EGIPTO Y LA INICIACIÓN En el curso del próximo viaje a Egipto, entre el 20 de septiembre y el 3 de octubre, y sobre el que encontraréis la información en otra entrada de hoy, voy a incidir principalmente en los ritos iniciáticos vinculados a los nueve templos en los que se celebraban. Tres de ellos hoy ya no existen, pero los otros seis los visitaremos. Esto será una ampliación sobre cursos anteriores por lo que los temas principales que imparto habitualmente también serán tratados. Pero para situar este tema en su contexto, es necesario plantear algunas premisas previas. Es mucho lo que se ha escrito respecto a este concepto de iniciación y a su significado. Una buena parte de toda la literatura al respecto descansa sobre la fantasía ya que si una iniciación no es real, no puede recibir ese nombre. Si una iniciación es “simbólica” entonces sabemos que no es real, es decir, que no es operativa. Una iniciación es y está “viva”. Este concepto de iniciación, al menos en Occidente, nos viene del antiguo Egipto que toma como referencia las tres iniciaciones vitales que todo ser humano experimenta solo por el hecho de participar de la existencia. Una era de la Isis, otra la de Horus y otra la de Osiris. Cualquier iniciación parte y se referencia en una de una de estas tres. Como veremos a continuación, estas tres iniciaciones vitales no pueden ser más reales. En ellas actúa el trabajo de las inteligencias vegetativas asociadas a los sucesivos procesos. En la iniciación espiritual, si es auténtica, se “despiertan” las inteligencias asociadas a ese proceso particular y que afecta a los órganos espirituales vinculados a la nutrición, al crecimiento y al fruto que al final se obtiene. Exactamente igual que en lo que se refiere a lo orgánico. En el paso de niño a hombre la inteligencia natural asociada al proceso lleva a la producción de semen y a su emisión. Sin él no podrá llegar a ser padre. No se puede tener semen y eyacular de modo simbólico. La primera iniciación es aquella que nos permite iniciar el camino de la existencia cuando nuestra madre nos da a “luz”. Vamos de la oscuridad (el vientre) a la luz; se abren nuestros ojos a esa luz; se abre nuestra boca a una forma de acceso al oxígeno diferente; y con la toma del pecho de la madre, se inicia una nueva forma de nutrición: ahora ya no son necesarios ni el cordón umbilical ni la placenta, en cambio se activa toda la estructura digestiva. Lo mismo pasa con los pulmones. El paso del vientre materno a la vida lleva implícito unos cambios orgánicos notables de adaptación a elementos nuevos. Exactamente igual que en el nacimiento a la vida espiritual. Esta es la iniciación de Isis. La “casa” de esa iniciación era el templo de Philae. Cuando hay una iniciación real, que no simbólica, se asemeja a ese paso natural de nacimiento. Básicamente los ojos del iniciado se abren a la posibilidad de alcanzar a ver con una nueva luz y, sobre todo, se nutre de la sustancia divina y se activa una nueva formulación de la estructura orgánica que empieza a funcionar de otra manera al despertarse nuevos órganos de recepción. Esta es la iniciación de Isis. Es la Vida la que de modo natural lleva a cabo ese proceso sagrado cuyo oficiante, la sacerdotisa, es la madre y, por tanto, su función es también sagrada: ha sido capaz de dar a la luz a una criatura. La segunda iniciación vital es la de Horus, el hijo de Isis. Es aquella que se produce en el paso de una criatura inmadura sexualmente a una criatura madura sexualmente. Criatura que, en unión de otra criatura similar que no idéntica, es capaz de producir vida. En el ámbito orgánico se produce a través de una maduración vegetativa que, poco a poco, va definiendo las características propias de cada sexo con el fin de la perpetuación de la vida. Una criatura se encargará de la maduración y aporte de la semilla; la otra se encargará de poner a disposición una compleja y especializada estructura que pone el “terreno” y que permitirá que esa semilla se nutra y crezca. Esa iniciación se muestra en ellas a través del sangrado que dice al mundo que esa criatura está lista para ser madre. Ese paso lleva implícito dejar ya a su propia madre y seguir su propio recorrido en un cambio de vida definitivo que implicará el encuentro del padre de sus hijos. En el caso de él se muestra a través de la primera eyaculación y, al igual que ella, le exige dejar a su madre y buscar a aquella que será la madre de sus hijos. En Egipto, Horus dejaba a su madre en su templo de Philae e iba a la busca de Hator en Dendera. En términos cristiano es el paso de María madre a la Magdalena esposa. La nueva criatura que nace de la maduración sexual que va acompañada de manifiestos cambios físicos, se hace a partir de ese momento, responsable de su “creación”, de sus actos como ser maduro y adulto. En Egipto, esa madurez “en luz”, susceptible por tanto de crear, se producía en el templo de Edfú. Reconocido como maduro y fuerte, iba al encuentro de Hathor cuya residencia estaba en Dendera. En toda sociedad se han celebrado estos “ritos de paso” desde la niñez a la edad adulta. A su vez, este paso significaba un pacto con Dios que en el antiguo Egipto se hacía mediante la circuncisión. Ese derramamiento de una “nueva sangre”- en las niñas esa efusión era natural- significaba un pacto con Dios pues esa nueva participación en la vida como una persona ya biológicamente diferente se ponía bajo la ley divina. Este ritual de Horus a su vez, estaba dividido en tres partes. La primera ya mencionada del paso de la niñez a la edad adulta; las “bodas”, también llamada hierogamia o unión de las dos criaturas susceptibles de crear vida y, en su momento el nacimiento de la nueva vida que también representaba una iniciación para la madre. Así mismo, todo ritual de investidura, es decir, la incorporación de una nueva cualidad susceptible de convertirse en funcional y operativa, pertenece a Horus. Los principales rituales de investidura eran la entronización y la coronación del faraón y su reconocimiento solar episodios que son reflejos de hitos en el recorrido espiritual. En la antigüedad había diferencias lógicas en los ritos de Horus-Hathor si se realizaban para hombres o para mujeres. La tercera iniciación de la que participa todo ser humano es la de la muerte. Esta es la iniciación que pertenece a Osiris. La muerte es también un paso de un estado a otro nuevo en el que se pueden incorporar, o no, las nuevas adquisiciones logradas por la participación en la existencia orgánica. Es por ello que en este paso, dado que puede significar un nuevo nacimiento- el llamado por los egipcios segundo nacimiento-también participa Isis. La “casa” de esa iniciación, última en el ámbito de la existencia, era el templo de Abydos. Ese paso iniciático semejaba a un nuevo nacimiento, por ello se le dotaba al difunto de un nuevo “cuerpo”- la momia con la “piel” de las vendas- y se le procedía al rito de apertura de ojos y boca además de proporcionarle las ofrendas para que se nutriese durante su viaje. Como tantas veces se ha repetido los egipcios siempre tomaban como referencia el único libro viviente, es decir, la Vida. Obviamente lo que cambia es la percepción a partir del despertar de más sutiles órganos de percepción : desde la inteligencia de Thot, el señor del ángulo recto y desde la capacidad de percibir la “luz” del ojo de Horus. En ambos casos bajo el principio de que solo lo igual reconoce lo igual; la inteligencia es reconocida por la inteligencia; la luz es reconocida por la luz. Y el punto de partida es la sencillez que proporciona vivir según maat. Ese famoso principio de equilibrio, orden, justicia y ley. Este relato es muy escueto pero creo que proporciona un marco adecuado para comprender de un modo más correcto todo lo referido a la iniciación. Artículo*: Sebastián Vázquez Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas Pueblo (MIJAS NATURAL) *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.
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