Recuerden esto: Trump es el elegido por el Deep State. Si no se lo creen pregunten a Kennedy. Trump es el Falso Mesías, el Kalki apocalíptico del IV Reich, el falso rey que retorna... Precisamente porque no lo parece. Los rasgos del Anticristo como arquetipo están en Musk y en él.
Trump y Mask no son el anticristo, desde luego, aunque puedan encarnar esa Idea. Tampoco lo fueron Nerón o Stalin... Aunque todos ellos sean, a su nivel particular, distintas prefiguraciones del mismo arquetipo. Es decir, Falsos Mesías. La gente no lo ve: para eso sirve la psyop:
"Llegan las imágenes desde un mitin en Pensilvania: son unos segundos de filmación que se abren como un abismo ante la mirada; y resultan tan excepcionales que, al menos para una sensibilidad como la mía (hace demasiado tiempo saturada), apenas si significan nada: sólo tedio y también un escalofrío de banalidad. Todo ha cambiado. Otra vez. En Occidente. Ahora. No con debates y elecciones, sino con disparos. Así funciona el siguiente estadio del proceso; y no ocurre en Kiev, ni en Gaza, (aunque ocurre por Israel y por Ucrania), sino en los Estados Unidos de América. Es la Era del Simulacro, amigos; y, ante la incertidumbre y la zozobra, queda constatar que, en efecto, algo huele a podrido en Camelot.
Los hechos, por el momento tan escasos, se cifran en que es de madrugada en España cuando de pronto una notificación ilumina la pantalla de mi teléfono móvil: alguien ha disparado contra el expresidente de los Estados Unidos mientras se encontraba en un acto de campaña, sí: alguien ha disparado en la cara al próximo presidente de los Estados Unidos. En la cara. Hace tan solo unas horas. Y ahora esas imágenes, con varios muertos a sus espaldas, están en la retina de millones de personas, esa masa amorfa de espectadores de la que yo formo parte. Hasta ahí los hechos, repito: aquello que registra la cámara mientras todo sucede como en una película más, una película confusa y no demasiado original. Una película, eso es: real, espeluznante, que se reproduce sin cesar en la pantalla de mi teléfono móvil.
¿A quien le podría molestar más que Trump regresase a la Casa Blanca?
En parte, lo que nos escupe la pantalla del móvil no es otra cosa que un cuento acerca de Camelot para que así no tengamos que mirar a la cara a esa verdad tan desagradable que habla de la ideología de la técnica y cuya revelación podría perturbar (y mucho) los sueños inanes del buen ciudadano. Entonces, ¿qué cuento nos van a contar ahora? Ningún Presidente se ha asemejado tanto a JFK como Trump: en cierto sentido, es su imitador más paródico; y, ahora, ha seguido sus pasos casi que hasta la tumba. Las consecuencias del atentado son, pues, bastante inciertas: tan importantes, me atrevería a decir, como lo fue el 11S, si finalmente Trump regresa a la Casa Blanca en noviembre. Y es que, si el Estado Profundo está detrás de esto, puede significar: la OTAN está desesperada por parar el regreso de Trump a la Casa Blanca, se ha arriesgado demasiado en su empeño y, por culpa de su progresiva desesperación, ha fracasado; o, por el contrario (y más probable), el Estado Profundo quiere llevar a Trump de vuelta a la Casa Blanca para que haga lo que el Partido Demócrata jamás podría hacer: reformas, principalmente, un cambio necesario para un Sistema oxidado y en plena descomposición. En cualquiera de los dos casos, Trump sería (y será) el próximo Presidente y, tal vez, también el último. Porque, de lo contrario, estallaría (y estallará) la guerra civil en las calles del país.
Las próximas horas son del todo inciertas. Como lo es ya el propio presente desde el que escribo: más allá de la realidad y la ficción. Acabamos de asistir a un ritual televisado: otro más. Es difícil saber a qué intereses responde dicho ritual, por lo menos en este momento, pero en cualquier caso es evidente que Trump sale reforzado desde un punto de vista social y electoral. Donde Kennedy fue destronado por una bala que le atravesó la frente, Trump camina reforzado hacia su regreso al trono precisamente porque una bala no llegó a acertar de lleno en su rostro. Es tiempo de tormenta en Camelot. Mientras algo huele a podrido en Norteamérica. El puño en alto del expresidente confirma la vía libre para su victoria. Esa fotografía valiente y cinematográfica, que ahora se reproduce por todas partes, ya forma parte de la Historia, del imaginario y del mito; y, nosotros, estamos atrapados ahí, en el mismo vértigo de tiempo. Solo que en el lado equivocado del teléfono."
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