ficción, ese género tan del gusto de quien les escribe: a finales del año pasado la plataforma Netflix estrenó uno de los blockbusters del año, titulado Dejar el mundo atrás (2023), en el que Mahershala Ali, Julia Roberts y Ethan Hawke se ponían al servicio del talentoso Sam Esmail (por favor, vean su serie Mr. Robot si no lo han hecho ya y son aficionados a “perder” horas y horas de su vida frente a una pantalla) en una película que, en apenas dos horas, narra el pormenorizado descenso a los infiernos de una familia norteamericana de clase media durante un apagón generalizado. Es decir, algo bastante parecido a nuestro futuro más inminente, según vienen anunciando en los últimos años los gurús más autorizados de la agenda dominante.
Recapitulemos, pues: el Partido Demócrata cambia de candidato para las elecciones presidenciales a última hora, justo después de que Donald Trump saliera reforzado tras el atentado. La actualidad nos está gritando algo, ciertamente, mis queridos amigos, pero, ¿de qué demonios se trata? Elemental. O qué, ¿Acaso no lo sospechan? Los mismos que le han “hecho la cama” y abierto la puerta a Biden en cuestión de horas son los mismos que han pasado exactamente ese mismo período de tiempo quitándole el polvo a la corona para cuando le llegue el turno a Trump; y a ese servilismo del verdadero Poder lo llaman, con todo el descaro del mundo, prensa y demás medios de libre información.
Ahora que el Presidente de los Estados Unidos abandona la campaña presidencial poco antes de llegar a la meta, toca hablar de su relevo natural: Kamala Harris. Esta mujer de pasado dudoso, incompetencia probada y vínculos poco recomendables es la candidata más evidente, pero no la única, a optar a la nominación presidencial: Gavin Newsom, actual Gobernador de California, sería el mejor posicionado… Y, por supuesto, la propia Michelle Obama, que es, junto a su marido, el expresidente Barack (del que Biden fue vicepresidente), y algunos pesos pesados del partido, tales como la ínclita Nancy Pelosi y algunas figuras públicas de la progresía y sus aledaños, tales como George Clooney, los que más han hecho para que Biden se retirara.
Preparando el trono
El hombre del momento dentro de la política norteamericana no es, contra lo que cabría esperar, Donald Trump, el rey resucitado que camina firmemente en dirección al trono; sino James David Vance: convertido al catolicismo, autor del libro superventas Hilbilly: una elegía rural (2016), eminentemente joven para el cargo, casado con una mujer hindú de segunda generación y representante en cierto sentido de los intereses del nuevo Silicon Valley dentro del futuro Despacho Oval, un epicentro de la nueva riqueza norteamericana que se encuentra ubicado en Texas antes que en California, con tipos como Elon Musk (Tesla, SpaceX, Neurolink) y, sobre todo, Peter Thiel (PayPal) al frente. ¿Y por qué es el hombre del momento en medio de este marasmo de actualidad? Porque aparenta ser un representante del tipo medio americano cuando en realidad es todo lo contrario: algo muy oscuro; y, recuerden, porque si le pasa cualquier cosa a Trump durante su ya casi inevitable presidencia, él sería su particular sustituto, a la manera de Lyndon B. Johnson.
¿Y qué es, en definitiva, aquello que dejamos atrás con la marcha de Biden? Tras pasar por la enfermedad del Covid, el Presidente más manejado y demacrado que Occidente ha visto jamás deja el cargo a su impopular y mediocre sucesora tras una gestión política desastrosa en todos los ámbitos, que sólo ha sido útil para la agenda del verdadero poder oligárquico en la sombra, puesto que en todo lo demás ha sido y es una calamidad para los ciudadanos de todo el orbe.
Biden ha sido y es el peor de entre todos los presidentes de su historia, como decimos, siendo de lejos el más nefasto de los que han ocupado la Casa Blanca en el presente siglo: la economía, la inmigración, los conflictos sociales y, sobre todo, su política exterior, han sido una calamidad. Es posible que, con Biden, se esté dejando atrás la guerra de Ucrania e, incluso, una división social pre-bélica dentro de la propia sociedad estadounidense… Aunque solo el tiempo dirá qué nos depara el verdadero Poder.
Pero, antes de abandonar estas líneas, por favor no olviden una cosa: el mismo Deep State compuesto por un Complejo-Militar-Industrial-Tecnológico, que ha mantenido a Biden en el poder hasta el límite y que en apariencia prepara ahora el reemplazo para Trump, es quien siempre tiene la última palabra. Porque el así llamado Pueblo Americano no le importa a nadie en los mismos despachos de Washington que ahora ven como se marcha toda una institución con el paso lento de los elefantes que se saben próximos a la muerte.
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