Luego de las entradas que hemos dedicado a la obra de Schwaller centradas en el aspecto pitagórico, pero además bosquejando algunos aspectos relacionados a Egipto es necesario entonces que comencemos a exponer el área hermética de su obra, para esto debemos centrarnos en el concepto de Symbolique, su importancia y como es clave para poder entender a lo que se referían los antiguos alquimistas con los tres principios y como estos son la base de constitución de la realidad tangible. Symbolique y simbolismo Vista la degradación del lenguaje que tiene su inicio en el siglo XIX, Schwaller se vio en la necesidad, para poder hablar de simbolismo, de apelar de un término que el acuño para su propósito, y es este el de symbolique, que en francés, se refiere al conjunto de símbolos que caracterizan una tradición o modalidad particular de exégesis simbólica; sin embargo, lo más importante es que este término se refiere a lo que verdaderamente serían los símbolos, así como al método de interpretación (hermenéutica). Schwaller apela a este término para poder diferenciarlo del concepto moderno de símbolo, que hoy día se refiere o se iguala al de seña, signo, slogan o icono, este último en el sentido más materialista posible. Schwaller a menudo usaba a Symbolique en el primer sentido, es decir como característica de una tradición que requiere una exegesis particular hablando por ejemplo de un Symbolique «Cristico» o «faraónico», por tanto, su visión de los símbolos y su hermenéutica lo que nos interesa. Las sal, punto de union entre lo fisico y lo meta fisico, gran enigma dentro de la misma alquimia, en algunos escrito era simbolizada por el uroboros El concepto de Symbolique, como lo que verdaderamente es el símbolo, de Schwaller implica la percepción del origen eterno a través del medio de fenómenos transitorios. En contra los símbolos convencionales, en la actualidad, que son solo asociaciones arbitrarias, Schwaller definió el símbolo verdadero como el efecto físico de una causa metafísica[1], y esto no es una definición a priori es mantenida de este modo en todas las tradiciones antiguas, incluso permite que otro simbolista como L Charbonneau -Lassy exponga que el símbolo siempre antecede aquel que lo expone o lo interpreta. Lo que si diferencia a Schwaller es que definió el símbolo como lo que evoca mágicamente y expresa o manifiesta el principio metafísico que lo creó, es decir el aspecto espiritual, o del mundo de las ideas (Platón), que es la raíz de lo que vemos en el mundo físico. Todo esto permite a Schwaller compaginar dos de sus definiciones que son clave no solo para comprender los aspectos metafísicos de la creación sino la ciencia hermética, considerando lo que es la función (sobre esto ver entrada: Introducción a los principios (neterus) y los números) y el símbolo: «En cada función», comenta Schwaller, «hay ese momento que no se puede situar en el tiempo que llamo él » momento presente » es decir el instante del ahora y es de lo que trata en su aspecto más profundo los jeroglíficos egipcios. Es este momento esotérico del que se ocupa el Symbolique[2]. En la raíz de esta concepción está la idea de que cada cosa fenomenal se forma mediante una ‘especificación de energía’[3] en una forma perceptible, es decir en la manifestación del espíritu en el mundo de la contingencia a través o haciéndose materia. Este proceso de especificación se describe en términos de una ‘voluntad’ o ‘semilla’, es decir, un “agente” especificador, el cual actúa sobre una energía (secundaria), entorno o medio no especificado para crear la forma resultante, es decir aquello que vemos y palpamos. El poder especificador se compara con frecuencia con un «fuego», con una energía (primaria) que coagula a una sustancia informe en la naturaleza especificada por el fuego, es decir el fuego es el que da las características a la forma resultante. ES así como estamos ante tres conceptos que nos dan toda la expresión volumétrica, es decir, función, sustancia y forma, que son comparables a (1) la semilla ( función) que determina la especie; (2) la matriz (sustancia), el suelo o el útero que la nutre (y en la que se gesta); y (3) la fruta (forma), el producto o la culminación final de este proceso. Por lo tanto, estamos ante un proceso en el cual una semilla o «fuego» especifica su entorno nutritivo en forma, la génesis material de esa forma es el proceso que se desarrolla en el tiempo y el espacio, y que Schwaller considera como un análisis del potencial sintetizado en la semilla. Es decir, La «semilla» es, por lo tanto, el potencial latente o virtual, mientras que el «árbol» es el análisis de este potencial. Es importante destacar que para la filosofía de Schwaller, la síntesis siempre precede al análisis. Esto lo podemos exponer, en otras palabras, en que el fenómeno (la forma) existe completo en un estado virtual antes de que la expresión se actualizada, es decir la semilla contiene no solo al árbol sino a su fruto en un estado virtual. A partir de este ejemplo, Schwaller se mueve al concepto de “semence universel”, es decir «semilla universal» de la cual todos los fenómenos en el universo conocido son análisis particulares. Al igual que una semilla en particular, la semilla de una manzana, por ejemplo, contiene todo el árbol en un estado no factorizado, la semilla universal contiene todo el cosmos, incluidas todas sus semillas particulares, en un estado no actualizado. Además, las semillas particulares son símbolos, análisis, de los potenciales contenidos en la semilla universal. Por lo tanto, nada existe, nada se simboliza, que no está contenido en la semilla universal. ES importante comprender a partir de esto que no estamos hablando de un emanantismo , sino de la participación de todos en el único ser, es decir la creación tendría lugar en él no como seres emanados sino creados, esto permite explicar como el mito de creación egipcia habla de creación y no de emanaciones como algunos han querido ver, y ha servido de justificación a las ideas más extrañas que hoy día soportan el teísmo y que derivan incluso en el ateísmo. Por esta razón, los tres aspectos del proceso simbólico se relacionan estrechamente con las tres fases o aspectos fundamentales de la cosmología de Schwaller. Para Schwaller, el cosmos fenomenal en su totalidad es una reacción a una acción metafísica primordial. Esta acción primordial es la escisión de la unidad, una ruptura “en el equilibrio [primordial], a través de la que la unidad primordial (no polarizada, es decir l (Lubicz, 1981)a energía primera)»[4] se polariza en dos partes desiguales pero complementarias. La unidad causal única se polariza así y luego actúa sobre sí misma para causar la reacción que es la génesis constante del cosmos vivo. La existencia física misma, en todas sus permutaciones, resulta por el aspecto activo de la polaridad primordial (su función metafísica o ‘semilla’) que actúan sobre su complemento pasivo (su «útero» protofísico). El resultado de esta acción metafísica es ‘Especificación en forma’. La interacción de las polaridades da como resultado formas manifiestas que expresan o evocan este proceso metafísico, y una gran parte del genio de Schwaller reside en cómo articula la naturaleza triple de este proceso en términos de su encarnación en los fenómenos naturales. En su libro Esoterismo y símbolo, Schwaller utiliza un ejemplo revelador para mostrar cómo las polaridades en el juego son diferentes expresiones de una misma actividad. En particular, enfatiza que cuando la energía no polarizada se polariza, «lo que se opone a sí mismo debe ser de la misma naturaleza que la actividad»: “Supongamos por ejemplo que la leche sea un medio perfectamente homogéneo: si la sustancia grasa se convierte en nata esta homogeneidad se rompe. Tendremos un suero acuático y mantequilla, habrá habido división, lo Activo se habrá manifestado por oposición. Lo Activo habrá sido un estado energético denominado ácido. Este ácido será comprensible como provocador de la separación del medio homogéneo en agua y grasa; pero desde la primera separación ya existe lo “activo” y el “obstáculo” porque la energía ácida habrá actuado, encontrando en este medio la posibilidad de actuar, es decir, dos cosas separables. Entonces la leche líquida se habrá manifestado en sus componentes y cada uno tendrá un carácter definido; no serán semejantes, aunque procedan de una misma cosa.»[5] El fenómeno en juego en la separación natural de la leche es, por lo tanto, un símbolo en el sentido lubicziano porque sus procesos físicos encarnan las funciones metafísicas. Podemos ver un principio de unidad (una «energía no polarizada», o «medio homogéneo», es decir la leche) que se separa en dos naturalezas, una ácida o «ardiente» y la otra alcalina o «liquida»[6]. Es importante destacar, que estas naturalezas aparentemente diferentes son simplemente diferentes intensidades o expresiones de una energía o actividad. La energía ácida de la leche evocará un complemento alcalino (liquido, crema o mantequilla), que, relativamente hablando, es el ‘menos ácido’[7]. Para Schwaller, el cosmos natural en su conjunto es un producto de este tipo de interacción, no solo en un nivel metafísico, sino también en cada caso particular, es decir la interacción entre un agente activo y otro pasivo que dan lugar a una forma o síntesis. Esto mismo se observa en los seres vivos y en el proceso embrionario, tal y como lo expone en su magna obra: “En biología, El gran misterio es la existencia, en todos los seres vivos, la albúmina o la materia de albuminoides (proteináceas). […] El espermatozoide exponen esta relación. El espermatozoide juega el papel de un «fuego vital coagulante» al coagular la albúmina femenina. […] del mismo modo que el fuego ordinario coagula brutalmente el blanco de un huevo, pero el espermatozoide lo coagula suavemente especificándolo en el embrión de su especie. Esta imagen muestra que la potencialidad de la semilla pasa a un efecto definido a través de la coagulación de una sustancia pasiva, similar a la acción de un líquido ácido en un líquido alcalino, que forma una sal especificada. Ahora el esperma no es más que la albúmina masculina, pero juega en el reino animal, el mismo papel que el ácido; El fuego ordinario no es masculino ni ácido y, sin embargo, tiene un tipo de acción masculina y ácida. Esta y otras consideraciones inclinan al filósofo a hablar de una actividad positiva, ácida y coagulante, sin portador material; y una sustancia que es negativa, alcalina y coagulable, también sin portador material y de un carácter pasivo. De esa interacción resulta la coagulación inicial, no especificada, la unidad triple, que también se llama «logos creativo» (palabra) porque el logos, por así decir, solo significan el nombre, es decir, la definición de la «especificidad» de las cosas. «[8] Es así como el objetivo de cada símbolo fenomenal es evocar «a través de su naturaleza estática y concreta», el «todo funcional y cualitativo» del que resulta”. 41 el fenómeno fijo en el tiempo y en el espacio evoca su opuesto, al igual que un color (por ejemplo, rojo) evoca su complemento (verde) como un efecto visual posterior.42 esto que expone Schwaller sería el complemento, es decir lo fenoménico en el mundo de la materia complementaria, y por tanto serviría como descripción de aquello de lo que proviene, ese “todo funcional y cualitativo”, esta evocación o complementariedad implica un «cruce» vital. Schwaller lo describe como ‘El cruce que se transcribe figurativamente por una X, o por la reflexión ‘en un espejo’, es, en realidad, una función “espiritual’ análoga a la neutralización de un ácido por una base, que forma una sal”.43 Lo que esto significa es que la interacción de las polaridades metafísicas se percibió, por parte de los alquimistas y antes de ellos por parte de los maestros de la ciencia sagrada del antiguo Egipto, a través de su neutralización en fenómenos concretos. Los tres principios: Azufre, Mercurio y Sal El simbolismo de la coagulación es claramente alquímico y se relaciona directamente con la comprensión de Schwaller de la trinidad hermética: azufre, mercurio y sal. Estos se entendieron no solo en términos de minerales o metales específicos, que eran expresiones simbólicas, sino también en términos de las funciones metafísicas subyacentes que evocaban; son por tanto una imagen o reflejo de un aspecto que no es apreciable con nuestros sentidos pero que rigen todo el cosmos. Schwaller no es ni por mucho el primero en habla de esto, podemos entonces seguir a Paracelso[9], el cual hablo de las tres bases (Tria Prima) que se identificaron con el concepto trinitario en la teología cristiana.Sin embargo, la comprensión de Schwaller de la tria prima profundiza, y es esencialmente consonante, con las concepciones trinitarias de la teología cosmogónica egipcia (y a posterior pitagórica). Aquí, las hipostasis divinas del creador, Hu, Sia y Heka, se manifiestan como las fuerzas extra o hipercósmicas que existen antes de la creación; que son la personificación de las Facultades creativas del creador, pero en la Kaballah y luego de forma magistral en el cristianismo, son explicadas como la exposición del Dios visible y revelado al hombre luego que pasase de su estado de “no-ser” al de “ser”. Por lo tanto, son, en el sentido cristiano, hipostasis necesarias para el establecimiento de la creación en lugar de ejemplos de creación per se. Mientras que lo que explica la alquimia como los tres principios serian a su vez reflejo de la Trinidad que es el creador, en este sentido, curiosamente, la concepción egipcia se recapitula en la metafísica neoplatónica de la teúrgia de Iamblico, que distingue entre las divinidades hipercósmicas, Dios uno y trino, y encosmicas, creadas, y los mismos principios esenciales se llevan a través de la teología trinitaria del cristianismo bizantino en su distinción entre energías creadas e increadas o en el Tomismo de la iglesia Latina con el Ser Increado y el ser creado. Todos estos contextos influyeron en la génesis histórica de la alquimia occidental, es decir en su exposición de los tres principios alquímicos, como principios encosmicos, que en su interacción dan lugar a los cuatro elementos que son la base para la manifestación del universo físico, por lo que cuando Schwaller comenta que ‘la Unidad se manifiesta como Trinidad’, y que esta Trinidad es la ‘Creatrix de la Forma’, pero no ‘forma en sí’, está hablando en completa consonancia con tradiciones teológicas muy antiguas.[10] “La Trinidad, es decir, los tres principios, es la base de todo razonamiento, y es por eso por lo que en toda la ‘serie de Génesis’ es necesario tener tres para establecer la tríada fundamental que será la tríada particular. En primer lugar, incluye un dato abstracto o nutritivo, en segundo lugar, un dato de medida, ritmización y fijación, y finalmente, un dato que es concreto o fijo como semilla. Esto es lo que los filósofos herméticos han transcrito, concreta y simbólicamente, por mercurio, azufre y sal, jugando con la apariencia metálica en la que toma el mercurio metálico con el papel de la sustancia nutritiva, el azufre el coagulante de este mercurio y la sal del producto fijo de esta función. En general, todo en la naturaleza, siendo una especie formada, será sal. Todo lo que coagula una sustancia nutritiva será azufre o de la naturaleza del azufre, desde el cromosoma hasta el cuajado de la leche. Todo lo que sea coagulable será Mercurio, cualquiera que sea su forma”[11] Es así como con este párrafo Schwaller nos revela el sentido oculto de la triada alquímica, que será símbolo y clave para revelar lo que está detrás de la creación, la cual se expone a si misma bajo todo aquello que tiene forma en el mundo de la contingencia, es decir animales, plantas etc. Todos son sal y por lo tanto estan constituidos por mercurio y azufre en todo el sentido simbólico. los tres principios, de arriba abajo, Azufre, mercurio, y sal, esta representacion se exponen como tres que preivienen de uno Por otro lado la trinidad alquímica se transcribe “concreta y simbólicamente”, y aquí es importante señalar que en la naturaleza, el azufre mineral y el mercurio metálico forman una piedra cristalina roja natural, conocida como cinabrio, o en su nombre químico sulfuro de mercurio, que es una sal según la definición científica moderna y que sus características físicas ( en su “rojitud”) son similares a la llamada Piedra filosofal, piedra que es el resultado ultimo de las operaciones alquímicas en el laboratorio. Para clarificar el asunto, me posiciono entonces desde el punto de vista de la química, en esta área definimos la sal como uno de los productos de la reacción de neutralización entre un ácido y una base. Es decir, Los dos tienen una afinidad natural entre sí (acido-base), uno busca ganar un electrón (el ácido), el otro busca perder uno (la base). Cuando esto ocurre, el producto es una sal. Mas allá de otro tipo de definiciones, esta nos permite percibir los principios más amplios que intuitivamente motivaron a los alquimistas a seleccionar la sal como la imagen mineral de la interacción del azufre y el mercurio (cinabrio, HgS, una sal en el sentido químico). Definiciones químicas más precisas[12] especifican que una sal es un compuesto eléctricamente neutro. Ya que los iones que la conforman estan en equilibrio perfecto entre energías opuestas. Siendo los iones átomos o moléculas cuya carga eléctrica neta es positiva o negativa: los cationes son un ion con carga eléctrica positiva, es decir aquello que posee una deficiencia de electrones, mientras que los aniones so también un ion, pero con carga eléctrica negativa, es aquello que posee un exceso de electrones. Cuando los aniones y los cationes se unen para formar un compuesto iónico cuyas cargas eléctricas están en equilibrio, se neutralizan y el resultado se llama sal. La definición química abre la concepción de la sal más allá de la del mero cloruro de sodio, la sal de concina que todos conocemos. Químicamente, los óxidos coloreados y otras reacciones de los metales, de especial importancia para la percepción alquímica, son a menudo sales es decir el metal sirviendo de base y el oxígeno de ácido. En el lenguaje de la alquimia occidental, la sal encarna la ligadura o unión entre las polaridades primordiales, azufre y mercurio, teofanías minerales que, junto con la sal, representan los tres principios metafísicos formativos que crean el mundo fenoménico.53 Así como el azufre y el mercurio reaccionan para formar una sal (cinabrio, sulfuro de mercurio), así también, para Schwaller, las fuerzas metafísicas y protofísicas reaccionan para formar el mundo concreto de la realidad física visible. Mientras que tradicionalmente se consideraba que el azufre impartía espíritu y el mercurio alma, a pesar de la inversión de los paracelsianos[13], en el caso de la sal encarnaba el principio de inmovilidad y solidez. La sal fue concebida como la base de la existencia física, tanto el principio inmutable como el «cuerpo» corruptible de cualquier fenómeno. Según este esquema, la sal es tanto la fuerza formativa como el producto físico, el noúmeno y el fenómeno, que va a caballo entre los reinos de la eternidad y la contingencia. Es esto lo que permite a Schwaller lo que llamó «el problema hermético de la sal», que no es otra cosa sino las propiedades de dicho compuesto que en mayor o menor grado son contradictorias y es inherente a su papel como articulación entre las realidades metafísica y física. “El problema Hermético de nuestro momento particular es la Sal, pero no tenemos textos buenos y completos desde ese punto de vista; tenemos buenos textos desde el punto de vista del Azufre y el Mercurio, pero el cambio de énfasis en el problema de la Sal es reciente, alrededor del cambio de siglo, y en relación directa con la física post newtoniana y la crisis del darwinismo”[14] Si avanzamos en esto podemos llegar al núcleo mismo de la concepción de la materia en la alquimia, complicando irreversiblemente las nociones dualistas de «espiritual» versus «material», tan centrales en la dicotomización empírico-histórica, amadas por Descartes y por el positivismo del “dios” Augusto Comte. Sobre este respecto hay un raro pasaje, el cual captó la atención del escriba de Fulcanelli, el sr Eugène Canseliet[15] Schwaller comenta: “¿Por qué estos cuerpos: azufre, mercurio y sal?—Porque son típicos de lo que es posible. Azufre, producto del fuego de la tierra; mercurio, agua de metales, o primer cuerpo terrestre; y la sal, el estado estable, y naturalmente el más difundido. Por otro lado, el azufre coagula mercurio y forma una sal negra y roja. […] Hay un principio que actúa, un principio que recibe, y los dos forman, por el amor recíproco —(la sucesiva atracción y repulsión de la generación)— la sal perfecta 44que es Tres en Uno, Dios en la trinidad, como se le llama en la obra material de los filósofos: la piedra filosofal. Aquí la palabra «piedra» significa simbólicamente la forma perfecta, la más duradera, la más «formal», mientras que el calificativo «filosófico» significa que debe entenderse en el sentido de conocimiento esotérico. Ahora bien, si la piedra filosofal en el trabajo de la materia es la forma más perfecta, si es el fuego más intenso, unido por el principio mercurial o femenino en un cuerpo salino o absolutamente neutro, la piedra más perfecta es, filosóficamente, Dios. , que es la totalidad de su Trinidad de todas las posibilidades”.[16] Como verdadero alquimista, Schwaller no se contentó simplemente con hacer generalizaciones espirituales a partir de la observación de los fenómenos materiales, (como gustan a muchos desde el siglo XIX y gracias al psicologismo alquímico del Dr. Jung) sino que buscó un proceso específico que se creía pertinente a la constitución misma de la realidad: a los fundamentos ontológicos de la materia misma (es decir, una metafísica), no como explicación salida de los resultados de laboratorio o por la reflexión extraída de la meditación sobre lo creado sino más bien como razón y base de todo lo creado, creación que es continua y de la cual el artista o hermetista es participé. Schwaller de lubicz – 1926- a la izquirda en su laboratorio en Suhalia- St Morirtz, Suiza Él buscó el acto mismo de transmutación en el que el espíritu se coaguló a sí mismo en una existencia material concreta ( que buscan reaplicar los alquimistas en el laboratorio), que, en el análisis final, no es menos que un acto de constante cosmogénesis, de creación ex nihilo, o siguiendo al profesor Smith en el concepto que mejor se adata es el de creatio ex Deo et in Deo. Este poder creador es constante porque no fue un acto aislado al principio de los tiempos (concepción que presupone una conciencia lineal del tiempo); más bien debe entenderse como omnipresente. Por esta razón, la percepción de esta realidad está efectivamente disponible en cualquier momento, aquí y ahora, cosa que vocifera no solo los alquimistas sino los mismos santos, y es por esta razón que Schwaller consideró una base histórica rígida de transmisión iniciática como un prerrequisito importante, pero no absolutamente necesario, para la perpetuación de esta percepción. En efecto, puede ocurrir a través de un avance espontáneo de la apercepción metafísica en el que la unión de la abstracción y la concreción se capta directamente a través del fenómeno de la especificación en la forma. Este proceso, esta percepción, fue finalmente equiparado con la sal alquímica, lo cual explicó Schwaller a Andre Vanden Broeck de la siguiente manera: “con la noción de sal estamos llegando a un punto que representa el límite de lo racional y lo irracional, donde se encuentran la metafísica y la física; es un momento que solo puede describirse como trascendente, pero debe permanecer inseparable de lo concreto. No es algo que se pueda explicar. Pero se puede mostrar, pero no hay garantía de que incluso cuando se muestre, seas capaz de verlo. Porque en realidad, el universo entero y cada detalle de él es una coyuntura o articulación de la trascendencia con la concreción. Entonces, ¿por qué no lo ves aquí y ahora?”[17] Jhon Carrera [1] (Schwaller de Lubicz, 2000)Temple de L’Homme/ The Temple of man vol. 1, [2] (Schwaller de Lubicz, 2000) op. Cit. [3] (Schwaller de Lubicz, 2000) op. cit [4] (Schwaller de Lubicz, The Temple of Man., 2000) [5] (Schwaller de Lubicz, Esoterismo y Simbolismo, 1981) [6] (Schwaller de Lubicz, Esoterismo y Simbolismo, 1981) [7] (Schwaller de Lubicz, Esoterismo y Simbolismo, 1981) [8] (Schwaller de Lubicz, The Temple of Man., 2000) [9] En los escritos de Paracelso, la Tria Prima a menudo se comparan con los tres aspectos que están presentes durante el proceso de combustión (es decir, fuego, humo, ceniza): ‘Cualquiera que sea el azufre, lo que sea húmedo es el mercurio, y lo que es el bálsamo de estos dos es sal ‘. Los paracelsianos también emplearon al Tria Prima para representar la composición del microcosmos humanos: espíritu (mercurio), alma (azufre) y cuerpo (sal), y esta correlación se extendió a la trinidad cristiana: padre (azufre), Espíritu Santo (mercurio), hijo (sal). Cf. Paracelso, «Con respecto a la naturaleza de las cosas», «Para el mercurio es el espíritu, el azufre es el alma, y la sal es el cuerpo». «De esta manera», afirma Paracelso, «en Tres cosas, todas han sido creadas […] a saber, en sal, en azufre y en líquido [mercurio]. En estas tres cosas, todas las cosas están contenidas, ya sea sensato o insensato […] Entonces también entiendes que de la misma manera que el hombre se crea [a la imagen del Dios Trino], así que también se crean todas las criaturas en el número de la cantidad de la Trinidad, en el número tres ‘; (Paracelso), Textos esenciales ed. Siruela (2007). Hay algo que ocurre con los paracelsianos, que, en mi punto de vista, y siguiendo a Schwaller, es un error, y es el de identificar al alma humana con el azufre, el alma humana sería el aspecto pasivo , que es sometida al fuego de Dios, por lo tanto, sería el mercurio, esta inversión ha llegado hoy en día incluso muchos espargiristas terminan invirtiendo más estos conceptos diciendo que el alma humana es la sal, a mis ojos otro signo más de la decadencia de este siglo. [10] Esto es expuesto en un texto inédito de Schwaller Le monde de la trinité’, Notes et Propos inedits, Schwaller fue insistente que solo el cristianismo ha sido el único en dedicarse a estudiar a la unidad en la trinidad [11] texto traducido por mi tomado de (Schwaller de Lubicz, Insegnamenti e scriti inediti, 2008), edicion italiana del texto original en francés Notes et Propos inedits. [12] Cotton & Wilkinson Quimica Inorganica Avanzada – 2da Edición [13] Ver nota 9 [14] Esto Schwaller se lo explica a Andre Vanden Broeck y este utlimo lo explicita en su libro Al-kemi (Vanden Broeck, 1987) una biografía no oficial de Schwaller de Lubicz [15] Se trata de una carta que envió Eugène Canseliet a Schwaller de Lubicz de fecha 4 de Diciembre de 1933, la cual es reproducida por Geneviève Dubois en su libro- Fulcanelli and the Alchemical revival- que es clave y una de las pruebas que demostrarían quien estaba detrás del mas famoso alquimista del siglo XX. Al final del extracto citado Caseliet dice “ Todo este pasaje, en mi mente, constituye una revelación que no es de pequeña importancia” [16] Este párrafo proviene de una de las primeras obras escritas de Schwaller, el polémico, Adam L’Homme Rouge [17] (Vanden Broeck, 1987) Artículo*: Jhon Carrera Más info en frasco@menadelpsicologia.com / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas Pueblo #Psicologia #MenadelPsicologia #Clinica #Tradicional #MijasPueblo *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.
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