GEOMETRÍA Y CICLOS CÓSMICOS Analogías entre lo circular y lo cuadrangular Un punto inextenso, inaprensible, invisible e indivisible, genera toda la geometría. Con esta ciencia hermética han laborado innumerables hombres y mujeres de conocimiento de todos los tiempos, y constituye toda una simbólica para el conocimiento hermético o iniciático de la que encontramos huella en todas las civilizaciones tradicionales. Pues ella, la geometría, es la huella visible de una cosmogonía invisible presente en la simultaneidad del Ser Universal. Por eso Platón dejó bien claro en su Academia que se trataba de algo esencial, vetando a quien no estuviera dispuesto a abrirse a las revelaciones que esta disciplina promueve: El Uno simboliza el Origen y el Principio único del que derivan los principios universales, y también el Destino común al que todos los seres han de retornar. Es, según la máxima hermética, "el Todo que está en Todo", es decir, el Ser Total. Aunque el punto y el uno son ya una primera afirmación (proveniente de una página en blanco, o del cero, o del No-Ser) normalmente se los describe más bien en términos negativos, ya que representan lo indivisible, lo inmutable, es decir el motor inmóvil, padre de todo movimiento y manifestación. (...) La meta primera de los trabajos iniciáticos es alcanzar la conciencia de Unidad (1). En el prefacio de la obra Mefistófeles y el Andrógino, Mircea Eliade cita a Whitehead afirmando que “la historia de la filosofía occidental no es, en definitiva, más que una serie de notas a pie de página a la filosofía de Platón”. Luego entra en otras consideraciones conceptuales y desarrolla su ensayo. Pero tanto si se nos antoja exagerado, como si nos seduce, nos deja la pregunta que no es sino ¿Quién fue Platón? ¿Qué decir de la Academia? (2) La respuesta se halla en la influencia del neoplatonismo en la cadena de unión, en la llamada “cadena áurea”, que ha permitido el desarrollo histórico del hermetismo en Occidente, desde entonces y hasta el final del presente ciclo de manifestación, pues es núcleo o germen de la Historia Sagrada de Occidente. La geometría pitagórica antecesora de la que desarrolló Platón, constituye también un simbolismo que revela la cosmogonía. En Occidente, en la Tradición Hermética de la que nos sentimos herederos, quedó incorporada como disciplina para el conocimiento en muchos de sus movimientos y centros de saber; y permanece viva aún en estos tiempos oscuros, plagados de dualismos irreconciliables. Por eso la influencia pitagorico-platónica constituye un tronco esencial en nuestros estudios: unas enseñanzas que han incorporado la geometría como herramienta simbólica que revela la estructura íntima de la manifestación, y sus múltiples vinculaciones con la aritmética y otras disciplinas. Son innumerables las relaciones, o mejor, analogías, que pueden establecerse teniendo como soporte a la geometría: su vinculación con los números, las figuras geométricas y las letras del alfabeto, su relación con la ciencia del alma llamada alquimia (en la que se conjugan los tres principios y los cuatro elementos), la orientación y los ritos sagrados de los pueblos nómadas, la arquitectura sagrada de todos los pueblos tradicionales que a través de ritos de asentamiento daban origen a un nuevo tiempo y sus posibilidades de desarrollo, etc. Entre el Cielo y la Tierra se trazan los límites de la creación, es en ese espacio donde se escribe el libro de la vida, y puede ser visto como una generación que emana del propio lenguaje, de sus letras, comenzando por una primera afirmación que, en hebreo, es la letra Iod, י, (análoga al punto geométrico), cuya simbólica evoca una semilla y también una llama primigenia. En aquel espacio intermedio se dibuja todo el juego de letras y números, una sucesión indefinida entre los límites trazados, y todo ello en una danza cuyo origen se simboliza como un punto o germen, origen de la escritura divina. La generación de un universo limitado pero que se puede desarrollar indefinidamente. Para la tradición extremo-oriental, todo lo que ocurre en el ámbito de la manifestación se sitúa entre el Cielo (lo circular) y la Tierra (lo cuadrangular). Se dice también que el Cielo, que envuelve o abarca a todas las cosas, presenta al Cosmos una cara “ventral”, es decir, interior, y la Tierra, que las soporta, presenta una cara “dorsal”, es decir, exterior (3); esto es fácil de ver con la simple inspección de la figura adjunta, donde el Cielo y la Tierra, naturalmente, están representados respectivamente por un círculo y un cuadrado concéntricos (fig. 1). Se observará que esta figura reproduce la forma de las monedas chinas, forma que, por lo demás, es originariamente la de algunas tablillas rituales (4): entre el contorno circular y el vacío cuadrado de en medio, la parte plana, donde se inscriben los caracteres, corresponde evidentemente al Cosmos, donde se sitúan los “diez mil seres” (5), y el hecho de que esté comprendida entre dos vacíos expresa simbólicamente que lo que no está entre el Cielo y la Tierra está por eso mismo fuera de la manifestación. A propósito del Cielo y la Tierra, teniendo en cuenta la unidad esencial de todas las tradiciones, leemos un magnífico artículo de Javier Maskin (6) publicado en SYMBOLOS que nos permite dar inteligibilidad a la naturaleza geométrica del cosmos. En su estudio, Maskin desarrolla y formula el viejo problema insoluble de la cuadratura del círculo (7) y la circulatura del cuadrado como dos formas (inicial y final, respectivamente) de cualquier ciclo de manifestación. Leemos, por tanto, algunos fragmentos de este trabajo, que alterna citas de Guénon y explicaciones del propio Maskin (8): La forma del “Paraíso terrestre”, que corresponde al comienzo del ciclo, es circular, en tanto que la de la “Jerusalem celeste”, que corresponde a su fin, es cuadrada; y el recinto circular del “Paraíso terrestre” no es otra cosa que el corte horizontal del “Huevo del Mundo”, es decir, de la forma esférica universal y primordial (9). Al comienzo del ciclo, este mundo no era tal como es actualmente, y el “Paraíso terrestre” constituía la proyección directa, ahora visiblemente manifestada, de la forma propiamente celeste y principial (…) Al final, la “Jerusalem celeste” desciende “del cielo a la tierra”, y es solamente al término de ese descenso que aparece bajo la forma cuadrada, puesto que ahora el movimiento cíclico se encuentra detenido (10). La reconstitución debe operarse al final del mismo ciclo; pero ahora, en la figura de la “Jerusalem celeste”, el círculo es reemplazado por un cuadrado, y esto indica la realización de lo que los hermetistas designaban simbólicamente como la “cuadratura del círculo”: la esfera, que representa el desarrollo de las posibilidades por la expansión del punto primordial y central, se transforma en un cubo una vez que ese desarrollo es completado y que el equilibrio final es alcanzado por el ciclo que se considera (11). El ciclo se ha detenido, pero la fijación no es realmente definitiva sino en relación al ciclo actual, y, más allá del “punto de detención”, esta misma “Jerusalem celeste” debe, en virtud del encadenamiento causal que no admite ninguna discontinuidad, devenir el “Paraíso terrestre” del ciclo futuro, puesto que el comienzo de éste y el fin del que le precede no son propiamente sino un solo y mismo momento visto desde dos costados opuestos (12). (...) Los mundos se suceden como las hojas de un libro, y el mundo que ha concluido queda "en el reverso" del mundo nuevo. El mundo viejo, así como todos los anteriores, ha dejado de manifestarse y ahora permanecerá a perpetuidad en estado de no manifestación. Los mundos por venir son aquellos que aún no se han manifestado pero que "están en el libro" desde el principio de los tiempos. Cada una de las indefinidas "páginas", diferente a todas las demás, es uno de los irrebatibles modos sucesivos en que el "libro" se manifiesta, pero lo cierto es que, no obstante las apariencias, todos los mundos coexisten en perfecta simultaneidad pues el "libro" es Uno. El Ser es uno en sí mismo y, en consecuencia, la Existencia universal, que es la manifestación integral de sus posibilidades, es única en su esencia y su naturaleza íntima; pero ni la unidad del Ser ni la “unicidad” de la Existencia excluyen la multiplicidad de los modos de la manifestación, de ahí la indefinitud de los grados de la Existencia en el orden general y cósmico, y la de los estados del ser, en el orden de las existencias particulares (13). Cada mundo, o cada estado de existencia, puede representarse por una esfera que el hilo atraviesa diametralmente, de modo de constituir el eje que une los dos polos de la esfera; se ve así que el eje de este mundo no es, propiamente hablando, sino un segmento del eje mismo de la manifestación universal íntegra, y de ese modo se establece la continuidad efectiva de todos los estados incluidos en esa manifestación (14). Los mundos se van sucediendo como las cuentas de un rosario, y los dos polos de cada esfera se corresponden, analógicamente, con el Paraíso terrestre y con la Jerusalem celeste que se manifiestan, respectivamente, al comienzo y al final de cada ciclo. El "sûtrâtmâ" es el "hilo conductor" del principio vital, así como el Arbol de la Vida simboliza el eje constante que une todos los mundos por sus respectivos centros. Por eso es que en el centro del Huerto del Edén estaba el Arbol de la vida, y por eso es que, en la Jerusalem celeste, "en el medio de la plaza (…) estaba el árbol de la vida, que lleva doce frutos, dando cada mes su fruto" (Apocalipsis, XXII, 2). El mismo Arbol de la vida estará también en el centro del nuevo Paraíso terrestre. El círculo devino en cuadrado y ahora, a fin de que la "rueda" vuelva a girar, el cuadrado se transforma nuevamente en círculo. A la "cuadratura del círculo" sucede inmediatamente la "circulatura del cuadrado", y parece evidente que, con estas expresiones, los seguidores de la doctrina cosmológica atribuida a Hermes Trismegisto se propusieron algo más que dejar planteado un "problema de geometría" ante el cual, para colmo, hubieron de "deponer las armas" legiones enteras de matemáticos a lo largo de los últimos veinticinco siglos. No obstante, puesto que de círculos y de cuadrados se trata, está claro que los hermetistas se valieron de la geometría como uno de los "soportes" de su doctrina, y es este "soporte" el que nosotros nos proponemos investigar. No podemos sino invitar a la lectura completa de este estudio de Javier Maskin que, tomando como ejemplo el rito de la tradición Aymara para la construcción de sus viviendas, nos va conduciendo a través de la geometría hermética por todo un desarrollo análogo a cualquier ciclo de manifestación. Ahora detengámonos por un momento en el simbolismo de la línea recta, cuya equivalencia numérica sería el dos. La recta está simbolizando la idea de rectitud, de verdad; pone de manifiesto la relación entre dos puntos (en realidad es uno mismo conociéndose a sí mismo) y, por tanto, es expresión de la dualidad aparente que da lugar a todas las cosas y seres de la manifestación. Aparece de inmediato el número tres de forma implícita, pues debe haber un punto central del que surge toda polarización, punto que en realidad se halla en un plano superior, lo que trasladando esta idea del ternario al trazado geométrico nos conduce a la primera figura plana, la del triángulo equilátero, símbolo como estamos viendo de la triunidad de los principios reconocida unánimemente por todas las tradiciones. Debe quedar claro, no obstante, …que la Dualidad no puede existir sin el Ternario, ya que si el principio supremo, al diferenciarse, da nacimiento a dos elementos (que por otra parte sólo son distintos en tanto nosotros los consideramos como tales), éstos y su principio común forman un ternario: Y de tal forma esto es así que, en realidad es el Ternario y no el Binario lo que es inmediatamente producido por la primera diferenciación de la Unidad primordial (15). Por otra parte, en el acápite 30 del Programa Agartha (Módulo I) encontramos el despliegue de los 10 primeros números naturales y su simbolismo, donde se dice que los tres primeros números expresan lo inmanifestado e increado y que el cuatro es el número que signa toda la creación. En efecto, al espacio se lo divide en cuatro puntos cardinales que ordenan toda la medida de la tierra (geo = tierra, metría = medida), y a todo ciclo temporal se lo divide en cuatro fases o estaciones (16). Así pues, el tres da paso al cuatro y la Tetraktys pitagórica expresa de forma simbólica todo el despliegue de los 10 primeros números: 1+2+3+4=10=1+0=1, de la unidad a la década, y de ésta el retorno a la unidad. Análogamente la alquimia, respecto de los números 3 y 4 (tres principios: azufre, mercurio y sal; cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra) signa la creación entera, pues la suma de ambos nos da el 7, número que la Cábala establece para las 7 sefiroth de construcción cósmica y que se corresponden en astrología con los 7 planetas y los 7 metales. ... el cuaternario se ha considerado en todo tiempo y lugar como el número propio de la manifestación universal. Indica, por tanto, el punto de partida de la “cosmología”, mientras que los números antecedentes, o sea la unidad, el binario y el ternario, se refieren estrictamente a la “ontología” (17). Muchas son las relaciones numéricas y geométricas en torno al simbolismo del cuatro, tanto en su aspecto estático (cuadrado) como dinámico (cruz): desde el despliegue cuaternario de la ley de la Tetraktys pitagórica, pasando por el simbolismo de la cruz y la doctrina de los ciclos cósmicos; también las cuatro letras del Tetragramatón hebreo יהוה, representación del innombrable e impronunciable nombre de Dios, fuente del Lenguaje mismo, del Verbo y, paradójicamente, del silencio como su mejor expresión, del Deus Absconditus, ese Dios Desconocido al que el iniciado se entrega para hacer en sí el Conocimiento de la unidad del Cosmos, que entraña el Misterio del profundo significado que conlleva la identidad entre el Ser y el No Ser. También leemos en el Programa Agartha lo siguiente relativo al simbolismo del compás y la escuadra, herramientas para el trazado geométrico: Al hablar de la Arquitectura (Módulo I, Nº 63) indicamos la importancia que tiene la forma del cosmos físico como modelo en el que se inspiraban los antiguos constructores para la edificación de los recintos sagrados y las viviendas humanas. Y entre los principales instrumentos utilizados para tal fin destacamos el compás y la escuadra. Ambos son los símbolos respectivos del Cielo y de la Tierra, y así se los contempla en diversas tradiciones, o más precisamente, iniciaciones, como el Hermetismo, la Masonería y el Taoísmo. El círculo que dibuja el compás, o su sustituto el cordel, simboliza al Cielo porque éste en efecto tiene forma circular o abovedada, cualquiera sea el lugar terrestre desde donde se lo observe. A su vez el cuadrado (o rectángulo), que traza la escuadra, simboliza a la Tierra, cuadratura que le viene dada, entre otras cosas, por la "fijación" en el espacio terrestre de los cuatro puntos cardinales señalados por el sol en su recorrido diario. Además, la Tierra siempre se ha considerado como el símbolo de la estabilidad, y la figura geométrica que mejor le corresponde es precisamente el cuadrado, o el cubo en la tridimensión. Para la Ciencia Sagrada, el compás designa la primera acción ordenadora del Espíritu en el seno de la Materia caótica y amorfa del Mundo, estableciendo así los límites arquetípicos del mismo, es decir, creando un espacio "vacío", apto para ser fecundado por el Verbo Iluminador o Fiat Lux. En el Génesis bíblico, la separación de las "Aguas Superiores" (los Cielos) de las "Aguas Inferiores" (la Tierra) dio nacimiento al cosmos, cuya primera expresión fue la creación del Paraíso, que como se sabe tenía forma circular. A este respecto se dice en los textos hindúes: "Con su rayo (radio) ha medido los límites del Cielo y de la Tierra", y en los Proverbios de Salomón, por boca de la Sabiduría se dice: "cuando (el Señor) trazó un círculo sobre la faz del abismo...". Igualmente en un cuadro del pintor y poeta inglés William Blake, se ve al "Anciano de los Días" (el Arquitecto del Mundo) con un compás en la mano dibujando un círculo. El compás es pues un instrumento que sirve para determinar la figura más perfecta de todas, imagen sensible de la Realidad Celeste, que es precisamente lo que está simbolizando la cúpula o bóveda del Templo. El compás es el emblema de la Inteligencia divina, del "Ojo de Dios" que reside simbólicamente en el interior del corazón del hombre, la luz del intelecto superior que disipa las tinieblas de la ignorancia y nos permite acceder al interior de lo sagrado. Por ello mismo el conocimiento de la "ciencia del compás" implica una penetración en los arcanos más secretos y profundos del Ser. Sin embargo, el conocimiento plenamente efectivo de esos misterios, sería como la culminación, si así pudiera decirse, del proceso mismo de la Iniciación. Pero en el momento de ponerse "manos a la obra", la casa no se empieza por el tejado. El trabajo comienza por abajo, en definitiva por los cimientos, por el conocimiento de las cosas terrestres y humanas. Aquí entra en función la "ciencia de la escuadra", tan necesaria para trazar con orden y juicio los planos de base del edificio y su posterior levantamiento, dándole la estabilidad y comprobando el perfecto tallado de las piedras que servirán de soporte y fundamento a la bóveda, techo o parte superior. En el trabajo interno es imprescindible, para que éste siga un proceso regular y ordenado, "encuadrar" todos nuestros actos y pensamientos en la vía señalada por la Tradición y la Enseñanza, separando lo sutil de lo grueso. Es esto precisamente lo que señala el Tao-Te-King: "Gracias a un conocimiento convenientemente encuadrado, marchamos a pie llano por la gran Vía". Recordaremos, en este sentido, que en latín escuadra también se dice "norma", que es asimismo una de las traducciones de la palabra sánscrita dharma, la Ley o Norma Universal por la que son regidos todos los seres y el conjunto de la manifestación cósmica. Podríamos entonces decir que la escuadra es el compás terrestre, puesto que no es sino la aplicación en la tierra y en lo humano de los principios e ideas simbolizados por el compás. Por otro lado, esta unión del círculo celeste y del cuadrado (o cruz) terrestre, está en relación con el enigma hermético de la "cuadratura del círculo" y la "circulatura del cuadrante", que sintetiza los misterios completos de la cosmogonía. En efecto, en la "ciencia del compás" y en la "ciencia de la escuadra" están contenidos la totalidad de los "misterios menores", cuyo recorrido es en primer lugar horizontal (terrestre), y posteriormente vertical (celeste). Con todo esto queremos indicar que en realidad existe una aplicación filosófica de la Geometría, que podríamos denominar la "Geometría Filosofal", que era perfectamente conocida por los constructores medioevales, los compañeros y masones operativos, como por todos aquéllos que se dedicaron a la Arquitectura u orden del cosmos como medio de elevarse al conocimiento de lo que el punto primordial simboliza. No en vano ya Platón hizo poner sobre el frontispicio de su escuela: "Que nadie entre aquí si no es geómetra", indicando así que sus enseñanzas sólo podían ser comprendidas por quienes conocían el aspecto cualitativo y esotérico de la geometría. Desde otro punto de vista, el trabajo con el compás y la escuadra sintetiza igualmente todo el proceso alquímico de la conciencia, del que la edificación y construcción no es sino el símbolo. De ahí que en algunos emblemas hermético-alquímicos se vea al Rebis o Andrógino primordial sosteniendo en sus manos el compás y la escuadra, es decir reuniendo en la naturaleza humana las virtudes y cualidades del Cielo y de la Tierra, armonizándolas en una unidad indisoluble (18). Continuando con las analogías y meditaciones en torno a la geometría y los números: La escuela pitagórica consideraba sexuados a los números, o sea portadores de cargas energéticas positivas y negativas. Así los números impares eran activos, expansivos, masculinos (yang, en términos extremo orientales), y asimilados al cielo, mientras que los pares eran pasivos, contractivos, femeninos (yin), y representativos de la tierra. El número uno, manifestación de la unidad metafísica, no era considerado ni como activo ni como pasivo, y correspondía sexualmente, en términos platónicos y alquímicos, al "Andrógino Primigenio". Esto es válido también para la decena, la centena, el millar, etc. Asimismo se ponía especial interés en los números llamados cuadrados y triangulares. Los últimos se forman agregando números enteros sucesivos a partir del uno, o sea que se suman los consecutivos de la serie; ejemplos: 1 + 2 + 3 = 6; 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 = 21. Seis y veintiuno son números triangulares. El más conocido de estos números es el diez (1 + 2 + 3 + 4), perfectamente representado en forma de triángulo en la famosa Tetraktys. De esta disposición triangular es que estos números reciben su nombre, así como los cuadrados reciben el suyo por su disposición y representación cuadrada, ya que ellos se forman de manera similar a los triangulares, comenzando por la unidad, a la que se agregan sucesivamente números impares; ejemplos: 1 + 3 = 4; 1 + 3 + 5 = 9; 1 + 3 + 5 + 7 = 16; 1 + 3 + 5 + 7 + 9 = 25. Se hace notar que 4 es 22, que 9 es 32, que 16 es 42 y 25 = 52, o sea que son los "cuadrados" de esos números. Los primeros diez números triangulares son 3, 6, 10, 15, 21, 28, 36, 45 y 55. Los primeros diez cuadrados: 4, 9, 16, 25, 36, 49, 64, 81, 100 y 121. Puede observarse que el número 36 (igual, proporcionalmente, al 360), es a la vez cuadrado y triangular. De otro lado se quiere recalcar que el número cinco era de importancia vital para los pitagóricos, en cuanto suma del dos (par, pasivo y femenino) y el tres (impar, activo y masculino), motivo por el que era llamado "Número Nupcial". En la Tradición Hermética este número simboliza el microcosmos y se lo representa geométricamente con el pentagrama (19). Paso a paso, siguiendo la correspondencia entre número y figura geométrica, arribamos al cinco, el número del hombre. Ambos, el cinco y el hombre, son claramente mediadores; el 5 está en el justo medio del despliegue de la década y el hombre es mediador entre las cosas del cielo y de la tierra. Cinco son, también, los sólidos platónicos (geometría en lo volumétrico) que son equiparados a los elementos y al éter: el tetraedro se corresponde con el fuego; el octaedro con el aire; el icosaedro con el agua; el cubo con la tierra; y el dodecaedro con el éter o quintaesencia de los alquimistas. Asimismo, se constata que en la naturaleza no hay poliedros regulares formados por caras que tengan más de cinco lados. ¿Qué significa este detalle? Pues un límite que descansa en el Misterio. La geometría nos proporciona una base para la aprehensión del Misterio, siempre y cuando seamos capaces de mirar con los ojos abiertos de un niño. Todo aquello que confluye en la armonía universal nos ubica en la tesitura de un límite que, no obstante, deber ser superado; o sea que por la contemplación de la belleza misma, como nombre divino que es, se accede a lo Ilimitado, a lo Incondicionado, a la Libertad. Todos los sólidos nacen de una misma matriz: una esfera generada por un punto, que a su vez es una determinación en el seno del infinito o absoluto. Así, y mediante operaciones geométricas que simbolizan transformaciones alquímicas, observamos que el ternario da pie a todas las formas planas y se halla en la base de construcción del tetraedro, el octaedro y el icosaedro; con el cuadrado tan solo es posible construir un hexaedro o cubo; finalmente, con el pentágono como cara, se construye el dodecaedro (12 pentágonos). Así, este último, el dodecaedro, se asocia con el número 5 y, por ende, tal y como hemos visto, con el microcosmos y el hombre, y también con la proporción áurea, el zodíaco y otros módulos del sistema calendárico. Asociado con el éter simboliza por excelencia el orden cósmico. Vista así, la manifestación constituye un laboratorio alquímico de transmutaciones e interacciones que las formas geométricas simbolizan. Platón, en el Timeo, no hace sino expresar la cosmogonía implícita en estas formas geométricas que acabamos de ver someramente. La geometría se nos muestra como una ciencia desnuda, despojada de casi cualquier ornamento; su acción es directa sobre el alma de quien medita con ella, pues ella es expresión misma de la cosmogonía: promueve en el hombre el despojamiento de todo aquello que es innecesario para la revelación y el conocimiento, atendiendo al núcleo mismo del pensamiento divino. Considerar a la Deidad como geómetra no es sino atender a lo cualitativo, a la esencia, a lo que verdaderamente importa desde una perspectiva hermética: el conocimiento interior, del Sí Mismo, lugar equivalente al centro del círculo que, al respirar (inspiración y expiración, solve et coagula), genera la innumerable miríada de la multiplicidad. Mientras que la perspectiva cuantitativa, tan extendida hoy en día, no es sino la expresión de las indefinidas formas y desarrollos que se quedan en la periferia del círculo; y eso es justamente lo que hoy distrae al hombre moderno. Frente a la atención periférica, el iniciado quiere ubicarse en el centro, ¿cómo hacerlo? La geometría nos da un soporte para esta meditación que consiste en la determinación del punto central de la circunferencia a partir de 3 puntos cualesquiera del perímetro: las mediatrices de las dos secantes resultantes de la unión de esos puntos se cortan en el centro que tratamos de determinar. Centro al que se pretende volver después de todos los desarrollos a que da lugar la manifestación. Límite que se aspira a traspasar después de laborar internamente, con el alma, que no quiere sino unirse al Espíritu que el punto (primigenio y final) simboliza. Análogamente a los budistas, que construyen mandalas con arena y una vez acabados los destruyen, en la geometría se traza para poder borrar, una vez se ha comprendido su esencia. Notas 1 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS Nº 25-26, Barcelona, 2003. 2 La Academia es presentada como comunidad de culto consagrada a las Musas y a Apolo, Señor de las Musas. Una comunidad de hombres, y mujeres, que buscaban lo verdadero bajo esta forma peculiar. La finalidad de la Escuela no consistía en impartir un saber con objeto de una pura erudición, sino que se proponía formar –mediante el saber y su efectivización– hombres nuevos. 3 Esta asimilación aparecería como inmediatamente evidente en una lengua tal como el árabe, donde el vientre es el-batn, y lo interior el-bâten, la espalda es ez-zahr y lo exterior ez-zâher. 4 Sobre el valor simbólico de las monedas en las civilizaciones tradicionales en general, ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XVI. 5 Apenas hay necesidad de hacer observar que los caracteres son los nombres de los seres, y que, por consiguiente, representan a éstos de una manera completamente natural, sobre todo cuando se trata de una escritura ideográfica como es el caso para la lengua china. 6 La verdadera resolución de la “cuadratura del círculo”, en SYMBOLOS, estudios sobre ciclología: http://ift.tt/2s9cHeJ 7 La cuadratura del círculo con regla y compás ha sido un problema que se ha resistido a los geómetras durante siglos. En su expresión literal y cuantitativa se trata de un problema irresoluble, tal y como Lindemann hizo al probar que π, además de irracional, era un número trascendente, es decir, que no era la raíz de ningún polinomio con coeficientes racionales. 8 Fragmentos extraídos del citado artículo de Javier S. Maskin y que se puede leer en su integridad en el sitio web Ciclología, del anillo telemático de SYMBOLOS. Ver link en nota 6. 9 Le règne de la quantité..., p. 191, cap. XX. 10 Ibíd., nota 2. 11 René Guénon, Le Roi du Monde, p. 93, cap. XI. 12 Le Règne de la Quantité..., p. 192, cap. XX. 13 René Guénon, Les États multiples de l'Être, p. 40, cap. V. 14 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, p. 322, cap. LVI. 15 René Guénon. El Demiurgo. Trad. de Antoni Guri, en SYMBOLOS. 16 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha en: http://ift.tt/2tsnCEm 17 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Paidós, Barcelona, 2002. 18 Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit. 19 Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd. - Artículo*: Letra Viva. Una Utopía Hermética - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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