
Crucifixión del Chullpa tullu
Extracto de El Pez de Oro: retablos del laykhakuy (1957)
Gamaliel Churata
—Tu estado vuelve a inspirarme temores. Sostengo —me dijo el joven sabio— que la coca
usada habitualmente acaba por destruir la razón humana, y, ala postre, la sutituye por la “razón” del
bruto. Fíjate: los Inkas la vedaban al pueblo. ¿Por qué? Porque eran sabios.
—¡La razón del brujo! Oh, para el hombre vedada trascendencia del ente… Ja, ja, ja…
Porque eran sabios kukanis, doctor Fausto. Permíteme asumir defensa por la vieja Mama Kuka.
Cuando los Inkás alimentaron piedad por el plebeyo (si el Imperio los tuvo, lo que me permitiría
poner en tela de juicio), que, postrado, descalzo, sujeto al lomo el khepi, signo —anótalo— de
vasallaje en el sentimiento del trabajo, del cual, aklla, kamayok, Inka, estaban eximidos, esperaba su
mandato! veredicto, o perdón, extraían de la chuspa, y se las brindaban, unas pocos hojitas de la
hierba sagrada. Habían sido arrastrados a la conmiseración o amaban al hijo, que eso era el
runahake para ese magnánimo, aunque en ocasiones severo emperador. La coca torna sereno al
empayorecido; valeroso y estoico al tímido y renuente; sabio al torpe. Y a quien la asimila le permite
alcanzar en Ia tensión vital vibraciones de una plenitud en orden. El organismo es poseído, nó de ebriedad, sí de aplomo (se le llama estupidez” “la razón del bruto”); no sé si decirte que de temple de
cuerda musical. Lo cierto es que el hombre sábese nutrido en necesidades primordiales.
—No sólo la coca; ésa la amenaza de todo alcaloide. Origina estados ficticios en que el
hombre escinde la realidad a costa de los principios raciones de su naturaleza, que deben ser los
fundamentos de su legítima plenitud.
—Espera: no me atropelles. Me aconsejaré de la coca. Tal dijo el auki Manoilito Allka,
cuando zamarros de la aldea pretendieron que debía enajenar terrenos de los hijos de su hermano,
huérfanos entregados a su exclusiva providencia: (Máxima: Si las propias facultades limitan al
hombre, acuda a interrogar a la vida). Apoyado a la perka del uyu, se acluclilló. chakchó su kukita; y
sólo cuando se supo sabio, habló. Se había aconsejado de la vida, que la coca parteaba de su
rectitud moral, diré, de una rectitud, ancestral. Medita en su razonamiento.
“No queda en. Utawilaya —dijo— ninguno de los awichus para que decida si debo consentir
en que estos pequeñuelos sean despojados de la heredad de su padre, que, para ellos, me encargó
cuidar. Sólo a esa autoridad correspondería el fallo que yo acatara. Pero en Utawilaya queda otro
anciano con ese derecho que este kolli; él ha visto nacer y morir a los Allkas. Le consultaremos; y si
no contesta querrá decir que han entrado ladrones.”
En innumerables hechos como éste me fundo para creer que ni el valor nutritivo de la coca,
ni el espíritu del pueble indio, han sido comprendidos. De la coca, afirman, y tú entre otros, ha
bestializado al indio; del indio que integra un hato de bestias… Soberbias orejas, doctor Fausto…
Pachakutek; que cobra fama con Lloke Yupanki, si la memoria no me engaña, de uno de los más
kukanis de los Inkas (“gran mascador de coca”, dice el Cronista), fue tan sabio como Licurgo, tan
filósofo como Marco Aurelio, tan sensitivo como Adriano, y Conquistador digno de hombrearse a
Filipo o Ciro. Caben en un puño sus máximas; pero la experiencia de los hombres que ellas acusan,
ya nó. ¿Si Ia kuka hace posible tal iluminación psicofísica, cómo puede embrutecer? El auki en el
ámbito de su mundo tiene mayestática de Loja; y su agudez inspira la certidumbre de que los
mestizos podremos penetrar en la interna sabiduría de su palabra sólo cuando valores, internos
también, nos confieran la aptitud necesaria para insumirnos en su profundidad. Eso es cultura y sólo
esa patria. Cuando estos fenómenos se observan como propios de un grupo humano, las
concIusiones huelgan: no se trata de seres abyectos; sí de naturalezas aplastadas por el cieno. Tal
el fundamento que me permite sostener que el radio de la capacidad mental del indio no puede ser
circunscrito y menos limitado. Y es que los fenómenos del metabolismo tienen otro punto de partida
que el proceso de la nutrición; y que el hombre nada espere sino de lo que deglute, digiere y asimila.
La sabiduría del Inka es hija de la coca; la coca el Cirineo de su esclavizado pueblo.
No se han preguntado nuestros sabios en qué proporción la coca, suministra calcio, fósforo,
hidratos de carbono, proteínas, vitaminas; y si “ingresando este aporte al organismo en estado
natural”, acrecienta o nó su “índice nutritivo”. Su toxicidad; que no puede ser negada, resulta ínfima.
Pero, la bromatología enseña que pocos son los alimentos —mejor, ninguno— que revele toxicidad
cero. Alguna base, fundamental de la nutrición es suministrada por la coca. Ciertamente, ella no
hace erudito del hombre; pero suscita en él genio infuso que le permite sortear sus problemas con
uno a modo de rigor frío y solemne, casi, diría, con el instinto demoníaco de la rectitud.
Que los Inkas no adquirieron en, el laboratorio el conocimiento del valor alimenticio de la
coca, es axioma del docto Pero Grullo; pero lo experimentaron a través de los siglos, y nó ellos en
cuanto gobernantes de un imperio que nacía, historiológicamente, con posterioridad al .Mesías, sino
en cuanto herederos de un complejo histórico, descubriendo que si suprime el hambre —lo que no
está probado; y yo rechazo— no es porque narcotice la víscera estomacal, si porque nutre en
proporción todavía no estimada. Estuvieron en el secreto de las reacciones psíquicas y somáticas
que gobiernan en el hombre, y en ellas sustentaron el realismo de su política; realismo nó de
regalías y si de beneficio de la realidad. De esto tendríamos mucho que hablar. Explicase así que el
Inka pudiese servirse en el Kosko pescado del día traído del océano, sin más que su maravilloso
motor de explosión sanguíneo, el cual, como todos sabemos, no se alimentaba con ” destilaciones
dionisiacas: con hierba en estado de virginal naturaleza: la coca. He aquí que si de trasladar las
moles de sus gigantescas fortalezas se trataba, regia la música (alcaloide también para algunos
moralistas); mas ella el Petróleo. Indudablemente, el Inka era un semidios. Europa le sorprendió cuando con masa caótica modelaba imperio regido por el dios-hombre, incatalogable hasta hoy en
las nomenclaturas sociológicas, que, al último, era el hombre-estado. Si entiendo bien, y pocas
cosas me salen rectas, animal quebrantado como soy, nada semejante en la historia del hombre se
conoce.
Por esto era reservada la coca para el Inka; porque se la consideraba alimento sagrado, si,
además de nutrir, excita la vibración de las fibrinas alimenticias, originando centelleos calóricos que
hipersensibilizan los nervios a la medida solamente de los semidioses en su penoso destino de abrir
rutas al camino del hombre. Tema el runa kake, maíz, khinwa, papas, okas, todos los productos de la
tierra; y ellos le bastaban para ser aguerrido, disciplinado, saludable.
Nada de paraísos artificiales; si paraísos, objetivos, tozudamente táctiles Acá no tienes que
invocar el fantasma del haschich indú, el opio chino, la mujer divorciada, la cocaína cosmopolitana,
heroína, y menos secuelas de irritabilidad, delirio de persecución, disasociaciones, afagias. E
infórmate, si lo ignoras: el indio en el seno de su mundo es behaviorista; y que es behaviorista el
contenido de la moral inkaika; si en nada finca el valor del hombre, como no sea en la austeridad de
la conducta, en el respeto por la palabra comprometida, en la religiosa intangibilidad que cultiva por
el “tuyo” y lo “mío”. Digo, del indio en su mundo; nó en el de la sevicia mestiza.
Todo lo contrario del toxicómano.
El kukani será un buen animal, y no le verás en sanatorios, ni cárceles, por kukani; menos
que por akullikar hubiese estafado, o brindado su mujer a cambio de una libra de coca, como
exquisitos civilizados por una ampolleta de estracto de belladona hacen con notoria frecuencia.
Cuando higienistas de buena fe le predicaron que era dañina a la salud, mascadores de coca
centenarios prescindieron de ella sin fatiga ni torturas nerviogas. Si definitivamente le faltare, le
restará convencerse que tiene las uñas qué roer. Es desde este ángulo inesperado que se
comprende la revelación que hombres de ciencia europeos hicieron al afirmar que la coca, además
del alcaloide, posee sustancias vitalizantes; en “escala verdaderamente integral”.
Explicaron la causa para la supervivencia del pueblo indio a través del medio milenio de
metafísica trascendental con que se le ha flagelado.
Más info en https://ift.tt/zUHRQvF / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas. #Menadel #Psicología #Clínica #Tradicional #MijasPueblo
*No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario