Si echa mano de la máquina del tiempo, le hubiese encantado estar presente en el estreno de Ariodante, la ópera de Haendel, con el compositor gruñón dirigiendo al castrato Senesino, tan insoportable en casa, como sublime sobre las tablas. Pero, seguramente, Héctor Berlioz, si pudiera elegir desde el más allá, acudiría a escuchar cómo el francés Philippe Jaroussky interpreta su ciclo de canciones Les nuits d’Eté este fin de semana en Madrid, con la Orquesta Nacional y Nathalie Stutzmann en la dirección. Cree finalmente haber alcanzado la madurez a los 38 años. En sus reflexiones siempre sinceras, transparentes, muy abiertas, lo demuestra. “Si tuviera que dar consejo a un joven Jaroussky que empezara ahora, le diría que no se arriesgara tanto al principio, que cantara con más conocimiento y menos instinto. Algunos errores podían haber arruinado mi carrera en el pasado y hoy no estaría donde estoy. Pero lo que he aprendido es que para cantar bien finalmente, hay que haber cantado mal antes”, comenta el contratenor. ¿Y dónde anda hoy? Pues considerado como una de las estrellas del momento en un campo de amplias minorías como la música barroca. También con mérito. Porque dentro de un timbre, el de contratenor, en alza, no es fácil abrir brecha. Pero él lo está logrado con la conquista, además, de un público heterogéneo y, a la vez, joven. Ahora se plantea sumar otros ámbitos. Por eso se va adentrando en proyectos de repertorio sinfónico y contemporáneo, caso de este ciclo compuesto por Berlioz. La evolución de su voz también se lo permite. “Hace 10 años no hubiese podido cantar este programa. Mi voz ha ensanchado tras un largo y concienzudo trabajo. Me llamaban de varios sitios para tentarme y empecé a decir que sí a cantar en salas donde la proyección de mi voz debía llegar con más potencia. Pero lo más difícil de esta aventura es que son 30 minutos de canto sin pausa. Una locura, pero de vez en cuando hay que animarse, ¿no?”. Más tranquilo o natural para él ha resultado la grabación de su último disco con cuatro cantatas sacras de Bach y Telemann (Warner Classics). “Las opciones eran ofrecer uno dedicado exclusivamente a Bach o, de su mano, demostrar que, en muchos aspectos, Telemann está a su altura. Este último fue famoso en vida, lo contrario a Bach. La historia le ha hecho justicia y, en cambio, de Telemann conocemos hoy el nombre pero no tanto su música. He querido reivindicarlo de la mano de Bach. Sobre todo una cualidad que destaco frente a muchos: su eficacia. Con muy pocas notas es capaz de crear grandes atmósferas dramáticas”, cree Jaroussky. No se trata de un disco conceptual, como otros suyos, siguiendo la estela que en su día abrió Cecilia Bartoli con el éxito sorprendente de un hito como The Vivaldi Album. “Ella marcó un camino por el que hemos transitado todos. La discográfica no creía en que pudiera triunfar, pero vender un millón de copias acabó dándole la razón”. Se había empeñado en rescatar joyas olvidadas del repertorio, de manera tan radical como rigurosa. Algo que contó con el favor del público y abrió una nueva era para el Vivaldi compositor de ópera. Otra dimensión y un renacimiento que iba más allá de Las cuatro estaciones. Si debe elegir modelos a seguir, Maria Callas es uno, Leontyne Price otro y Bartoli un sueño que ha hecho real cantando a su lado: “En un mes voy a Zúrich a representar junto a ella Alcina, de Haendel. Yo era un fanático de lo que hacía y ahora tengo la suerte de compartir muchas cosas juntos”. Como el reciente Giulio Cesare in Eggito, también de Haendel, que ha salido este año en DVD (Decca) tras haber sido representado en Salzburgo en 2012. Pero más que referencias en los demás, otra prueba de su profunda madurez viene por la necesidad de superarse a sí mismo. “Cuando eres joven, la imitación de otros se impone. Es lógico, normal. Ahora me escucho a mí mismo para saber si seré capaz de cantar de otra manera”. Ese inconformismo es lo que ha convertido a Jaroussky en un lujo. Pero un lujo generoso, que en España —y concretamente en la capital, donde en menos de un mes, el 12 de noviembre, regresa al ciclo Grandes intérpretes de Scherzo— se prodiga por elección y seguimiento de su cada vez más numeroso y fiel público. “En Madrid hice la segunda ópera de mi vida. Tenía poco más de 20 años, fue Celos aun del aire matan, de Juan Hidalgo. Luego regresé a interpretar La coronación de Poppea (Monteverdi) y proyecto una ópera contemporánea para 2018-2019. Se trata de Only de sound remains, de Katja Saariaho y dirigida por Peter Sellars. Con ella, el teatro Real será el teatro donde más he actuado”. 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