El yo es ilimitado, al no carecer de nada es plenitud total y completa y la experiencia interior de la plenitud es felicidad pura.
Pratima Raichur.
La actual sociedad de consumo está dominada por las grandes corporaciones y sus patentes. Aquellos que piensan que hasta la propia vida es un producto a registrar, ejercen la mayor influencia para nuestra especie y no entienden de salud o de conciencia. Sólo de beneficios. El poderoso “mercado” es un ente incorpóreo que todo lo domina y para el que trabajan cientos de soldados adoctrinados que creen que contribuyen con la creación de un mundo mejor, cuando en realidad nuestra especie se desmorona. Y es que los ávaros y no los sabios nos guían, por lo que nada bueno nos espera a no ser que trabajemos nuestro yo interior. El propio ser, es un completo desconocido para la sociedad capitalista, y no es al azar, si uno no repara en su estilo de vida, se vuelve un cliente perfecto. Consume cualquier tipo de producto con una ansiedad de tal calibre, que no repara en nada más que en lo que cree que desea, aunque no sepa ni por qué. Un ejemplo de hasta donde hemos llegado está en el concepto de belleza, en la antigüedad se pensaba que ésta estaba ligada a la felicidad, al cuidado de la mente y el cuerpo, a la paz. Hoy en día entendemos por belleza una imagen tan alejada de la verdad, que no nos lo pensamos dos veces si tenemos que diseccionar nuestro cuerpo con un bisturí y arrancar lo que no se considera bello o incluir prótesis que contengan sustancias tóxicas en nuestro interior.
¡Todo vale! Y para desviar nuestra mirada de aquello que es verdaderamente importante para nuestra salud y hacernos creer que la felicidad está en la compra compulsiva, ya sea de cremas cancerígenas, comida basura o fármacos suicidas, se usan todo tipo de artimañas. Y es que las grandes marcas saben mejor que nosotros como funciona nuestra mente. Y es por ello, que debemos volver a presentarnos a nosotros mismos y comenzar una reconquista del “yo”, nuestro bien más preciado y para ello, vamos a empezar poniendo el foco en qué productos consumimos a diario y lo dañinos que son.
Para este fin, nació en 2016 la Inciativa Europea de Biomonitorización Humana, que consiguió sus fondos de Horizonte 2020, “el mayor programa de investigación e innovación de la Unión Europea con un presupuesto de casi 80 mil millones de euros para el período 2014 – 2020. Su objetivo principal es asegurar la competitividad global de Europa” (fuente). El término “competitividad” nos dice mucho.
En España, laboratorios como el Centro Nacional de Salud Ambiental Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) – CNSA, entre otros, se dedicaron a estudiar el nivel de retardantes de llama bromados en suero o bisfenol A en orina. Otros laboratorios de nuestro país como el Instituto de Toxicología del Ministerio de Defensa revisó los niveles de cadmio en orina y el departamento de química ambiental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas – CSIC, analizó retardantes de llama halogenados (HFR), plaguicidas organoclorados y metabolitos, sustancias per- y polifluoroalquilo (PFAS), pesticidas, bifenilos policlorados (PCB), hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) y dioxinas y furanos, en suero, sangre, orina y leche materna (fuente). Para que se entienda la magnitud de este trabajo, éstos son sólo 3 ejemplos de los 16 laboratorios en España que aportaron datos, si a éstos se suman todos los centros de investigación europeos de 30 países que participaron, se puede hacer uno a la idea de la importancia para nuestra salud de sus resultados. Sin embargo, la divulgación en medios masivos de información diría que ha sido “mínima” y eso que este proyecto acabó en 2020. Hubiese dado tiempo a crear campañas informativas de todo tipo, sobre productos peligrosos.
Una frase aplastante resume los resultados de esta iniciativa millonaria “los ciudadanos europeos emplearon, en 2020, más de 200 millones de toneladas de sustancias químicas sospechosas de ser peligrosas para la salud humana, incluidas más de 34 millones de toneladas de sustancias químicas cancerígenas, mutagénicas y tóxicas para la reproducción” (fuente).
Existen sustancias que preocupan mucho por su especial peligrosidad. Somos conscientes de ellas desde 1967 con la publicación de Rachel Carson de “La primavera silenciosa” donde se cuenta el caso del hoy en día el famoso uso de DDT, un pesticida que causó un daño casi irreparable en los ecosistemas y la muerte de muchas personas. Se utilizó desde el año 1945 al 1970 en cultivos, por sus propiedades insecticidas. La industria no tuvo reparo en rociar incluso a niños, para promocionar este mortal producto.
El DDT se acumula en los tejidos adiposos, las personas que estuvieron expuestas sufrieron temblores, convulsiones, náuseas y numerosos trastornos neurológicos, estudios en animales muestran daños en el hígado, también tiene efectos cancerígenos y nocivos en la glándula suprarrenal (fuente) por lo que hoy se consideraría también un potente disruptor endocrino. Este término, se acuñó en 1991 y aparece por primera vez en una publicación científica en el año 1993 (fuente) que nos deja este inquietante resumen:
Grandes cantidades de sustancias químicas disruptoras endocrinas se han liberado al medio ambiente desde la Segunda Guerra Mundial. Muchas de estas sustancias químicas pueden alterar el desarrollo del sistema endocrino y de los órganos que responden a las señales endocrinas en organismos expuestos indirectamente durante la vida prenatal y/o posnatal temprana; los efectos de la exposición durante el desarrollo son permanentes e irreversibles. El riesgo para el organismo en desarrollo también puede provenir de la exposición directa de la descendencia después del nacimiento o la eclosión. Además, la exposición transgeneracional puede resultar de la exposición de la madre a una sustancia química en cualquier momento de su vida antes de tener descendencia debido a la persistencia de sustancias químicas disruptoras endocrinas en la grasa corporal, que se moviliza durante la puesta de huevos o el embarazo y la lactancia.
Los disruptores endocrinos son sustancias artificiales que se asemejan a nuestras hormonas y por tanto, desencadenan respuestas fisiológicas en nuestro organismo, pudiendo afectar gravemente a nuestra salud y sobre todo a la función reproductora. En la actualidad muchas son las sustancias clasificadas dentro de esta tipologí. Hoy, preocupan por ejemplo los ftalatos presentes en envases de plástico en los que se dispensa comida, perfumes, fijadores de pelo, adhesivos, tintas de impresión, desodorantes, esmaltes de uñas, insecticidas, etc. Varios estudios en el marco de esta iniciativa europea que comentamos, HMB4EU, evaluaron los niveles en niños y adolescentes europeos entre los años 2005 al 2021, los resultados muestran altos niveles de detección y en general, exposiciones más altas en los más jóvenes de 3 a 5 años y de 6 a 11 años, pero también en mujeres embarazadas (fuente). Otro estudio más reciente, pudo concluir que casi todos los niños y adolescentes europeos están expuestos a los ftalatos (fuente), si pensamos que uno de los efectos más estudiados es la infertilidad, se podrían explicar muchas cosas y preguntarse cuál es el futuro de nuestra especie, bajo estas premisas.
El problema reproductivo y todos los problemas para la salud tanto mentales como físicos que conlleva desequilibrar el balance de hormonas es monumental en la sociedad moderna y bajo este prisma, se identificaron 231 sustancias capaces de interferir con la actividad de los receptores de andrógenos humanos (fuente) y los autores nos dejan esta frase introductoria muy reveladora “la evidencia científica de la toxicidad subestimada de la exposición no intencional a mezclas químicas es cada vez mayor“.
Pero si llegados hasta aquí aún no somos conscientes que la enfermedad está en el terreno y que nuestros hábitos son la clave, podemos revisar el caso del bisfenol A utilizado entre otros, en las tetinas de los biberones de los bebés o latas que contienen alimentos, hasta su prohibición en envases en España en enero de este mismo año 2023 contemplada en la ley 7/2022 sobre residuos y suelos contaminados. Los efectos entre otros, son trastornos autoinmunes e inflamación pulmonar alérgica (fuente). Otros casos muy alarmantes son el del dióxido de titanio conocido aditivo alimentario E171, prohibido por ser altamente cancerígeno y presente por ejemplo, en golosinas para niños, galletas o chicles (fuente), el óxido de etileno detectado en helados de la famosa marca Häagen-Dazs como aditivo E410, es un esterilizante también cancerígeno relacionado con linfoma y leucemia (fuente). Y la lista podría seguir con un largo etcétera de compuestos dañinos que nos hacen recapacitar como es posible que teniendo estos datos, la medicina alopática se dedique a matar bacterias y virus, los componentes esenciales de la vida ¡El mundo está al revés!.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Las noticias para nosotros son muy buenas, así que no os dejéis llevar por la crueldad de la industria, si has llegado tu lectura hasta aquí pueden ocurrir dos cosas: que ya fueses consciente de este problema y por tanto, sólo te haya reafirmado en que tu elección de modo de vida responsable de tus actos es la clave o bien, no habías reparado en la importancia de tomar las riendas de tu salud y te estés preguntando como comenzar. Pues bien, afortunadamente tenemos a nuestra disposición aplicaciones de móvil para escanear todos los productos de nuestro aseo personal y alimentación con un clic, busca una y comienza a usarla de inmediato. Una vez eliminados los tóxicos de tu despensa y armarito del baño, cuidado con los productos de limpieza, aquí si es bueno usar guantes y mascarilla (no entiendo por qué estas medidas de seguridad no salen en la tele, es para reflexionar), y en la medida de los posible sustituirlos progresivamente por alternativas menos venenosas.
Y sin más, poco a poco, este modo de reconexión con la Madre Tierra y huida de los intereses del “mercado”, os llevará seguramente, o así debería de ser, a querer recuperar los conocimientos sobre plantas medicinales de nuestros ancestros, la meditación como medio de sanación de la mente y acabar cultivando tus propios alimentos. Si es así, acabas de hacer lo mejor para tu salud que está a tu alcance.
Desde luego y sin duda, lo más bello de este mundo es recuperar tu capacidad de decisión consciente. No lo demoremos más y a por ello, la felicidad, salud y verdadera belleza, están a un sólo paso. Y recuerda lo más importante, el “yo” es ilimitado.
Por favor, déjanos en comentarios tu experiencia o algún dato que pueda aportar a este tema, si así lo deseas.
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