Cristianismo Robert Ambelain “Cuando el agua curva un bastón, mi razón lo endereza ...”, dijo La Fontaine en su Animal dans la Lune. Y es harto evidente; pero sólo lo es para la gente con sentido común, y la ingenuidad humana, la credulidad hambrienta de cosas sobrenaturales “a toda costa”, no lo entienden así. En este breve estudio consagrado al “milagro” de Pentecostés, y que no tiene otro objetivo que restablecer el clima real en el que pudo nacer su leyenda, nosotros nos limitaremos a citar los textos concretos, y que no pueden ser discutidos. Releamos, pues, los Hechos de los Apóstoles: “Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían (los apóstoles). Aparecieron, como divididas, lenguas que parecían de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse. Residían en Jerusalén judíos varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo, y habiéndose corrido la voz, se juntó una muchedumbre, que se quedó confusa al oírles hablar a cada uno en su propia lengua. Estupefactos de admiración, decían: ‘Todos estos que hablan, ¿no son galileos? Pues ¿cómo nosotros los oímos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido? ¡Partos, medos, elamitas, los que habitan Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de Libia que están contra Cirene, y los forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios!’. Todos, fuera de sí y perplejos, se decían unos a otros: ‘¿Qué quiere decir esto?’. Otros, burlándose, decían: ‘Están cargados de mosto’ ...” (Cf. Hechos de los Apóstoles, 2, 1 a 13). Antes que nada, y dirigido a los lectores que desconozcan las diversas liturgias, tanto judías como cristianas, recordaremos que la Pascua judía tiene lugar en la luna llena que sigue al equinoccio de primavera. El sol se encuentra entonces en el signo de Aries (mes de Nisán), y la Luna, ipso facto, en el signo de Libra. La Pascua va seguida de un período de cincuenta días (cincuenta, en griego: Pentekostès), que constituye un ciclo de siete semanas (siete veces siete días), seguido del que hace cincuenta, día crucial para los cabalistas y los místicos judíos. Esa Pascua conmemora la “salida de Egipto”. El día que hace cincuenta, llamado Chabuoth en hebreo, corresponde a la entrega de las tablas de la Ley a Moisés en la cima del Sinaí: Matan Torah. Para realizar en el alma del cabalista un “ascenso” simbólico hacia Dios y recibir la iluminación personal, existe un ritual, que por cierto ha variado en el curso de los siglos, y es el ritual del Tikun Chabuoth, observado fielmente en la noche de Pentecostés por místicos y cabalistas judíos. Y es eso, y ninguna otra cosa, lo que observaron los lugartenientes y hermanos de Jesús en aquella noche del Chabuoth del año de su crucifixión. Es seguro que, antiguamente, ese ritual comprendía fumigaciones compuestas por productos vegetales anagógenos, y la ingestión de vinos de hierbas en los que se habían puesto en infusión productos vegetales alucinógenos. Sobre el uso de esos productos, basta con releer todo lo que concierne a las escuelas de profetas y a las embriagueces rituales de los cohanim: I Samuel, 9, 9; 10, 10; 19, 20; Isaías, 28, 7; Salmos, 75, 9; Isaías, 29, 9; Miqueas, 2, 11; Éxodo, 15, 20; Jueces, 4, 4; II Reyes, 22, 14; Nehemías, 6, 14; Isaías, 8, 3. Por eso es por lo que dom J. Dupont O.S.B., profesor en la abadía benedictina de Saint-André, traductor y anotador de los Hechos de los Apóstoles en el marco de la Biblia de la Escuela bíblica de Jerusalén, aclara discretamente las cosas en sus notas, que nosotros resumiremos: a) hay una afinidad entre el Espíritu y el viento, ya que en hebreo Espíritu significa soplo; b) la forma de las llamas se relaciona aquí con el don de las lenguas; por su forma y su movilidad, la lengua simboliza la llama; c) el fenómeno de Pentecostés “se entronca en el carisma de la glosolalia, frecuente en los primeros años de la Iglesia”. Se encuentran antecedentes en el antiguo profetismo israelita. Estaban anunciados “transportes” de ese mismo estilo para el fin de los tiempos; d) en lo que concierne a la comprensión del mensaje expresado por uno de los “poseídos” por el Espíritu Santo, y eso para todos los mirones, fuera cual fuese su nacionalidad, se habría tratado de una repetición alegórica de lo que había sucedido en el Sinaí, donde la voz de Dios había sido oída en setenta y dos lenguas diferentes, tantas como naciones conocidas había entonces. Por último, nos dice dom Dupont, el milagro de las lenguas aparece aquí como “el símbolo y la anticipación maravillosa de la misión universal de los apóstoles”. Moderemos, pues, nuestro entusiasmo. Tal como subraya dom Dupont, es indudable que, por todo lo que acabamos de ver, dicho relato fue “apañado”, se le dio una trama simbólica, y es inútil querer encontrar en él una realidad histórica concreta. En cuanto a la embriaguez verbal de los apóstoles, que acababan de salir de la noche del Tikun Chabuoth y de sus fumigaciones e ingestiones de alucinógenos, el R.P.J. Dupont la califica, de forma bastante plausible, de glosolalia: “El fenómeno de Pentecostés se entronca en el carisma de la glosolalia, frecuente en los primeros años de la Iglesia ...” (Cf. Actes des Apôtres, Editions du Cerf, París, 1964, p. 2, nota a.). ¿Y qué es la glosolalia?, se preguntará el lector. Le Nouveau Petit Larousse, en su edición de 1969, le dará de forma bastante sucinta su definición: Glosolalia, n. F. “Enfermedad perturbadora del lenguaje, por la que el enfermo crea palabras, 68 dotándolas de significación.” (Gran Enciclopedia Larousse, t.5, p. 273). Es todo, y es más que suficiente. Eso significa que “ciertos enfermos mentales” formulan, en una jerga propia de ellos, “enseñanzas” recibidas del mismo Dios, y que algunos ingenuos se esfuerzan por encontrar en ello significaciones proféticas. En 1785, el cándido Willermoz fue víctima de una alucinada de este tipo, ¡y su jerga demencial incitó incluso a L.C. de Saint-Martin a echar al fuego, entusiasmado, sus propios libros! (Cf. Alice Joly, Un mystique lyonnais, páginas 230 a 240). 69El manuscrito de la biblioteca de Grenoble (papeles de Prunelle de Lière, Livre del Initiés, p. 25) nos proporciona numerosos casos. Citemos, por ejemplo: “Ser puro, ser solo, plenitud en triple ur, inaccesible al sentido, vista infinita, inocente amor, vivid en él ... 1, perturbaciones de los ur, son inaccesibles a vuestra emanación, tres veces alejada del centro del ser. Osó, ese ser salido del ser mismo, atribuirse la producción. El voulia, sus puros ornos, que tenía en sus seos ...” El ritual de la Orden Martinista de Papus, compuesto por Teder, conservó algunos ecos de ello, con la llamada a un cierto Noudo-Roabts (op. cit., páginas 32 y 80), término que está directamente extraído de ese asombroso lenguaje. Don de lenguas - Artículo*: Tradición Perenne - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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