EL PODER DE LA PLEGARIA En el libro de Asín Palacios Amor humano, amor divino: Ibn Arabí , el autor recoge este pequeño fragmento tomado de la obra del maestro sufí: “Estuve enfermo, y en mi enfermedad llegué a perder el sentido de tal modo que me daban ya por muerto. Vi entonces un grupo de gente de aspecto horroroso que querían hacerme daño; pero vi también a una persona hermosa que exhalaba un aroma agradable y que con fuerza rechazaba el ataque de los otros hasta que logró dominarlos. Díjele yo entonces: “¿Quién eres tú? “Yo soy- me respondió- la azora Yas (el capitulo XXXVI del Corán que se reza sobre los agonizantes) que te defiende”. Desperté de mi letargo y me encontré con que mi padre estaba llorando a mi cabecera y acababa de rezar aquella azora”. La razón por la que la azora adquiere forma humana se explica porque en toda epifanía humana, cuando llega a la mente, adquiere la forma humana que es la más perfecta que conoce añadiéndole además atributos divinos, según explica el mismo Ibn Arabí. Esta azora habla del juicio final a los muertos y al final dice: Cuando Él desea algo, su orden no es sino: “se”, y es. Es realmente revelador el hecho de que una plegaria, en este caso del Corán, se convierte en una forma activa y viviente capaz de realizar una función relacionada con lo que expresa. Desde esta perspectiva se comprende el inmenso valor que las tradiciones espirituales han concedido a la oración. Si esa oración además tiene como fuente la potencia espiritual de Jesucristo con el Padrenuestro, o la que contiene la Revelación del Profeta, se deduce el inmenso poder de esas plegarias pues están sostenidas por una enorme fuerza espiritual. Este episodio narrado por Ibn Arabi deja claro que la oración en la que está presente la intención, el pensamiento, el corazón, la lengua, el aliento y la palabra, produce «algo» ejecutivo y activo que actúa tanto en el interior como en el exterior de quien realiza la plegaria. La intención pone la semilla, el pensamiento lo da forma interior, el corazón lo gesta y nutre, la lengua lo dinamiza, el aliento lo impulsa y la palabra le da forma exterior. Dice Ibn Ata Allah de Alejandría, uno de los más grandes maestros de todas las épocas: «No abandones la invocación (la plegaria) porque no te sientas en presencia de Dios. Es más grave la ausencia completa de la invocación que la invocación sin la participación del corazón. Quizá Dios te eleve desde esa invocación imperfecta a una invocación con concentración, y de ahí a una invocación con presencia en el corazón para llevarte, finalmente, a una invocación en la que desaparezca todo lo que no sea el Invocado». Sabemos desde el Antiguo Egipto el enorme poder que la palabra tenía y que era la base de heka, la magia. Curiosamente en lengua egipcia se parecen muchísimo los términos “voz” (jru) y “luz” (ru). Baste también recordar la enseñanza de “en el principio fue el Verbo” para comprender la importancia de la Palabra y, volviendo al Antiguo Egipto, recordemos su afirmación de que “todo aquello que ha de pasar a la existencia antes ha de ser nombrado”; es decir, si se nombra adecuadamente con mente y corazón “en sagrado”, se levanta un puente para que acuda a la existencia lo nombrado. Artículo*: Sebastián Vázquez Más info en frasco@menadelpsicologia.com / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas Pueblo #Psicologia #MenadelPsicologia #Clinica #Tradicional #MijasPueblo *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.
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