Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

sábado, 4 de enero de 2025

NOVEDAD. Visiones alquímicas griegas


Presentación

Se sabe que la alquimia se practicaba en Egipto a principios de la época cristiana y que seguía practicándose en el s. VIII, cuando la invasión musulmana, pero más que textos alquímicos lo que se han encontrado son formulas químicas pues los egipcios dominaban el vidrio, las tinturas, y el fundido de los metales. En Tebas se encontraron papiros del s. I con fórmulas que servían para teñir o recubrir objetos de oro y la fabricación de piedras Papiros como estos y otros posteriores fueron conservados en el imperio bizantino y finalmente recogidos en un manuscrito escrito en griego del s. X que se guarda en San Marcos de Venecia. Este manuscrito fue traducido el siglo XIX por un famoso químico y político francés llamado Marcelin Berthelot en colaboración con Charles Emmanuel Ruelle, bajo el título La colección de los antiguos alquimistas griegos. [1] La mayoría contienen fórmulas químicas y las ilustraciones que las acompañan son de aparatos de laboratorio.

Sin embargo, en la obra de Berthelot aparece un capítulo titulado: “Los orígenes místicos de la alquimia” en el que se refiere a textos místicos que, como sucede en el libro de Enoc, cuentan que los ángeles, ebrios de amor por las mujeres, descendieron a la tierra y les enseñaron las obras de la naturaleza, que és una manera de denominar a la alquimia. Es decir, la alquimia nace de un comercio amoroso entre el cielo y la tierra. Por eso es tan difícil descifrar sus orígenes pues no tiene un origen humano, sino que es trasmitida por la divinidad.

En los textos que presentamos ya se muestra el aspecto simbólico que es tan propio de los tratados alquímicos posteriores. Se trata de tres fábulas o cuentos alquímicos de los más primitivos que se conservan, en los que aparecen los aspectos más importantes del arte de la alquimia: la serpiente Ouroboros; la frase capital que desde entonces se ha venido repitiendo en los textos alquímicos y que se refiere a la unidad de la naturaleza, y por último, una de las máximas más conocidas de los alquimista y que advierte de lo siguiente: “No efectúes ninguna operación hasta que todo haya sido reducido al Agua”.

 

La serpiente Ouroboros

 

Quizá no sea propiamente una fábula; sin embargo y pese a su brevedad, incluye muchos de los conceptos que aparecerán en los relatos que siguen. Podría decirse que es una alegoría de la obra alquímica en la que, bajo la imagen de la mítica serpiente que se muerde la cola, se describe la unión de los elementos que componen dicha obra, sobre todo la unión de las dos naturalezas, la celeste y la terrestre, que se separaron al principio de los tiempos y que eternamente buscan reunirse.

He aquí el misterio: la serpiente Ouroboros, es la composición que, en su conjunto, se devora, se funde, se disuelve y se transforma por la putrefacción. Se vuelve de un verde oscuro y del color del oro a la deriva. De ella proviene el rojo, llamado color del cinabrio. Es el cinabrio de los filósofos.

Su vientre y su espalda son de color azafrán, su cabeza, verde oscuro, sus cuatro pies constituyen la tetrasomia [2], sus tres orejas representan los vapores sublimados.

El Uno proporciona al Otro su sangre; el Uno engendra al Otro. La naturaleza alegra a la naturaleza; la naturaleza encanta a la naturaleza, y no nos referimos a una cierta naturaleza enfrentada a tal otra, sino a una sola y única naturaleza, que procede de sí misma por el procedimiento (alquímico), con grandes penas y esfuerzos.

¡Oh, tu!, querido amigo. Aplica tu inteligencia respecto a estas materias y no te equivocarás; al revés, trabaja seriamente y sin negligencia hasta que veas el final (de tu búsqueda)

Una serpiente extendida guarda este templo, quien la doma, comienza por sacrificarla, después le quita la piel, y tras haber tomado su carne hasta los huesos, construye una grada a la entrada del templo; sitúate encima y encontrarás el objeto buscado. Pues el sacerdote, al principio un hombre de cobre, ha cambiado de color y naturaleza y se ha convertido en hombre de plata, y si quieres, pocos días después lo encontrarás cambiado en un hombre de oro.

 

La visión de Demócrito

Pseudo Demócrito sería el autor de esta visión, de quien Sinesio escribió lo siguiente: «El filósofo Demócrito, este naturalista venido de Abdera, que dirigió sus investigaciones hacia todas las cosas de la naturaleza y que trató de los seres naturales… Demócrito era un hombre muy sabio que, cuando viajó a Egipto, fue iniciado en los misterios por el gran Ostanes, del santuario de Menfis, por él y por sus discípulos, sacerdotes de Egipto. De él tomó sus principios, con los que compuso cuatro libros de tinturas, respecto al oro, la plata, las piedras y la púrpura. Por tales palabras: “de él tomó sus principios” entiendo que escribió siguiendo a Ostanes. Ya que este escritor fue el primero que emitió esos axiomas: “la naturaleza se encanta con la naturaleza”, “la naturaleza domina a la naturaleza”; y “la naturaleza triunfa sobre la naturaleza”».[3]

Después de recoger las nociones de nuestro maestro y conociendo la diversidad de la materia, nos esforzamos en hacer que concordasen las naturalezas. Pero, al morir nuestro maestro antes de que fuéramos iniciados, mientras aún nos ocupábamos del conocimiento de la materia, se nos dijo que sería necesario intentar evocarlo desde el Hades.

Y yo me esforcé en lograrlo, invocándolo directamente mediante estas palabras: «¿Por medio de qué dones, recompensas lo que he hecho por ti?» Tras decir estas palabras, guardé silencio. Como lo invoqué repetidas veces, preguntándole cómo podría hacer concordar las naturalezas, me dijo que le era difícil hablar sin el permiso del daimon, por lo que sólo pronunció las siguientes palabras: «Los libros están en el Templo».

Al volver al Templo, me puse a buscar por si podía hacerme con la posesión de dichos libros, puesto que no me había hablado de ellos mientras estaba vivo y murió sin haber hecho ninguna disposición testamentaria, pues, según se decía, había tomado un veneno para separar su alma de su cuerpo; o bien, según su hijo, había tomado el veneno por descuido.

Su voluntad antes de morir era la de mostrar sus libros a su hijo solamente, cuando éste hubiera llegado a la edad adulta. Ninguno de nosotros sabía nada de dichos libros. Como, tras muchas pesquisas, no encontramos nada, nos esforzamos mucho (por saber) cómo se unían y se confundían las substancias y las naturalezas. Cuando hubimos operado las composiciones de la materia, se celebró una ceremonia en el Templo e hicimos un festín en común.

Entonces, cuando estábamos en la nave, cierta columna se abrió de pronto, pero no vimos nada en su interior, pues ni su hijo, ni nadie, nos había dicho que los libros de su padre estuvieran depositados allí. Pero, él avanzó y nos condujo hasta la columna; nos inclinamos y vimos con sorpresa que nada se nos había escapado excepto esta fórmula preciosa que encontramos dentro:

«La naturaleza se alegra en la naturaleza, la naturaleza triunfa sobre la naturaleza, la naturaleza domina a la naturaleza».

Fue una gran sorpresa para todos nosotros que en tan pocas palabras hubiera recogido el conjunto de sus escritos.

 

Respecto a la excelencia de las aguas

 

El autor de este fragmento sería el alquimista egipcio Zósimo de Panópolis, del s. III de nuestra era. Zózimo, junto con Olimpiodoro, fue el primero en afirmar que existía un conjunto de conocimientos mantenidos en secreto en el interior de los templos egipcios. En el tratado que presentamos, el autor se refiere a las aguas que resultan de la separación del espíritu del cuerpo y de la fijación del espíritu al cuerpo.

«La tesis de las aguas, el movimiento, el crecimiento, la supresión y la restitución de la naturaleza corporal, la separación del espíritu del cuerpo, y la fijación del espíritu al cuerpo; no resultan de naturalezas extranjeras o traídas desde el exterior, sino que, por sí misma y sólo por sí misma, la naturaleza, que tiene una forma única, contiene los metales de dura corteza y las plantas de tallo jugoso».

Mientras decía tales cosas me dormí y vi a un sacrificador de pie ante mí, en lo alto de un altar en forma de copa. Aquí, este altar tenía quince escalones. Allí, el sacerdote estaba de pie. Escuché una voz de lo alto que me decía: «He realizado la acción que consiste en descender los quince escalones de luz oscura y subir estos escalones de luz brillante. Y el mismo sacrificador está a punto de rehacerme de nuevo, al rechazar la naturaleza espesa del cuerpo, y, consagrado por la fuerza, me realizo en tanto que espíritu».

Después de haber escuchado la voz del que estaba de pie sobre el altar en forma de copa, le pregunté quién era: Y él, con voz débil, me respondió en esos términos: «Soy Ion, el sacerdote de los lugares más sagrados, y sufro una violencia intolerable. Alguien ha venido precipitadamente esta mañana y me ha violentado, y con un cuchillo me ha desmembrado, según la constitución de mi conjunto. Con el cuchillo que sostenía, ha despellejado mi cabeza. Mezcló los huesos con la carne y me consumió con el fuego que emanaba de su mano, hasta que hube aprendido a convertirme en espíritu, después de transformar mi cuerpo. Tal es la violencia intolerable que me ha tocado en suerte».

Como todavía me entretenía, y le forzaba a que hablase, sus ojos se volvieron como de sangre, y vomitó todas sus carnes. Y lo vi, transformado en un homúnculo mutilado, desgarrarse a sí mismo con sus propios dientes y desplomarse.

Lleno de temor, me desperté y pensé: ¿No es así, por casualidad, como se produce el reposo de las aguas?. Y me quedé persuadido de que lo había comprendido.

Y me dormí de nuevo. Vi el mismo altar en forma de copa con agua hirviendo en la parte superior y con una gran cantidad de gentes en su interior. Y no había nadie fuera del altar a quien pudiese interrogar. Subí entonces hacia el altar para ver el espectáculo del interior del altar. Y percibí a un hombrecillo blanqueado y rasurado, que me dijo: «¿Qué miras?» Le respondí que estaba sorprendido al ver la agitación del agua y a los hombres a punto de ser quemados todos juntos y seguir viviendo. Me respondió en esos términos: «Este espectáculo que ves, es la entrada, es la salida, y la transformación». Le volví a preguntar: «¿Qué transformación?» Y él me respondió: «Es el lugar donde se opera el ejercicio que se denomina maceración; pues los hombres que quieren obtener la virtud entran aquí y se convierten en espíritus, después de haber salido del cuerpo». Entonces, le dije: «Y tu, ¿eres un espíritu?» y él me respondió: «Si, un espíritu y un guardián de espíritus». Durante nuestra conversación, la ebullición iba en aumento y la gente profería gritos lamentables, vi a un hombre de cobre, teniendo en su mano una tablilla de plomo. En voz alta dijo las siguientes palabras mientras miraba la tablilla: «Ordeno a todos los que estén sometidos a tal castigo que se sienten, que cada uno tome una tablilla de plomo y escriba, con los mirada levantada y la boca abierta, hasta que su  campanilla se haya desarrollado». Y la acción siguió a la palabra y el dueño de la casa me dijo: «Lo has contemplado, has alargado tu cuello hacia lo alto y has visto lo que allí se hace». Le dije que había visto, y me dijo: «A quien has visto, el hombre de cobre que vomitaba sus propias carnes, es el que sacrifica y el sacrificado. Le ha sido dada la autoridad sobre esa agua y sobre los condenados».

Después de haber tenido esos sueños fantásticos me desperté de nuevo y me dije: ¿Cuál es la causa de esa visión? ¿No será el agua blanca, aquella que es también amarilla, hirviente, el agua divina? Y me pareció que lo había entendido bien.

Apenas había concebido el deseo de subir los siete peldaños y contemplar los siete castigos, he aquí que de pronto, en uno de los días efectué todo el trayecto de la subida. Habiéndolo recorrido hasta el final, después, muchas veces volví a este camino y he aquí que un día, al comenzar la ascensión, me perdí. Víctima de una gran inquietud, como no veía por dónde volver, me asusté y me dormí. Y en mi sueño vi a un hombrecillo rasurado, vestido con una ropa de color rojo y con un atuendo real que estaba de pie sobre (el lugar de) los castigos. Me dijo: «¿Qué haces, hombre?». Le respondí: «Me encuentro aquí porque, al apartarme de todo camino, me he perdido». Me dijo: «Sígueme». Entonces salí y le seguí; al llegar cerca (del lugar de) de los castigos, mientras examinaba a mi guía, aquel hombrecillo rasurado, he aquí que fue precipitado al castigo y que todo su cuerpo fue consumido por el fuego. Al ver todo eso me quedé estupefacto y empecé a temblar de miedo.

Me desperté diciéndome: ¿Qué significa este espectáculo? Y, de nuevo, encontré la solución al interpretar que el hombrecillo rasurado, era el hombre de cobre que se hallaba revestido de una ropa roja y dije: Lo he entendido, se trata del hombre de cobre que hay que lanzarlo el primero en los castigos.

Nuevamente mi alma deseó elevarse por tercera vez y de nuevo viajé sólo. Cuando llegué cerca del lugar de los castigos otra vez me equivoqué, al no conocer el camino me quedé inmóvil, desesperado. De nuevo, de manera idéntica, vi a un anciano canoso, completamente blanco, hasta tal punto, que su blancura cegó mis ojos. Se llamaba Agathodaemon. Y al darse la vuelta, ese personaje blanco me observó durante mucho tiempo. En cuanto a mí, mi preocupación era que me mostrara el camino correcto. Pero, en lugar de girarse hacia mí, siguió su camino apresurándose y cruzando también aquí y allá. Rápidamente alcancé el altar y cuando hube llegado a la cima, entonces observé que el anciano de blanco fue precipitado al lugar del castigo. ¡Oh demiurgos de las naturalezas celestes! Al momento, bajo la acción de las llamas, fue rodeado por el fuego, un espectáculo que sólo al contarlo hace temblar, pues, a causa de la gran violencia del castigo, sus ojos se convirtieron en un mar de sangre. Le interrogué diciéndole: «¿Por qué permaneces aquí?». Abriendo apenas su boca, me dijo: «Soy el hombre de plomo y sufro una violencia intolerable».

Y así, bajo los efectos de un pánico terrible, me desperté, buscando saber el por qué de todo ello. De nuevo me libré a mi interpretación y me dije: He comprendido, de este modo es como hay que proyectar el plomo.a

Y, de nuevo, en mi espíritu contemplé el divino altar sagrado en forma de copa y vi a un hombre de augusto porte, vestido de blanco hasta los pies, que celebraba unos misterios terribles y dije: «¿Quién es éste, pues?» Y en respuesta, se me dijo: «Es el sacerdote de los lugares más sagrados; quiere ensangrentar los cuerpos, dar ojos a quien no tiene, y resucitar lo que está muerto». Y fue así como me volví a dormir por un instante y otra vez, durante mi ascensión por el cuarto grado, vi que desde Oriente venía alguien con un cuchillo en la mano; tras él venía otro que llevaba a alguien con las manos atadas a la espalda, vestido de lino blanco, de aspecto agradable y cuyo nombre era «Culminación del cinabrio o el sol en su meridiano». Y cuando llegué cerca del lugar de los castigos, el que sostenía el cuchillo dijo: «Cortadle la cabeza en redondo y sus carnes ofrecedlas en sacrificio, una a una, a fin de que sus carnes sean cocidas por el instrumento y que después pasen por el castigo».

Y así, de nuevo despierto dije: Lo he comprendido, los que se ocupan de tales cosas son los líquidos del arte metálico.

Y quien sostenía el cuchillo dijo también: «Has recorrido el descenso de los siete grados».Y el otro dijo: «El arte está acabado cuando se proyecta el plomo sobre los demás líquidos».

 

Notas

[1] M. Berthelot & Ch. Ruelle, Collection des anciens alchimistes grecs, 3 vols., G. Steinheil, París, 1887-1888, t. I,  p. 21.

[2] Los cuatro cuerpos o metales imperfectos: plomo, cobre, estaño y hierro.

[3] Citado por E. Hoeffer, Histoire de la chimie t. I, Alençon, París, 1980, pp. 277-278.

[4] M. Mertens, “Zosime de Panopolis, Mémoires Authentiques” in Les Alchimistes Grecs, t. IV, Les Belles Letres, París, 1995, pp. 35-38.

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