Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

jueves, 5 de diciembre de 2024

FUNDAMENTOS DEL ARTE CRISTIANO (Titus Burckhardt)


 Principio y métodos del arte Sagrado

Titus Burckhardt

Ediciones Lidium. Buenos Aires 1982 Pp. 52-58


FUNDAMENTOS DEL ARTE CRISTIANO


IV 


El arte sagrado del cristianismo constituye el marco normal de la 

liturgia; es su amplificación sonora y visual, al igual que la liturgia 

no sacramental tiene por objeto preparar y desplegar el efecto de 

los medios de gracia instituidos por el propio Cristo. Para la Gracia 

no hay ambiente «neutro»; éste estará a favor o en contra de la in- 

fluencia espiritual; lo que no «une», «dispersará» inevitablemente. 


Es completamente vano invocar la «pobreza evangélica» para 

justificar la ausencia o la negación de un arte sagrado. Es verdad 

que, cuando la misa todavía se celebraba en cuevas o catacumbas, el 

arte era superfluo, al menos el arte plástico; pero a partir del 

momento en que se construyen santuarios, éstos deben estar orde- 

nados por un arte consciente de las leyes espirituales.


 De hecho, no existe ninguna iglesia primitiva o medieval, por pobre que sea, 

cuyas formas no manifiesten esta consciencia", mientras que todo 

ambiente no tradicional está atestado de formas vanas y falsas. La 

simplicidad misma es un sello de la tradición, a menos que lo sea 

de la naturaleza intacta. 


La liturgia se presenta como una obra de arte con diversos 

grados de inspiración: su centro, el sacrificio eucarístico, pertenece 


75. Conviene hacer una excepción con ciertas iglesias instaladas en antiguos

santuarios griegos o romanos; decimos «excepciones» en un sentido muy relativo,puesto que se trata de santuarios. 


al arte divino; por él se cumple la más perfecta y misteriosa trans- 

formación. Alrededor de este centro o núcleo se despliega, a la 

manera de un comentario inspirado pero necesariamente fragmen- 

tario, la liturgia fundada en el uso consagrado por los apóstoles y 

los Padres de la Iglesia. En este orden, la gran variedad de usos li- 

túrgicos, tal como existía en la Iglesia latina antes del concilio de 

Trento, no ocultaba en modo alguno la unidad orgánica de la obra, 

sino que subrayaba, al contrario, su unicidad interna, la naturaleza 

divinamente espontánea del plan y su carácter de arte, en el sencido 

más elevado del término; por eso mismo, el arte propiamente dicho 

se integraba más fácilmente en la liturgia. 


El ambiente arquitectónico perpetúa la irradiación del sacrificio 

eucarístico en virtud de determinadas leyes objetivas y universales. El 

sentimiento no puede crear este ambiente, por noble que sea su 

impulso, pues la afectividad está sujeta a las reacciones engendradas 

por reacciones; es totalmente dinámica y no puede aprehender direc- 

tamente y de un modo seguro las cualidades del espacio y el tiempo, 

que responden naturalmente a las leyes eternas del Espíritu. No se 

puede hacer arquitectura sin hacer implícitamente cosmología. 

La liturgia no sólo determina el orden arquitectónico, sino que 

rige también la distribución de las imágenes sagradas según el sim- 

bolismo general de las regiones del espacio y el significado litúrgico 

de la izquierda y la derecha. 


Es en la Iglesia griega ortodoxa donde las imágenes están más 

directamente integradas en el drama litúrgico. Aquí adornan sobre 

todo el iconostasio, el tabique que separa el sanctasanctórum 

—lugar del sacrificio eucarístico realizado ante la mirada de los sa- 

cerdotes solamente— de la nave accesible al común de los fieles. 


Según los Padres griegos, el iconostasio simboliza el límite que 

separa el mundo de los sentidos del mundo espiritual, y por esto las 

imágenes sagradas aparecen en este tabique, al igual que las 

Verdades divinas, que la razón no puede captar directamente, se 

reflejan, en forma de símbolos, en la facultad imaginativa, interme- 

dia entre el intelecto y las facultades sensoriales. 


La división en un coro (adyton), accesible sólo a los sacerdotes, y 

una nave (naos) que alberga a todos los fieles, determina, por otra 

parce, el plano de las iglesias bizantinas: el coro es relativamente 

pequeño; no forma un solo cuerpo con la nave, que abarca indiferen- 

temente a toda la multitud de los creyentes de pie ante la escena del 

iconostasio. Este tiene tres puertas, por las que los oficiantes entran y 

salen para anunciar las diversas fases del drama divino. los diáconos 

utilizan las puertas laterales; sólo el sacerdote que lleva las especies 

consagradas o el libro del Evangelio puede atravesar la Puerta real, la 

del centro, que es, así, como una imagen de la puerta solar o divinal. 


La naos tendrá de preferencia una forma más o menos concéntrica, 

forma que corresponde por Io demás a] carácter contemplativo de la 

Iglesia de Oriente: el espacio está como recogido en sí mismo, a la 

vez que expresa la ilimitación del círculo o de la esfera (fig. 16). 

IMAGEN%201.png



Fig. 16. El plano bizantino primitivo de la catedral de San Marcos de Venecia, 

según Ferdinando Forlati. 


 Se ha pretendido que la forma tradicional del iconostasio, con sus colum- 

nitas que enmarcan los iconos, derivaba de la escena del teatro antiguo, cuya 

pared del fondo también estaba adornada de imágenes y poseía puertas por 

donde entraban y salían los actores. Si hay algo de verdad en esta analogía es 

porque la forma del teatro antiguo se refería a un modelo cósmico: las puertas de la escena se asemejan a las «puertas del cielo», por donde los dioses descienden al mundo y por donde las almas ascienden al cielo. 


La liturgia latina, en cambio, tiende a diferenciar el espacio ar- 

quitectónico conforme a la cruz formada por los ejes, comunicán- 

dole así algo de la naturaleza del movimiento. En la arquitectura 

románica, la nave se prolonga progresivamente; es la peregrinación 

hacia el altar, la Tierra Santa, el paraíso. El transepto se desarrolla 

igualmente cada vez más. Más tarde, la arquitectura gótica, afir- 

mando hasta el extremo el eje vertical, acaba por reabsorber el desa- 

rrollo horizontal en su impulso hacia el cielo: los diversos brazos de 

la cruz se incorporarán poco a poco a una vasta nave, de tabiques 

perforados y paredes diáfanas. 


Los santuarios latinos de la alta Edad Media participan de la 

cripta y la caverna. Están concentrados en el sanctasanctórum, el 

ábside abovedado, que encierra el altar como el corazón contiene el 

misterio divino, y están iluminados por los cirios del altar, como el 

alma se ilumina desde el interior. 


Las catedrales góticas realizan otro aspecto del cuerpo místico de 

la Iglesia o del cuerpo del hombre santificado: su transfiguración 

por la luz de la Gracia. Este estado diáfano de la arquitectura sólo 

fue posible con la diferenciación de los elementos constructivos en 

aristas y membranas: las aristas desempeñan la función estática y las 

membranas, la de vestidura. En cierto sentido, hay ahí un paso de 

la estática mineral a la del vegetal, no en vano las bóvedas góticas 

recuerdan cálices de flores. Por otro lado, la arquitectura «diáfana» 

no sería concebible sin el arte del vitral, que hace traslúcidas las 

paredes al tiempo que salvaguarda la intimidad del santuario: la luz 

quebrada por los vidrios de colores ya no es la crudeza del mundo 

exterior, es esperanza y beatitud. Al mismo tiempo, el color del 

vitral se ha convertido él mismo en luz, o más exactamente, la luz 

del día revela su riqueza interior mediante el color transparente y 

resplandeciente del vidrio, al igual que la Luz divina, que en sí es 

cegadora, se atenúa y se convierte en gracia cuando se refracta en el 

alma. El arte del vitral es íntimamente conforme al genio cristiano, 

pues el color corresponde al amor, como la forma corresponde al 

conocimiento. La diferenciación de la luz una por las substancias 

multicolores de los vitrales recuerda la oncología de la Luz divina, 

tal como la exponen un San Buenaventura o un Dante. 


El color dominante del vitral es el azul; es la profundidad y la paz 

del cielo. El rojo, el amarillo y el verde son utilizados con economía y 

por eso parecen aún más preciosos y hacen pensar en estrellas, flores 

o joyas, o en las gotas de la sangre de Jesús; el predominio del azul en 

los vitrales medievales crea una iluminación serena y suave. 

En la imaginería de las grandes ventanas de las catedrales los acon- 

tecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento, reducidos a sus 

fórmulas más simples y engastados en una red geométrica, aparecen 

como prototipos eternamente contenidos en la Luz divina y que se 

manifiestan de acuerdo con «números» invariables; es luz cristalizada. 

No hay nada más gozoso que este arte; i qué distancia entre él y las 

imaginerías sombrías y atormentadas de ciertas iglesias barrocas! 


Como oficio, el arte del vitral forma pacte de un cuerpo de 

técnicas cuyo objeto es la transformación de las materias; son la 

metalurgia, el esmalte y la preparación de los colores y tinturas, 

incluido el oro líquido. Todas estas técnicas están vinculadas entre 

sí por un legado artesanal común, que se remonta en parte hasta el 

antiguo Egipto y cuyo complemento espiritual es la alquimia; la 

materia bruta es la imagen del alma, que debe ser transformada por 

el Espíritu. Si la transmutación alquímica del plomo en oro parece 

romper las leyes naturales es porque expresa, en lenguaje artesanal, 

la transformación a la vez natural y sobrenatural del alma: esta 

transmutación es natural porque el alma está predispuesta a ella, y 

sobrenatural, porque la verdadera naturaleza del alma, o su verda- 

dero equilibrio, está en el Espíritu, al igual que la verdadera natura- 

leza del plomo es el oro. Pero el paso de uno al otro, del plomo al 

oro o del ego inestable y dividido a su esencia incorruptible y unida, 

sólo es posible por una especie de milagro. 


El oficio manual más noble al servicio de la Iglesia es la orfebre- 

ría, pues ella es la que da forma a los vasos sagrados y a los instru- 

mentos rituales. Hay algo de solar en este arte, dada la relación del 

oro con el sol; por eso los utensilios creados por el orfebre manifies- 

tan el aspecto solar de la liturgia. Las diferentes formas hieráticas de 

la cruz, por ejemplo, son la representación de otras tantas modali- 

dades de la irradiación divina; es el centro divino que se revela en 

este espacio oscuro que es el mundo (fig. 17).

 

IMAGEN%202.png

Fig. 17. Diferentes formas hieráticas de la cruz. Arriba: cruz románica, 

cruz de Jerusalén y cruz griega. En el centro: cruz irlandesa, 

cruz copta y cruz anglosajona. Abajo: cruz irlandesa. 




77. En estas diferentes formas de la cruz, todas aparecidas durante los 

primeros siglos del cristianismo, unas veces predomina el aspecto irradiante cruz, y otras el aspecto estático del cuadrado, y estos dos elementos se 

combinan de diversas maneras con ei círculo o el disco. La cruz de Jerusalén, 

por ejemplo, cuyos brazos terminan en otras tantas cruces menores, recuerda, 

por el reflejo múltiple del centro divino, la omnipresencia de la Gracia, y al 

mismo tiempo vincula misteriosamente la cruz con el cuadrado. En el arte cel- 

tocristiano, la cruz y la rueda solar se unen en una síntesis llena de evocaciones espirituales. 


Las formas hieráticas de la tiara y de la mitra recuerdan igualmente símbolos 

solares. En cuanto al báculo del obispo, termina, o bien en dos cabezas de ser- 

pientes opuestas, como el caduceo, o bien en una espiral; ésta a veces está estilizada en forma de dragón que abre las fauces sobre el cordero pascual: es la imagen del ciclo cósmico que «devora» a la víctima sacrificial, el sol o el 

Hombre-Dios. 



Todo arte basado en una tradición artesanal opera con esquemas 

geométricos o cromáticos, que no es posible separar de los procedi- 

mientos materiales del oficio pero que sin embargo poseen el 

carácter de «claves» simbólicas que abren la dimensión cÓsmica de 

cada fase de la obra (78). 


Este arte es, pues, necesariamente «abstracto» 

por el hecho mismo de que es «concreto» en sus procedimientos; 

pero los esquemas de que dispone y cuya exacta aplicación depen- 

derá a la vez del saber artesanal y de la intuición podrán, dado el 

caso, transponerse a un lenguaje figurativo, que conservará algo del 

estilo «arcaico» de las creaciones artesanales. Es lo que ocurre con el 

arte del vitral, y es igualmente el caso de la escultura románica, que 

procede directamente del arte de los albañiles, cuya técnica y reglas 

de composición conserva, a la vez que reproduce, por otra parte, 

los modelos del icono. 


78. Por ejemplo, la cruz inscrita en el círculo, que puede considerarse la 

figura clave de la arquitectura sagrada, presenta igualmente el esquema de los 

cuatro elementos agrupados alrededor de la «quintaesencia» y ligados por el movimiento circular de las cuatro cualidades naturales: el calor, la humedad, el frío y la sequedad, que corresponden a los principios sutiles que rigen la transmutación del alma según la alquimia. Así se corresponden, en un solo símbolo, los órdenes físico, psíquico y espiritual. 



- Enlace a artículo -

Más info en https://ift.tt/ACj6hwe / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas. #Menadel #Psicología #Clínica #Tradicional #MijasPueblo

*No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario