CRÍTICA GINEBRA Y VODKA El buen aroma inglés que desprende la London Philharmonic Orchestra (LPO) no se disipa ni mezclándolo con el vodka ruso que le ha aportado Vladimir Jurowski en su titularidad desde 2007. Es la más londinense de las orquestas de la “City”, con su tradición bien arraigada, como una ginebra sin los añadidos que hoy casi la hacen irreconocible. Pero la LPO va más allá de llevar un sonido Elgar hasta las entrañas y con sus excelentes solistas (en especial las maderas, sensacionales), definen a la perfección el exotismo y colorido orquestal del inusual Rimsky del Cuento de Hadas Op. 29 (ahora que se ha puesto “de moda” el Canto fúnebre recién recuperado de Stravinsky, en este Cuento hay mucho material del que tomó buena nota el joven alumno y miope Igor). Curiosamente, un pasaje del Cuento traza las mismas notas de uno de los dúos de Pagliacci (nada más lejos ambas músicas), cuando Tonio alerta a Canio, en su propio su interés, de los flirteos de Nedda. Para dejar limpio el nombre de Rimsky, él firmó antes esta obra, que fue escuchada con atención en su primera y posiblemente última interpretación en Ibermúsica. Para el Concierto de Grieg, quizá la música del noruego que menos se parece a él mismo y que traza vías comunicantes con muchos otros (es un anticipo de Rachmaninov y su coda, la primera realmente cinematográfica de la historia de la música), se presentó el portentoso pianista Denis Kozhukhin, prodigio que ha estado en los últimos años bajo el amparo artístico de Barenboim, aunque en nada este sonido limpio, claro, sin resonancias armónicas intensas, se parece el del argentino. Denis sabe que en sus manos hay dos Formulas 1, usándolas para gozo del oyente, que atónito, ve como despliega sus medios con una facilidad inusitada. Es decir, técnicamente algo inexplicable. Pero esa coleta rubia mal fijada también revela un alma de poeta que sale cuando Grieg lo exige, y esos momentos, que son muchos, los sabe llevar por el sendero de la calma y la expresión, salvo en pasajes del final y por el exceso volumen sonoro que Jurowski obtuvo de los londinenses en el Adagio, una música que serviría para que hasta el más zoquete de los humanos amara la música clásica, tan mal llamada así. Sin retóricas, sin excesos, sin cargas sentimentales, la Sinfonía Patética de Tchaikovsky sonó tal como es, pulcra, directa, un disparo a bocajarro que deja un sinsabor amargo, quizá uno espere mayor ampliación en las líneas melódicas, en los silencios espectrales o el los tutti… No, Jurowski no quieres lágrimas fáciles, explica una obra desde su posicionamiento objetivo, es un analista, no un simbolista. Desde luego, esta opción es válida, pero, como en Mahler, creo que hay músicas que además de tocarse e interpretarse, deben “vivirse”. Gonzalo Pérez Chamorro Denis Kozhukhin, piano. London Philharmonic Orchestra / Vladimir Jurowski.Obras de Rimsky-Korsakov, Grieg y Tchaikovsky.Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid. Foto: Vladimir Jurowski (foto de Drew Kelley). - Artículo*: Fernando Rodríguez Polo - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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