Finalmente intentaremos esbozar algunas conclusiones acerca de las implicaciones profundas que supone un fenómeno social tan extendido, y a la vez tan poco definido, como este de la nueva espiritualidad 'alternativa'. Para empezar enumeremos muy brevemente las conclusiones a que hemos llegado hasta el momento. En primer lugar hemos mostrado que la new-age se desarrolla en la 'zona de sombra' del paradigma materialista y racionalista en que nos encontramos y que no dudamos en identificar con la modernidad misma. Es por ello un movimiento confuso y oscuro, de mensajes calculadamente ambiguos e incluso contradictorios, que evita siempre ser estudiado y categorizado. Es parte de su esencia impedir ser adecuadamente definido. En segundo lugar hemos visto que esta pseudo-espiritualidad, enteramente exterior y superficial, posee innegables rasgos postmodernos -el gusto por lo exótico, el igualitarismo democrático, la falta de rigor frente a la unidad y cohesión doctrinales de toda tradición auténtica, la libertad personal y el juicio propio como derechos irrenunciables, la negación de todo principio de autoridad y por tanto el rechazo de todo verdadero maestro, etc...- lo que la convierte no solo en un acabado 'signo de los tiempos' presentes con una enorme deuda con el punto de vista protestante de la espiritualidad -lo cual tendría ante todo un interés sociológico-, sino también en la 'forma religiosa' -pseudo-religiosa en realidad pues es una falsificación de las formas religiosas verdaderas- más idónea para los tiempos de la postmodernidad, tan democráticos y opuestos a cualquier dogmatismo... Y puesto que esta pseudo-religión ocupa el espacio que en las sociedades tradicionales ocupaba la religión, suplantándola, la new-age se erige en la 'falsa doctrina' propia de los últimos tiempos. Por esto no sorprende en absoluto que sus seguidores sean partidarios cada vez más explícitamente de abolir la viejas religiones y sustituirlas por una nueva 'religión universal' -en la que suponemos cada cual podría practicar y participar a su manera en virtud del principio de libertad individual- lo cual nos será 'vendido' como un progreso más, un progreso sin duda en la actual espiral descendente que sigue la civilización moderna... Por último podemos advertir que, contrariamente a lo que se cree, esta 'nueva espiritualidad' no solo no debilita o combate el paradigma civilizatorio de la modernidad sino que se nutre de él y a la vez lo fortalece. Lo fortalece en particular debido a su carácter 'anti-tradicional', perceptible sobre todo en su intención de falsificación y suplantación de las tradiciones auténticas a las que ataca desde fuera o intoxica desde dentro bajo pretexto de re-inventarlas y modernizarlas. Por tanto no es exagerado decir que la 'nueva espiritualidad' es hoy por hoy el mayor enemigo de toda verdadera espiritualidad así como de todo aquel que persiga sinceramente un acercamiento a la Verdad última. Nos encontramos por tanto ante una influencia maléfica de primer orden cuyas sugestiones están desviando a muchos del camino auténtico. Por ello, para quien pueda pensar que nuestros argumentos resultan un tanto exagerados recurriremos a continuación al simbolismo tradicional -universal y eterno- para comprobar sin margen de duda el carácter maléfico e infernal de toda la 'nueva espiritualidad'.Comenzaremos indicando que el ecumenismo globalista y la indefinición ideológica y doctrinal que es propia a todas estas pseudo-doctrinas, características que propician que la new-age sea un cajón de sastre que abarca todo tipo de ideas, algunas de ellas contradictorias entre sí, convierten este amasijo supersticioso en una suerte de 'Frankenstein cultural', de aspecto ciertamente grotesco, lo cual, como es bien sabido es un signo diabólico per se. Recordemos que a menudo se representó al diablo mediante una imagen simiesca debido a su empeño en imitar y suplantar lo sagrado para confundir a los hombres. Por ello el diablo ha sido llamado en ocasiones el 'mico de Dios'. Pero como ha expresado a menudo la teología tradicional lo grotesco, la fealdad y el desequilibrio son caracteres propios del diablo, caracteres que le resulta imposible ocultar a pesar de todas sus elaboradas artimañas a la hora de emular y suplantar la Tradición y la Verdad. Así, no pudiendo presentar la armonía y belleza de la Verdad a causa de su desequilibrio y maldad interiores, en su afán de suplantación el diablo no puede evitar delatarse al mostrar algo burdo y grotesco, ridículo, en su imitación. Características éstas que deben ser siempre tenidas en consideración a modo de signo y que solo los incautos pueden pasar por alto y tomar así tal imitación simiesca por una manifestación de la Verdad misma. Es así, como un signo propio de la 'contra-tradición', como debemos interpretar el desorden profundamente inscrito en el 'mercadillo espiritual' que es la new-age y de forma más general en todas las contra-culturas que forman parte de esa tendencia que hemos denominado californismo. Antes de continuar observemos por un momento la siguiente ilustración que muestra un detalle del grabado 'El caballero, la muerte y el diablo' de Alberto Durero, una de sus tres 'Estampas Maestras'. Figura del diablo perteneciente al grabado 'El caballero, la muerte y el diablo', una de las tres 'Estampas Maestras' de Durero, realizada en 1514. Como puede apreciarse el diablo del grabado es representado mediante una figura deforme, carente de orden y armonía y por tanto de belleza, compuesto por una mezcla grotesca de características propias de diferentes animales, es decir muestra una confusión de diversas naturalezas. Nótese la tradicional pata de cabra que asoma en la parte inferior de la ilustración, y que siempre se ha considerado uno de los rasgos más distintivos del diablo. La new-age guarda una gran analogía con la anterior figura diábolica y puede decirse que es, en buena medida, su expresión cultural. Ambos, a la manera de aquel engendro humanoide de la novela de Mary Shelley, están compuestos de restos de cadáveres -residuos psíquicos de las tradiciones desaparecidas que ahora se pretende revivir y devolver a la vida- y de retales pseudo-intelectuales de todo tipo: desde la magia y el espiritismo decimonónicos a las teorías e hipótesis científicas más modernas, todo ello mezclado en una inextricable confusión. Esto es lo que esconde el cajón de sastre pseudo-doctrinal de la new-age. Además cabe señalar que, en tanto que es una pseudo-doctrina propia del fin de los tiempos, la new-age cumple su papel de dar voz a 'los muertos' -de un modo ciertamente peligroso- al servir de escaparate para todo tipo de restos psíquicos de antiguas tradiciones que han quedado de algún modo como latentes. Los usos perversos de herramientas y conocimientos tradicionales como pueden ser la astrología o el Tarot, así como el empleo de otros métodos de nueva invención todavía más inquietantes y siniestros así lo demuestran. Y es en esta confusión que la disolución del mundo psíquico del hombre actual se hace más manifiesta. Se ha dicho en ocasiones que para que un proyecto falso y maléfico -como el del diablo- pueda extenderse y dominar a los hombres ha de contener algunas trazas de verdad -las cuales extrae de las tradiciones verdaderas- y ponerlas al servicio de la mentira. Esto se debe no solo a la necesidad por parte del diablo de perfeccionar su capacidad de engaño sino a una razón más profunda, de carácter ontológico: la mentira no puede existir ni durar por sí misma de ningún modo pues no tiene ser propio, existe y pervive en tanto es un reflejo, si bien torcido o falso, de la Verdad, que de este modo forzosamente la antecede en la dimensión ontológica. Es así como toda mentira es una imitación y una suplantación de una verdad, y por ello en último término de la Verdad. Imitación y suplantación que lo es también de la Tradición, en tanto que expresión en el mundo de dicha Verdad inmanifestada, con el objetivo de confundir a los hombres y mujeres del fin de los tiempos e impedir su acceso a la verdadera senda espiritual, privándoles así del conocimiento de esa Verdad última. Por lo tanto la pseudo-espiritualidad está muy lejos de ser un fenómeno inocente y sin consecuencias para quienes lo siguen, tal y como se nos pretende hacer creer en la cultura del relativismo. Como vemos además se trata de un fenómeno mucho más elaborado de lo que podría parecer a simple vista y por ello más peligroso que el simple y burdo materialismo positivista, tan propio del paradigma moderno, que era una negación bastante grosera y en el fondo emocional de toda espiritualidad. Aquí estamos ante otra cosa, ante un grado más acabado de deformación: una versión infernal -por inferior e invertida- de la espiritualidad. En efecto la ideología racionalista, positivista y materialista podía alejar a muchas personas de la senda espiritual pero la new-age les ofrece algo peor: una interpretación desviada -materialista y pseudo-positivista- de la espiritualidad y con ello una senda equivocada en la que perderse; lo cual es mucho más elaborado y maligno que un materialismo o un cientifismo puro y simple. No debemos olvidar que la new-age, a la vez que ofrece sus propios 'caminos' y enseñanzas de nuevo cuño, ataca y desprestigia las tradiciones auténticas a fin de destruirlas y pervertirlas. Y quizá por esto mismo no sorprenda tanto que, a pesar de la beligerancia con que el laicismo progresista y el racionalismo positivista atacan las tradiciones antiguas, la new-age sea consentida y presentada a veces incluso como un 'necesario retorno a la espiritualidad' por parte de la civilización occidental. Como vemos hay mucho más que una simple falsedad, estamos ante una suplantación de la Tradición a fin de confundir y extraviar a los hombres. Esta es la preocupante realidad que se oculta tras los aparentemente inocentes valores del ecumenismo y la multiculturalidad con que se nos presenta en cada nueva reinvención la new-age y con que tratan de seducirnos las diversas modas y contra-culturas que adopta el californismo, la imagen más acabada de la postmodernidad.
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