«Existe una vieja ilusión, la de querer acercarse al Absoluto con la ayuda de la mente, como si no hubiera entre la punta más fina del concepto y la Realidad una discontinuidad inconmensurable. Esta punta extrema del concepto, del símbolo doctrinal, lejos de tocar la Realidad, es como una aguja levantada contra el espacio ilimitado… La concepción teórica puede complicarse hasta el infinito en función de las intuiciones intelectuales: no es nada en comparación con lo Real. Pero esta meditación especulativa lo es todo para el hombre que, con la ayuda de la idea revelada, y mediante la asimilación de los aspectos más profundos de ésta, se pone en las disposiciones requeridas para que se cumpla el milagro de la intelección.»
Frithjof Schuon. «Perspectivas Espirituales y hechos humanos».
Todo amante de la Verdad busca como puede, desde esa chispa de Intelección que el Intelecto Divino depositó en su interior, como Luz de luces, el misterio de su existir.
Como decía Sir Arthur Eddington. “Ya por la búsqueda intelectual de la ciencia o por la búsqueda mística del espíritu, la luz hace señas y el propósito que brota adentro de nuestra naturaleza responde.”
Hoy quería caminar en estas líneas junto a la ciencia occidental, la que nació de la Filosofía, de la Metafísica y luego renunció a “su madre”, que hunde sus raíces en el Cielo y que por ello se perdió en la materia, en lo medible, pues renunció al principio metafísico que le daría validez gnoseológica. Incapaz durante siglos de abordar el milagro de la conciencia, su primacía. Poniendo su foco en la materia olvidando la dimensión espiritual de la realidad. Incapaz de entender la consiguiente inconmensurabilidad entre la subjetividad y la materia, ya fuera esta un grano de arena, o el majestuoso astro rey del sol de cada día, parece que desde hace unas décadas se vuelve al Misterio de los misterios y retoma desde la neurociencia la incógnita de la conciencia. ¿Qué o quién en nosotros sabe?
Con ese lenguaje tan poco poético, que la caracteriza, frío, lógico y matemático, que dio origen al egregor de la Técnica, que diría Ellul, y a sus hijas las 3 terribles revoluciones industriales, sus guerras mundiales respectivas y la Cuarta revolución en ciernes, tan contrarias a la Vida, hablan del “problema duro de la conciencia”.
Pero hoy no me quiero encerrar en mi postura crítica sino a acercarme con curiosidad a los últimos artículos sobre la conciencia, pero con esa prevención de que lo menor no puede explicar a lo mayor, sintetizando de alguna manera la cita con la que inicio. Con la prevención a esa retórica que se inició con libros como “El Tao de la Física” de Fritjof Kapra, de que las conclusiones de la ciencia moderna son las mismas conclusiones que alcanzaron los Vedas, pues como decían los físicos creadores de la teoría rechazaban la idea de que la física y el misticismo describían los mismos fenómenos. Acaso una relación metafórica. Como diría, de nuevo Sir Arthur Eddington «Debemos sospechar una intención de que Dios sea reducido a un sistema de ecuaciones diferenciales.”
Si nos alejamos de la posiciones más cerebrocentristas, como en esta entrevista que realicé a Francisco J. Rubia en Ariadna Tv, de que la conciencia puede definirse por las estructuras y funciones en las que se expresa, como si la comprensión de un televisor pudiera explicar de dónde viene la película que proyecta. Este mecanicismo reduccionista del milagro de la vida está dando paso a nuevas aproximaciones como la del neurocientífico Giulio Tononi con su «teoría de información integrada», en la que «la conciencia existe para sí misma y por sí misma. Así, debe tener causa y efecto en sí misma». Que parece coincidir con la explicación de la conciencia que dio Platón hace más de 2000 años, mejor dicho, con el término que más se le asemeja ‘psyché‘, «inteligencia», ‘nous‘ o «ser», ‘ousia‘ que para él era poder. Ese “brotar de las cosas” que diría Zubiri. O la propuesta desde la psicología transpersonal de que “la conciencia es ontológicamente primaria, no una propiedad emergente de los procesos neuronales, sino la realidad fundamental de la cual surgen la mente y la materia.” Integrando ideas de tradiciones espirituales no duales como Advaita Vedanta y el budismo tibetano, que proponen cambiar el centro ontológico de la materia a la conciencia.
No es nada nuevo, está en todas las metafísicas tradicionales, pero como la ciencia ha pecado de una soberbia tremenda, relegando ese conocimiento a una época pre-lógica, mítica y demás lindezas reduccionistas, cree que ha descubierto América. Autores más recientes que Pármenides, Platón o Plotino ya lo explicaban magistralmente, como Titus Burkardt lo clamaba en el desierto de los académicos en su libro “Cosmología y ciencia moderna”.
“El sujeto es la única garantía de la constante lógica del mundo; y que ese sujeto, a quien no debe entenderse sólo en su naturaleza relativa al yo, sino, antes bien, en su esencia espiritual, es el único testimonio de toda la realidad objetiva”.
Algo que cualquier meditador avezado puede comprobar por sí mismo. Las ciencias contemplativas han ido siempre a la búsqueda de esa pregunta de ¿Quién soy Yo? ¿Quién conoce en mí? ¿La identidad es un yo, un qué? ¿Es un ser, un sobre ser, una relación trinitaria, cosmoteándrica? ¿Un Principio, un Uno que acoge la multiplicidad, el Todo? ¿El Sujeto Absoluto es sólo real en función de su proyección sobre un objeto exterior, forma y vacío al unísono o como dice F. Schuon “Dios es Luz en Sí mismo, y no porque ilumine nuestras tinieblas; al contrario, Él ilumina las tinieblas porque es Luz en Sí; Él es Amor, no porque ama, sino que ama porque es Amor.”?
Como dice Albert Masdeu, en un debate que mantenemos en las redes: “Aquello que explica toda inteligibilidad no puede depender de la inteligibilidad que él mismo origina. El soporte común de todas las experiencias es un Sujeto único que no aparece entre los objetos porque es lo que permite que algo aparezca. Un yo empírico es un contenido; el Sujeto es la instancia que hace posibles los contenidos. Lo que cada individuo experimenta como “mi” conciencia es un modo particularizado, limitado, refractado, de esa conciencia.”
¿Quién soy yo? Se preguntaban los sabios de la India. Para conocer a Tu Señor has de conocerte a ti mismo dicen los sufís. En contraste la especulación racional moderna, que no verdadera filosofía, hija de la ilustración se pregunta en la deriva de un nihilismo que lo permea todo, como conciencia ¿Es ilusoria la conciencia como decía Hume. Una ilusión metafísica? Qué contraste con ¿Es el espejo en el que el fenómeno del mundo se revela? ¿Es la Conciencia ontológicamente primaria: la realidad fundamental de la que emergen la mente y la materia como decían los Vedas? ¿Lo divino es el resplandor de la luz de la Conciencia que irradia sobre los mundos conformándolos?
¿La matriz de la conciencia es la manifestación primera de la Divinidad que crea al ser humano para reconocerse a sí misma y superar su absoluta soledad ontológica? ¿La Unidad se hace multiplicidad para contemplarse en la realidad a través de la mente. ¿Ese Tesoro escondido que quiso ser conocido?
¿Conciencia y Vida son sinónimos, lo que está Vivo -que es uno de los Nombres de Dios en el Islam Al Hayy- es eso que permea a la piedra y al alma que transmigra? pero ¿la piedra sabe que no sabe, aunque emita, lata, en una frecuencia constante? O El que sabe sabe en todo.
¿La mente que dicen los vedas, que es solo materia y por tanto inconsciente, sabe que es un diamante donde se refracta la Conciencia Divina, en forma de Luz incolora, y ella la otorga una creatividad policrómica tal como el ojo hace con las ondas que percibe? ¿Sabe la mente que esa luz interna viene del núcleo más allá de ella? ¿Solo el iluminado o el despierto sabe que sabe y los demás estamos a oscuras aunque pasemos al otro lado de la muerte, como nos sucede en la mayoría de nuestros sueños, que no reconocemos la luz que crea todos los fenómenos oníricos?
¿Es la Conciencia la Luz de luces, la luz del alma, el núcleo verdadero de la personalidad? ¿Qué Luz tiene el hombre en este mundo cuando se apaga el sol, la luna, el fuego como preguntaba Janaka? La Voz, la palabra, es esa luz, dicen las Upanishads. ¿Es la conciencia la voz de Dios en el cosmos que dice a cada cosa sé, o es, cuando Su voz se apaga y solo queda la luz que antecede a la Palabra en el interior del corazón, que ilumina tanto la oscuridad como el silencio?
¿Es la conciencia su cálamo que escribe todos los versos existenciales del Universo con una tinta prodigiosa que se hace inteligible en el lienzo privilegiado del Hombre, y se hace visible en el lienzo milagroso del cosmos?
Mis preguntas siempre encuentran respuesta en el decir poético de las revelaciones, los textos inspirados. Según los vedas la mente es inconsciente, material, no espiritual, es un diamante que no brilla en la oscuridad, pero que al abrir una rendija de luz en esa habitación oscura, en cuyo un rayo de esa luz cae sobre él, que está en el centro, la luz blanca y neutra de esa conciencia se romperá en un haz del arcoirís que reflejará todos los colores. La mente hace esa función de reflejar la luz del Atman y mostrarnos la policromía del mundo, pero ella en sí misma no es luminosa, por eso identificarse con la mente cierra el paso a la verdadera identidad.
Es como el cerebro que interpreta las longitudes de onda de la luz que los objetos reflejan, en un mundo de ondas y partículas el diamante de la mente da de comer colores a la Conciencia divina para su deleite y el nuestro. Pero no somos el cerebro, no somos la mente solo, por diamantina que sea ha de ir más allá de ella misma, su inmanencia, reflejo del prodigio de quien todo lo crea, es a la vez su necesidad de trascendencia.
Somos la receptividad de la mente a la Conciencia, el receptáculo y lo percibido en una amalgama relacional cosmoteándrica, una “interface”, un nódulo de conexiones, espíritu-materia, entre el decodificador del cerebro, la mente, el mundo a nuestro derredor, y la luz divina que lo manifiesta, y lo recrea en cada uno de forma única. No hay frontera, pero solo los locos y los sabios la difuminan.
Hay que morir a la identidad con la mente, con el arco y con sus flechas, religarlo todo a lo que antecede la creación misma, para sanar la esclavitud de la identidad contractuada. No hay que tirar el diamante sino pulirlo, pues a través de él se expande la conciencia iluminado el mundo “in divinis” y la vez orienta a la psique hacia el infinito. Es como el signo del infinito, Conciencia, mente, Conciencia. Espíritu, psique, espíritu, en términos más cásicos. La ilaha Illa Allah, dirían los sufíes, no hay más realidad que lo Real, y la mente, las riendas del auriga, han de estar mantenidas firmemente por el corazón intelecto, pues en la parte de atrás está el Ser siendo toda esta historia de preguntas y respuestas.
Nos alegra que la ciencia esté girando al fin hacia el sujeto, que refleja al Único Sujeto, pero no es suficiente manejar teorías, hay que prácticarlas, y para eso no existe nada mejor que girarse hacia la Luz, estudiando las Ciencias Tradicionales olvidadas, la Metafísica denostada es la única que puede corregir este error de visión de quienes somos, y posee distintos caminos para prepararnos para ello, adentrarnos en la comprensión y vivencia de todas estas preguntas, que surge de ese silencio dorado, de esa nube del no saber, donde por obra del intellectus agens se abre la puerta del Paraíso, de la redención de la escisión, de la separación, donde uno por fin descansa en los brazos de Eso que nos deja balbuciendo, toda ciencia trascendiendo, donde todas las preguntas se hacen respuesta, pues Solo Dios basta, o si preferís, solo lo Real calma nuestra sed eterna de Verdad, Bondad y Belleza.
Beatriz Calvo Villoria
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