— País sobrepoblado es aquel donde todo ciudadano es prácticamente anónimo. — El ritualismo es el protector discreto de la espiritualidad. — Una nube de incienso vale mil sermones. — Racionalizar el dogma, ablandar la moral, simplificar el rito, no facilitan el acercamiento del incrédulo sino el acercamiento al incrédulo. — La gente nace cada día más apta a encajar perfectamente en estadísticas. — El discurso continuo tiende a ocultar las roturas del ser. El fragmento es expresión del pensamiento honrado. — El cristianismo completa el paganismo agregando al temor a lo divino la confianza en Dios. — Nada más ominoso que el entusiasmo del siglo XIX por la “unidad”, la “solidaridad”, la ”unanimidad”, de la especie humana. Esbozos sentimentales del totalitarismo contemporáneo. — Problema que no sea económico no parece digno, en nuestro tiempo, de ocupar a un ciudadano serio. — La gente admira al que no se queja de sus males, porque la exime del deber de compadecerlo. — En las épocas de plena libertad la indiferencia a la verdad crece tanto que nadie se toma el trabajo de conformar una verdad o de refutarla. — Hay que apreciar los lugares comunes y despreciar los lugares de moda. — Solemos compartir con nuestros predecesores más opiniones que caminos de llegar a ellas. — Toda inteligencia llega a un punto donde cree que camina sin avanzar un paso. — Lo contrario de lo absurdo no es la razón sino la dicha. — La decadencia vuelve amables muchas cosas. — Los períodos de estabilidad política son períodos de estabilidad religiosa. — El hombre recobra en la soledad aliento para vivir. — La humanidad no oye con júbilo sino las invitaciones catastróficas. — La madurez consiste en caminar por vías trilladas con paso inconfundible. — Lo que deja de pensarse cualitativamente para pensarse cuantitativamente deja de pensarse significativamente. — Una idea extravagante se vuelve ridícula cuando varios la comparten. O se camina con todos, o se camina solo. Nunca debe caminarse en grupo. — Detrás de la “voluntad de todos” se asoma la “voluntad general”. “Voluntad” que no es volición, en realidad, sino programa. Programa de un partido. — Al despojarse de la túnica cristiana y de la toga clásica, no queda del europeo sino un bárbaro pálido. — Las dos más insufribles retóricas son la retórica religiosa y la retórica de la crítica de arte. — Las concesiones al adversario llenan de admiración al imbécil. — La única pretensión que tengo es la de no haber escrito un libro lineal, sino un libro concéntrico. — Las verdades no se contradicen sino cuando se desordenan. — Las imposibilidades estéticas de una época no provienen de factores sociales, sino de censores internos. — El demócrata cambia de método en las ciencias humanas cuando alguna conclusión lo incomoda. — La mente del marxista se fosiliza con el tiempo; la del izquierdista se vuelve esponjosa y blanda. — En materia importante no se puede demostrar, sino mostrar. — La distinción entre uso científico y uso emotivo del lenguaje no es científica sino emotiva. Se utiliza para desacreditar tesis que incomodan al moderno. — El escritor moderno olvida que tan sólo la alusión a los gestos del amor capta su esencia. — El enemigo de una civilización es menos el adversario externo que el interno desgaste. — Los errores políticos que más obviamente podrían evitarse son los que más frecuentemente se cometen. — En reiterar los viejos lugares comunes consiste la tarea propiamente civilizadora. — La verosimilitud es la tentación en que más fácilmente cae el historiador aficionado. — La soledad nos enseña a ser intelectualmente más honestos, pero nos induce a ser intelectualmente menos corteses. — Se acostumbra pregonar derechos para poder violar deberes. — La diferencia entre “orgánico” y “mecánico”, en los hechos sociales es moral: lo “orgánico” resulta de innúmeros actos humildes; lo “mecánico” resulta de un acto decisorio de soberbia. — La idea peligrosa no es la falsa, sino la parcialmente correcta. — El escritor que no se empeña en convencernos nos hace perder menos tiempo, y a veces nos convence. — La relatividad del gusto es disculpa que adoptan las épocas que lo tienen malo. — No siempre distinguimos lo que hiere nuestra delicadeza de lo que irrita nuestra envidia. — Cuando el clima intelectual donde algo acontece carece de originalidad, el acontecimiento sólo tiene interés para los que concierne físicamente. — La historia parece reducirse a dos períodos alternos: súbita experiencia religiosa que propaga un tipo humano nuevo; lento proceso de desmantelamiento del tipo. — El moderno no tiene vida interior: apenas conflictos internos. — Donde no hay huellas de vieja caridad cristiana, hasta la más pura cortesía tiene algo frío, hipócrita, duro. — No les demos a las opiniones estúpidas el placer de escandalizarnos. — Los reaccionarios les procuramos a los bobos el placer de sentirse atrevidos pensadores de vanguardia. — El derrotado no debe consolarse con las posibles retaliaciones de la historia, sino con la nuda excelencia de su causa. — Cuando apuntamos alto no hay público capaz de saber si acertamos. — La historia de los géneros literarios admite explicaciones sociológicas. La historia de las obras no las admite. — La única superioridad que no peligra encontrar una superioridad nueva que la eclipse es la del estilo. — La decisión que no sea un poco demente no merece respeto. — Lo difícil no es creer o dudar — en cualquier campo— sino medir la proporción exacta de nuestra auténtica fe o de nuestra auténtica duda. — Nada que se pueda sumar tiene fin que colme. Lo importante es inconmensurable plenitud. — Quien viva largos años asiste a la derrota de su causa. — Los factores habituales de la historia no bastan para explicar la aparición de nuevas mentalidades colectivas. Conviene introducir en historia la noción misteriosa de mutación. — A hacer lo que vale sólo debemos invitar en vista de que lo vale. El bien por el bien, la verdad por la verdad, el arte por el arte. — Para renovar no es necesario contradecir, basta profundizar. — El liberal se equivoca siempre porque no distingue entre las consecuencias que atribuye a sus propósitos y las consecuencias que sus propósitos efectivamente encierran. — “Pertenecer a una generación”, más que necesidad, es decisión que toman mentes gregarias. — Pretender que el cristianismo no haga exigencias absurdas es pedirle que renuncie a las exigencias que conmueven nuestro corazón. — Abundan los que se creen enemigos de Dios y sólo alcanzan a serlo del sacristán. — El hombre común vive entre fantasmas, tan sólo el solitario circula entre realidades. — Reemplazar la percepción sensorial concreta del objeto por su construcción intelectual abstracta le hace ganar el mundo al hombre y perder el alma. — Sólo lo inesperado satisface plenamente. — La ley es el método más fácil de ejercer la tiranía. — Los textos reaccionarios les perecen obsoletos a los contemporáneos y de una actualidad sorprendente a la posteridad. — Cada una de las sucesivas ortodoxias de una ciencia le parecen verdad definitiva al discípulo. — Todo lo físicamente posible le parece pronto al moderno plausible moralmente. — El buen libro de ayer no le parece malo sino al ignorante; en cambio, el libro mediocre de hoy puede parecerle bueno hasta a un hombre culto. — Toda metafísica tiene que trabajar con metáforas, y casi todas acaban trabajando sólo sobre metáforas. — Las épocas de liberación sexual reducen a unos pocos gritos espasmódicos las ricas modulaciones de la sensualidad humana. — La existencia de la obra de arte demuestra que el mundo tiene significado. Aun cuando no diga cuál. — Sólo la contemplación de lo inmediato nos salva del tedio en este incomprensible universo. — El peso de este mundo sólo se puede soportar postrado de hinojos. — Los filósofos suelen influir más con lo que parecen haber dicho que con lo que en verdad dijeron. — Las soluciones en filosofía son el disfraz de nuevos problemas. — El sentido común es casa paterna a la cual la filosofía regresa, cíclicamente, desmirriada y flaca. — Nada patentiza tanto los límites de la ciencia como las opiniones del científico sobre cualquier tema que no sea estrictamente de su profesión. — El hombre actual no admira sino los textos histéricos. — El hombre compensa la solidez de los edificios que levanta con la fragilidad de los cimientos sobre los cuales los construye. — Pensamiento valiente y atrevido es el que no rehuye el lugar común. — No es donde las alusiones mitológicas cesan donde la huella griega se borra, es donde los límites de lo humano se olvidan. — Para detestar las revoluciones el hombre inteligente no espera que comiencen las matanzas. — El prójimo nos irrita porque nos parece parodia de nuestros defectos. — Una sociedad comunista se paraliza pronto intelectualmente en un terrorismo recíproco. — Indicios de civilización sólo son la claridad, la lucidez, el orden, los buenos modales, de la prosa cotidiana. — El moderno ignora la positividad del silencio. Ignora que son muchas las cosas de las cuales no se puede hablar sin deformarlas automáticamente. — Toda clasificación estricta de un hecho histórico lo adultera. — La atomización de la sociedad deriva de la organización moderna del trabajo: donde nadie sabe concretamente para quien trabaja, ni quién concretamente trabaja para él. — Clásico castellano significa, salvo excepciones, libro ilegible. — Lo más notorio en toda empresa moderna es la discrepancia entre la inmensidad y la complicación del aparato técnico y la insignificancia del producto final. — Cuando termine su “ascenso”, la humanidad encontrará al tedio esperándola sentado en la más alta cima. — El subjetivismo es la garantía que el hombre se inventa cuando deja de creer en Dios. — La permanente posibilidad de iniciar series causales es lo que llamamos persona. — El libro que no escandalice un poco al experto no tiene razón de existir. — Los dos polos son el individuo y Dios: los dos antagonistas son Dios y el Hombre. — La mayoría de las civilizaciones no han legado más que un estrato de detritos entre dos estratos de cenizas. — No confundamos el estrato específico del misterio con el estrato de lo inexplicable. Que puede ser meramente el de lo inexplicado. — Sin previa carrera de historiador no debiera ser lícito especializarse en ciencias humanas. — Del gran filósofo sólo sobreviven los aciertos: del filósofo subalterno sólo sobrenadan los errores. — Las únicas metas que se les han ocurrido a los filósofos fijarle a la historia humana son todas tediosas o siniestras. — La libertad embriaga al hombre como símbolo de independencia de Dios. — Si la coyuntura no lo constriñe, no hay judío radicalmente de izquierda. El pueblo que descubrió el absolutismo divino no pacta con el absolutismo del hombre. — No es la vaga noción de “servicio” lo que merece respeto, sino la concreta noción de “servidor”. — Hay algo definitivamente vil en el que no admite sino iguales, en el que no se busca afanosamente superiores. — Aun cuando no pueda ser acto de la razón la opción debe ser acto de la inteligencia. No hay opciones constrictivamente demostrables, pero hay opciones estúpidas. — Donde desaparece hasta el vestigio de nexos feudales, la creciente soledad social del individuo y su creciente desamparo lo funden pronto en masa totalitaria. — Las tesis que el marxista “refuta» resucitan intactas a su espalda. — Las “libertades” son recintos sociales en los cuales el individuo se puede mover sin coacción alguna; la “Libertad”, en cambio, es principio metafísico en nombre del cual una secta pretende imponer a los demás sus ideales de conducta. — Cuando el tirano es la ley anónima, el moderno se cree libre. — Pocas ideas no palidecen ante una mirada fija. — Una mayor capacidad de matar es el criterio de “progreso” entre dos pueblos o dos épocas. — Criticar un presente en nombre de un pasado puede ser vano, pero haberlo criticado en nombre de un futuro suele resultar ridículo cuando ese futuro llega. — El mundo se llena de contradicciones cuando olvidamos que las cosas tiene rango. — El “arte moderno” parece aún vivo porque no ha sido reemplazado, no porque no haya muerto. — La raíz del pensamiento reaccionario no es la desconfianza en la razón sino la desconfianza en la voluntad. — Hasta fines del XVIII, lo que el hombre agregaba a la naturaleza acrecentaba su hermosura. Lo que agrega desde entonces la destruye. — Nada podemos edificar sobre la bondad del hombre, pero sólo podemos edificar con ella. — Después de resolver un problema, la humanidad se imagina hallar en soluciones análogas la clave de todos. Toda solución auténtica arrastra un cortejo de soluciones grotescas. — Sobre la naturaleza de las cosas sólo el vencido llega a poseer ideas sanas. — El buen gusto aprendido resulta de peor gusto que el mal gusto espontáneo. — Entre el escepticismo y la fe hay ciertas connivencias: ambos minan la presunción humana. — Frente a las diversas “culturas” hay dos actitudes simétricamente erróneas: no admitir sino un solo patrón cultural: conceder a todos los patrones idéntico rango. Ni el imperialismo petulante del historiador europeo de ayer; ni el relativismo vergonzante del actual. — La tentación del eclesiástico es la de transportar las aguas de la religión en el cedazo de la teología. — Basta contraponerla a un error nuevo para que la verdad envejecida recobre su frescura. — La historia exhibe demasiados cadáveres inútiles para que sea posible atribuirle finalidad alguna. — Sin talento literario el historiador falsifica inevitablemente la historia. — Hay ignorancias que enriquecen la mente y conocimientos que la empobrecen. — La máquina moderna es más compleja cada día, y el hombre moderno cada día más elemental. — Reivindicaciones económicas, hostilidad entre clases sociales, discrepancias religiosas, suelen ser meros pretextos de un apetito instintivo de conflicto. - Artículo*: Zurraquín - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas Pueblo (MIJAS NATURAL) *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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