El símbolo y el arte –transmisores y receptores de energías– nos brindan la posibilidad de una salida, de una escala, de un camino a ser recorrido mucho más fácilmente de lo que uno se imagina. A veces las sendas se pierden en el laberinto. Tal vez esa sea la única forma, para algunos, de salir de él (1). ¡Qué sabemos de los dardos del ciego flechador! ¡Quién juzgaría los descarnados deseos carnales que buscan romper las cadenas mentales! Tal vez de las cenizas, tras los amores de Eros y Psique en medio de la noche más cerrada, renazca un nuevo Fénix, sin memoria del pecado-error y con un alma virgen ante el nuevo amanecer (2). Todo el que se ha encontrado ante una página en blanco sabe que, en mayor o menor medida, enfrentarse a esta experiencia impone un cierto respeto, un temor, incluso cuando se tiene algo que decir, cuando se siente que hay una corriente de agua fresca que corre subterránea; pero el no saber previamente qué forma tendrá este caudal de palabras genera cierta inquietud. Es el miedo a lo desconocido. Uno pospondría indefinidamente el momento de ponerse a escribir. Miles pueden ser las excusas: ¿qué puedo decir que ya no esté dicho? ¿Cómo expresar esta experiencia tan íntima y sutil?, no estoy preparado o un simple no tengo tiempo son unas de las posibles. Pero la verdad es que no hay excusas. Y si bien es cierto que la experiencia es interior y sólo uno sabe si es real la trasmutación, es verdad también que ponerse a escribir es una necesidad. A veces, o más bien a menudo, el hombre viejo puede llegar a esconderse detrás de una tarea aparentemente útil y buena. La dispersión es el peor enemigo: es una bestia y tiene una fuerza muy grande. Es tan difícil parar esta rueda que parece que es imposible dejar de hacer por hacer y al principio nos sigue arrastrando. Pero a través de la acción ritual, redirigiendo la voluntad, poco a poco nos adentramos en los parajes cercanos a la quietud del centro. Así que mejor ponerse manos a la obra y dejar que la corriente se abra paso. Y preguntarse: ¿qué es la iniciación?¿Por qué nosotros estamos aquí meditando sobre la iniciación hermética? La iniciación es un camino de preguntas que se van abriendo como flores o como libros, para ser olidas, para ser leídas. O como la vida, que es la mayor pregunta. Esas preguntas son el soplo del Espíritu que llega a nuestra puerta, son el hálito divino, son la voz de Dios que nos habla directamente al corazón. Aparentemente nunca tienen respuesta, pero en verdad siempre la tienen. Quizás no es la respuesta que nosotros esperábamos y por eso no podemos escucharla. Quizás queda en un lugar secreto dentro de nosotros al que nos da miedo acceder y podamos llegar a ella en otro plano, en otro tiempo, y también tiempo después. Estamos aquí porque ése es nuestro destino. Nos han traído aquí los dioses y lo hemos aceptado, porque por cierto hace falta que ese destino sea aceptado. En eso consiste el libre albedrio. La tradición hermética ha llegado a nosotros, siendo además el hilo sutil con el que está tejida nuestra cultura. La Tradición no pertenece a nadie ya que es una y única, pero se manifiesta de muchas formas, tomando en Occidente la forma de la tradición hermética, la cual se adapta perfectamente a las circunstancias en las que se manifiesta. Siempre se es libre en este camino, pero podríamos decir que cada vez lo somos más (si es que se pudiera medir la libertad), en el sentido de que para transitarlo aquí y ahora no hace falta casi nada, excepto estar sediento y encontrar una fuente en la que saciar la sed, lo cual, por otro lado, no es poca cosa. Ahora, a un paso del impacto con el suelo, a un paso de la muerte. Cuanto más cerca del fin, más libre de ataduras, más cerca de la desnudez y pureza del origen. Pensando en todo esto cada vez aparece la apremiante necesidad de la encarnación, de que el camino sea real, vivido en el corazón, y que todas estas palabras no sean solo un sueño, sino que sean emisarias de la Verdad. O sea que sean Letra Viva, para lo cual hace falta que nosotros las comprendamos y las asimilemos, y al asimilarlas produzcan transformaciones en nosotros y seamos impelidos a devolverlas, a imitación del triple gesto de las Gracias con el que está trenzada toda la creación. Ciertamente la totalidad de la vida es un proceso de autorrevelación (3). Es la totalidad, no una parte. Todo, absolutamente todo lo que nos pasa, también lo que nos da vergüenza y nos abochorna es parte de este proceso, es una oportunidad. Y por supuesto también las cartas invertidas. La iniciación es cada vez más algo que tiene que ver con la vida, con nuestra vida, que no es distinta de la del Ser. Es un recorrido en el que uno se va mirando al espejo y un día descubre que es no sólo lo que nunca había sospechado sino también lo que odiaba. Es también lo que aborrece, lo que le da espanto. El rechazo es lo primero que surge, pero si uno en vez de huir (¿a dónde?) se para y se queda quieto, puede aceptarlo y entender que eso forma parte del camino. Así, y sólo así, podrá rectificar y encontrar la piedra oculta. A veces solamente hay que esperar, pero sin dejar de actuar. ¿Qué podría hacer uno si no? Y de repente el decorado cambia y los actores ahora sonríen, ¿y qué ha cambiado en lo esencial? Hay momentos para descansar, y también para ver cómo renace el ser de sus propias cenizas. Allí está la palmera para recordarlo, aquí está nuestra alma para atestiguarlo. Uno se adentra en el infierno, a veces no como lo había planeado, pues este proceso no responde a voluntad humana sino a designio divino. Y allí ve salir todas sus escorias, su basura, sus desechos, para poder quemarlos en el fuego de la vida. Es un viaje que parece en dos direcciones, pero sólo es en una. Arriba y abajo, pero es el mismo viaje. Caen las costras y queda la esencia, lo pesado va hacia abajo mientras los gases suben y traspasan la salida en el punto más alto del Atanor. No hay nada que hacer, sólo mirar como se produce la transmutación. Sin juzgar, ni mucho menos prejuzgar. El trabajo iniciático trata de verse al espejo. No pretende cambiar nada, ni inventar nada, ni mejorar nada. Solamente ver lo que uno es en su pureza, en su desnudez. Verse al espejo para traspasarlo, para entender que no son dos, sino Uno. ¿Y qué es la pureza, qué es ser puro? No se puede escribir blanco sobre blanco. La pureza es transparencia, no añade nada al plan del Creador. Sin embargo, escribimos negro sobre blanco, para trazar el diseño divino que no inventamos sino que reconocemos. Primero purificarnos, luego repetir el gesto creador con tinta negra, como negro es el lugar del que brota el trazo: dos gestos que son simultáneos y, en verdad, son uno solo. Para la purificación hace falta que todo lo que no es sea destruido. A veces son rayos fulmíneos e inesperados, otras se trata de tiempos más largos, más lentos, pero siempre ésta se da por la búsqueda constante de la Verdad y el trabajo ritual con el símbolo. Y por supuesto por la Gracia divina. En un sentido, una vez que se muere al hombre viejo y se vislumbra una nueva Posibilidad ya no hay vuelta atrás. Sin embargo no debemos olvidar que este proceso de destrucción y construcción simultáneo se ha de cumplir innumerables veces para que se realice la Obra. Ya sabemos que el viaje es largo y por etapas y que cada vez que se sale por el centro de un plano al siguiente, se vuelve a la periferia, frente a la entrada de un nuevo laberinto. Se nos ha advertido también que creer que por haber hecho un tramo del camino ya se ha hecho todo el trabajo es un peligro, pues lleva a un estancamiento del viajero en las aguas del Leteo. Aunque por otra parte cada tramo del trayecto en sí es un recorrido completo, y no le falta ni le sobra nada, al reproducir en pequeño el viaje del Ser en sí mismo. Hace años empecé un camino y me pregunto: ¿Quién era? ¿Quién soy? ¿Quién seré? Nada ha cambiado, en lo exterior. Sigo equivocándome, sigo girando y girando, pero no en vano. Ahora sé que no es en vano, hay algo que se afirma cada día en mi interior y me susurra que nada es en vano, y que todo esto que me hace sufrir o reír tanto pasará, por lo que mejor gozarlo y preguntarse ¿qué significa todo esto? Porque bien mirado, ¿qué importa quién era o quién seré? Si conocer es Ser, soy lo que conozco, así que sólo penetrando el significado de los seres y las cosas puedo ser verdaderamente. No hay salida en la horizontal. Uno quiere salir, y a veces se olvida de que es inútil intentar cambiar las cosas, mejorarse a uno mismo, explicarse cada cosa que le pasa. Pero si a pesar de todo se sigue el camino de corazón al final la vida misma se lo acaba recordando. Lo va a ver. Inevitablemente va a acabar allí con su nariz pegada al espejo. Porque las cosas son así, y la única salida es vertical. Por lo que por mucho que uno quiera cambiar su situación, las cosas no cambiarán hasta que cambie su visión. O más bien no cambia nada: simplemente cambia la visión. Ya que es bien distinto verse a uno mismo inmerso en una laguna oscura y apestosa, llena de monstruos y peligros de todo tipo y autocompadecerse por ello, a entender que eso forma parte de un viaje hacia lo Incognoscible, en el que esa misma situación es una etapa imprescindible que hemos de superar trascendiéndola pero que nos ha sido regalada como vehículo. Es nuestro dragón. Lo único que impide al hombre realizar este camino es la ignorancia de sí mismo, y el orgullo que nace de ella, que lo condena a reiterar una y otra vez su necio comportamiento y a no salir de esta cárcel rotatoria. Muchos son los ejemplos mitológicos de personajes (que somos nosotros) que se atreven a desafiar a los dioses creyendo ser iguales o incluso mejores que ellos y que acaban sufriendo las consecuencias de su ceguera. Los dioses los castigan, pero no debemos pensar puerilmente que haya alguien que nos va a venir a castigar y entonces hay que “portarse bien”, sino que las cosas se dan así porque ése es el orden intrínseco de la manifestación. Los dioses son los estados superiores del Ser que, de ser reconocidos en nosotros mismos, dan el justo lugar a todas las cosas. Así, los estados inferiores son transformados. Al fin y al cabo no hay que olvidar que la sombra nos señala donde está el sol. Se nos ha dicho que para que esto se haga en uno mismo es imprescindible entregarse de corazón al trabajo. Como en el mito de Aracne, el único remedio para engañar la fatiga es la entrega, que quiere decir “restituir algo a su primer estado”. Entregarse es volver a la pureza del origen, entregarse es verse a uno mismo en su totalidad, sin esconder nada, y entender que no somos nada. Que ese personaje que vemos reflejado en el espejo lo tiene todo, no le falta nada, pero que no es nada desligado de su significado. Porque mirándose al espejo se corre el riesgo de quedar prendado de las formas exteriores, como Narciso, o al contrario, despreciar a ese individuo cuyas apariencias nos disgustan. En los dos casos estaríamos cometiendo un error, porque ignoraríamos que ese otro que amamos u odiamos según las circunstancias del momento, somos siempre nosotros mismos. Se trata entonces de percibir sin juicios personales la belleza de esa imagen, para ir más allá de ella, entendiendo que es expresión de lo Incognoscible. Y desear de todo corazón traspasarla, hiriendo y siendo herido por las flechas de Cupido. Porque si bien el deseo por lo bajo nos lleva a la dispersión (por eso al comienzo de este camino se nos enseña a no desear), no es lo mismo desear por desear, desear muchas pequeñas minucias para no estar nunca satisfecho, que desear una sola cosa, "un solo deseo direccionado", para entonces comprender que el Deseo sólo es uno, y lo que sentimos hacia los seres y las cosas es una imagen de aquél. El Amor lo incluye todo. Esa flecha rompe el espejo uniendo así sujeto y objeto, que se esfuman en un acto de Amor sublime. Notas 1 Federico González, El Simbolismo de la Rueda. Ed. Kier, Buenos Aires, 2006. 2 Mireia Valls, Las siete colinas de Barcelona. Editorial Mediterrània, Barcelona, 2015. 3 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. - Artículo*: Letra Viva. Una Utopía Hermética - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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