Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

jueves, 22 de febrero de 2018

Conversión: «Darse-forma desde la sabiduría» 1ra Parte.

Man holds the key by Eduardo Paolozzi Anotaciones para una fenomenología de la transformación humana. Escrito por Leandro Posadas. Deja caer el pasado; deja caer el futuro; deja caer el presente. Con el corazón libre alcanza la otra orilla, más allá de la insatisfacción y el sufrimiento[1]. Toda tradición religiosa y espiritual ha querido indicar desde su compresión histórica, geográfica, simbólica, mítica esa «otra orilla» a la cual el ser humano puede llegar para emanciparse del sufrimiento. Los cristianos desde hace más de dos mil años usan la metáfora del «reino de Dios», o «reino de los cielos», para indicar esa «otra orilla». El Evangelio de Mateo dice que dicho reino «está cerca», y para llegar a él, el humano creyente debe convertirse («metanoeite» Mt 3,2; Mt 4,17). Jean Chevalier en su estudio sobre el cielo, desde la investigación simbólica, ha inquirido que el cielo desde las primeras civilizaciones es símbolo de la apertura de la consciencia; es el absoluto de las aspiraciones humanas; plenitud de la búsqueda, y «lugar» posible de la perfección del espíritu[2]. Sin embargo, Ajahn Munindo en su comentario al antiguo texto budista del Dhammapada sostiene que esa «orilla», ese lugar más allá del sufrimiento existe ya[3]: se encuentra dentro de nosotros mismos, por poseer esa capacidad contemplante, por ser neo-corteza, por ser emociones, por ser impulsos, por ser seres conscientes de ser sentientes. Y Jesús cuando le preguntaron sobre cuándo vendría el «Reino de Dios», responde: «El reino de Dios está dentro de ustedes» (Regnum Dei intra vos est, Lc, 17,21), pues somos posibilidad de transformación; de apatheia como decían los antiguos monjes del desierto; de saber y estar desde la paz. Carl G. Jung consideraba que los arquetipos crean mitos, religiones, filosofías, que influyen y caracterizan naciones y culturas enteras y marcan y trazan los destinos de épocas históricas. Los mitos de naturaleza religiosa para C. Jung pueden interpretarse como una especie de terapia mental de los sufrimientos y angustias de la humanidad en general[4]. El filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein (1889-1951), en el prefacio que escribió para su Tractatus Logico-Philosophicus afirma: «Lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar». Pero para Peter Sloterdijk la afirmación más característica de Wittgenstein sobre cuestiones religiosas, se encuentra en unos apuntes del año 1948: «El pensador religioso honesto es como un sonámbulo que camina, se diría, casi sobre el aire. Su terreno es el más estrecho que se pueda imaginar, y sin embargo permanece la posibilidad de caminar sobre él realmente»[5]. Wittgenstein nos está alertando de las formas lingüísticas que usamos para hablar sobre temas metafísicos, («Dios», muerte, resurrección, el más allá, el alma, iluminación, etc.), sobre temas de los cuales podemos saber acertadamente muy poco, y ante los cuales debemos dirigirnos con «docta ignorancia». Sin embargo, el gran filósofo analítico de Viena deja una puerta abierta: el camino del espíritu, entendido como un modo profundo de ser ser humano desde la sabiduría, es «el terreno más estrecho que se pueda imaginar», y no obstante, «permanece la posibilidad de caminar sobre él realmente». «Explorando el uso del lenguaje descubrimos cómo nos relacionamos con tales palabras: como algo demasiado alto, demasiado remoto, demasiado lejos de nosotros. Es el modo de pensar del «mundo» (-el mundo en el que vivimos: nuestros pensamientos, sentimientos, percepciones, de los cuales estamos enganchados-), pensar en términos de «yo que puedo llegar a ser tal cosa», «yo que debo liberarme de tantas debilidades», de mis problemas emocionales, de mis deseos…»[6]. En una carta a Paul Engelmann, Wittgenstein escribe: «He debido dirigir mi vida al bien y convertirme en una estrella. Por el contrario, me he quedado en la tierra y de ese modo estoy poco a poco comenzando a dejar de existir»[7]. El filósofo de Viena, radicado en Cambridge, no era un filósofo que se había instalado en la precaria serenidad que da el haber desterrado de su consciencia los problemas que podrían inquietarlo, como si se considerara alguien que tenía todas las respuestas para resolver grandes cuestiones[8]. Por el contrario, su filosofía responde a la naturaleza humana: a esta tensión continua que somos y habitamos. Antes que ser «algo» que debemos obtener o alcanzar, es mejor usar términos como abandonar, dejar ir, porque representan mejor nuestra vida[9]. Wittgenstein cuando afirma en su carta a Paul Engelmann que se ha quedado en la tierra y ha comenzado a dejar de existir, no lo hace desde la tristeza, la resignación, o la impotencia, sino desde la libertad, y es por ello que en vísperas de su muerte le dijo a uno de sus amigos para que lo transmitiera a los demás: «diles que he tenido una vida maravillosa». Ajahn Sumedho en su conferencia Come essere niente (Como ser nada), recuerda que cuando comenzó en el camino espiritual quería obtener, quería lograr, quería liberarse, y en vez de lograrlo, y a pesar de sus grandes esfuerzos y confianza, más triste estaba. Después de un largo viaje encontró el sentido de la gratuidad de la vida misma, del regalo de vivir, de la aventura de ser ser humano, independientemente de lo que ocurra a nuestra alrededor, e incluso dentro de nosotros mismos: «Comencé a darle la bienvenida al sufrimiento como «algo» desde el cual aprender, como una oportunidad; a sentirme agradecido por el sufrimiento de la vida porque me daba la ocasión para comprenderla»[10]. Cada tradición religiosa, y cada forma de pensamiento sobre el ser humano, sabia y antigua, a lo largo de la historia humana ha tratado de acercarse a la posibilidad de ir más allá del sufrimiento, entendido éste como la comprensión errónea de la realidad en cuanto tal. Cada forma dogmática, cada doctrina, cada forma cultual e introspectiva, en cada una de las sabias tradiciones religiosas de Oriente y Occidente han intentado, unas con más acierto que otras, acallar la brama humana, acercándose al misterio mismo del sentido de la vida. En alguna fase de nuestra evolución como especie, tal vez hace más de 200.000 mil años adquirimos un excedente abrumador de consciencia, es decir surgimos como homo sapiens. Y desde ese nacimiento la misma especie tratando de perpetuarse logró crear formas narrativas que la ayudasen a orientarse y protegerse, incluso de sí misma, en el mundo. Y es por ello que cada forma narrativa religiosa desde la más remota antigüedad de la especie humana tiene como común denominador a la consciencia, percibida, de una u otra forma, como posibilidad de comprensión clara de la realidad en cuanto tal; del sentido de la vida misma; y como espacio sagrado donde el humano puede transformarse y elevarse por encima de sí mismo. Ninguna otra forma de vida sabe que está viva, ni sabe que morirá, ni sabe que enfermará, ni sabe que deberá decir adiós a la juventud, a la familia, al amor. Y es por ello que cada vida, marcada por las coordenadas del espacio y del tiempo debe aprehender sabiamente el fenómeno de esta temporalidad que somos: seres finitos, seres contingentes, seres limitados. En sus estudios e investigaciones clínicas la Terror Management Theory (TMT), indica que el resorte principal del comportamiento humano es la tanatofobia (miedo a la muerte), y que ese miedo determina el paisaje de nuestras vidas[11]. No hace falta que dicho centro de investigaciones lo afirme para darnos cuenta que cada uno de nosotros anda continuamente buscando salvaguardar este cuerpo que somos, este yo que creemos ser, esta idea de nosotros mismos, esta percepción que somos en relación con los demás. Pareciese como si cada acción, cada relación, cada intención de nuestra vida estuviese marcada por la tentación de huir, a veces torpemente, de esto que somos. Y a la vez, paradójicamente, es en dicha torpeza donde se encuentra la aventura y la enseñanza del porqué somos humanos. El misterio humano de la transformación, -el saber-ser-completos-, invita a una semejanza con el mundo, desde la cual el humano sufriente, y consciente de ser sentiente puede interpretarse a sí mismo como espejo del todo y oráculo cósmico. Somos potencialidad hambrienta de realidad, de comprensión sabia de la naturaleza, sostiene Peter Sloterdijk. Ser ser humano quiere decir habitar en sí mismo continuamente como laboratorio de auto-realización[12], y a la vez descubrirse a sí mismo como tarea infinita[13]. ______________________________ [1] Dhammapada 348. [2] Chevalier J. / Gheerbrant A., Dictionnaire des symboles, París 1988, p. 285. [3] Ajahn Munindo, Riflessioni sul Dhammapada, santacittarama, enero 2018. [4] Jung C. G., El hombre y sus símbolos, Paidós, Barcelona 1964, p. 104. [5] Ibid., p. 166. [6] Ajahn Sumedho, Come essere niente, Santacittarama 2010. Traducción del italiano por Leandro Posadas. [7] Sloterdijk, Peter, Devi cambiare la tua vita 2010, 165. [8] Cf. Leñano A., Ludwig Wittgenstein, una vida atormentada. Su filosofía en el escenario de una magnífica tensión, El País, Mayo 1976: http://ift.tt/2EWajBL [9] Cf. Ajahn Sumedho, Come essere niente, Santacittarama 2010. Traducción del italiano por Leandro Posadas. [10] Ajahn Sumedho, Come essere niente, Santacittarama 2010. Traducción del italiano por Leandro Posadas. [11] Cf. http://ift.tt/2sKBM4y [12] Cf. Sloterdijk, Peter, Devi cambiare la tua vita 2010, p. 399. [13] Ibid., p. 277. - Artículo*: Leandro - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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