
بسم الله الرحمن الرحيم

Por la gracia y la solicitud divina llegamos de nuevo a otro fin de Ramadán, y después de un mes de ruptura de los hábitos de nuestra vida diaria, volvemos a la rutina normal, incluida la discusión sobre cuando empiezan los meses lunares y cuando terminan.
Aunque mi impulso inicial era criticar el criterio y anuncio de la FEERI y la CIE de las fechas de final de Ramadán y la festividad de la ruptura del ayuno, el ‘Id al-fitr, ha surgido una cuestión que creo más profunda. Debo aclarar que ni soy alfaquí ni experto en hadiz, y que lo que aquí sigue no es bajo ningún concepto ninguna reflexión vinculante ni pretende enmendar a quienes eligen usar un criterio astronómico abiertamente como Turquía o quienes lo hacen de manera opaca como Arabia Saudí.
En los últimos días de ayuno empecé a leer el capítulo sobre el ayuno del Sahih al-Bujari en la traducción de Abdul Gani Melara editada por Madrasa Editorial. El hadiz número 931 dice así: De Ibn Umar (hijo de Umar), que Allah esté complacido con ambos, del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, que dijo: “Somo una umma [comunidad] ummiya, no escribimos ni calculamos, el mes es así y así: unas veces veintinueve y otras treinta”.
En este hadiz la clave es el significado de ummi, que el traductor ha elegido dejar en árabe y que en la nota al pie señala que es no instruida, iletrada. Efectivamente, uno de los sentidos de ummi es iletrado, pero no tanto en el sentido de analfabeto, sino que no se ha dedicado al estudio, a la lectura. Pero aquí el propio Profeta aclara el significado diciendo que son los que ni escriben ni calculan, o sea, no hacen cuentas. Y con respecto al mes unas veces lo hacen de 29 y otras de 30. Hay que tener en cuenta que antes del Islam en Arabia, como en muchos otros lugares, solían haber meses interpuestos o que variaban de días (de ahí nuestro febrero, que es más corto y se le añaden bisiestos), para hacer ajustes en el desfase entre el año solar y el año lunar. Esta práctica quedó abrogada por la revelación del Corán (9:36):
إِنَّ عِدَّةَ الشُّهُورِ عِندَ اللَّهِ اثْنَا عَشَرَ شَهْرًا فِي كِتَابِ اللَّهِ يَوْمَ خَلَقَ السَّمَاوَاتِ وَالْأَرْضَ مِنْهَا أَرْبَعَةٌ حُرُمٌ ۚ ذَٰلِكَ الدِّينُ الْقَيِّمُ ۚ فَلَا تَظْلِمُوا فِيهِنَّ أَنفُسَكُمْ ۚ وَقَاتِلُوا الْمُشْرِكِينَ كَافَّةً كَمَا يُقَاتِلُونَكُمْ كَافَّةً ۚ وَاعْلَمُوا أَنَّ اللَّهَ مَعَ الْمُتَّقِينَ ﴿٣٦﴾
“El número de meses, para Dios, es de doce. Fueron inscritos en la Escritura de Dios el día que creó los cielos y la tierra. De ellos, cuatro son sagrados: ésa es la religión verdadera. ¡No seáis injustos con vosotros mismos no respetándolos! ¡Y combatid todos contra los asociadores como ellos también combaten todos contra vosotros! Y sabed que Dios está con los que Le temen. (Traducción de Cortes).
¿Qué sentido puede tener esto en una situación como la actual, donde todo lo podemos calcular y podemos saber lo que está ocurriendo en la otra punta del mundo mejor que en nuestra propia casa? Pues el sentido de que esta es una comunidad ummiya, sencilla, que no necesita de elaboraciones para poder practicar su religión. De echo, se basa en aquello que cualquier ser humano puede percibir con sus propios sentido y una mínima conciencia de sí mismo. Así el pilar que más frecuentemente practicamos, en la oración, sigue los signos más evidentes del paso del tiempo que contemplamos: la alternancia del día y la noche. No en vano, la llamada a la contemplación de los signos de los cielos y la tierra es la llamada más común de Dios al ser humano para que reflexiones sobre sí mismo y sobre la unidad divina.
هُوَ الَّذِي جَعَلَ الشَّمْسَ ضِيَاءً وَالْقَمَرَ نُورًا وَقَدَّرَهُ مَنَازِلَ لِتَعْلَمُوا عَدَدَ السِّنِينَ وَالْحِسَابَ ۚ مَا خَلَقَ اللَّهُ ذَٰلِكَ إِلَّا بِالْحَقِّ ۚ يُفَصِّلُ الْآيَاتِ لِقَوْمٍ يَعْلَمُونَ
Él es Quien ha hecho del sol claridad y de la luna luz, Quien ha determinado las fases de ésta para que sepáis el número de años y el cómputo. Dios no ha creado esto sino con un fin. Él explica los signos a gente que sabe. (10:5, tr. Cortés)
Por eso el mes comienza con la visión del primer día de creciente, y no con la luna nueva, que por definición no se ve, a no ser que haya un eclipse de sol. Porque este es un signo visible por el ser humano. No la situación de ocultación que tiene la nueva nueva, que queda anulada por la luz del sol, sino por el nuevo reflejo de la luna tras su desaparición, su nuevo ciclo tras haber desaparecido ante el sol radiante. “Y en ellos hay signos para aquellos que reflexionan”.
Feliz fiesta de la ruptura y quiera Dios aceptar nuestro ayuno y nuestras oraciones de este mes de abstinencia y oración, por Su inmensa Misericordia y la nobleza de Su bienamado profeta Muhammad.
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