Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

lunes, 12 de febrero de 2024

PRÓLOGO a  SEPTENTRIONIS  LUX  I. Tradición, Identidad, Metapolítica y Simbolismo, de Joan Montcau


PRÓLOGO a  SEPTENTRIONIS  LUX  I. Tradición, Identidad, Metapolítica y Simbolismo, de Joan Montcau

     Me cabe el privilegio de prologar esta egregia obra que nos brinda Joan Montcau. Reconozco que en relación a otros posibles prologuistas obro con cierta ventaja, pues puedo jactarme de la profunda y prolongada amistad  que mantengo con el autor y que ya llega, en el tiempo, a lo hemisecular. Piso, por ello, sobre seguro de no errar si hablo de la enorme formación que atesora, pues sé de lo ávido lector que siempre ha sido y de la ingente lectura que se ha echado al coleto desde que le conozco. Pero no ha leído al tuntún, no ha leído por el mero placer de leer. El divertimento no ha sido nunca el objetivo de sus lecturas, sino la información y la formación. Las lecturas no lo han encontrado a él sino que él las ha buscado. Ha sido selectivo con ellas. Cierto es que en múltiples ocasiones se puede aplicar aquello de que no existen las casualidades sino las causalidades y es así que, en referencia a lo que nos trae ahora, a veces de forma inesperada nos cae entre manos un libro que no andábamos buscando pero que se ajusta a lo que normalmente vamos buscando o a lo que nos gustaría encontrar.

     Hemos seguido, Montcau y el que esto escribe, rumbos que podríamos calificar como de paralelos y es por esta razón por la puedo afirmar que nuestro autor empezó, ya de jovencito, a adherir a movimientos políticos que reivindicaban un tipo de hombre regido por valores como el honor, la valentía, la lealtad, la fidelidad, la disciplina o el espíritu de servicio y de sacrificio y que no le faltó tiempo para buscar el enmarcarlos en una cosmovisión consecuente con ellos. Una cosmovisión, a la postre, que no podía sino tener un basamento Trascendente, por lo que al toparse con la obra legada por el maestro italiano Julius Evola supo, de inmediato, que no otra que la Tradición Perenne y Sapiencial podía ser esa cosmovisión que anhelaba encontrar y hacer intrínsecamente suya.

     Rememorando el título de ese gran trabajo que Adriano Romualdi le dedicó al maestro transalpino, Julius Evola: el hombre y la obra, puedo afirmar, por lo apuntado líneas arriba, que conozco, en Montcau, ‘al hombre y a la obra’ y que por este motivo el tener que leerla para poder redactar su prólogo supuso en mí toda una especial satisfacción al estar convencido que su contenido no me iba, en absoluto, a defraudar sino todo lo contrario; tal como, en efecto, ha sucedido.

    A su formación adquirida con la ingente lectura de libros, ensayos y artículos se une su capacidad de observación de los parajes y monumentos que, en su incansable afición, visita asiduamente y se unen, asimismo, sus dotes para escudriñar lo que la mayoría no es capaz de percibir pero que él sabe encontrar e interpretar de acuerdo a sus vastos conocimientos en dominios como el de la simbología Tradicional o el arte sacro. Su sed de conquistas de nuevos, valga el oxímoron,  horizontes verticales no tiene límite y de la puesta por escrito de esas conquistas nos deleitamos todos aquellos que adherimos a la Sophia Perennis.

    En la obra que nos ocupa podemos, como se ha apuntado ya, ver el sello indeleble del gran intérprete italiano de la Tradición, pero Montcau hace gala de sus múltiples conspicuas y acreditadas fuentes y, así, como comprobará el lector, no faltan las referencias y las citas a primeros espadas del Tradicionalismo Integral tales como, claro está, un René Guénon o un Frithjof Schuon, un Mircea Eliade o, por poner solo algún ejemplo a modo ilustrativo, un Guido de Giorgio.

     El contenido de cada escrito del libro nos es preparado, a modo de cabecera del mismo, con ilustrativas y sugerentes citas de una multitud de fuentes y/o autores. Se agradecen, por otro lado, las notas aclaratorias que aparecen al final de los capítulos tratados y que en muchas ocasiones son de tal calado, empaque y casi consistencia propia que debemos darle la consideración de excursos.

    Uno de los vocablos que forman parte del título de este libro es el de identidad. Pues bien, quede claro que dada la formación Tradicional de Joan Montcau este concepto no responde única y principalmente a referentes de índole cultural o folclórico sino que anda indefectiblemente ligado a la determinada concepción que de lo Absoluto debe tener una comunidad que se precie de no ser pasto de las combustiones disolventes propias de la modernidad e indefectiblemente ligado, por ende, a los ritos, ceremonias y sacrificios sacros imprescindibles para que esa concepción de lo Alto no se limite al ámbito mental, devocional y/o especulativo sino que tenga un carácter operativo .

     Lo que realmente, desde la óptica de la Tradición Primordial, puede considerarse como identitario nos lo transmite nuestro autor en escritos como el que le dedica al Gorgoneion (cabeza de la mitológica Medusa) de mármol encontrado en la localidad de Hospitalet de Llobregat. De semejante jaez es el que versa sobre el conocido como Altar de Hércules que se encuentra en la montaña de Montjuïc y en el que nuestro autor aprovecha, muy apropiadamente, para versarnos  sobre la fundación mítica de la ciudad de Barcelona. O por qué no, aquel otro en que nos escribe acerca del Valle de Nuria.

     Es recurrente en Montcau ese juego literario, que domina con maestría, consistente en alternar, a la hora de escribir, un estilo que convida a sumergirse en estados Superiores de conciencia que nos conectan con lo sutil y lo sacro con otro estilo directo, áspero, marmóleo por su contundencia y sin concesiones a la galería que contrasta sobremanera con el anterior y que utiliza cuando se trata de mostrar y denunciar las inmundicias que supuran por doquier en los tiempos terminales y deletéreos por los que nos ha tocado transitar. Este estilo rudo es utilizado como si de un martillazo se tratase con el objeto de poner en alerta al lector ante los peligros corrosivos y alienantes que nos acechan continuamente.

     Si en capítulos como el que dedica a la fundación mítica de Barcelona se nos presenta la urbe ordenada como reflejo del Orden macrocósmico y fundada según ritos sagrados, también en otros escritos denuncia a la ciudad moderna como paradigma de los procesos involutivos más descarnados, por lo cual no ha de extrañar que trate también, en otro capítulo, de la mística y metafísica del agro como para oxigenarnos esas mentes que tan compungidas han quedado con la descripción del vertedero humano en el que se ha convertido la ciudad.

     Esta reivindicación del genuino carácter del agro (no del estado actual de sus moradores, que no escapa tampoco a las debacles propias del kali-yuga o Edad de Hierro) la vierte Montcau con motivo de la recensión que de un libro realiza, pues nuestro autor nos obsequia con varias reseñas de interesantes libros …Y hablando de libros, aunque no se trate de otra reseña, nos viene a la mente el capítulo en el que también estudia ese género a veces poco comprendido en su dimensión profunda cual es el de la literatura fantástica.

     No dejando de lado el tema de lo decrépito y de lo ínferamente involucionado que resulta estar el mundo moderno (y más aún el postmoderno) Montcau sabe magistralmente poner en evidencia estos desórdenes y quiebras existenciales echando mano de la comparativa con lo que fueron las épocas míticas. Más aún, incluso dedica un escrito en el que presenta una enumeración de las características propias del Mundo Tradicional y otra de las que acarrea el espurio mundo moderno.

     En otro capítulo nos muestra cómo hace muchas centurias los libros sapienciales anunciaban, con enorme antelación pues, cómo estaría caracterizado el kali-yuga. Así nos lo muestra nuestro autor echando mano de esos textos del hinduismo cuales son el Linga Purana y el Vishnu Purana; textos que, desgraciadamente, no fallaron ni un ápice en sus más que negras descripciones de lo tendría que acaecer en esta siniestra medianoche del mundo.

     El cómo el mundo moderno se ha sumido en semejante oscuridad también nos lo explica Montcau con brillantez y de forma diáfana en un capítulo en el que habla de las dos fases que conducen a la profunda sima actual: la luciferina o prometeica y la demoníaca o titánica, en la que nos hallamos claramente inmersos.

     Obviamente estas dos fases representan la consecuencia última de un proceso involutivo mucho más amplio en el tiempo y que nuestro insigne escritor explica en otro texto centrado en la ‘doctrina de la regresión de las castas’, que desemboca en la hegemonía, que padecemos a día de hoy, del Quinto Estado: el propio del gregario hombre-masa individualista y atomizado.

    ¡Desolador, ¿no?, el actual panorama! Pero no hay que desfallecer, pues siempre, en los ciclos humanos, se dieron Edades de los Héroes que recompusieron sus rotos y desangelados mundos y Montcau no se ha olvidado de ello en la presente obra.

     Otra de las características de los escritos de nuestro insigne polígrafo es la de sus dotes pedagógicas, mostradas a la hora de no detenerse en los aspectos simbólicos o identitarios de aquello que nos está enseñando (obras arquitectónicas, esculturas, lugares de culto,…) sino de sazonarlos con didácticas exposiciones históricas que sitúan perfectamente al lector en el contexto adecuado. Cabe señalar, engarzando con las obras de arte, su reivindicación de la belleza en el arte …belleza que suele ser reflejo de la función sacra que en las sociedades Tradicionales siempre tuvo aquel.  No nos ha de extrañar, pues, que también realice Montcau una recensión de un libro que tiene por título el de Arte e ideología en el franquismo (1.936-51). El incomparable templo del Tibidabo tampoco podía escaparse a su estudio.

     Otra de las muchas virtudes de nuestro autor es la de la falta de sectarismo. El dogmatismo religioso no tiene cabida en una mente como la suya cuyos alcances van mucho más allá del mero exoterismo para adentrarse en las grandes Verdades esotéricas. Verdades que él sabe, con su agudeza característica, extraer ya sea de esta manifestación religiosa  ya sea de aquella. Así pues, Montcau se muestra muy lejos de caer en ciertas manidas controversias, muy caras en Occidente,  del tipo ‘o paganismo o cristianismo’. Muy al contrario, no atisba que una opción pueda ser excluyente con respecto a la otra y por ello tanto en las religiones y cultos precristianos como en el cristianismo nos saca a la palestra todo el trasfondo metafísico que les da razón de existir.  Cierto es que, acertadamente a nuestro parecer, ciertas manifestaciones  pretendidamente religiosas, como las que desembocan en lo que él denomina ‘fanatismo islamista’ (y que interpreta como una nueva versión del viejo  profetismo bíblico y de su arrebatador paroxismo), le resultan incompatibles con una visión realmente Trascendente de la vida y de la existencia.

     También le resultarán interesantes al lector los escritos que dedica a la, en nuestros desagradecidos y egoístas días, menospreciada ancianidad y a la, en nuestros superficiales e inmaduros tiempos, ensalzada e idolatrada juventud. Hubo otros momentos en los que la juventud no fue lo que es y dio muestras sublimes de sacrificio y de heroísmo. Montcau no se olvida de ello y en una de sus crónicas de actos conmemorativos nos recuerda la fundación del Frente de Juventudes, un 6 de diciembre, en la España de 1.940. No será, ni mucho menos, la única crónica conmemorativa con la que el lector se encontrará cuando bucee por las sugestivas páginas de este libro.

    Otro bloque de capítulos, si bien de forma salteada, con el que el leyente topará será el dedicado a diferentes personalidades que por su vida y/o por su obra han merecido la  atención de Montcau. Podemos mencionar a José Antonio Primo de Rivera (y tampoco faltarán escritos dedicados a su Falange y a la carga mística que representaba su fibra más íntima y esencial o dedicados al papel de esta organización en el Régimen del 18 de Julio o al Estado en sí surgido de esta fecha o, finalmente, a la dinamitación de la que, desde su mismo interior, este fue objeto), podemos, igualmente, hacer mención al gran naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, a Álvaro d’Ors (encuadrable en la llamada y a la vez gran desconocida ‘Generación del 48’, a la que, por cierto, Joan Montcau le dedica otro texto en el que la parangona con la Revolución Conservadora alemana; parangón en el que también incluye al grupo de intelectuales agrupados en torno a la revista Acción Española), podemos también recordar que nuestro autor escribe sobre el rumano Corneliu Zelea Codreanu (tampoco falta un capítulo sobre lo que representaron los fascismos históricos  u otro centrado en el III Reich) o sobre Gonzalo Fernández de la Mora o Adolfo Muñoz Alonso y el pensamiento tradicional español.  Ni que decir tiene que todos estos insignes personajes y los movimientos y regímenes políticos objetos de estudio han merecido la atención de nuestro autor, en algunos casos, por toda la carga metapolítica –a veces inclusive metafísica- que ha sabido ver y/o descifrar en ellos y, en otros casos, por la concepción Tradicional que de las formas de organización social y estatal-política defendían.

     Otro de los términos que integran el título del libro que nos ocupa es el del ‘simbolismo’. Si el símbolo, el mito y el rito posibilitan la apertura a dimensiones Superiores de la realidad bien ha hecho Montcau en llevar a cabo el espléndido despliegue que del tema simbólico ha realizado, con una prestancia enorme, en multitud de los trabajos incluidos en esta su obra. No en vano el símbolo es el elemento sensible que más cerca está de lo Suprasensible. El lector tendrá la oportunidad de conocer sobre el simbolismo del  3, del 5 ó del número 12, de la caverna, de la montaña, de la piedra, de la casa, de los mares, de la barca, de las llaves, del toro, del león, del águila, del lobo, del burro, del pez, del Sol, de la luna, del otoño, del Corazón de Jesús o la de muchos símbolos que se pueden encontrar, de forma especial,  en los cementerios; tales como el ancla, el ángel, la vela, la cadena con eslabón perdido, la corona, la puerta, las manos, el reloj de arena, la antorcha, la bola, el libro abierto, la mariposa, la calavera, el huso y las tijeras, la esfera y las alas, el olivo, el roble, el laurel, el ciprés o la adormilera.

       Tras todo lo expuesto en este prólogo no nos queda más que conminar al leyente a sumergirse en las enseñanzas que nos obsequia Joan Montcau sobre lo Sacro, lo eterno, lo imperecedero y sobre sus manifestaciones o sus aproximaciones en el mundo de aquí abajo.

EDUARD ALCÁNTARA

eduard_alcantara@hotmail.com

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