153* El faquir que no tiene corazón no se puede separar de sus defectos. Puede estar siempre quejándose, llorando o lamentándose, pero no se cura de sus defectos, de sus enfermedades y de las insinuaciones (waswas) si no encuentra su corazón. En nuestra opinión, no hay mejor forma de encontrar el corazón que permanecer, aunque sólo sea una hora, rompiendo los hábitos de su alma (jarq al-‘awaid nafsi-hi), es decir, abandonando el estar continuamente hablando, comiendo y en compañía de la gente. En cuanto al sueño, le beneficia, siempre que sea en su momento. Por Dios, no hay nada que separe tanto a los faquires de sumergirse en el mundo espiritual (‘alam al-ma’ani) y lo que contiene, como lo hace el estar siempre hablando, comiendo y tratando con las personas. En cambio, si el faquir se impone lo contrario, que en el caso de hablar es el silencio, el de comer es pasar hambre y el de tratar con la gente es aislarse, lo rechazará, es decir, se apartará de seguir el mundo sensible, que se opone al de los significados. Se sumergirá en estos últimos hasta que no pueda salir, como le ocurrió al imam al-Gazali, a ibn ‘Arabi al-Hatimi, al imam al-Shadhili y a muchos otros, que Dios esté complacido con ellos. Ya hemos dicho que la gente se ve dominada por el mundo sensible, de tal manera que ha tomado sus corazones y sus miembros, hasta el punto de que no se pueden ocupar de otra cosa, no pueden lidiar con otra cosa y no conocen nada más, hasta el punto de que pareciese que el mundo espiritual no fuese con ellos. Pero lo cierto es que Dios, elevado sea, les ha dado a cada uno de ellos tantos significados como olas tiene el mar. Si lo supiesen no se entretendrían con los seres sensibles. Si lo hubiesen conocido encontrarían que en sus propias almas hay mares sin orillas. Dios es garante de lo que decimos. La gente que se ha condenado, lo ha hecho debido a aquello que sabían, no debido a lo que ignoraban. Porque sabían que estar siempre hablando, saciados y en la compañía de la gente –que Dios sea benevolente con ellos–, corrompería sus corazones y no habría manera de repararlos, que era un perjuicio y no un beneficio, sobre todo los sabios entre ellos. Pero la pasión se apoderó de ellos, se extendió, los hizo ir hacia lo prohibido, los degradó, los cegó y los destruyó completamente. Es decir, los dejó “sordos, ciegos y mudos, pero no recapacitan” (2:171), excepto a los que se interrogan a sí mismos. “De Dios somos, y a Él regresamos”. salam - Artículo*: sidnur - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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