Suite française Los dos últimos conciertos del Liceo de Cámara XXI (CNDM, Auditorio Nacional, Sala de Cámara) nos han puesto en bandeja de plata a los mejores intérpretes de nuestro país vecino, si miramos hacia el norte. Emmanuel Pahud, Jean-Guihen Queyras, Eric Le Sage y Alexandre Tharaud, que serían algo así como D’Artagnan y los tres mosqueteros, siendo el primero de ellos Queyras, no porque su arco lo blanda como una espada, sino por su doble presencia en ambos conciertos, lideran una generación asombrosa de solistas franceses. Estos excepcionales músicos suelen ofrecer programas nada convencionales. A saber, el primero de los conciertos (Emmanuel Pahud, Jean-Guihen Queyras, Eric Le Sage) con tríos con flauta de Haydn, Schumann (arreglo de Pahud de las Piezas Op. 88), Toshio Hosokawa (estreno de Klänge der Lethe, es decir, Sonidos del Letho, encargo coproducido por Pahud, Queyras, Le Sage, Kölner Philharmonie -KölnMusik-, la Fundación Daniel Barenboim, Elbphilharmonie Hamburg y el CNDM), Weber y Martinu. Para muchos, algunas de estas (¡o todas!) supondrían sus primeras audiciones, salvando el caso que el Trío Op. 67/1 de Haydn es original para trío clásico con piano (violín por la flauta), por lo que tiene de establecido en el repertorio, aunque no muy programado, y menos en el caso de este arreglo. Una obra maestra en todas sus letras, tocada con una fluidez y elegancia clásica admirables, a pesar que Queyras mantenía su cello con un volumen muy discreto para no tapar con su sonido el delicado equilibrio que surgía de la flauta de oro de Pahud, el instrumento que narraba la melodía, tal como mandaban los cánones en el XVIII. La Op. 88 de Schumann es un grito poético en toda regla, que, incluso en la “arriesgada” transcripción con la flauta (originalmente en trío con violín), transmite la belleza del alma de Schumann, que acerca estas Piezas a la miniatura pianística que tanto frecuentó en la década de 1830. Este mini trío ofrece su peculiar estructura, con un bello dueto en tercer lugar, que ejerce de núcleo expresivo. Tanto Pahud como Le Sage, en su salsa en Schumann, dejaron destellos de su gran clase. Poco se puede decir de los Tríos de Weber y Martinu, difícilmente mejorables, tras el estreno de la evocadora Klänge der Lethe del japonés Toshio Hosokawa, fascinante depredador de sonidos y timbres, envueltos en hilos melódicos elegantes, siempre en una inercia que engancha al oyente. El Leteo es un río, y sus sonidos se evocan con diversos empleos acústicos, entre ellos interválicas modales y juegos sonoros de verdadero mago. Y si recordamos el amor del pueblo japonés por el agua (la estática de sus adormecidos lagos floreados o la cambiante de sus hermosos ríos), esta creación de Hosokawa ya forma parte de la cultura nipona. En torno a Brahms El segundo concierto giraba en torno al reciente disco Brahms grabado por Jean-Guihen Queyras y Alexandre Tharaud (Warner Classics), con las 2 Sonatas y arreglos de varias Danzas Húngaras. La gran Sonata n. 1 del alemán cerraba la sesión que se abrió con Bach, Shostakovich y Berg. Y fue un Bach algo tímido, lastrado por ciertas irregularidades en la sincronización (especialmente los finales) y una presión de arco desajustada por momentos, el que pronto se olvidó (Bach es, como sabemos, inolvidable) cuando las cicatrizantes armonías de Shostakovich comenzaron a sonar, demostrando que esta sí era la escena pensada por este dúo. No fue una interpretación exagerada, al tipo de unos Maisky o Rostropovich, que encendían fuego con sus arcos, la versión se acercó más hacia un Yo-Yo Ma, repleta de elegancia, aunque la timidez de Tharaud parece inamovible (es encantador, pero parece nunca sacar los pies del plato…). Las soberbias Piezas Op. 5 de Berg, pequeños zarpazos de modernidad de un compositor que iba estrechando el cerco hacia Wozzeck, sonaron con su diversidad propia, entendidas magistralmente (Queyras se mueve en estas obras como pez en el agua). Ya en la Sonata de Brahms, cuyo primer movimiento arranca con uno de los temas más nobles de la fábrica melódica brahmsiana (fábrica que trabajaba basándose en la repetición), facilitó a Queyras lucir su bello legato y demostrar, en la repetición, la variedad en el fraseo, realizando frases sin vibrato. Tharaud, que no posee ese sonido Brahms que se le pide al pianista, sí se supo plegar a su compañero, dejándole los primeros planos. En el schumanniano trío del Allegretto (curiosamente en Brahms no hay muchos “adagios”, a pesar de ser uno de los compositores de mayor belleza y profundidad melódica de la historia: son los “allegrettos” y “andantes” los principales “lentos” de su Obra) elevaron su plegaria hacia lo alto, dejando lo mejor de la noche. En el final, en estilo fugado y con estados muy cambiantes, dominaron la forma pero el fondo no quedó del todo claro, mayor bruma conviene a una música que daría veinte años después una nueva Sonata para cello del hamburgués. Como era de prever, los bises fueron sus Danzas Húngaras. Habrían podido tener la ocasión de reivindicar a su Debussy francés con alguno de los movimientos de su Sonata para cello… Gonzalo Pérez Chamorro Emmanuel Pahud, Jean-Guihen Queyras, Eric Le Sage. Obras de Haydn, Schumann, Toshio Hosokawa, Weber y Martinu. Jean-Guihen Queyras, Alexandre Tharaud. Obras de Bach, Shostakovich, Berg y Brahms. CNDM, Liceo de Cámara XXI. Auditorio Nacional de Música, Madrid. Foto: Jean-Guihen Queyras y Alexandre Tharaud. - Artículo*: Fernando Rodríguez Polo - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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