Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

domingo, 13 de agosto de 2023

RUTA VERDE POR LA “OTRA” BARCELONA


RUTA VERDE POR LA “OTRA” BARCELONA

“Los jardines están en la ciudad, lo mismo que los pulmones en el cuerpo humano”.

Josep Fontserè I Mestre

“La naturaleza habla un idioma maravilloso. Hay que entenderla…”

Carl Friedrich Förster

“Cuando un hombre se aleja de la naturaleza, su corazón se endurece”.

Lakota

   En la Weltanschauung tradicional tanto el Jardín como el Bosque tenían un carácter simbólico sagrado y metafísico; mientras el primero era símbolo del Orden y de la Jerarquía, de la Armonía; en cambio el segundo era símbolo del Caos Primordial previo a la Revelación Divina, a la manifestación del Verbo; por ello no es extraño que en todas las tradiciones la Edad de Oro, la Edad del Ser, fuera asimilada a la imagen simbólica de un exuberante Jardín Primordial donde el Hombre primigenio era o representaba la cúspide de esa pirámide verdaderamente ecológica, un Pontifex (pontífice, “que hace el puente”) entre lo celeste y lo terrestre, entre lo invisible y lo visible; símbolo por excelencia de un Centro y de un Origen mítico, metafísico y metahistórico; por tanto, la pérdida de ese Jardín Primordial, la expulsión del mismo simbolizaba el final de dicha Edad de Oro, la Caída o “pecado original”; era el principio de la involución cíclica en cuya fase final hoy nos encontramos. En el simbolismo hermético el Bosque sería asimilado al color negro, la “Obra al Negro” (Nigredo), simbólicamente representaría la lucha contra las potencias oscuras que anidan dentro de uno mismo, de ahí que muchas ceremonias de iniciación en las sociedades arcaicas se hicieran en el interior de bosques frondosos donde apenas llegaba la luz solar (simbolismo análogo al del interior de la Cueva, otro de los grandes símbolos de la Tradición Primordial y de la Ciencia Sagrada, y lugar predilecto de las iniciaciones guerreras y sociedades de cazadores, así como del nacimiento de Dioses Solares); mientras el Jardín herméticamente estaría asociado la “Obra al Rojo” (Rubedo), a la realización y conquista espiritual, el mismo simbolizaría “un mundo idílico en el que los animales viven en comunión con los hombres, y las plantas proporcionan espléndidos manjares al alcance de la mano, todo ello en un entorno luminoso” (Ernesto Milá). El gran Félix Rodríguez de la Fuente comparaba el bosque caducifolio con el simbolismo del Caos Primordial previo a la instauración del Orden Cósmico, mientras el bosque perennifolio sería una manifestación -a nivel microcósmico- de la Eternidad y de un Origen primordial imperecedero. Así pues, tanto el simbolismo del Bosque -de uno u otro signo- como del Jardín, desde un punto de vista ontológico y metafísico tenían un mismo carácter tradicional, como dos grados o fases de una misma conquista espiritual. Tanto uno como otro son un reflejo simbólico del Árbol de la Vida, y tanto en uno como en el otro se manifiestan plenamente los 4 Elementos de la Naturaleza: El Fuego (la luz del Astro Rey es la que permite al árbol nacer y crecer), La Tierra (es el elemento que alimenta al árbol, nutres y fortalece sus raíces), El Agua (el elemento líquido y vital que se filtra por las raíces, las ramas, el tronco y las hojas, dando origen a sus frutos), El Aire (el árbol crece hacia lo alto, hasta el aire, hacia el cielo; gracias a esto beneficia al medio ambiente y nos ofrece el oxígeno con el que respiramos); en definitiva, “por tanto, este tipo de árbol (el Árbol de la Vida) es un ser vivo que se adentra en el planeta Tierra de una forma plena y profunda. La abraza con sus raíces, necesita al Sol para poder crecer y extender sus raíces y de la lluvia y del aire es de donde puede crear vida y alimento” (E. Tabuenca). Lógico pues, que en el mundo arcaico y en las sociedades pre-modernas, donde el Mito, el Rito y el Símbolo eran verdaderos Ejes Existenciales y Cosmovisionales, el árbol fuera uno de los grandes símbolos representativos de la Tradición Primordial y Sapiencial, además de imagen del Eje Centro del Mundo; y por el contrario, muy lógico también que en la actual, pérfida y criminal pseudo-civilización tecno-plutocrática e infrahumana -totalmente contratradicional y demoníaca-, sea uno de los grandes enemigos a batir con esas horrorosas construcciones y megalópolis asfixiantes, con sus gigantescas junglas de asfalto, hormigón, hierro y máquinas, y donde el verdor de la naturaleza cada vez brilla más por su ausencia. Si el Bosque y el Jardín eran símbolos de la Tradición, la moderna ciudad plutocrática, todo horror y fealdad, es un símbolo por excelencia del Infierno, del Reino del Mordor… Como decía René Guénon, pues, “el Árbol Cósmico se ubica en el Centro del Mundo, en el Omphalos, un lugar sagrado. Los lugares sagrados antiguos forman un microcosmos representado por un paisaje de piedras, de aguas y árboles. El árbol, con su renovar periódico, representa el poder sagrado de lo viviente; el agua y la fuente representan las fuerzas secretas del interior de la tierra, la semilla, la purificación. Ese paisaje microcósmico se reduce a un único elemento esencial: el árbol o pilar sagrado, que simboliza el Cosmos”.Éste era el simbolismo por excelencia que el Jardín tenía en la weltanschauung tradicional.

  

El mismo simbolismo del Hombre de la Tradición estaba coaligado al del árbol, normal que el hombre, en la actual era globalista-mundialista, postmoderna y transhumanista sea también el otro objetivo a batir o a destruir por las fuerzas oscuras y de la subversión mundial henchidas de odio y satánico desprecio hacia toda la creación divina. Nuevamente parafraseando a uno de los grandes Maestros de la Tradición Primordial en pleno Siglo XX, y en este caso inspirándose en la tradición indo-aria: “El árbol es como el ser humano, incluso físicamente le es semejante pues el ser humano también tiene un tronco o eje central del cual salen las ramificaciones, los brazos y las piernas que a su vez se ramifican en dedos. Las piernas se dirigen hacia abajo, son las raíces, la parte que toma contacto con la tierra. Los brazos son las ramificaciones laterales, como la expansión rajásica, que operan en el mundo manifestado y llevan a cabo la acción.  La cabeza es como la copa del árbol donde se encuentra el chacra de la coronilla –sahasrara-, el más alejado de lo material y que nos conecta con los estados superiore” (R. Guénon).Efectivamente, como el árbol el hombre también es un ser trino: Cuerpo, Alma y Espíritu (1).

   Varios camaradas de la Hermandad Barcino/Rubricatus, recientemente emprendimos una ruta por algunos de los pulmones más, por decirlo así, identitarios de la “otra” Barcelona, y que generalmente suelen estar fuera de los odiosos y nauseabundos circuitos turísticos organizados por la putrefacta y multikultureta Barcelona plutocrática y progresista. La ruta transcurrió principalmente por el distrito de Sarriá-San Gervasio y, finalmente, por Las Corts, por Pedralbes concretamente: el Turó Parc, el Parc del Turó de Monterols -una de las 7 colinas sagradas de la Barcino romana-, el Parc del Torrent de Les Monges, y los bellos y exuberantes jardines del Palau Real, ya en Pedralbes, muy cerca del impresionante Cuartel del Bruch, proyectado en 1929 e inaugurado en 1934; un ejemplo muy típico de la arquitectura colosalista y militar característica de finales del XIX y principios del XX (2), y por ello tan odiado por la escoria progresista y degenerada, y más teniendo en cuenta que en el Alzamiento Nacional del 18 de Julio de 1936 dicho cuartel se levantó en armas en favor de los rebeldes, y en contra de la canalla demo-marxista y republicana que estaba convirtiendo a Cataluña en un gigantesco lodazal.

   El Turó Parc fue creado a principios del Siglo XX y es uno de los pulmones más emblemáticos de la ciudad; un bello parque con gran profusión de variadas especies arbóreas, rincones paisajísticos de gran belleza, caminos curvilíneos y un lago artificial. Hay también varias esculturas, entre la que destacamos principalmente una de bronce en homenaje al gran escritor y pensador Eugeni d’Ors, así como una biga clásica tirada por caballos; en definitiva, un lugar recogido, relajante, acogedor, con bellos bosquecillos en su interior y senderos. Un pequeño axis mundi, casi como una pequeña imagen simbólica del Orden en medio del Caos simbolizado por la urbe y los edificios plutocráticos que rodean al parque; una isla en medio de la tempestad…

   Seguidamente nos dirigimos hacia una de las Siete Colinas Sagradas de la antigua Barcino romana: el Cerro de Monterols (3), cuya cima tiene una altura de 127 metros de altitud sobre el nivel del mar, y en cuyo interior se edificó un parque hacia 1947. Abundante vegetación mediterránea (pinos, algarrobos, robles, cipreses, encinas, olivos, almendros), con fantásticos senderos circulares y ascendentes, con muy buenas vistas de la ciudad desde su cima. Muy cerca hay una estatua dedicada a uno de nuestros grandes mitos patrios, así como de nuestra Guerra de la Independencia (1808-14): el Tamborilero del Bruch, estatua de 1956 y obra del gran escultor Frederic Marès. De aquí nos dirigimos al siguiente objetivo, el Parc del Torrent de les Monges

   La Riera de les Monges, en realidad antaño fue un torrente punto de confluencia o desembocadura de las varias rieras que bajaban de la Sierra de Collserola, la “Sierra Oscura” como la denominaban los romanos por su, entonces, exuberante vegetación y arbolado, y por ello, la luz solar brillaba en su interior precisamente por su ausencia o por su escasez. Recordemos que en el simbolismo tradicional la “selva oscura” podía interpretarse como la ausencia de la gracia divina; de forma metafórica e iniciática pues, internarse en una de ellas simbolizaba el triunfo de la Luz sobre las Tinieblas, una fase transitoria (Nigredo) para buscar y encontrar la “senda verdadera” (Albedo-Rubedo)… Este fantástico parque conecta con la Sierra de Collserola a través de los Jardines del Marqués de Can Sentmenat y el Parque del Castillo de la Oreneta. Muy cerca del parque está el Convento de las Monjas del Sagrado Corazón de Sarriá, fundado en 1846; extraordinario complejo arquitectónico de tipo neogótico.

   Continuamos la marcha hacia los jardines del Palacio Real, no sin pasar primero por el espectacular complejo medieval del Monasterio de Pedralbes; un conjunto monumental de estilo arquitectónico gótico del Siglo XIV, un siglo, dicho sea de paso, que se caracterizó por la victoria de una de las grandes revoluciones subversivas y diabólicas que alumbrarían a la actual e infernal pseudo-civilización moderna: el Güelfismo; revolución demoníaca que empezó a minar los cimientos de la Catolicidad Europea y su Sacro imperio, ello como paso previo al surgimiento del humanismo renacentista (Siglo XV), iniciándose así un proceso degradatorio y degenerativo que nos conduciría a la actual “Tierra Baldía”… Hay que reseñar, como dato curioso, que justo en el centro del arco de entrada al recinto medieval sagrado, se encuentra una gran piedra clavada en el suelo conocida como el “Menhir del Ángel”“al parecer, los constructores del Monasterio en la Edad Media habrían decidido conservarlo con el fin de mantener las propiedades telúricas que se atribuyen a los menhires” (X. Casinos). Sin duda ya en la época megalítica este lugar ya era sagrado, y por ello esta roca megalítica fue respetada y conservada por los constructores del monasterio.

   Llegamos al Palacio Real y nos adentramos en él, una extensa zona bellamente ajardinada; en el entorno también destacan esculturas y arquitectura con elementos históricos y míticos, por ejemplo la Fuente de Hércules, el semidiós fundador mítico de la ciudad de Barcelona; estamos ante una maravillosa pieza en forma de cabeza de dragón obra del gran Antoni Gaudí en 1884 y hecha con piedra y hierro forjado, y de donde mana agua; muy cerca hay una pérgola parabólica cubierta de trepadoras, también obra de Gaudí. Espacios sombríos, pequeños bosques, zonas de descanso con bancos, vegetación exuberante y densa, estanques; todo ello nos invita a cierta introspección y desconexión del mundo urbanícola. Otro dato curioso, dicha fuente no fue redescubierta hasta cien años después, concretamente en 1984, ya que con el paso de los lustros la exuberante vegetación había cubierto por completo la ogra gaudiniana… Para finalizar, fue una jornada agradable en estos días de calor agobiante y de bochorno nauseabundo, por ello es muy positivo acercarse a estos rincones que nos muestran que fuera de la Barcelona “oficial” -despreciable, miserable, decadente-, hay “otra” Barcelona, aquella que generalmente nos es escamoteada o ninguneada, o simplemente olvidada. Una manera más para el Hombre de la Tradición de re-conectar con el alma verdadera de nuestra ciudad y con nuestros Ancestros. «No puedes andar por la ciudad hasta que no te conviertes en la ciudad misma, hasta que no CONECTAS CON SU ALMA».

FUERZA HONOR Y TRADICIÓN

Joan Montcau

NOTAS:

  1. EL ÁRBOL COMO SÍMBOLO EXPONENCIAL DE LA GRAN OBRA HERMÉTICA:

   “Para la alquimia el árbol representa la obra alquímica en sí y el proceso alquímico.  En el tratado de alquimia Splendor Solis, del S.XVI,  el proceso de obtención de la piedra filosofal está descrito con alegorías en veintidós imágenes; en la número seis vemos el árbol alquímico, Arbor Philosophica de naturaleza solar con una corona en la raíz. El arroyo es el inconsciente, la serpiente mercurial. La escalera tiene los siete peldaños de los siete metales que simbolizan el proceso de la transmutación en oro. El hombre de negro representa la Nigredo que asciende para ser sublimada. A su lado maestro y discípulo de rojo y blanco, colores que simbolizan etapas de la Obra, cada uno en distinto estadio. A medida que se asciende, los pájaros negros que representan aspectos espirituales oscuros se alejan, otros se convierten por sublimación. El cuervo de cabeza blanca está terminando su transformación.  El hombre obtiene del árbol una rama dorada, símbolo del conocimiento, en alusión al mito de Eneas que se habría servido de una rama de oro como salvoconducto en su paso por el inframundo de donde volvió hacia la luz, tal como en la alquimia la materia oscura es transmutada en oro” (V. Ferrari, “Simbolismo del Árbol”, 2020). Nigredo, Albedo y Rubedo, los tres escalones ascendentes de la Gran Obra Alquímica: de la lucha contra las potencias del caos y de la destrucción que anidan en cada uno de nosotros y a las que hay que vencer para la consecución y afirmación del  “Sí Interior” (Antonio Medrano), hasta la conquista de la Inmortalidad y de la Iluminación.

2. Otro ejemplo fantástico de ese tipo de arquitectura colosalista, tan denostada por la basura tecnocrática y plutocrática tan amiga de una presunta “eficacia” y de lo supuestamente “funcional” según su lógica telúrico-demoniaca y su visión anti-artística del mundo y de la existencia, sería el gigantesco edificio del Gobierno Militar de Barcelona, al final del paseo de Las Ramblas y frente al monumento a Colón, muy cerca del sagrado Mar Mediterráneo, y construido entre 1927 y 1932; extraordinario conjunto arquitectónico plagado de simbolismo viril, castrense y totalista.

3. Las 7 colinas sagradas de la antigua ciudad romana de Barcino eran: Turó de la Rovira (261 m), Turó del Carmelo (267 m), Turó de la Creueta de Coll (249 m), Turó del Putget (181 m), Turó de la Peira (133 m), el Monte Táber (16,9 m, que es donde se fundó oficialmente Barcino entre los años 15-10 antes de Cristo), además del ya citado de Monterols.

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