Me seduce muchísimo la idea de que quizá las distintas religiones no sean sino trajes o disfraces con los que uno se reviste para acudir a una fiesta sorpresa. Encuentro que les hace perder solemnidad. Encuentro que les da un sentido difícil de adivinar de otra manera: cuando lleguemos a la fiesta tendremos que sacarnos los trajes. Leemos en Eclesiastés (VII-1): “Mejor es el buen nombre que el buen ungüento, y el día de la muerte que el día del nacimiento”. Nadie sabe a ciencia cierta ni cuándo ni dónde tendrá lugar la celebración de esta fiesta, y casi nadie sabe que cuando vayamos a entrar en ella estaremos obligados a desnudarnos, o sea a sacarnos el disfraz. Tendremos que quitarnos los trajes que trajimos porque el traje, de trahere, es algo que se trae, no algo que se es. Es más, con trahere también podemos asociar el verbo francés trahir, “traicionar”, y la palabra española “traición” deriva etimológicamente de la traditio latina, “tradición”. Lo atávico, de atavus, “tatarabuelo”, puede relacionarse con el atavío y la capa es un símbolo de la tradición. En la misma palabra “hábito” ya encontramos la idea de “repetición”, de “automatismo” o de “costumbre”; quizá esta idea quede más clara en el francés con habit “vestido” y habitude “costumbre”, y con costume “traje” y coutume, “costumbre”. Todos nuestros trajes, costumbres, vestidos y atavíos no son más que meros disfraces que usamos en este mundo pero que no nos servirán en el otro. La etimología de disfraz es altamente reveladora si pensamos que “disfraz” procede de un verbo latino que significa “pulir”, “frotar”, “restregar”. Este “pulimiento” es un trabajo arduo y silencioso que consiste en lavar, en purificar el alma. El verbo “mudar”, que se puede aplicar indistintamente a cambiar de lugar o cambiar de ropa, nos enseña sutilmente que cuando nos hemos revestido de opiniones, costumbres, certezas o creencias, nos hemos instalado en ellas como si fueran un lugar, y ese no es el lugar del alma. El lugar del alma es la fiesta sorpresa a la que todos estamos invitados. De alguna manera, en esta fiesta sorpresa se nos está despojando de algo. Despojar procede del latín despoliare, sacar el pellejo. No olvidemos que la palabra “ropa” procede de una antigua raíz germánica que significa “robar” y que “saquear” viene de “saco”, que es como en Latinoamérica se denomina a lo que nosotros llamamos “americana”, y que procede de “sacar”, “quitar”. JULI PERADEJORDI - Artículo*: Zohar - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas Pueblo (MIJAS NATURAL) *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
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