Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

jueves, 2 de marzo de 2017

El Sol alma del mundo, Pernety (alquimia revelada)

Algunos filósofos han llamado al Sol alma del mundo. La primera luz había echado las simientes de las cosas en las matrices que eran propias a cada una; la del Sol las ha fecundado y hecho germinar. Cada individuo conserva en su interior una chispa de esta luz que reduce las simientes de potencia a acto. Los espíritus de los seres vivientes son los rayos de esta luz, y sólo el alma del hombre es un rayo o como una emanación de la luz increada. Dios, esta luz eterna, infinita, incomprensible, ¿podría manifestarse al mundo de otra manera que por la luz? si ha infundido tanta belleza y virtudes en su imagen, se ha de admirar la que ha formado él mismo y en la cual ha establecido su trono: en el Sol puso su tabernáculo. Salmos, 19, 4.(Por eso Hitler lo perseguía, el Sol negro, Osiris, bueno de el Sol negro ya está todo escrito en los post). (Se equivoco bastante con la raza pura y su forma de crearla) . EL HOMBRE Dios al corporificarse, por así decirlo, por la creación del mundo, no creyó que fuera suficiente el haber hecho tan bellas cosas; quiso poner el sello de su Divinidad y manifestarse aún más perfectamente mediante la formación del hombre. A este efecto lo hizo a su imagen y a la del mundo. Le dio un alma, un espíritu y un cuerpo; de estas tres cosas reunidas en un mismo sujeto constituyó la humanidad. Compuso este cuerpo de un limo extraído de la más pura substancia de todos los cuerpos creados. Sacó su espíritu de todo lo que había de más perfecto en la naturaleza, le dio un alma hecha por una especie de extensión de sí mismo. Es Hermes quien habla. El cuerpo representa el mundo sublunar, compuesto de tierra y de agua; es por esto que está compuesto de sequedad y humedad, o de hueso, carne y sangre. El espíritu infinitamente más sutil, tiene el medio entre el alma y el cuerpo, y sirve como de ligadura para unirlos, porque sólo se pueden reunir dos extremos por un medio (mirar post menorah ). Es él que por su virtud ígnea vivifica y pone el cuerpo bajo la conducción del alma, que es su ministro; a veces se rebela a sus órdenes, sigue sus propias fantasías y su inclinación. Representa el firmamento, cuyas partes constituyentes son infinitamente más sutiles que las de la tierra y del agua. El alma, finalmente, es la imagen de Dios mismo, y la luz del hombre. Salomón confunde a los materialistas de su tiempo y nos enseña a un mismo tiempo que ellos también razonaban locamente como los de nuestros días. Ellos han dicho, hablando incesantemente: El tiempo de la vida es corto y enojoso; no tenemos ni bienes ni placeres al esperar presta nuestra muerte; nadie ha venido del otro mundo para enseñarnos lo que se dice y lo que pasa allí, porque hemos nacido de nada y después de nuestra muerte será como si no hubiéramos existido, es un humo lo que respiramos, una chispa que da movimiento a nuestro corazón; una vez apagada esta chispa nuestro espíritu se disipará en los aires, y nuestro cuerpo no será más que ceniza y polvo… Venid pues, amigos, aprovechemos los bienes presentes; disfrutemos de las criaturas, divirtámonos mientras somos jóvenes… Es así como han pensado y como han caído en el error, porque sus pasiones y la malicia de su corazón les ha cegado. Han ignorado las promesas firmes y duraderas de Dios; no han esperado la recompensa prometida a la justicia, no han querido tener el buen sentido y el suficiente juicio para reconocer el honor y la gloria que está reservada a las almas santas y piadosas, puesto que Dios ha creado al hombre a su imagen y lo ha hecho interminable. Se ve claramente en este capítulo la distinción del espíritu y del alma. El primero es un vapor ígneo, una chispa, un fuego que da la vida animal y el movimiento al cuerpo, que se disipa en el aire cuando los órganos se destruyen. El alma es el principio de las acciones voluntarias y meditadas, sobrevive a la destrucción del cuerpo y a la disipación del espíritu. Este capítulo determina, en consecuencia, el sentido de las palabras del mismo autor: La condición del hombre es la misma que la de las bestias, los unos y los otros respiran y la muerte de las bestias es la misma que la del hombre. Este vapor ígneo, esta parcela de luz anima el cuerpo del hombre y le hace adquirir fuerzas. En vano se busca el lugar particular donde el alma tiene su residencia, donde ella es la dueña. Es la morada particular de este espíritu que se habría de buscar; pero inútilmente se le querría determinar. Todas las partes del cuerpo son animadas, está repartido por todo. Si la presión de la glándula pineal o el cuerpo calloso contienen la acción de este espíritu, no es que él habite allí en particular; es que las fuerzas que emplea el espíritu para hacer mover la máquina, resultan allí mediatamente o inmediatamente. Su acción es empujar por esta presión, y el espíritu que está repartido por todo no puede más que hacerlas obrar. La tenuidad de este vapor ígneo es demasiado grande para ser percibido por los sentidos de otro modo que por sus efectos. Ministro de Dios y del alma en los hombres, sigue únicamente en los animales las impresiones y las leyes que el Creador le ha impuesto para animarles y darles el movimiento conforme a sus especies. Él se hace todo en todo y se especifica en el hombre y en los animales según sus órganos. De ahí viene la conformidad que se señala en un gran número de acciones de los hombres y de las bestias. Dios se sirve como de un instrumento en medio del cual los animales ven, gustan, huelen y oyen. Lo ha constituido bajo sus órdenes como guía de sus acciones. Lo especifica en cada uno de ellos, según la diferente especificación que ha querido dar a sus órganos. De ahí la diferencia de sus caracteres y sus diferentes maneras de obrar, pero sin embargo siempre uniformes en cuanto a cada uno en particular, tomando siempre el mismo camino para llegar a un mismo objetivo, cuando no se encuentran obstáculos. El espíritu al que se llama ordinariamente instinto, cuando actúa en los animales, determinado y casi absolutamente especificado en cada animal, no lo es en el hombre, porque el del hombre es el compendio y la quintaesencia de todos los espíritus de los animales. Tampoco el hombre tiene un carácter particular que le sea propio como lo tiene cada animal. El perro es fiel, el cordero es dulce, el león es osado, atrevido, el gato es traidor, sensual; pero el hombre es todo junto: fiel, indiscreto, traidor, goloso, sobrio, dulce, furioso, osado, tímido, valeroso; las circunstancias o la razón deciden siempre lo que es a cada instante de la vida, y no se ve nunca en ningún animal estas variedades que se encuentran en el hombre, porque sólo él posee el germen de todo esto. Si este espíritu no estuviera subordinado a otra substancia superior a la suya, el hombre lo vería desarrollarse y lo reduciría de potencia a acto como los animales, todas las veces en que la ocasión se presentase( es por esto que vimos como el menorá cuando se une de abajo arriba salen 3 círculos representados, incluso en la prehistoria, al encender las siete llamas o el séptimo sello la circuncisión se vuelve a unir por la Trinidad, el pene que busca Isis, se debe dejar de oponerse y los 7 planetas son así favorables o inversa, debes dominar las pasiones animales y encender llama a llama con el sol y la luna que serían las llamas centrales del menorá). El alma, puramente espiritual, tiene las riendas, ella le guía y le conduce en todas las acciones reflexionadas. Algunas veces no le da tiempo de dar sus órdenes y de ejercer su dominio. Actúa por sí mismo, pone los resortes del cuerpo en movimiento y entonces el hombre hace acciones puramente animales. Tales son las que se llaman primer movimiento, las que se hacen sin reflexión, como ir, venir, comer, cuando se tiene la cabeza llena con algún asunto serio que la ocupa enteramente. El animal obedece siempre infaliblemente a su inclinación natural porque tiende únicamente a la conservación de su ser mortal y pasajero, en el cual está su dicha y su felicidad. Pero el hombre no sigue siempre esta pendiente, porque si bien es llevado a conservar lo que tiene de mortal, también siente otra inclinación que le lleva a trabajar para la felicidad de su parte inmortal, y está convencido de que es a ésta que le debe preferencia. Dios ha creado al hombre a su imagen y lo ha formado, como compendio de todas sus obras, el más perfecto de los seres corporales. Se le llama con razón microcosmos. Es el centro donde todo desemboca, encierra la quintaesencia de todo el Universo. Participa de las virtudes y de las propiedades de todos los individuos. Tiene la fijeza de los metales y los minerales, la vegetalidad de las plantas, la facultad sensitiva de los animales y además, un alma inteligible e inmortal. El Creador ha encerrado en él, como en una caja de Pandora, todos los dones y las virtudes de las cosas superiores e inferiores. Terminó su obra de la creación con la formación del hombre; así como creó el Universo en grande, así hizo su resumen. Y como el ser Supremo, no teniendo principio, fue sin embargo el principio de todo, quiso poner el sello de su obra mediante un individuo que, no pudiendo ser sin principio, fuera al menos sin fin como Él mismo. Que el hombre no deshonre, pues, el modelo del que es la imagen. Debe pensar que no ha sido hecho para vivir solamente siguiendo su animalidad, sino siguiendo su humanidad propiamente dicha. Que beba, que coma, pero que ruegue, que modere sus pasiones, que trabaje para la vida eterna, es en esto que se diferencia de los animales, y así será propiamente hombre. El cuerpo del hombre está sujeto a la alteración y a la entera disolución, como los otros mixtos. La acción del calor produce esta mutación en la manera de ser de todos los individuos sublunares, porque su masa, siendo un compuesto de partes más groseras, menos puras, menos ligadas y más heterogéneas entre ellas que las de los astros o de los planetas, es más susceptible de los efectos de la rarefacción. Esta alteración es, en su progreso, una verdadera corrupción que se produce sucesivamente y que mediante grados dispone a una nueva generación, o nueva manera de ser, pues la armonía del Universo consiste en una diversa y graduada información de la materia que lo constituye. Esta mutación de formas sólo llega a los cuerpos de este bajo mundo. La causa no es, como muchos lo han pensado, la contrariedad o la oposición de las cualidades de la materia, sino su propia esencia tenebrosa y puramente pasiva, que no teniendo, de ella misma, con qué darse una forma permanente, está obligada a recibir estas formas diferentes y pasajeras del principio que la anima, siempre según la determinación que ha complacido a Dios dar a los géneros y las especies. Para suplir este defecto original de la materia, de la que el mismo cuerpo del hombre está formado, Dios puso a Adán en el Paraíso terrestre, a fin que pudiera combatir y vencer esta caducidad mediante el uso del fruto del árbol de la vida, del que fue privado como castigo a su desobediencia y condenado a sufrir la suerte de los otros individuos a los que Dios no había favorecido con esta ayuda. La primera materia de lo que todo está hecho, la que sirve de base para todos los mixtos, parece haber sido de tal manera fundida e identificada en ellos, después de que ella hubiera recibido su forma de la luz, que no se la podría separar sin destruirlos. La naturaleza nos ha dejado una muestra de esta masa confusa e informe en esta agua seca que no moja, que se la ve salir de las montañas o que se exhala de algunos lagos, impregnada de las simientes de las cosas y que se evapora al más mínimo calor. Esta agua seca es la que hace de base de la gran obra, según los filósofos. Quien hiciera casar esta materia volátil con su macho, extraerles los elementos y separarlos filosóficamente podría deleitarse, dice Espagnet, de estar en posesión del más preciado secreto de la naturaleza y así mismo del resumen de la esencia de los cielos. Los elementos que constituyen nuestro globo son muy crudos, impuros e indigestos para formar una generación perfecta. Intempestivamente los químicos y los físicos les atribuyen las propiedades de los verdaderos elementos principales. Estos son como el alma de los mixtos, los otros sólo son los cuerpos. El arte ignora los primeros y trabajaría en vano al reducir los mixtos, pues eso es obra de la naturaleza solamente. Sobre estos principios los antiguos filósofos distinguieron los elementos en tres solamente, figuraron al Universo gobernado por tres hermanos, hijos de Saturno, del que dijeron que era hijo del Cielo y de la Tierra (el menorá ya unido). Los egipcios, de los que los antiguos filósofos griegos habían tomado su filosofía, observaron a Vulcano como padre de Saturno, si creemos a Diodoro de Sicilia. Sin duda es la razón por la que se les puede determinar el hecho de no poner al fuego entre el número de los elementos. Pero como suponían que el fuego de la naturaleza, principio del fuego elemental, tenía su fuente en el cielo, dieron su dominio a Júpiter, y por cetro y marca distintiva lo armaron con un rayo de tres puntas y le asociaron por mujer a su hermana Juno, figurando que presidía el aire. Neptuno fue constituido sobre el mar y Plutón sobre los infiernos. Los poetas adoptaron estas ideas de los filósofos, que conocían perfectamente la naturaleza, juzgaron a propósito de ello distinguirla solamente en tres, persuadidos de que los accidentes que diferencian la región baja del aire de la superior, no sugerían una razón suficiente para hacer una distinción real. Sólo remarcaron una diferencia, la de lo seco y lo húmedo, de calor y de frío unidos juntamente, es lo que hizo imaginar los dos sexos en el mismo elemento.(ser andrógino, sol y luna dirigidos por tú voluntad) Cada uno de los tres hermanos tenía un cetro de tres puntas como señal de su dominio, y para dar a entender que cada elemento, tal como lo vemos, es un compuesto de tres. Ellos eran propiamente hermanos, puesto que habían salido de un mismo principio, hijos del cielo y de la tierra, es decir la primera materia animada, de lo que todo ha sido hecho. Plutón es llamado rey de las riquezas y señor de los infiernos, porque la tierra es la fuente de las riquezas y porque nada atormenta tanto a los hombres como la sed de riquezas y la ambición. No es muy difícil de aplicar el resto de la fábula a la física. Muchos autores están ejercitados sobre esta materia y han demostrado que los antiguos sólo se proponían instruir mediante la invención de estas fábulas. Los filósofos herméticos, que se deleitan de ser los verdaderos discípulos y los imitadores de la naturaleza, hicieron una doble aplicación de estos principios, viendo en los procesos y los progresos de la gran obra las operaciones de la naturaleza, como en un espejo, no distinguieron más a los unos de los otros y los explicaron de la misma manera. Compararon entonces todo lo que pasa en la obra a los progresos sucesivos de la creación del Universo, por una cierta analogía que creían observar allí. ¿Es sorprendente que todas sus ficciones tuvieran a estas dos cosas por objeto? Si se reflexionara sobre ello, no se encontraría nada de ridículo en sus fábulas. Si lo personificaron todo, fue para volver sus ideas más sensibles, pronto se les reconocería algo más que las acciones ridículas y licenciosas que atribuían a sus pretendidos dioses, pues sólo eran operaciones de la naturaleza, que nosotros vemos todos los días sin ponerles atención. Queriéndose explicar sólo mediante alegorías, ¿podían suponer las cosas hechas de otra manera y por otros actores? Nuestra ignorancia en la física no nos da ningún privilegio como para burlarnos de ellos y de imputarles el ridículo que quizás harían recaer fácilmente sobre nosotros si estuvieran sobre la tierra, para explicarse al estilo del siglo presente. El análisis de los mixtos sólo nos da lo seco y lo húmedo, de donde se debe concluir que sólo hay dos elementos sensibles en el compuesto de los cuerpos, a saber, la tierra y el agua (corriente eléctrica ). Pero la experiencia misma nos muestra que los otros dos están allí ocultos. El aire es muy sutil para hacer impresión en nuestros ojos, el oído y el tacto son los únicos sentidos que nos demuestran su existencia. En cuanto al fuego de la naturaleza, es imposible para el arte manifestarlo de otra manera que por sus efectos. Sólo Dios y la naturaleza, su ministro, saben hacerse obedecer por los elementos materiales, principio de los cuerpos. El arte sabría alcanzarlo allí; pero los tres que resultan de ello, se vuelven sensibles en la resolución de los mixtos. Los químicos los nombran: azufre, sal y mercurio, que son los elementos principiados. El mercurio se forma por la mezcla del agua y de la tierra, el azufre de la tierra y del aire y la sal de la condensación del aire y del agua. El fuego de la naturaleza se une allí como principio formal. El mercurio está compuesto de una tierra grasa viscosa y de un agua límpida. El azufre de una tierra muy seca, muy sutil, mezclada con la humedad del aire. La sal, de un agua crasa, póntica y de un aire crudo que se encuentra embarazado. Hasta aquí por hoy las fábulas de Pernety, Fábulas Egipcias y Griegas I. El hombre, únicamente conoce a Dios a través de los nombres que le da a este Ser de seres, y únicamente le distingue por las representaciones que él intenta trazar. Así pues, el hombre es en cierto modo el creador de Él, por el cual él ha sido creado. El hombre cree ser la imagen de Dios, y por el hecho de ampliar indefinidamente su propio reflejo, cree que está perfilando en un espacio infinito, la sombra de Alguien que resulta ser incorpóreo, sin sombra y sin límite. CREAR A DIOS, REALIZAR NUESTRA PROPIA CREACIÓN, HACERNOS A NOSOTROS MISMOS INDEPENDIENTES, INFRANQUEABLES, E INMORTALES. El hombre, de hecho, crea a un Dios conforme su propia inteligencia y bondad; el Dios que él adora es siempre su propio retrato magnificado. Concebir lo Absoluto en la bondad y la justicia significa que uno mismo sea más justo y bondadoso. La calidad intelectual y moral son riqueza; y de hecho, son las más grandes de todas las riquezas. Estas deben ser adquiridas con trabajo duro y lucha. La desigualdad de aptitudes y los casos de niños que nacen con una organización más perfecta que otros, deberá tenerse en cuenta, pero debemos pensar en tales organismos como el resultado de una labor más avanzada de la Naturaleza, y que los niños, tan bien dotados, las han adquirido, si no por sus esfuerzos individuales, por la unión de los esfuerzos de los seres humanos que, con su existencia, están conectados. Se trata de un secreto de la Naturaleza, la que no hace nada por casualidad. La posesión de más facultades intelectuales, así como de dinero y tierras, constituye un imprescriptible derecho de transmisión y herencia. Sí, el hombre ha sido llamado para terminar el trabajo de su Creador, y cada uno de los momentos que él emplea en mejorarse o en dañarse es decisivo para la eternidad. La adquisición de una invariable mente honrada, y una invariable voluntad justa, es lo que le hace vivir una vida eterna, ya que nada sobrevive a la injusticia y al error excepto la miseria de su desorden. Entender que lo correcto es desearlo y, en el campo de la justicia, desear es realizar. Por esta razón el Evangelio nos dice que los hombres serán juzgados de acuerdo con sus obras. Nuestras obras nos transforman en lo que somos hasta tal punto que nuestros cuerpos reciben, a través de nuestros hábitos una modificación y, a veces, un completo cambio de apariencia. Una forma adquirida o impuesta llega a ser una o providencia o una fatalidad para toda nuestra existencia. Esas estrafalarias figuras con las cuales los egipcios dotaron a sus símbolos humanos de divinidad, representan las formas fatales. Typhon, con su boca de cocodrilo, está condenado a devorar incesantemente para saciar su panza de hipopótamo. Así pues, está condenado, por su voracidad y fealdad, a la eterna destrucción. El hombre puede destruir sus facultades por negligencia o abuso. Puede crear, por sí mismo, nuevas facultades a través del buen uso de estas, que ha recibido de la Naturaleza. Se dice frecuentemente que el afecto no tiene que ser impuesto, que la fe no es posible para todos, que el carácter no se puede transformar, pero todas estas afirmaciones son únicamente ciertas para los perversos o los indolentes. Podemos hacernos a nosotros mismos confiados, piadosos, cariñosos y sacrificados, cuando realmente deseemos serlo. Podemos enriquecer la mente con la serenidad de la justicia y, el destino con la omnipotencia de la justicia. Podemos reinar en el cielo a través de la fe y, en la tierra a través del conocimiento. El hombre que pueda gobernarse a él mismo será el rey de toda la Naturaleza. Ahora nos disponemos a mostrar a través de qué métodos los auténticos iniciados se transformaron en señores de la vida, gracias al hecho de dominar el sufrimiento y la muerte, cómo llevaron a cabo en ellos mismos y en otros, las transformaciones de Prometeo, cómo ejercieron la divinidad de Apolonio, cómo manufacturaron el oro de Ramón Llull y de Flamel, cómo al renovar su juventud poseían el secreto de Postel el Resucitado y del fabuloso Cagliostro. Revelaremos los secretos supremos o mágicos. Como todos los misterios mágicos, las operaciones Herméticas, y los secretos del magnum opus son triples; religiosas, filosóficas y naturales o materiales, todas independientes. El oro de los filósofos es, en religión, la razón absoluta y suprema; en filosofía, la verdad; en la naturaleza visible es el sol, que es el emblema del sol de la verdad, así como la sombra de la Primera Fuente de donde todos los esplendores brotan; en el mundo subterráneo y mineral se encuentra el oro más puro y perfecto. Por esta razón, a la búsqueda del magnum opus se le denomina la búsqueda de lo absoluto, y a la gran obra se le llama la obra del Sol. Así como la magia es la ciencia de la luz, el Hermeticismo es la ciencia del fuego, la cual está englobada en su totalidad en la doctrina de Hermes Trismegistus, esculpida primitivamente, se dice, en una mesa de esmeralda. Aquellos que se refieren a la operación del magnum opus son como siguen: “Debéis separar la tierra del fuego, lo etéreo de lo denso, suavemente y con sumo cuidado”. “Asciende desde la tierra al cielo, y de nuevo vuelve desde el cielo a la tierra, y es invertido con la potencia de los elementos superiores e inferiores”. “A través de éste método, poseeréis la gloria del mundo entero, y toda la oscuridad se apartará de vosotros”. “Se trata del poder más fuerte de todos los poderes, dominará a todos los elementos etéreos y penetrará en todos los elementos sólidos”. “Así es como el mundo fue creado”. Para separar lo que es etéreo de lo que es denso, en la primera operación, la cual es enteramente interior, debemos emancipar el alma de todo vicio y prejuicio, y esto se logra con el uso de la sal filosófica, a saber, sabiduría; con el uso del mercurio, que es la destreza y el esfuerzo personal; finalmente, el uso del azufre, que representa la energía vital y el fervor de la voluntad. A través de este método se consigue la transformación de los elementos preciosos más pequeños, incluso el rechazo de la tierra, en oro espiritual. En este sentido es en el que tenemos que entender las parábolas de la Turba Phüosophorum, de Bernard Trevisan, Basislius Valentinus, Mary la Egipcia y otros profetas de la alquimia, pero en otras obras, como en el magnum opus, debemos separar con destreza lo etéreo de lo denso, lo místico de lo positivo y la alegoría de la teoría. Si deseamos leerles con deleite y sacando provecho, primero debemos interpretarles alegóricamente en su totalidad, luego debemos descender de las alegorías a las realidades, a través del camino de las correspondencias o analogías indicadas en el dogma número uno; que lo que está situado arriba es como lo que está debajo, y a la inversa. La primera materia del magnum opus es, en el mundo superior, entusiasmo y actividad; en el mundo intermedio, es inteligencia y perseverancia; en el mundo inferior, esfuerzo; en ciencia, es azufre, mercurio y sal, lo que condensado y volatilizado por turnos, componen el Azoth de los sabios. El arte Hermético es pues, simultáneamente, una religión, una filosofía y una ciencia natural. Como religión, es lo que significó para el antiguo Magi y los iniciados de todos los tiempos; como filosofía, sus principios deben ser encontrados en la Escuela de Alejandro y en las teorías de Pitágoras; y, como ciencia, su método debe ser determinado a través de Paracelsus, Nicolás Flamel y Ramón Llull. La ciencia es real sólo para aquellos que admitan y entiendan tanto la filosofía como la religión, y sus procesos sólo tendrán éxito en los adeptos que hayan conseguido el poder soberano del destino y así hayan llegado a ser los monarcas del mundo elemental. Las disciplinas de Hermes, antes de prometer a sus adeptos el elixir de la perpetua juventud y el polvo de la proyección, les recomienda buscar la piedra filosofal. ¿Qué es esta piedra, y por qué se le llama así? El gran Iniciador de los Cristianos invita a Sus creyentes a edificar sobre la roca o la piedra si no desean que sus construcciones sean destruidas. Él mismo se hace llamar la piedra angular, y nos describe Su disciplina más exacta: Tu es PETRUS et super hanc PETRAM aedificabo ecclesiam meam. Esta piedra, dicen los maestros de la alquimia, es la auténtica sal de los filósofos, la cual es considerada como el tercer ingrediente en la composición de Azoth. El AZOTH, como ya sabemos, es el nombre del gran Hermético y el verdadero agente filosófico, así pues, su sal se representa bajo la forma de una piedra cúbica, como puede verse en las doce Llaves de Basilio Valentín, o en las alegorías de Trevisan. Esta piedra es la base de la filosofía absoluta, es la razón suprema e inamovible y la doctrina de las armonías universales por la simpatía de los elementos contrarios. Antes de soñar con el hecho de poder transformar las sustancias en metales, debemos tener una cierta seguridad acerca de los principios absolutos de la sabiduría; debemos poseer esta razón, la cual es la base de la verdad. Nunca un hombre con prejuicios podrá ser ni el rey de la Naturaleza ni el maestro de las transmutaciones. La piedra filosofal es pues, ante todas las cosas, necesaria. Encontrar lo absoluto en lo infinito, lo indefinido y lo finito; así es el magnum opus de los sabios, así es el secreto de Hermes y así es la piedra de los filósofos. Para encontrar la piedra filosofal, debemos pues, como nos dice Hermes, separar lo volátil de lo fijo con gran cuidado y minuciosa atención. Así pues, debemos separar nuestras convicciones de nuestras creencias y hacer una clara distinción entre los respectivos campos de la ciencia y la fe; debemos entender que no conocemos aquello en lo que creemos y que no creeremos nada del saber que hemos alcanzado. De este modo, la esencia de los elementos de la fe es lo desconocido y lo indefinido, mientras que es completamente lo contrario cuando se trata de elementos de la ciencia. Seguidamente, llegaremos a la conclusión de que el conocimiento depende de la razón y la experiencia, mientras que las bases de la fe se encuentran en el sentimiento. En otras palabras, la piedra filosofal es la única certeza en la que la prudencia humana asegura su búsqueda de conciencia y sus modestas dudas, mientras que el entusiasmo religioso le da exclusividad a la fe. En este punto, no pertenece ni a la razón desprovista de aspiraciones, ni a las aspiraciones desprovistas de razón. La verdadera certeza es la recíproca aquiescencia de la razón, que conoce en el sentimiento lo que cree, y del sentimiento, que cree en la razón que conoce. La alianza definitiva entre la fe y la razón no será el resultado de sus distinciones y separaciones absolutas, sino de su control mutuo y concurrencia fraterna. Es semejante el significado de los dos pilares del pórtico de Salomón, uno de los cuales es llamado Jakin, mientras que el otro Bohas, uno de color blanco y el otro de color negro. Son diferentes y están separados, son distintos en apariencia pero si una fuerza ciega pudiera llegar a unirlas, el arco del Templo se desplomaría. En el espacio que les separa existe una fuerza de apoyo, pero, al unirse, aparecen dos fuerzas que se destruyen mutuamente. De la misma forma, el poder espiritual disminuye tan pronto como intenta usurpar lo temporal, y el poder temporal se transforma en la víctima de esta invasión de lo espiritual. Gregorio VII perdió el papado y, los reyes, divididos y extraviados, perdieron la monarquía. El equilibrio humano ha necesitado de dos bases, el trabajo se siente atraído por dos fuerzas, la generación requiere dos sexos. Tal es el significado del Arcano de Salomón, representado por los dos pilares del Templo, Jakin y Bohas. El Sol y la Luna de los alquimistas corresponden al mismo símbolo y coinciden respecto a la perfección de la piedra filosofal. El Sol, en los signos jeroglíficos, corresponde a la verdad porque es la fuente visible de luz, y la piedra áspera es el símbolo de la estabilidad. Por esta razón los antiguos adoraban al sol bajo la figura de una piedra negra, la cual era llamada Heliogabalus, y los alquimistas de la Edad Media también apuntaban a la piedra filosofal como la primera forma de fabricación del oro de los filósofos, es decir, el método para transformar todos los poderes vitales (representados por los seis metales) en el sol, o sino, en verdad y en luz, la primera e indispensable operación del magnum opus y la que nos guía, hacia las adaptaciones secundarias, la que ayuda a conocer a través de las analogías de la naturaleza el oro natural y no regenerado, a los creadores del oro espiritual y vivo, a los poseedores de la auténtica sal, el auténtico mercurio y el auténtico azufre de los filósofos. “Los antiguos filósofos Herméticos solían decir que la sustancia universal, al exteriorizarla toma tres formas y tres modos: La forma activa y que produce movimiento es el Azufre, que no corresponde con el elemento químico también llamado así. La forma pasiva y móvil es el Mercurio, el cual no tiene ninguna conexión con el metal líquido y pesado que conocemos (el mercurio que conocemos). La forma equilibrada o mezclada es la Sal, compuesta por dos fuerzas, es sin embargo una sustancia imposible de descomponer. Debido a sus formas fueron llamados los cuatro elementos, análogos al oxígeno, al hidrógeno, al nitrógeno y al carbono. Su principio básico era que la sustancia llega a diversificarse por el movimiento y toma diferentes apariencias, de acuerdo con sus ángulos polares y atracciones, al igual que cada molécula de la sustancia que está siendo magnetizada y polarizada como los mundos. Ellos creían en el movimiento perpetuo, que es considerado como el supremo arcano de la física, y pensaban, con razón, que a través de la dirección artificial de las fuerzas naturales, era posible, dentro de un cierto círculo y de acuerdo a una cierta medida, adelantar o retrasar ese movimiento”. -Carta al Barón Spedalieri. El hecho de encontrar la piedra filosofal es pues, haber descubierto lo Absoluto, como también es denominado por los maestros. Lo Absoluto es lo que no tolera errores; es la separación de lo fijo de lo volátil, es el patrón de la imaginación, es la necesidad de ser, es la ley inmutable de la verdad y la razón; esto es lo que lo Absoluto significa. Dios no puede existir salvo en la virtud de una suprema e inevitable razón. Así pues, esta razón es lo Absoluto. Es en esto en lo que debemos creer si deseamos que nuestra fe posea una base razonable y sólida. (Entonces la piedra filosofal, es la unión del Sol y la Luna, es decir la inteligencia y el genio, para la proyección de las partículas, nueva visión, imaginación sin fantasía) . Aquel que intente alcanzar la comprensión de Gran Mundo* y la posesión del Gran Secreto, debe, después de haber estudiado los principios aquí mostrados, leer atentamente a los filósofos Herméticos, y alcanzará la iniciación así como otros también la han alcanzado, pero el dogma único de Hermes debe ser interpretado como la llave de sus alegorías y debe seguirse el orden indicado en el alfabeto cabalístico del Tarot para clasificar las materias y dirigir la operación. Todos los maestros de la alquimia que han escrito sobre el magnum opus han utilizado expresiones simbólicas y figurativas, y, en cierta manera lo hicieron así, tanto para apartar a los profanos de una obra que para ellos podría ser peligrosa, como para hacerse entender entre los adeptos, revelándoles el mundo completo de las analogías que está gobernado por el único y soberano dogma de Hermes. De este modo, para ellos, el oro y la plata representan al rey y la reina, o la luna y el sol; el azufre representa el águila voladora; el mercurio, la barbada cabra alada, sentada sobre el cubo y coronada con llamas; la materia o sal representa el dragón alado; los metales en ebullición son leones de varios colores; y finalmente, la obra completa posee al pelícano y al fénix como sus símbolos. Las transformaciones de la química Hermética son los desarrollos artificiales de los gérmenes naturales. Ninguna produce oro pero podemos ayudar a la naturaleza a producirlo, y de hecho, toda la ciencia de Hermes se basa en la sagacidad con la que seleccionan y organizan los materiales propios de la naturaleza para que así ella pueda realizar su trabajo, en el cual nunca fracasa, siempre y cuando los instrumentos que ella utilice hayan sido encontrados depositados natural o artificialmente, tal y como ella los dispuso. (*) Esto se corresponde, aparentemente con el verbum inenarrable de la Escuela Alejandrina, llamada Ararita. por los Cabalistas. “Todo está incluido en una palabra de cuatro letras: se trata del Tetragrama de los Hebreos, el Azoth de los Alquimistas, el Thoth de los Bohemios y el Tarot Cabalístico. Esta palabra expresada de formas tan variadas significa Dios para el profano, hombre para los filósofos y al adepto le proporciona la última palabra de la ciencia humana y la llave del poder Divino, pero él sólo puede valerse de ella en solitario ya que entiende la necesidad de nunca revelarlo”. (Dogme de la Haute Magié) A esto es a lo que indudablemente se refiere la palabra en el capítulo sobre la Adivinación, el nombre oculto del Gran Arcano, del cual el sagrado Tetragrama mismo es su equivalente e imagen. Aquellos que están desconcertados ante el infantil misterio, en el cual se supone que están encerrados, se sentirán satisfechos al saber que, de acuerdo con la Historie de la Magie, el mot unique escondido en cada santuario se corresponde al Agla. El secreto completo de la filosofía de Hermes está contenido en esta sencilla indicación. Es la dirección del fuego natural, no crear sino hacer madurar a los minerales. Hemos descubierto la pisci-cultura y el Hermeticismo es metalli-cultura, pero ¿quién recogerá carpas si siembra huevas de arenques? ¿Cómo puede entonces producirse oro a partir de la sal, el azufre y el mercurio? M. Louis Lucas, el erudito inventor del biómetro, ha demostrado que, de acuerdo con las nociones de los antiguos, la sustancia es individual y posee sus formas especiales debido a la diversidad de sus formas de polarización molecular y la variada angulosidad de su radiación magnética. Así pues, todos los seres son imanes individuales y el problema que debe ser resuelto por la magia de Hermes es este: Cómo acumular y fijar el calor latente en un cuerpo artificial de manera que se cambie la polarización de los cuerpos naturales por su unión con este cuerpo artificial. La creación de oro en el magnum opus se realiza a través de la transmutación y la multiplicación. Ramón Llull, uno de los más grandes y sublimes maestros de la ciencia, dice que para hacer oro debemos tener oro, ex nihilo nihil fit; de hecho no podemos crear riqueza; podemos aumentarla y multiplicarla. Así pues, hagamos entender a los aspirantes del saber que un adepto no puede esperar ni milagros ni juegos de manos. La ciencia Hermética, como todas las auténticas ciencias, es matemáticamente demostrable; incluso sus resultados materiales son tan rigurosos como los de una ecuación resuelta correctamente. El oro Hermético no sólo es una doctrina auténtica, una luz donde no hay oscuridad, una verdad desprovista de toda combinación de falsedad; es también oro real, material y puro, el más precioso que se pueda encontrar en las minas de la tierra. Pero el oro vivificador, el azufre vivificador o el auténtico fuego de los filósofos, debe ser buscado en la casa de mercurio. Este fuego se alimenta de aire; para describir su atractivo y expansivo poder, no podemos sugerir una comparación mejor que la del rayo, el cual, en un principio, sólo es una exhalación seca y terrestre unida a un vapor húmedo, pero que, a fuerza de excitación, asumiendo una naturaleza apasionada, actúa sobre la humedad, uniéndose a ella, lo cual le atrae y transforma su propia naturaleza, tras lo que se precipita rápidamente hacia la tierra, desde donde es atraído por una naturaleza fija, similar a la suya. La sal y el azufre sólo sirven para preparar el mercurio. Estas palabras, enigmáticas en su forma pero básicamente inteligibles, expresan brevemente lo que los filósofos entienden por su mercurio fusionado con azufre, el cual se transforma en el señor y regenerador de la sal. Se trata del AZOTH, el magnesio universal, el Gran Agente Mágico, la Luz Astral, engendrada por energía animal, poder intelectual, al que comparan con el azufre por sus afinidades con el fuego divino. En cuanto a la sal, es la materia absoluta. Todo elemento material contiene sal y toda sal puede transformarse en oro puro a través de la operación combinada de azufre y mercurio que, a veces actúa tan rápidamente, que la transmutación puede realizarse instantáneamente sin fatiga para el que lo practica y casi sin coste alguno. En otras ocasiones, y de acuerdo con la más contraria disposición de los factores ambientales, la operación requiere varios días, meses y a veces incluso años. Todo depende del magnes interior de Paracelso. El trabajo consiste básicamente en proyectar, y la proyección se realiza perfectamente a través de la compresión efectiva de una sencilla palabra. De hecho se trata de una operación importante del trabajo; consiste en la sublimación, lo que no es otra cosa, de acuerdo con Geber, que la elevación de la sustancia seca mediante el fuego, con adherencia en su propia base. Como ya hemos dicho, existen dos leyes naturales quirománticas, dos leyes esenciales que producen, por compensación, el equilibrio universal de los elementos; estos son estabilidad y movimiento, análogos en filosofía, para la verdad y la invención, y análogos en la concepción absoluta, para la necesidad y la libertad, las cuales son la esencia de Dios. Los filósofos Herméticos le dieron el nombre de fijo a todo aquello ponderable, a todo aquello que por su naturaleza tiende a permanecer en reposo y a la inmovilidad; invocan todo lo que más natural y fácilmente obedece a la ley del movimiento volátil y luego forman su piedra a través del análisis, es decir, por la volatilización de lo fijo, seguidamente, a través de la síntesis, es decir, por la fijación de lo volátil, que consiguen gracias a la aplicación de lo fijo, a lo que llaman su sal, compuesta de mercurio sulfúrico, o la luz de la vida, enviada y devuelta omnipotente a través de una operación secreta. Se valen también de todo lo natural y su piedra puede encontrarse en cualquier lugar donde haya sal, lo que provoca el hecho de que se diga que ninguna sustancia es extraña al magnum opus y que incluso, los más aparentemente compatibles y viles materiales pueden transformarse en oro, lo cual es cierto, como ya hemos dicho, en el sentido de que estas sustancias también contienen una sal productiva, representada en nuestros emblemas por el cubo de piedra. Saber cómo extraer de toda materia la sal pura oculta en ella, significa poseer el secreto de la piedra, la cual en este punto, se denomina la piedra salina, descompuesta y reconstituida por el Od, o la universal Luz Astral; es única y múltiple, por lo que, al igual que la sal, puede ser disuelta e incorporada a otras sustancias. Obtenida a través del análisis, debería ser denominada como el mercurio y, recuperada a través del método sintético, se trata de la auténtica panacea de los antiguos, ya que cura cualquier enfermedad, tanto del alma como del cuerpo; ha sido llamada la medicina de todas las naturalezas. Cuando por la iniciación absoluta disponemos de las fuerzas del Agente Universal, siempre tenemos esta piedra a nuestra disposición, ya que su extracción consiste en una operación simple y sencilla pero bastante diferente de la proyección o de la transformación metálica. Esta piedra, en su estado subliminal, no debe, como ya hemos dicho, entrar en contacto con el aire, el cual puede, en parte, disolverla y destruir su virtud; además no sería conveniente inhalar sus emanaciones. El hombre sabio la preserva en sus envoltorios naturales que los Cabalistas llaman pieles. Para expresar jeroglíficamente esta regla que nos invita a la prudencia, dotan a su mercurio, el cual fue personificado en Egipto por Hermanubis, con una cabeza de perro, y a su azufre, representado por el Baphomet de los Templarios o el príncipe de Sabbath, con esa cabeza de cabra que ha sido la causante de que las asociaciones secretas de la Edad Media sean mucho más criticadas El Gran Agente de la operación del sol es la fuerza que está descrita en el símbolo de Hermes sobre la Mesa de Esmeralda; se trata de la fuerza mágica universal, el ígneo motor espiritual, el Od judío y la Luz Astral, de acuerdo con la expresión adoptada en esta obra. Es el fuego secreto, vivificador y filosófico del cual no hablan los filósofos Herméticos, manteniéndolo a salvo y preservándolo misteriosamente; es el esperma universal, el secreto del cual ellos se guardan, merecidamente representado bajo la figura de los caduceos de Hermes. Un secreto inmensamente físico fue también ocultado bajo las parábolas cabalísticas de los antiguos. Nosotros hemos tenido éxito al descifrarlo y lo presentamos literalmente para las investigaciones de los productores de oro: 1, Los cuatro fluidos imponderables sólo son diversas manifestaciones de un agente universal, que es la luz. 2. La luz es el fuego utilizado en el magnum opus bajo la forma de la electricidad. 3. La voluntad humana dirige la luz vital por medio de la organización de los nervios; en este punto esto es llamado magnetización. 4. El agente secreto del magnum opus, el Azoth de los sabios, el oro vivo y vivificado de los filósofos, el productivo agente metálico universal, es la ELECTRICIDAD MAGNÉTICA, la primera materia del magnum opus. El gran Arcano Hermético, revelado por primera vez, abiertamente y sin figuras místicas, consiste en lo siguiente: Lo que los adeptos llaman sustancias muertas, son cuerpos tal y como existen en la naturaleza; las sustancias vivas son aquellas que han sido asimiladas y magnetizadas por el adepto. Así pues, el magnum opus es más que una operación química; se trata de la auténtica creación del Logos humano iniciado en el poder del Logos del mismo Dios. Este secreto está contenido en el Semita treinta y uno del Sepher Jetzirah y narrado por el alquimista Rabbi Abraham*. (ed. Amsterdam, 1642). SEMITA XXXI Vocatur intelligentia perpetua; et guare vocatur ita? Eo quod ducit motum solis et lunae juxta constitutionem eorum, utrumque in orbe sibi conveniente. Rabbi Abraham F.. D.. dicit: Semita trigesma prima vocatur intelligentia perpetua: et illa ducit solem et lunam et reliquias stellas et figuras, unum quodque in orbe suo, et imperit omnibus creatis juxta disositionem ad signa et figuras. “El sendero número treinta y uno es denominado como la inteligencia perpetua, y guía al sol y a la luna, juntamente con otras estrellas y símbolos, cada uno en su respectiva órbita. Distribuye lo que se ha adaptado a todos los elementos creados de acuerdo con éstos”. Este texto, como podremos observar, continua siendo completamente ambiguo para aquellos que no conocen el valor de cada uno de los treinta y un senderos. Éstos corresponden a los diez números y a las veintidós letras jeroglíficas de la Cabala. El treinta y uno está conectado con aquello que representa la lámpara o luz mágica existente entre los cuernos de Baphomet. Se trata del signo cabalístico del Od, o de la Luz Astral, con sus dos polos y su centro equilibrado. Como ya hemos dicho, en el lenguaje alquímico, el sol representa al oro, la luna a la plata y las estrellas restantes o planetas corresponden al resto de los metales. El fuego secreto de los maestros alquimistas era la electricidad, y todo esto corresponde a la mitad de su Gran Arcano, pero ellos conocen cómo equilibrar la fuerza de este fuego a través de una influencia magnética, la cual concentran en su Athanor. La mayoría de nuestras dolencias se deri-van de nuestras enfermedades morales, según el dogma mágico y universal, y de la ley de las analogías. Cualquier gran pasión por la cual nos abandonamos a nosotros mismos, se convierte siempre en una gran enfermedad que perjudica a nuestra preparación. Los pecados mortales son tan nombrados porque, de una manera positiva y física, causan la muerte. Tan pronto como la voluntad se confirma irremediablemente en el sendero de lo absurdo, el hombre muere, y la piedra que acabará con él estará en su propia mano. Así pues, es cierto que la voluntad preserva y prolonga la vida. Todo el mundo sabe que una persona sensata, moderadamente aplicada y con una vida perfectamente regulada suele alargar su existencia. El Gran Maestro dijo: “Mi cuerpo es carne y mi sangre es vino. Aquel que coma de mi carne y beba de mi sangre tendrá una vida eterna”. Y cuando la multitud comenzó a murmurar, Él añadió: “Aquí la carne no tiene ningún provecho; las palabras con las que me dirijo a vosotros son espíritu y vida”. Así pues, Él quiso decir: “Beber de mi espíritu y vivir a través de mi vida”. Y cuando Él estaba apunto de morir vinculó la memoria de Su vida en el símbolo del pan, y su espíritu en el símbolo del vino, y así inició la comunión de la fe, la esperanza y la caridad. En el mismo sentido, los maestros Herméticos dicen: Transformad el oro en algo puro y poseeréis la medicina universal; apropiaos de la verdad para vuestro beneficio, permitirle ser el manantial del cual bebéis cada día y entonces, poseeréis la inmortalidad de los sabios. La moderación, la tranquilidad del alma, un carácter sencillo, la calma y la racionalidad de la voluntad, no sólo nos hacen felices sino que nos aportan fuerza y salud. Por el hecho de llegar a ser un hombre de bien y un ser racional, el hombre se hace a sí mismo inmortal; nosotros somos los autores de nuestro destino, y Dios no nos salva sin nuestro propio consentimiento. La muerte no existe para el hombre sabio, es un fantasma horrible construido a través de la ignorancia y la debilidad de la multitud. El cambio es lo que hace evidente la existencia del movimiento y el movimiento es vida. Un cadáver no podría descomponerse estando muerto; todas las moléculas que lo forman se mantienen vivas y están en movimiento. ¡Y creíais que la mente es lo primero que se disipa y que no vive más! Creéis que el pensamiento y el amor pueden cesar cuando, en realidad, la materia más grande nunca perece. Si al cambio debe llamársele muerte, entonces, día a día, morimos y volvemos a nacer ya que nuestros cuerpos siempre están cambiando. Así pues, temed ensuciar y desgarrar vuestros atuendos, pero no temáis abandonarlos cuando llegue la hora del descanso. El hecho de embalsamar y preservar los cuerpos es una superstición que va en contra de la naturaleza. Es un intento de crear muerte, es la inmovilidad forzosa de una sustancia que la vida ha necesitado. El cuerpo es el traje del alma, que va unida a la sensibilidad, y cuando la sensibilidad cesa nos encontramos ante un signo inequívoco de que el alma está partiendo. Cuando este traje está gastado o seria e irreparablemente rasgado, es abandonado y nunca se recupera. Pero cuando, por algún accidente, se abandona este atuendo sin que esté gastado o rasgado, el alma, en algunos casos, puede volver a recuperarlo, tanto por su propio esfuerzo como por la ayuda de otra voluntad más fuerte y más activa que la suya. La Clave de la Gran Obra es esta medicina universal de las almas y los cuerpos; es el nimbo de Adán y el cetro de Salomón; es la materialización terrestre del Sanctum Regnum. La gran magia nos explica que para preservar la juventud de un cuerpo debemos impedir que envejezca el alma, manteniendo cuidadosamente su primera frescura, tanto los sentimientos como los pensamientos, los cuales son calificados, por el mundo corrupto, de ilusiones, pero que nosotros denominamos como los primitivos reflejos de la verdad eterna. Creer que la felicidad existe en la tierra, creer en la amistad y el amor, creer en una Providencia maternal que tenga en cuenta todos nuestros pasos y recompense todas nuestras lágrimas, significa estar completamente enga- ñado, dice el mundo corrupto, y fracasa al darse cuenta de que el engañado es aquel que piensa que debe ser fuerte cuando se prive de todos los placeres del alma. Creer en el bien y en el orden moral es poseer el bien y, es por este motivo por el cual el Salvador del mundo prometió el Reino de los Cielos a aquellos que llegaran a ser pequeños niños. La infancia es la edad de la fe; el niño, al no saber todavía nada de la vida, brilla con confiada inmortalidad. ¿Puede él dudar de su propia devoción, ternura, amistad y amor al encontrarse en los brazos de su madre? ¡Llegad a ser niños de corazón y os mantendréis jóvenes en cuerpo! Las realidades de Dios y de la Naturaleza sobrepasan infinitamente todos los sueños del hombre, tanto en bondad como en belleza. De este modo, las personas llenas de prejuicios son aquellas que nunca han sabido cómo ser felices, y la prueba está, para su pesar, en que sólo han bebido de manantiales cubiertos de fango. Incluso para disfrutar de los sensuales placeres de la vida, debemos poseer sentido de la moralidad, y aquellos que calumnian la existencia, ciertamente han abusado. La magia suprema guía al hombre hacia el más puro código moral. Vel sanctum invenit, vel sanctum facit, dijo un adepto para mostrarnos que para ser feliz incluso en este mundo debemos ser sagrados. ¡Ser sagrados! algo fácil de decir pero, ¿cómo podemos obtener la fe cuando no creemos? ¿cómo recuperar el placer de la virtud cuando un corazón está depravado por el vicio?… Es una pregunta recurrente para las cuatro máximas de la ciencia; saber, desafiar, tener fuerza de voluntad, y mantenerse en silencio. Debemos imponer el silencio ante nuestros disgustos, debemos estudiar nuestros deberes y practicarlos como si los amásemos. Imaginad que, por ejemplo, sois unos escépticos y deseáis ser cristianos. Seguid los ejercicios de un Cristiano, rezad regularmente, utilizando la fórmula Cristiana, acercaos a los sacramentos asumiendo la fe, y la fe llegará. Un loco, si lo desea persistentemente, puede llegar a ser un hombre de entendimiento mediante ejercicios análogos. Cambiando los hábitos del alma podemos cambiar, con seguridad, los del cuerpo. Los factores que más contribuyen a la hora de envejecer a través de nuestra deformación, son el rencor y los pensamientos amargos, juicios desfavorables sobre los demás, la furia de un orgullo herido y las pasiones no satisfactorias. Una filosofía benévola y pacífica, podría salvarnos de todos esos males. Si cerramos los ojos ante las faltas efe nuestro vecino, sólo teniendo en cuenta sus buenas facultades, encontraremos la bondad y la gentileza en cualquier lugar. El hombre más perverso posee sus buenos momentos, y con frecuencia se desarrollan cuando sabemos cómo tratarle. Si no tuviéramos nada en común con los vicios humanos, ni siquiera los percibiríamos. La amistad y la propia abnegación que ésta inspira son encontrados incluso en cárceles y mazmorras. El abominable Lacenaire incluso devolvió dinero cuando le fue prestado y en muchas ocasiones, realizó actos de generosidad y benevolencia. Nadie es absolutamente malo o bueno. “Nadie es bueno excepto Dios”, dijo el mejor de los Maestros. Lo que confundimos con el entusiasmo de nuestra virtud es, a menudo, un secreto sobre nosotros mismos, la envidia disimulada y un arrogante sentido de contradicción. “Cuando vemos desórdenes manifiestos y pecados escandalosos”, dicen los autores de la teología mística, “creo que esas personas están sometidas por Dios a juicios más grandes a los que nosotros estamos sometidos, y que ciertamente, o al menos muy probablemente, no llegamos a ser tan respetables como ellos y lo haríamos mucho peor si estuviéramos en su lugar”. ¡Paz, paz! Esta es la suprema alma bondadosa, que nos ofrece lo que Cristo heredó del mundo. “¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra para los hombres de bien!” Los primeros Padres Cristianos consideraban la tristeza como el octavo pecado mortal. De hecho, el verdadero arrepentimiento de los Cristianos no es la tristeza sino el consuelo, la alegría y el triunfo. “Yo deseaba el mal y ya no lo deseo por más tiempo; estaba muerto y ahora estoy vivo”. El padre del hijo pródigo ha matado al ternero condenado porque su hijo ha vuelto, y ¿qué puede hacer el pródigo? Llorar, sentirse un poco confundido, pero sobre todo, estar contento. La locura y la maldad son las únicas cosas tristes del mundo. Tan pronto como deliberemos sobre ellas, que nos permitan reír y exclamar gritos de alegría, porque estamos salvados y porque todos los muertos que nos aman disfrutan en el Cielo. Todos nosotros llevamos dentro un principio de muerte y de inmortalidad. La muerte es el animal, y el animal nunca produce la locura. “Dios ama a los que no están locos, ya que su Espíritu Divino se le llama Espíritu de la Inteligencia. La locura es disculpada por el sufrimiento y la esclavitud. La fusta está hecha para los animales. Vuestra en la Santa Ciencia Ana Suero Sanz - Artículo*: Filosofía Oculta - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
 

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