Después de exponer en dos divagantes artículos el tema de la fenomenología de la percepción como atención constante a la epifanía de la realidad, deseo presentar el tema de la felicidad como un estado de sabiduría, con el fin de poner en concreción las elucubraciones fenomenológicas que hemos venido haciendo, y descubrir cómo la percepción es la clave de lectura de nuestra verdadera naturaleza más allá de lo que hemos aprehendido sobre lo que significa ser y vivir como humanos. Matthieu Ricard en su libro Plaidoyer pour le bonheur, entiende por ésta una manera de ser, “un estado adquirido de plenitud subyacente en cada instante de la existencia y que perdura a lo largo de las inevitables vicisitudes que la podrían afectar”. Dicho estado de bienestar nace principalmente de una mente excepcionalmente sana y serena. “Es una manera de ser que sostiene e impregna cada experiencia, cada comportamiento, y que abarca todas las alegrías y todos los pesares, una felicidad tan profunda que nada puede alterarla. Un estado de sabiduría, liberado de los venenos mentales, libre de ceguera sobre la verdadera naturaleza de las cosas”. Esta última afirmación de Ricard nos señala un aspecto que para nosotros es casi desconocido sobre la felicidad. Primero, que está no es una meta a alcanzar, sino una manera de ser; y segundo, que está subyacente como base y soporte de la vida misma, y es la que nos sostiene tanto en las alegrías como en las tristezas. Nuestras lógicas de la vida no comprenden estos aspectos, y no los comprenderemos si no adquirimos una mente sana y serena. Esta afirmación no es una teoría, no forma parte de abstracciones y pensamientos de un buen libro de autoayuda, forma parte de una manera diferente de vivir, de observar, y de ser y estar en el mundo y ante el mundo. Para el camino del Buda todo lo que existe como resultado de condiciones (internas o externas) es sufrimiento, o mejor dicho, todo lo que existe como resultado de condiciones está incompleto y es insatisfactorio. El Buda nos está diciendo que una “felicidad” como resultado de condiciones externas, e incluso internas: dinero, confort, amor, viajes, un país próspero, buena salud, placeres y deleites, es incompleta. El camino del Buda va más allá y afirma: la naturaleza misma de la existencia es estar incompleta. Simplemente, afirman los maestros, NO QUEREMOS VER, sólo queremos ver un lado de la realidad misma de la existencia, la “felicidad” entendida como resultado de las condiciones que consideramos favorables: para un asesino una condición favorable es saber en el lugar y en el momento preciso para asesinar a su víctima… La “felicidad”, como la entiende el camino del Buda, es decir “sukkha”, está estrechamente vinculada al acto mismo de comprender la manera en que funciona nuestra mente y el modo como interpretamos el mundo. Sabemos bien, que no podemos cambiarlo, pero sí podemos transformar la manera de percibirlo. Matthieu Ricard nos comparte una sencilla anécdota al respecto: “estando sentado en las escaleras de su monasterio en Nepal en una tarde muy lluviosa y fangosa, vio como dos de sus amigas se relacionaron con el hecho de tener que cruzar sobre unos ladrillos puestos sobre el fango: la primera, vio con cara de repugnancia el barro y atravesó el mismo gruñendo hasta llegar donde estaba su amigo: “¡te imaginas si llego a caer en este lodazal, en este país está todo tan sucio! le comentó a Ricard; la segunda, canturreando saltaba de ladrillo en ladrillo y decía entre risas: ¡Qué divertido! Al llegar le dijo a Matthieu: “lo bueno del monzón es que no hay polvo”… “Dos personas, dos visiones del mundo. Seis mil millones de seres humanos, seis mil millones de mundos”… culminó diciendo Ricard. La experiencia de sukkha, o de “bienestar”, como estado de sabiduría, proveniente de una mente sana y serena, logra con el tiempo y la práctica, un alto grado de disminución de la vulnerabilidad ante las circunstancias, sean estas buenas o malas. Obviamente, en nosotros existen toda clase de resistencias para caminar en el adiestramiento de la “felicidad como estado de sabiduría”, pues nos cuesta VER LAS COSAS TAL CUAL SON. Buscamos distraernos para no sufrir, para no sentir ningún malestar, cuando deberíamos buscar la causa del sufrimiento. Ajahn Thiradammo, un maestro Theravada del Bosque, sostiene que mientras más desarrollo y progreso haya en el mundo, habrá más maneras y modos más refinados para distraernos del sufrimiento. ¿Bajo qué condiciones va a socavar la mente nuestra alegría de vivir? ¿Bajo qué condiciones va a sustentarla? Cambiar la visión del mundo que nos rodea, de las personas que viven y trabajan cerca de nosotros, de la visión que tenemos sobre nosotros mismos, de la visión que tenemos incluso de cómo vemos el mundo, no implica tener una visión ingenua e incauta sobre la realidad. La búsqueda de la felicidad, se dice popularmente, no consiste en ver siempre la vida de color de rosa. Pero si percibimos la felicidad como nos la propone el camino del Buda y Matthieu Ricard, es decir como una manera de ser que surge del adiestramiento para poder así eliminar toxinas mentales como el odio, el miedo, la obsesión y la tristeza, las cuales envenenan literalmente nuestra mente, entonces hay una posibilidad, hay un camino para ser felices desde un estado sabio interior. Nuestra confusión e insatisfacción surgen de nuestra comprensión errónea de la realidad. Realidad, entendida desde el camino del Buda, como la naturaleza verdadera de las cosas y no la modificación ilusoria producida por nuestras elaboraciones mentales. Es preciso, por lo tanto, en nuestro adiestramiento conocer mejor cómo funciona nuestra mente, cómo percibe la realidad, cómo se relaciona con la experiencia misma de pensar y sentir. Para Etty Hillesum, víctima del holocausto nazi, “el gran obstáculo es siempre la representación, no la realidad”. Habitualmente percibimos la realidad desde pre-comprensiones que hemos ido adquiriendo a lo largo de la experiencia de pensar y sentir el mundo y los otros. Hemos aprehendido las cosas desde el dualismo de lo agradable y lo desagradable, dicho dualismo, afirma Ricard “engendra poderosos reflejos de apego y aversión que por lo general conducen al sufrimiento, el cual no es una condición fundamental de la existencia, sino un universo mental basado en la idea falsa que nos hacemos de la realidad. La felicidad es la sabiduría de percibir la realidad tal cual es, sin velos ni deformaciones, desde las circunstancias más duras y difíciles, e incluso, desde las más deleitables comodidades. Es una manera de ser y estar en el mundo desde la cual todos podemos vivir. Archivado en: Ajahn Thiradhammo, Buddha, Budismo, Budismo Theravada, Budismo Tibetano, Ciencia y mística, cuerpo humano, Dalai Lama, Dolor, El lenguaje de los místicos, Espiritualidad, Etty Hillesum, Fenomenología, Filosofía de la Existencia, Matthieu Ricard, Mística oriental, Mística y filosofía, Meditación, mente, Neurociencia, No Ajanh Chah, Percepción, Teándrico, Vipassana Tagged: Budismo Theravada del Bosque, Dukkha, el lenguaje de los místicos, Espiritualidad, Felicidad, Fenomenología, Matthieu Ricard, Mística oriental, Mística y filosofía, Mindfulness, Percepción, Sufrimiento, Sukkha, Yoga
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