Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

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La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

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Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

sábado, 22 de abril de 2023

Schwaller de Lubicz – Simbolismo y Alquimia ( parte II)


Materializando el espíritu o de la concreción espiritual

Para lograr una explicación del origen Schwaller hace uso de la geometría como simbología impersonal que logra comunicar a todos las realidades superiores, es así como describe el origen sin forma como una esfera y postula que de esta esfera se derivan todas las formas conocidas como «teselaciones» geométricas de lo que se encuentra más allá de la forma. El principio coagulante, responsable del paso de lo informe (esfera) a la forma (sólidos geométricos), equivalía así al paso de las formas irracionales a las racionales, es decir, de lo desconocido e incomprensible a lo conocido[1] y comprensible:

“El tema metafísico es así: una fuerza astringente que se contrae y coagula un medio indiferenciado en una forma que sólo puede ser una esfera «sin forma» que contiene todas las formas. En otras palabras, los sólidos regulares (volúmenes) resultan de la esfera y terminan en el octaedro y no al revés, como sugiere la lógica. El pasaje es de la superficie curva a una superficie compuesta de triángulos equiláteros, y de éstos, que son los elementos del área plana hexagonal, a los pentágonos que forman las superficies de volumen. Hay una contracción hacia los elementos racionales a partir de un irracional dado que no se puede separar en elementos aislados.”[2]

En este marco, la esfera y el octaedro describen los extremos de un movimiento que pasa por cinco formas geométricamente ‘anidadas’ o entrelazadas —los llamados sólidos platónicos—: el icosaedro (veinte caras triangulares), el dodecaedro (doce caras pentagonales), el cubo ( seis caras cuadradas), el tetraedro (cuatro caras triangulares) y finalmente el octaedro (ocho caras triangulares), – que por otro lado seria esta la clave que permite explicar el modelo del cosmos de Keppler. Aquí, cada forma se entrelaza exactamente con su envoltura ‘inferior’ de acuerdo con las relaciones numéricas definidas por los vértices, caras y aristas de cada forma, que, como la octava, replica la primera forma (al igual que una semilla da como resultado un fruto que contiene otra semilla). Schwaller es explícito: todos los sólidos platónicos —y por extensión todos los volúmenes geométricos— son análisis, abstracciones o representaciones parciales del  todo preexistente representado por la esfera. Por lo tanto, todos los sólidos geométricos solo pueden aproximarse a la esfera, los cuales serían entonces solo intentos «katafáticos» de captar la naturaleza «apofática» del todo. El mismo principio sustenta la teoría del número de Schwaller, en la que todos los números derivan del Uno primordial: primero por polarización (escisión), luego por interacción de los polos (formando la trinidad), que luego se crea y se encarna en forma sólida. (los cuatro elementos). Los primeros cuatro números forman así el Tetraktys pitagórica.

Modelo del sistema solar de Kepler. Es probablemente la unica exposicion clara y directa del modelo geometrico que permite entender la creacion. El origen sin forma como una esfera y de esta esfera se derivan todas las formas conocidas como «teselaciones» geométricas, con el dodecaedro se vuelve a la esfera

Subyacente a este proceso, comenta Schwaller, hay una función (actividad divina, neter, número, ver entrada: Función, Números, Neter): “esta función es una contracción por parte de un centro—presuntamente actuando igualmente en todas las direcciones—sobre una sustancia ‘espacial’”[3] Este es el punto o centro de la esfera, que recapitula su origen del mismo modo que el icosaedro se recapitula dentro del octaedro:

“Este hecho existe, la geometría puede demostrarlo, pero la inteligencia cerebral no puede captarlo. En principio, se trata del fenómeno gravitatorio condicionado por una “densidad” energética, pero de una Energía no polarizada y no de una energía cinética. Este es el obstáculo para la definición de la fuerza gravitatoria a partir de la fórmula-circuito, E=m.c2, porque primero es necesario que la Energía se convierta en Masa.”[4]

La energía no polarizada que se convierte en materia es el misterio de la concreción espiritual. La fuerza de coagulación o concreción es descrita por Schwaller como del tipo ‘estíptica’ (styptique), del griego styptikos que significa ‘astringente, contractivo’; en química, el término se usa para señalar a un compuesto astringente (como el alumbre, las sales solubles de plomo o hierro, o el óxido de titanio, entre otros), que contrae fuertemente las membranas mucosas, los vasos sanguíneos o tejidos. Como ya explicamos en otra entrada (ver la entrada: Pi (π) y el crecimiento) entonces la capacidad astringente, se relaciona a la capacidad que tiene el espíritu de manifestarse o «condensarse», como dirían los alquimistas, formando la materia. Schwaller sostenía que exaltar la calidad de un fenómeno es exaltar la fuerza que coagula o concreta su espíritu subyacente o energía en un cuerpo; con el tiempo, la actividad continua de esta «fuerza de coagulación astringente» actúa para refinar y definir el cuerpo creado. Schwaller describe un proceso de concreción espiritual en el que la energía «sin nombre» o «no polarizada» (sinónimo de espíritu) se define a sí misma espacialmente. Este principio de concretización es uno de los conceptos más cruciales de Schwaller, ya que se encuentra en la raíz del poder magnético o afinitario por el cual las formas materiales se crean a través de un proceso de especificación en densidad, esta es la razón por la cual en la cita anterior Schwaller enfatiza el obstáculo de la teoría de la relatividad en cuanto su explicación de la gravedad, con llevando a la inversión de la famosa formula que describe dicha ‘teoría’.

Como dato curioso, los alumbres y las sales tienen una historia en la alquimia que se remonta a Demócrito, donde el alumbre (styptēria) y la sal (halas) se usan juntos en una operación para hacer ‘óxido de oro’ (ion chrysou)[5]. De manera más prominente, figuran en el Libro árabe de alumbres y sales, donde las fuerzas salina y astringente se colocan nuevamente una al lado de la otra[6] Por lo tanto, no sorprende encontrar un parentesco fundamental entre las dos funciones en la idea de Schwaller de la sal como un centro de gravedad que se contrae.

Pero esta idea de Schwaller no es aislada, fuera del mundo hermético la encontramos en la comprensión de Leibniz del cosmos visible como coagulum spiritus (‘coagulación del espíritu’); la concepción misma de Leibniz fue tomada de sus estudios de las teorías chinas, especialmente el neoconfucianismo del pensador Zhang Zai (1020-1077) en el que el Qi(= griego pneuma, latín spiritus, sánscrito prana, hebreo ruah, etc.) desempeña el papel de sustrato energético que se condensa en forma material[7], por otro lado el mismo Leibniz también fue influenciado por la cábala luriánica , y en este sentido por el concepto de tzim-tzum —la divina contracción cosmogónica— en el que cobra especial relevancia en lo que se refiere al concepto de concreción espiritual de Lubicz y del cual “se lucha contra una tendencia panteística dentro del cabalísimo y que provee una explicación para la existencia de algo más que Dios”[8] y para poder situarlo en el aspecto no solo metafísico sino teológico,  siguiendo a Smith, hablamos de Creatio ex Deo in Deo[9]

Lo que Schwaller describe de forma bastante original como un «misticismo del volumen» (mystique du volume) se posiciona, así como una base para comprender la sal o el núcleo como un punto final en relación con la mineralogénesis y un punto de partida en relación con la biogénesis. Así como la contracción mineral oculta el crecimiento vegetal latente, también el núcleo contiene un fermento oculto, y es por eso que la sal fija puede describirse como poseedora de una función sulfúrica ( en el sentido que hemos expuesto hasta ahora de ser ese fuego o el espíritu que se concretiza)[10]. Con el principio del fermento salino, uno encuentra que el poder de contracción fijado en el núcleo se convierte en el fundamento de un poder expansivo: la vida biológica se convierte en la expresión exteriorizadora de un poder latente en la vida mineral. La vida vegetal y animal forman así las modalidades por las cuales el espíritu se libera de su densificación mineral.

Por lo tanto el concepto de evolución para Schwaller, es  aquel que hoy día seria de ayuda si fuera tomado por las diferentes tradiciones en su lucha contra el nihilismo de la posmodernidad y que  se refiere a «la organización formal (extensión) de la conciencia funcional hasta que se agotan las posibilidades inmanentes en el impulso de concretización»[11], como decíamos entonces  la vida vegetal y animal forman así las modalidades por las cuales el espíritu se libera de su densificación mineral, por tanto se quiebra con este concepto la supuesta premisa del evolucionismo de la sobrevivencia del mas fuerte, dotando a la naturaleza de un objetivo superior al que tiende y se mueve sin importar cual sea la apreciación de los modernos.

Así todo para Schwaller es un proceso de gestación hacia el todo del cual fue creado, sin embargo, el ‘producto’ o ‘fruto’ de esta gestación no era para Schwaller una finalidad teleológica sino, un génesis constante, creación siempre presente. Así como los extremos del oscuro espectro de Goethe[12] se resuelven en un color más allá del espectro (el rojo y el violeta forman el magenta, del que también se puede ver que parten), así también los fenómenos ‘semilla’ y ‘fruto’ forman una unidad que, como los fenómenos de tono y octava, encarna tanto el origen como la culminación, es decir el úroboros su símbolo la serpiente que se muerde la cola, un final que es fundamentalmente un inicio.

Por ello, el concepto de piedra en la alquimia parece estar en la raíz de la serie que, para la percepción ordinaria, suele ser sólo concebible como su producto final. Desde esta perspectiva, eso que llamamos “evolución” como un movimiento desde la virtualidad (semilla) a la actualidad (finalidad telestica) es simplemente un ‘análisis’ viviente de lo que ya está presente en la ‘piedra’ primordial. Las formas materiales son así otras tantas articulaciones de un proceso siempre presente de “concreción espiritual” en el que el todo integral precede, forma y completa, las partes manifiestas.

Por eso, Schwaller insiste en que la “piedra no evoluciona”, de allí que muchos alquimistas insistan que la materia con que inician la obra sea la misma que el producto final, e insisten en que es una materia común que todos desprecian, es decir la piedra y por eso, paradójicamente, el ars transmutationis alquímico también puede ser consistente con una metafísica parmenídea de la inmovilidad. Al igual que el tornillo de Arquímedes, cuyo hilo helicoidal ‘evoluciona’ pero permanece igual, el concepto de piedra en la alquimia encarna la paradoja de “progresar mientras de alguna manera permanece igual”. Así, la ontología en el centro del simbolismo o Symbolique de Schwaller de Lubicz conduce a una coincidencia de “ser y devenir simultáneos”[13].

Y es esto que comentamos lo que explica Schwaller a Andre Vanden Broeck:

“Hay un aspecto esencial que no se puede transmitir. Y resulta ser el más obvio, el más común, tan generalmente aceptado que se vuelve invisible. Es siempre presente y constantemente visible, todos los textos insisten en ese punto. Adelante, pregúntame: ¿Qué es? Sonaré tonto diciéndote que es la piedra, pero si conocieras la piedra, su tremenda concentración, y su pasividad, sabrías que este es el material de la veta, la matriz del mineral. Es el punto de partida, sí, empiezas con la piedra para encontrar la piedra, ¿dónde más? Prima materia y materia prima no son lo mismo; uno es un principio y el otro es un final. Pero es siempre la misma piedra, la piedra no evoluciona”[14].

La verdadera alquimia.

Cuando se estudia la obra de Schwaller una de las cosas que resalta es su estudio de textos clásicos de alquimia, afincándose en dos autores, primero en Basilius Valentin y luego en Bernardo de Treviso, por tanto su estudio es sobre textos de antes del siglo XV, lo que lo aleja de la visión mecánica de la alquimia de Newton y Boyle, que desembocara a la larga en ese absurdo que tenemos hoy de hablar de una alquimia espiritual y otra de laboratorio, esto posiciona a De Lubicz en un verdadero estudiosos del arte hermético en su única vertiente y unidad, que es el reconocimiento de la realidad ultima la cual se puede experimentar en el laboratorio.

Schwaller de Lubicz 1934 o 1936- pasaporte usado para entrar en España en 1935. en Mallorca estudiara parte de los archivos de Ramón Llul

Así el esoterismo de de Lubicz habla directamente de la percepción de la alquimia como un proceso operativo-espiritual no dual.  Por tanto, la alquimia explicada por Schwaller; y que se aprecia en obras del siglo XIX como la de Cyliani, no es una alquimia dualista que descarta los aspectos físicos o fisiológicos de la tradición alquímica como algo inferior o irrelevante a los aspectos puramente espirituales del ámbito alquímico.  En otras palabras, no es una alquimia que pueda someterse solo a la interpretación espiritual dualista de Atwood (una alquimia exclusivamente espiritual en la que el elemento operativo sería descartado por completo, y tal vez sea el reconocimiento de este error que llevo a esta autora a quemar casi todas las copias de su libro al poco de ser editado)[15]; ni es compatible con la interpretación psicológica de Jung, que ve el aspecto material de la alquimia como meramente una ‘pantalla’ para la proyección de la dramaturgia arquetípica del alma, posición de la cual Schwaller insistió era la más errada, sobre Jung decía : “nadie ha estado más alejado de la comprensión de la alquimia griega y medieval que Jung y la escuela psicoanalítica. La alquimia depende de los resultados de laboratorio. Es una manipulación de la materia que siempre se ha sabido. Ocurre en todas partes en la naturaleza, todo el tiempo”[16].

La alquimia, que insisto es verdadera,  no puede explicarse simplemente traduciendo su simbolismo a las fórmulas de la química moderna. Más bien, Schwaller se presenta a sí mismo como alguien profundamente inmerso en el mismo empeño empírico y soteriológico que el de los antiguos filósofos naturales y modernos como Goethe[17], quienes de hecho fueron sus iniciadores literarios.

Lo que si se debe enfatizar es que la alquimia practicada por Schwaller, en cierto modo es única ya que estudia y comprende a la química moderna,  el propio De Lubicz estudió profundamente las obras de los primeros químicos modernos e intentó reproducir sus resultados. Esto hace que sea de un carácter completamente diferente que la de sus contemporáneos germánicos e ingleses, y da la ventaja que personas que se dediquen a estudiar su obra puedan extraer gran parte de los secretos que expusieron desde antaño los antiguos alquimistas ( como ha sido el caso de quien les escribe). Por estas razones, el trabajo de de Lubicz se presenta como especialmente pertinente para la comprensión no sólo de las concepciones modernas de la alquimia, sino también de sus corrientes más profundas. Los estudios de  alquimia de Schwaller surgen del entorno de los alquimistas parisinos que rodean a Fulcanelli, quienes estaban profundamente inmersos en los aspectos prácticos y de trabajo de laboratorio, pero que en última instancia buscaban la verificación no de procesos materiales sino metafísicos. Esos alquimistas parisinos del milleu ocultista del final del siglo XIX y principios del siglo XX no miraron a Atwood sino a los textos de Basilius Valentín, Nicolás Flamel y Cyliani (entre muchos otros) como ejemplos de la tradición alquímica. Para Schwaller, estos textos aparentemente desconcertantes no solo enmascaraban un proceso de laboratorio distinto, sino que eran aún más profundos: detrás del proceso operativo y las manipulaciones físicas, estos textos conservaron (y requirieron) un método de percepción basado en la lucha y el avance que reflejaba el esfuerzo perceptivo necesario para leer el lenguaje simbólico de la naturaleza misma, y es lo que indica Schwaller a Vanden Broeck con insistencia. De allí la importancia que da Schwaller de retomar una forma de inteligencia diferente a la racional que en si es decadente, para esto contrapone una inteligencia funcional totalizadora conocida como la inteligencia del corazón.

Fue precisamente este esfuerzo por pensar de acuerdo con un imperativo simbólico más profundo lo que le dio a Schwaller la clavis hermeneutica de esos textos arquitectónicos que es la catedral gótica y el templo egipcio, y por lo tanto a la mentalidad o inteligencia, a la que hacíamos mención, que, al menos para Schwaller, sustentaba toda la tradición hermética.

Mientras que los estudiosos ven la idea de una «tradición» esotérica, hermética o alquímica monolítica como históricamente problemática, simplemente como una construcción de identidad, Schwaller vio el avance hacia la percepción de una realidad ontológica real que elude una epistemología puramente cuantitativa, tan apreciada en nuestro mundo de hoy,  como la verdadera prueba de un adepto hermético. Para Schwaller, la percepción de esta realidad, a la vez abstracta y concreta, es la base misma de la existencia, a la vez material y espiritual, y que no necesitaba de una transmisión histórica, o cadena iniciática[18], porque está siempre presente, por lo tanto, perennemente disponible para la percepción humana. Y de allí la insistencia no solo de Schwaller sino de Rudolf Steiner que si todo el saber y todos los libros desaparecieran el hombre solo observando la naturaleza era capaz de desentrañar todos los misterios del universo.

 Al mismo tiempo, sin embargo, también de Lubicz tuvo siempre presente que la naturaleza está ausente, oculta—según el dictamen “a la naturaleza le encanta ocultarse a sí misma”. Esto equivalía a «encontrar» la piedra, que se consideraba más como el proceso subyacente y encarnado que da lugar a la materialidad per se —considerando el reino mineral como la primera manifestación material del espíritu— que, como una pieza peculiar de materia aislable, produce esta piedra filosofal como producto físico y un hecho del laboratorio alquímico, la cual no posee ninguna importancia final para el verdadero alquimista, como fue en el caso de Schwaller. [19] Para Schwaller, fue este modo fundamental de percepción de la realidad, más que puntos rígidos de exégesis técnica o doctrinal, lo que formó la verdadera corriente oculta de continuidad dentro de la tradición hermética, marcando indeleblemente todos los adeptos y sus textos. Pero también tenía una aplicación o prueba material, y ésta formaba el experimentum crucis. Siendo así que la doctrina alquímica que trajo de nuevo Schwaller, como verdadera alquimia,  se centró en una metafísica de la percepción, pero también en una prueba material, de laboratorio, de que esta percepción estaba relacionada con la estructura misma de la materia y la existencia tal como la conocemos

Parte I

Jhon Carrera


[1] Es esto base en la construcción del templo por parte de los Egipcios y con esto la invención del lienzo o canvas de la construcción que explicamos en esta entrada ver: Geometría Sagrada- El Canvas (cuadricula) de la construcción, y las fuerzas formadoras del cosmos

[2] (Schwaller de Lubicz, The Temple of Man., 2000) Vol 2

[3] (Schwaller de Lubicz, The Temple of Man., 2000)Vol 2

[4] (Schwaller de Lubicz, The Temple of Man., 2000)Vol 2

[5] Brown, Theodore. Quimica la ciencia central. Pearson University.

[6] Gerard of Cremona traduccion de  Robert Steele: Practical Chemistry in the Twelfth Century Rasis de aluminibus et salibus, se puede leer en digital https://www.jstor.org/stable/224406

[7] (Coudert) Leibniz and the Kabbalah

[8] (Smith, 2008) Christian Gnosis

[9] (Smith, 2008)

[10] Esto esta representado en la extraña figura egipcia  Ka-Mut-Tef, que gracias a la ‘exégesis’ de Schwaller sabemos que simboliza, es el hijo que encarna al padre y se convierte en el ‘toro de su madre’, y aquí la madre indica la sustancia espiritual informe (prima materia mercurial) que es coagulada por la función sulfúrica divina (padre) para producir la primera manifestación de espíritu como materia mineral (materia prima). En la medida en que se trata de un producto concreto que resulta de la fuerza metafísica que actúa sobre la sustancia protofísica, también se puede describir, en el lenguaje de Schwaller, como sal.

[11] (Schwaller de Lubicz, Nature Word, 1985)

[12] La teoría Goetheana del color es clave en la obra se Schwaller y no solo eso, es la teoría o modelo más cercano a la realidad que permite explicar tanto lo que es el color como de donde proviene y esto va más allá de la teoría newtoniana que solo permite avances técnicos, pero no postulados filosóficos de calibre como la de Goethe

[13] (Vanden Broeck, 1987) Al kemi

[14] (Vanden Broeck, 1987) Al kemi

[15] (Anne, 1918) A suggestive inquiry into the hermetic mystery

[16] (Vanden Broeck, 1987)

[17] En términos generales, Schwaller es mucho más comparable a una figura como Rudolf Steiner (1861). –1925), quien tomó su método de la fenomenología de Goethe.

[18] Esta afirmación, tan simple como parezca, borra toda posibilidad de trasmisión iniciativa dentro de la alquimia, cosa que todos los alquimistas saben, y por otro lado de la formación de escuelas esotéricas o de un esoterismo “formal”, en el sentido guenoniano del mismo, por lo tanto estamos ante un esoterismo cosmológico propio de la alquimia que es igual al de la única tradición occidental que nunca requirió de esoterismo formal alguno ni de diferencia entre lo exotérico y lo esoterico, es decir el Cristianismo. Al igual que en el cristianismo, en alquimia todos son llamados a entrar en el palacio abierto del rey pero solo algunos llegaran hasta el trono, esto no descarta jamás al resto, como pretendían y pretenden algunos con su secretismo y ‘esoterismo’ absurdo muy al estilo del siglo XIX.

[19] Hay un episodio que cuenta Andre Vanden Broeck en su libro Al-kemi, estando en el laboratorio de Schwaller y hablando sobre la piedra, este le acerco un frasco que contenía pequeños cristales rojos, a esto Vanden Broeck comenta “ eran rojos más parecido a escarlata, duros al tacto, pero se deshacían al frotarlos. Schwaller me comento que era Oro rojo o también conocido como Oro filosófico”, ambas denominaciones son usadas para describir a la piedra filosofal, estoy convencido que lo que le mostro Schwaller a Vanden Broeck no era otra cosa que polvos de proyección. Para conocer detalles de las propiedades fisicoquímicas de la piedra filosofal ver: Silva, Luis . Alquimia tras la piedra filosofal. Ciculo rojo editorial.


 

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