REFLEXIONANDO SOBRE “ORIENTACIONES”, DE JULIUS EVOLA
“Se puede decir que la postura tradicional mira hacia atrás a una Edad de Oro en la cual los Dioses vivían entre nosotros, mientras que la actitud moderna mira necesariamente hacia adelante a una futura utopía”.
Rama Coomaraswamy
“Con frecuencia, tanto el mago como el espíritu superior son incomprendidos por sus contemporáneos, despreciados y desterrados, entregados a la justicia y al martirio, pero su mensaje sobrevive a su momentánea derrota”.
Alain Mercier
Debió de ser sobre el año 1982 ó 1983, estando en torno a los 18 ó 19 años de edad, cuando llegó a nuestras manos un libro titulado “La Ofensiva Neo-Fascista”, escrito por un tal Ernesto Cadena (pseudónimo de un conocido y famoso camarada barcelonés), y publicado a finales de años 70. En dicho libro entre las diversas variantes que el autor denominaba como “neo-fascistas” -creo que enumeraba 5 si la memoria no me falla-, hubo una en concreto que nos llamó fuertemente la atención: el Tradicionalismo, y principalmente dentro del mismo la figura del Barón Julius Evola, personaje por entonces prácticamente desconocido en España incluso en los ambientes llamémosles “patriotas” o “identitarios” (aunque entonces tal palabra ni existía en nuestro universo político), y cuya obra traducida por entonces era más bien escasa. Añadir también que en esa época, al contrario de lo que ocurre hoy en día, editoriales “del área” eran prácticamente inexistentes o muy limitadas.
Mi amigo y camarada Eduard Alcántara al que tengo el honor de conocer desde hace ya casi 5 décadas, y que precisamente prologó (con “Ediciones Titania”) esta auténtica joya doctrinal, también coincidió en el mismo análisis tras leer el citado libro, libro dicho sea de paso que juntos adquirimos no recuerdo bien si en un Corte Inglés o en el famoso Mercado de San Antonio de Barcelona. En el apartado que Ernesto Cadena hace sobre el Tradicionalismo, aparte de unos cuantos datos y apuntes biográficos que hace sobre la figura de Julius Evola, cita precisamente el libro que ahora tenemos entre manos para “iniciarse” en la gigantesca obra de dicho autor, la obra sin duda más política -metapolítica más bien- que hasta entonces había escrito, obra que nos empeñamos en conseguir a cualquier precio y donde fuera… Conseguimos el “Orientaciones” en la sede de la antigua y archiconocida organización Nacional-socialista barcelonesa CEDADE -lo que luego fue la famosa y ya extinta Librería Europa-, lugar que ya habíamos visitado en alguna que otra ocasión con anterioridad; el librito en cuestión bellamente encuadernado, en su portada tenía como fondo los tres colores de la Gran Obra Hermética: negro-blanco-rojo (los colores precisamente de la bandera del III Reich), y en su contraportada la explicación simbólica de los tres colores alquímicos. Se trataba de un ejemplar de Ediciones Bau del año 1977, con una introducción extensa y muy bien documentada de Isidro Palacios, además de un certero análisis doctrinal, aunque lógicamente escueto, de las principales obras de Julius Evola a lo largo de su vida. Ni que decir tiene que la lectura de dicha obra fue toda una revelación para nosotros, fue nuestra particular “Doctrina del Despertar” (título de otra gran obra de Julius Evola escrita durante la II Guerra Mundial, en 1943 concretamente). Nuestra entonces aún adolescente pero común repulsión por la democracia burguesa y liberal, por la farsa de Monarquía que se instauró tras la muerte del Caudillo (el “Augusto Cero” como calificaba el gran Vázquez de Mella al monarca liberal), por la odiosa partitocracia y por toda forma de izquierdismo y de degradación, empezaron a adquirir todo su sentido, empezaban a tener una sólida base doctrinal partiendo de la más alta Tradición Europea y de una Weltanschauung eterna, incombustible e imperecedera. Como dice Evola en este libro “en la Idea se reconoce nuestra verdadera Patria. No el ser de una misma tierra o de una misma lengua, sino el ser de una misma Idea es lo que hoy cuenta”; exactamente como los cruzados y caballeros europeos del Medioevo a los que cita en la parte final del libro (o mismamente el ejército supranacional de las Waffen-SS de la II Gran Guerra a los que también hace alusión).
“Orientaciones” apareció en el año 1950, en plena postguerra mundial y en una Italia humillada y sometida a una represión bestial, salvaje y criminal por parte de los vencedores de 1945. La etapa conocida como “Era del Fascismo” (1919-45), el último -y el más corto- Ciclo Heroico que ha conocido Europa, había concluido de forma apocalíptica arrastrando con ella a todo el continente, porque 1945 realmente fue el año de la “Derrota de Europa”, y desde entonces la caída por la pendiente se acelera cada vez más y más…
Julius Evola en esta obra expone 11 directrices básicas “frente a lo confuso y desviado a que puede llegar un excesivo fervor revolucionario de escasa solidez interior” (Isidro Palacios). Estaba principalmente dirigido a las jóvenes generaciones patriotas que por entonces empezaban a movilizarse en Italia, aunque carentes de verdaderos y sólidos principios doctrinales y de referentes, no digamos de verdaderos maestros espirituales o metapolíticos. Es más, eran incapaces de discriminar lo que hubo de positivo y de negativo en el reciente pasado. En 1953 publicaría “Los Hombres y las Ruinas” donde Evola desarrolla plenamente y de una forma mucho más amplia el opúsculo anterior, pudiendo considerar dicha obra como la segunda parte de “Orientaciones” o su continuación. Hay que señalar que por esos años Julius Evola aún creía posible regenerar Europa desde el plano político, de ahí que acariciara la idea de crear una Orden -a la vez espiritual y metapolítica- de carácter supranacional con el fin de crear una verdadera Élite; la “Orden de la Corona de Hierro” la denominó, incluso redactó los estatutos de la misma, pero sin acabar -por las circunstancias que fueran-, de concretarse.
Estamos ante una obra que es una crítica y condena total y absoluta de la Modernidad y de todos los pseudo, anti o contra-valores que de ella emanan. Sin ningún tipo de diplomacia condena la democracia, el marxismo, el liberalismo burgués, el humanismo, el pacifismo, el relativismo, el cientifismo, el existencialismo, el psicoanálisis, el progresismo, el americanismo, la mojigatería “bien-pensante”, el economicismo, y así un largo etcétera. No faltan tampoco críticas y condenas a ciertas fuentes espurias que se han arrojado a nuestra cosmovisión y que han sido asumidas sin problema por muchos camaradas sin caer en la cuenta de que las “aperturas a la izquierda” suponen una auténtica derrota en la batalla de las ideas; conceptos como “Estado de los Trabajadores”, “República Social”, “nacional-bolchevismo”, “humanismo del trabajo”, “socialismo -o sindicalismo- nacional”, “izquierda nacional” (1), etc; hoy son asumidos tranquilamente por gentes “del área” sin caer en la cuenta de lo subversivo y antitradicional que es hacer de la parte un todo, característica fundamental de la Modernidad; es decir de la disolución de lo que es superior en el caos demoníaco de lo colectivo y de lo gregario, de lo que es inferior. Al respecto Evola resalta la obsesión por lo puramente económico y social del mundo moderno, es decir por lo que dentro de una escala jerárquica de valores tradicionales sería lo inferior y más bajo de dicha escala frente a lo político y espiritual. Reivindicamos pues: Autoridad, Totalidad, Jerarquía, Orden Aristocracia, Sociedad de Hombres; ello frente a todo tipo de inmundicia democrática, ginecocrática o ideologías disolventes “sociales” que emergen realmente del infierno y de lo infrahumano.
Frente a todo este mundo caótico, desordenado, atomizado, que es la actual pseudocivilización del hombre-masa anónimo y bestialmente materializado; Julius Evola hace emerger la figura guerrera y aristocrático-viril del Legionario: “Es alguien que actúa como un hombre del Movimiento” (entendido éste como Mannerbunde, “Sociedad de Hombres”, Orden); “Nosotros no podemos actuar de otra forma, este es nuestro camino, esta es nuestra forma de ser”. En definitiva, frente a la “idea social” de la que tanto hacen gala al unísono todas las fuerzas de la subversión mundial democrática y plutocrática (hoy hasta la chusma burguesa habla de “justicia social” a modo de engañabobos), nosotros reivindicamos la IDEA JERÁRQUICA INTEGRAL.
El “Orientaciones” (1950), así como “Los Hombres y las Ruinas” (1953) y finalmente el “Cabalgar el Tigre” (1961), si refundiéramos estos tres textos metapolíticos por excelencia en un único tomo, sin duda estaríamos ante un verdadero manual de Aristocracia, una auténtica Guía Existencial y de Supervivencia para todo verdadero disidente en esta fase final de la Edad Más Oscura, para todo hombre decondicionado y diferenciado de esta Edad Crepuscular que “está hundiéndose en una progresiva barbarie debido a su desconocimiento -negación más bien- del auténtico saber tradicional” (Vicente Alberto Biolcati); el disidente de esta era terminal que toca a su fin -ciertamente catastrófico-, sería por tanto algo así como “el hombre feliz” de la famosa obra de Teodoro de Almeida (1722-1804) cuando reivindicaba la figura del caballero andante medieval y del cruzado en pleno y demoníaco “Siglo de las Luces” (S. XVIII). Orientaciones existenciales para una época de disolución podría concluirse que en esencia son estas tres obras magníficas y que no deberían faltar en la particular biblioteca de todo auténtico disidente.
Dos son las formas de realización del ser que reconoce la Tradición sapiencial: la Vía de la Contemplación y la Vía de la Acción, es decir la Vía Ascética y la Vía Guerrera, encaminada o impulsada esta última por supuesto hacia la trascendencia y hacia una espiritualidad de tipo heroico y uránico-viril (lo contrario a esto, es decir una vía guerrera desviada puramente material o “laica”, sería titanismo o luciferismo); como decía José Antonio Primo de Rivera “la sotana y el uniforme, el sentido religioso y militar. ¡Cuando lo religioso y lo militar son los dos únicos modos más enteros y serios de entender la vida!”. Mientras que un René Guénon o un Guido de Giorgio, por poner dos ejemplos entre los grandes exponentes de la Tradición Primordial en el Siglo XX, estarían adscritos a la Vía de la Contemplación, Julius Evola o mismamente su compatriota Pio Filippani Ronconi en cambio habría que adscribirlos dentro la Vía de la Acción.
Julius Evola, partiendo de la Tradición Indoaria – varias veces milenaria-, la más cercana sin duda en el tiempo a la Tradición Primordial, distinguió a su vez otras dos formas de accionar en lo que respecta a la Vía de la Acción: la Vía de la Mano Derecha y la Vía de la Mano Izquierda. Ya comentamos más arriba que Evola en la época en la que escribió “Orientaciones” y “Los Hombres y las Ruinas” (principios de los 50), pese a la decadencia cada vez más creciente que observaba, aún creía en la posibilidad de detener tal proceso involutivo, de frenar el proceso de decadencia, de remontar la caída por la pendiente, de regenerar la sociedad con vistas a la futura creación o fundación de un nuevo Ciclo Heroico aún creía en la lucha política incluso; es por entonces cuando acarició la idea de crear una Orden con carácter supranacional que finalmente no llegó a cuajar. Es por ello que ambos textos se podrían encasillar -así lo señalan muchos autores- dentro de la Vía de la Mano Derecha. De todas formas incluso entonces Evola no se hacía muchas ilusiones al respecto, ya que al final de su libro “Orientaciones” ya apuntaba hacia el segundo modo de actuación en cuanto al accionar del hombre diferenciado en medio de este mundo en ruinas: “Pero si el destino que el mundo moderno se ha creado, y que ahora lo arrolla todo, no pudiese ser contenido, junto a tales premisas las posiciones internas serán mantenidas: en cualquiera que sean los eventos lo que pueda ser hecho será hecho y perteneceremos -entonces- a aquella Patria que ningún enemigo podrá nunca ocupar o destruir”.
Cuando Julius Evola comprendió que el estado de la humanidad era tal -dado el proceso de disolución y de desintegración total y absoluto-, que hablar de la actual civilización (pseudo-civilizacion más bien) con vistas a una posible rectificación, transformación o reenderezamiento de la misma desde su seno era absurdo y esencialmente imposible, ya que el Mal, en sí mismo, no puede transformarse en Bien; es metafísicamente imposible que de lo inferior pueda surgir lo superior. En el año 1961 aparecerá “Cabalgar el Tigre”, una obra extraordinaria totalmente negadora del mundo actual y de todos los valores (pseudo-valores más bien) existentes. En ella el autor la ruptura que preconiza “es aquella propia del Héroe mítico que va ganando la vida eterna y la inmortalidad permaneciendo físicamente en los infiernos (la Modernidad) y luchando frente a las tendencias infernales (tanto interiores como exteriores -Gran Guerra Santa y Pequeña Guerra Santa-), dispuesto a afrontarlas sin ceder interiormente” (Isidro Palacios). A esto Julius Evola llama “Cabalgar el Tigre” (2), figura extraída del simbolismo extremo-oriental y que refleja perfectamente la Vía de la Mano Izquierda. Aquí ya no se trata como en la Vía de la Mano Derecha en lo que al Hombre de la Tradición se refiere, es decir, de detener (o intentarlo al menos) el proceso de decadencia, de intentar revertir la situación con pretensiones restauradoras y rectificatorias (como intentaran, dicho sea de paso, los movimientos nacional-revolucionarios de la época de entreguerras); ahora de lo que se trata, dado el estado de putrefacción generalizada de un mundo completamente condenado y espiritualmente muerto, es de ACELERAR su caída que a la corta o a la larga es inevitable. El Hombre de la Tradición de esta fase final del Kali-Yuga o Edad Oscura donde la humanidad está completamente dominada y copada por las fuerzas del caos y de la oscuridad, es plenamente consciente de que vive inmerso en un mundo “en el que ya nada merece ser salvado” y lo fundamental ante todo es “mantenerse en pie en medio de un mundo en ruinas” y de no ser arrastrados por éste. Como dice el Evangelio “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ardiendo!”.
En esta forma de accionar que es “cabalgando el tigre” (2), se trata de asumir los procesos destructivos de la Modernidad haciendo del veneno un remedio, no haciendo pues frente al Mal (simbolizado por el Tigre) a cara o pecho descubiertos porque si no correríamos el riesgo de ser arrollados y devorados, sino de “cabalgarlo”, acompañarlo, impulsando así su caída por cansancio o desfallecimiento para asestarle finalmente el golpe o tiro de gracia; ello a su vez nos serviría de catarsis interior con el fin de construirnos un alma inmortal. En este sentido, ciertas consignas o frases cristianas repetidas hasta la saciedad -y generalmente tan incomprendidas tanto por ciertos sectores “neopaganos”, como por los modernos cristianos “por la democracia” o “abiertos a la izquierda”-, frases, repetimos, como las de “no resistencia al mal”, de “poner la otra mejilla cuando te abofetean” o de “no querer traer la paz al mundo, sino la espada”, frases que entendidas e interpretadas en su justo contexto iniciático y esotérico adquieren todo su sentido.
En el “Arte Regio” de la Tradición Hermético-alquímica, para la consecución de la Gran Obra cuya culminación es la “Obra al Rojo”, proceso que lleva a alcanzar la Piedra Filosofal -Lapis Philosophorum-; también se habla de dos vías: la Vía Seca y la Vía Húmeda, o lo que es lo mismo, la Vía Solar e Iniciática y la Vía Mística y Lunar, o Vía del Conocimiento y Vía de la Fe. Simbólicamente la consecución de la Piedra Filosofal significaba la transmutación de la naturaleza animal o inferior del hombre, en la naturaleza divina y más elevada, en la restauración de su estado primordial antes de la Caída. Es la culminación de la Obra Secreta en el perfecto hombre espiritual: El “Christus Philosophorum”; el alumbramiento del “átomo crístico” del que hablaban los rosacruces gibelinos y que todos portamos en potencia en nuestro interior, aunque pocos consigan su florecimiento o irradiación: “Visita el Interior de la Tierra y Rectificando Encontrarás la Piedra Oculta”. Precisamente, tal como propone su autor, “Cabalgando el Tigre” en un mundo a oscuras y en tinieblas (nigredo), se puede conseguir mediante la lucha tanto interior como exterior, primeramente la purificación (albedo u “Obra al Blanco”), finalmente la iluminación (rubedo u “Obra al Rojo”). Como decían los hermetistas “ERES PLOMO SIENDO ORO”.
“Lo único que cuenta es esto: hoy nos encontramos en un mundo en ruinas. Y el problema es este: ¿existen aún hombres en pie en medio de estas ruinas? ¿Y qué cosa deben o pueden aún hacer?”, se pregunta Julius Evola en su “Orientaciones”… Las dos vías existenciales y de realización del Ser: Vía de la Contemplación o Vía de la Acción; Vía de la Mano Derecha o Vía de la Mano Izquierda; Vía Seca o Vía Húmeda; cualquiera de ellas es perfectamente acorde y conforme con la Tradición sapiencial. El Hombre de la Tradición, el hombre diferenciado y decondicionado que ha elegido vivir en plena era de la disolución y desintegración que representa este mundo postrero y terminal, cualquiera de las vías a elegir son perfectamente válidas; aunque nosotros coincidimos con Julius Evola en que la Vía de la Mano Izquierda, aún siendo la forma de accionar más peligrosa y sutil consistente en asumir los procesos más destructivos de la Modernidad, es la más adecuada para el verdadero disidente, para el “emboscado” que ya no busca “detener” ni “reenderezar” el rumbo de un mundo que ya huele a muerto y a cadáver -de hecho los gusanos y las ratas ya han empezado a devorarlo-, sino de acelerar su proceso de autodestrucción y de caída por la pendiente hasta su estallido final, porque “retrasando el final, se retrasa también el nuevo comienzo” (Julius Evola), o en palabras de Álvaro d’Ors (3) “para un Nuevo Orden, una Nueva Violencia”.
Decía Ernst Jünger que “en el seno del gris rebaño se esconden lobos, es decir, personas que continúan sabiendo lo que es la libertad. Y esos lobos no son sólo fuertes en sí mismos: también existe el peligro de que contagien sus atributos a la masa, cuando amanezca un mal día, de modo que el rebaño se convierta en horda. Tal es la pesadilla que no deja dormir tranquilos a los que tienen el poder” (4): Así pues, frente al Anticristo Cósmico encarnado por el tiránico Nuevo Orden Mundial, frente al nihilismo caótico y desenfrenado del Leviatán moderno -o postmoderno-: EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN!!!
FUERZA HONOR TRADICIÓN
Barcelona, 8 de Noviembre de 2020, XCVII Aniversario del Putsch de Múnich
Joan Montcau
NOTAS:
(1) En los años 60 del pasado siglo, durante la fase ya descendente del Estado del 18 de Julio, varios falangistas directa o indirectamente relacionados con aquel Régimen, intentaron montar una especie de “oposición legal” o grupo de presión dentro del sistema, contra el sector tecnocrático-opusdeísta que identificaban justamente con la plutocracia, denominándose a sí mismos con el muy poco afortunado nombre de “izquierda nacional”…
(2) En Occidente encontramos un símil o paralelismo con la lucha del héroe tradicional contra el toro o el minotauro. En España tenemos la “fiesta nacional” del toreo, eco ritualizado -degenerado si se quiere-, de ese mito ancestral.
(3) “La Violencia y el Orden”, 1986. Libro de Álvaro d’Ors más que aconsejable.
(4) “La Emboscadura”, 1951.
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