Registrada en Berlín en febrero de 2015 con toma sonora de excepcional transparencia, relieve y gama dinámica, esta de Teodor Currentzis y sus chicos de MusicAeterna es una Patética de Tchaikovsky que no puede dejar indiferente a nadie. Ya hay quienes no le han regateado elogios. También quienes la han puesto a caldo, al igual no hace mucho hizo un servidor aquí mismo con un Concierto para violín que partía de parecidos planteamientos interpretativos. Pero en esta ocasión los resultados me han resultado muchísimo menos irritantes. Incluso diría que me ha gustado, por momentos fascinado: siendo cierto que un análisis distanciado nos permite poner en entredicho la sinceridad global de esta realización, no resulta fácil resistirse ante lo atractivo de sus propuestas, lo relevador de muchas de sus ideas y lo magníficamente que estas se encuentran llevadas a la práctica. El maestro griego tiene claro que para alcanzar sus objetivos expresivos debe hacerlo extremando los contrastes sonoros. Contrastes de todo tipo: en el tempo, en la dinámica y en el color. Por eso mismo toda la sección Adagio del movimiento inicial está planteada con esos pianísimos imposibles y esas sonoridades ingrávidas que tanto recuerdan al Claudio Abbado de la etapa de Berlín, aunque el despojamiento de la cuerda sin apenas vibrato en algunas frases y la sonoridad de determinados instrumentos –juraría que originales– lo que evidencia es sus deudas con el mundo del historicismo. La claridad del tratamiento de la masa orquestal es de admirar, pero la minuciosidad de la planificación no está exenta de detalles amanerados. Pronto llegan grandes picos de tensión llenos de nervio, aunque más apabullantes que verdaderamente tensos, que van a contraponerse con pasajes líricos –el segundo tema de la forma sonata– delicados y evanescentes hasta rozar lo relamido: la calidez, la sensual ternura y la emotividad que asociamos con el mundo de Tchaikovsky no terminan de brotar en medio de semejante espectáculo sonoro. El Allegro non troppo resulta con Currentzis áspero, rabioso y esquizofrénico a más no poder; vehemente sin dejarnos un segundo de respiro, convulso mas no precipitado en el fraseo. También extremadamente crudo en la sonoridad –metales de gran calidad pero poco empastados, muy en la tradición rusa–, ajeno a la opulencia pero no precisamente al decibelio, machacón e incluso deliberadamente rústico por momentos. En cualquier caso, recibe una interpretación a tumba abierta en la que el gran clímax, escarpadísimo, alcanza una fuerza dramática, una desesperación y un carácter agónico como seguramente nunca se haya escuchado en ninguna otra lectura. El Allegro con grazia es mucho más ortodoxo. Eso sí, no está interpretado desde la sensualidad, la delicadeza ni la melancolía de otros directores, sino más bien desde la frescura, el impulso juvenil y la extroversión, intentando –de nuevo el contraste como objetivo final– borrar todo rastro de amargura. Está muy bien, ciertamente, aunque su sección central a mi entender sí que debería resultar inquietante. La Marcha, sin rastro de solemnidad ni de carácter marcial, resulta bulliciosa y efervescente a más no poder. La alucinante claridad de la exposición y los originales juegos dinámicos con los que trata a los diferentes bloques de la polifonía resultan de los más atractivos, en buena medida reveladores, aunque no se vean acompañados por un tratamiento igualmente imaginativo en lo que a la agógica se refiere. En este sentido, me hubiera gustado algo más de grandeza en la última exposición del tema, que en esta ocasión, aun sin merma de la limpieza de exposición, resulta particularmente estruendoso, haciendo gala de una vulgaridad muy deliberada. El movimiento final, planteado sin concesiones a la belleza sonora, no es el más atmosférico ni siniestro posible. Pero está admirablemente cantado e irreprochablemente construido, alcanzando un clímax dramático furioso y áspero, de una visceralidad sin parangón. Acentos lacerantes a más no poder, tremendos latigazos de la cuerda y unos implacables contrabajos –aquí no hay lenta agonía, sino más bien una muerte violenta– ponen fin a una experiencia auditiva en la que no sé si hay más de genialidad o de postureo –permítanme la expresión, ahora que está autorizada por la Real Academia–, pero que ningún buen melómano debería pasar por alto. - Artículo*: Fernando López Vargas-Machuca - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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