
Requiem… Non nobis
Luego de comentar los cinco primeros capítulos del Laude Novae Militia de San Bernardo, nos toca ahora enfrentarnos a los capítulos en donde el Santo inicia un recorrido por la geografía de lo que será el “teatro de operaciones” de la milicia de Cristo.
Pero este recorrido no solo ocurre en la geografía física sino del mismo modo en la geografía espiritual, y es que los siguientes capítulos claramente encierran un significado mas profundo <, los capítulos… guardan otro tipo de información. En ellos se encierra, creemos una enseñanza secreta: el caballero del Temple no debe quedarse en lo externo, sino penetrar las apariencias , que Bernardo asocia al pan o a la carne y nutrirse con el espíritu>>[1]
Por tanto, nuestro santo escribió con una profundidad destinada a aquellos capaces de desentrañar su significado más sublime. Dado que este sermón estaba dirigido específicamente a los Templarios, es evidente que en las filas de la Orden ya había miembros con el nivel necesario para comprender y exponer las profundidades de lo enseñado por nuestro santo.

En otra parte, San Bernardo nos dice:
<<A vosotros, hermanos, deben exponerse otras cosas que a los mundanos, o al menos de distinta manera. A ellos se les debe ofrecer leche y no comida, quien en su magisterio quiera atenerse al modelo del Apóstol… Enseña con su ejemplo a presentar alimentos más sólidos para los espirituales, cuando dice: «Hablamos no con el lenguaje del saber humano, sino con el de la enseñanza del Espíritu».>>[2]
Ante esto, cualquiera podría preguntarse: ¿Está el santo hablando de un saber esotérico? Lamentablemente, todo lo relacionado con el Temple ha sido envuelto en un supuesto halo de esoterismo absurdo e incluso de ocultismo rancio. Desde el siglo XVIII, y debido a la masonería, el Temple se ha convertido en un lienzo sobre el cual se puede proyectar cualquier vestimenta esotérica sin que nadie pueda negarlo u oponerse. Se le ha señalado como seguidor de maniqueos, cabalistas, sufistas, gnósticos e incluso de los misterios griegos y orientales.
A estos desvaríos se suma la sentencia de los perennalistas guenonianos, quienes afirman que el cristianismo (católico) es una religión completamente exotérica y, por tanto, no tiene nada iniciático que ofrecer. Pero, si esto fuera así, ¿cómo es posible que San Bernardo se exprese de esta manera? Antes de que se presenten aquellos que pretenden afirmar que tan digno santo y doctor de la Iglesia era un supuesto druida, es importante aclarar dos cosas:
Primero, el cristianismo (católico) es concebido por San Pablo como una buena nueva y, al mismo tiempo, como un misterio. Este Mysterium es la acción de Dios, que sigue Su plan eterno: un plan que procede de Su eternidad, irrumpe en el tiempo y el espacio, y vuelve a Su eternidad[3]. Esto lo señalamos para aquellos “cristianos” que niegan que nuestra religión contenga algún misterio y que, en su sentimentalismo (cercano al protestantismo), sostienen que en el cristianismo todo es claro y “transparente”. Tal afirmación no es más que una muestra de la mayor soberbia humana de nuestros tiempos. Desde la Encarnación hasta la Crucifixión hay un factor común: el Mysterium.
Segundo, Guénon y otros autores parecen demostrar una gran ignorancia sobre la fe cristiana al calificarla, sin mayor análisis, como una religión completamente exotérica, es decir, carente de un conocimiento profundo que pueda ser impartido. Este acto pasa primero por desacreditar a los místicos cristianos(quienes, por obvias razones, son la prueba de que en el cristianismo católico existe una penetración en la sabiduría de la Gracia que solo unos pocos han alcanzado). Luego, se utiliza para sentenciar su supuesta inutilidad para quienes buscan, según su definición, “ascender hacia los estadios superiores del ser” o “lograr contactar con fuerzas espirituales superiores”.
Nos parece evidente que Guénon y muchos perennalistas intentan justificar su gnosticismo a costa de desacreditar al cristianismo[4],ni tendría razón de haberlo. Sin embargo, lo que sí es claro es que el nivel de penetración en la sabiduría de la Gracia no es el mismo para todos. No es lo mismo el conocimiento de quien escribe estas líneas que el de Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Asís o Angelus Silesius.
Sobre este asunto, el profesor Jean Borella ofrece una perspectiva esclarecedora:
<<Así pues, es en virtud misma del privilegio de su función cíclica que la religión cristiana «ignora» la separación formal entre esoterismo y exoterismo. Esta «ignorancia» fluye de su propia esencia, en la medida en que realiza, durante la espera escatológica, la imagen anticipatoria de la religión de la segunda venida. Pero es solo una imagen de ella, lo que significa que, aunque en su forma misma tiene que reflejar de antemano la desaparición parusial de los dos ámbitos de toda economía tradicional, también tiene que seguir distinguiéndolos, ya no como estructuras formales de su economía carismática, sino como el efecto siempre preñado de la naturaleza de las cosas>>[5]
En otra partre de su mismo trabajo nos dice << no hay pruebas directas de una descendencia general de las enseñanzas y los ritos al orden exotérico, y las pruebas indirectas presentadas por Guénon no tienen el significado que se les atribuye>>[6]
Por tanto, el supuesto de Guénon es falso. Por otro lado, si bien no existe un esoterismo formal en el cristianismo, ni tendría razón de ser, sí hay un grado de saber —del que nos hablan San Clemente de Alejandría, Orígenes y otros— al que solo logran acceder aquellos que son escogidos por el Espíritu Santo, el verdadero exegeta y maestro de la hermenéutica de las Escrituras y la Tradición. No hace falta ir muy lejos para encontrar un ejemplo: el mismo santo al que estamos citando, Bernardo de Claraval.
A partir de lo dicho, queda claro que nuestro santo, en los capítulos restantes de su sermón, escribe para aquellos dentro de la Orden que podían alimentarse de esa carne (sabiduría) y que, a su vez, tendrían la tarea de dar a beber como leche a aquellos hermanos que aún no estaban preparados para enfrentarse a la profundidad de la Sabiduría de la Gracia.
Belén

Desde tiempos inmemoriales, el pan ha sido símbolo del alimento, la base casi unánime de la nutrición en los antiguos pueblos. San Bernardo inicia este recorrido por la geografía espiritual desentrañando el significado del nombre Belén:
<< Empezaremos por Belén, que significa «Casa del Pan», alimento de las almas santas donde comenzó a hacerse visible el pan vivo bajado del cielo, al darle a luz la Virgen. >>
El santo, entonces, relaciona el lugar del nacimiento del verdadero Pan, aquel que el hombre necesita para nutrir su alma. No es casual que la locación profetizada para este nacimiento sea homónima a la necesidad más profunda del ser humano. El mensaje es claro: aquel que es guerrero de Cristo debe alimentarse de un pan que en nada es físico.

El santo prosigue exponiendo la ignorancia del ser humano actual, lo que parece indicar que debemos ponernos en guardia, pues las líneas que seguirán han de poseer un doble o incluso triple nivel de significación:
<< Toda carne es heno y su belleza como flor campestre. El hombre, sin comprender la dignidad con la que fue coronado, se hizo como un animal que pereció y descendió hasta su nivel. >>
Pero para poder exponer en algo el significado de lo dicho debemos considerarlas con otras que dice el santo mas adelante, citando al evangelio comenta<< Las palabras que yo os digo son espíritu y vida; pero la carne para nada sirve[7]. Por eso, el que encuentra la vida en la palabra de Cristo ya no necesita su carne, y entra en el número de los que sin haber visto han creído. Tampoco necesita beber leche más que el niño, ni nadie se alimenta de él más que el jumento>>
El santo, en estos dos pasajes, habla de cómo el ser humano, volcado al mundo, es ignorante de las cosas superiores, las cuales fueron presentadas de manera clara y visible a todos con la Encarnación del Verbo. Aquel que, en su perfidia, se revuelca en lo más bajo de su ser es entonces igualado a un animal. Cuando dice <<descendió hasta su nivel>>, califica a quien vive en la ignorancia de Dios, señalando que no es verdaderamente humano, sino que ha descendido del reino del ánthropos al del animal.
Recordemos que, para nuestros antepasados, la vida en este mundo se dividía en cuatro reinos: el mineral, el vegetal, el animal y el superior, el del hombre. Por tanto, vivir en la ignorancia de Dios equivale a una vida meramente animal. Y estas palabras del santo recorren los siglos y llegan hasta nuestros días. Muchos se proclaman sabios y entendidos en ciencias y saberes, pero siguen siendo ignorantes; al rechazar a Dios deliberadamente o asumir su no existencia, por más títulos que posean, quedan relegados al reino de lo animado, pero carente de razón.
Lo que rompe la ignorancia es la Palabra del Verbo. Con ella, ya no se necesita su carne, ni lo visible, pues en la fe se entra en la bienaventuranza.
A continuación, el santo menciona la leche a la que se refería al inicio del capítulo del sermón y la asocia con algo más: el jumento. Esto nos remite inevitablemente al pesebre. Más allá de la presencia de José y María, Cristo nace rodeado de animales, entre ellos el jumento, símbolo del estado de la humanidad en el momento de la llegada de la Luz del mundo.
<<El buey y el asno no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del acontecimiento navideño.
En las representaciones medievales de la navidad, no deja de causar extrañeza hasta qué punto ambas bestias tienen rostros casi humanos, y hasta qué punto se postran y se inclinan ante el misterio del Niño como si entendieran y estuvieran adorando.
Pero esto era lógico, puesto que ambos animales eran como los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia, nuestro misterio, puesto que nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asnos cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor>>[8].
De allí, entonces, que aquel que, en su mundanidad, no es capaz de alimentarse de la Palabra se iguala al animal y desciende a su reino. Se puede decir, por tanto, que no es realmente un ser humano. En este sentido, las palabras del santo son una advertencia para el templario: la enseñanza que imparte San Bernardo parece apuntar a que la guerra que libra el Guerrero de Cristo contra el infiel también tiene un ámbito interno, quizás incluso más importante que el externo. Si el caballero no sale victorioso en esta batalla, quedará reducido a la condición de un animal, viviendo del pasto de la tierra en lugar de alimentarse de la sabiduría de lo alto.
¿Es esto solo una advertencia para los templarios o para todo aquel dispuesto a luchar por Cristo?
Creemos que esta advertencia cobra aún más relevancia cuando, al final del capítulo, el santo es redundante y enfático:
<<Quien no falla cuando habla es un hombre adulto, capaz de alimentarse con manjares fuertes. Aunque tenga que comerlo con el sudor de su frente, se alimenta del pan de la palabra sin traicionarla. Y puede hablar con seguridad a los perfectos sobre la sabiduría de Dios, explicando temas espirituales a los hombres espirituales.
[…]Porque el niño solo es capaz de rociar el bocado de los pastos celestiales, y el adulto la mascarilla. Por eso al niño solo le sirve de alimento, pero al adulto le da fuerza.>>
San Bernardo enfatiza la diferencia, pero no habla en términos gnósticos de perfecto y profano, como si la salvación dependiera del conocimiento o de su ausencia. No. Aquí se trata de la madurez en la fe. Por ello, habla del hombre como aquel ser humano maduro que puede enfrentarse a las verdades más profundas, las cuales, a través de la fe y por la gracia de Dios, lo llevan a la santificación, es decir, al perfeccionamiento. Es en este sentido que puede comunicarse con aquellos que han alcanzado el mismo grado de madurez. No se malinterprete: San Bernardo no habla de gnósticos ni para gnósticos, sino para aquellos que siguen a Cristo en la verdadera fe.
A la Orden del Temple se le han atribuido numerosas adhesiones a corrientes esotéricas, las cuales parecen más un reflejo del deseo moderno por la aventura en el misterio que otra cosa. Sin embargo, no es necesario recurrir a ideas rebuscadas para comprender que, desde su santo patrono, la Orden ya tenía el mandato de la búsqueda del saber, del saber de la gracia.
Entonces, ¿por qué insistir en un supuesto esoterismo inexistente dentro de la Orden, en lugar de abocarse al conocimiento que verdaderamente buscaba el templario? Insistimos: estas líneas fueron escritas para la Milicia de Cristo; por tanto, son una exhortación para que los caballeros busquen el saber que los convertirá en hombres capaces de alimentarse de los manjares fuertes del Espíritu.
Nazaret
Nuestro Santo en este capítulo nos llama la atención hacia la accion secreta de Dios:
<<Nazaret que significa “Flor”, la aldea donde fue creciendo el Dios que había nacido en Belén, a la manera como, en la flor, se fue desarrollando el fruto. Así precedió su aroma al sabor del fruto; su bálsamo perfumado embelesó el olfato de los profetas y llegó al paladar de los apóstoles>>

¿Por qué hablamos de la acción secreta de Dios?
En el simbolismo, la flor y la rosa representan el secreto. En diferentes tipos de organizaciones, la presencia de una flor indicaba que el mensaje a transmitirse estaba reservado solo para aquellos autorizados a escucharlo.
Por otro lado, en el texto citado, el santo nos explica cómo la acción de Dios se manifiesta como un bálsamo perfumado que embelesó a los profetas. Es evidente que el perfume no se puede ver, pero se percibe a través de otro sentido; de la misma manera actúa Dios sobre sus elegidos. Solo cuando el fruto estuvo maduro se presentó físicamente y fue alimento, no solo para los apóstoles.
Esto nos remite necesariamente a la vida secreta de Jesucristo, a esos mal llamados «años perdidos», en los cuales fue madurando aquel Cordero, pues su Encarnación tenía un único objetivo: la Cruz.
El santo llama la atención del templario sobre la acción de Dios, que el hombre ignora y cuyo modo de operar desconoce hasta que ve sus frutos. Es entonces cuando puede alabarlo. En su pequeñez, el ser humano es como el ojo que no puede ver el perfume, pero que, a través del olfato, capta su presencia.
Así, San Bernardo exhorta al templario a dejarse embargar y guiar por la voluntad de Aquel que es Dueño y Gobernante de todo, comprendiendo su acción a través de la toma del Divino Fruto.
<<Embriagado con unas gotas de aquel finísimo perfume, ávido de saborearlo ya por la emanación de tan agradable aroma, dejándose llevar por el mismo bálsamo, no descansó hasta tomar su fruto, ansiando palpar la experiencia plena de lo que ligeramente había presentado y degustar así, como algo inmediato, lo que desde lejos había percibido>>.
Pero el sermón del Santo cobra otro matiz: el de la advertencia contra la ignorancia de reconocer al Artista detrás del perfume de la flor, es decir, a Cristo mismo. Para ilustrarlo, pone el ejemplo del pueblo pérfido y deicida:
«El ropaje del espíritu es la letra y la carne del Verbo. Es lo que les pasa a los judíos, que ni ahora reconocen al Verbo en la carne, ni su divinidad en el Hombre.»
Es clara la necesidad de reconocer, dentro de su tripartición, la unidad del ser humano en alma y cuerpo y, en este caso, aún más la de Cristo mismo. No reconocerlo, además de conducir a la herejía—como ha ocurrido repetidamente en la historia con doctrinas como el arrianismo—puede llevarnos a la misma iniquidad en la que cayó el gran pueblo que, habiendo sido elegido por Dios en espíritu, se hizo miserable al negar al verdadero Mesías:
«Pero cuanto mayor sea la grandeza de Israel, que ha sido predestinado en el Cristo, tanto mayor ha de ser su fidelidad a Cristo. ¡Miserable este pueblo si llega a rechazar a Aquel que es su salud! Entonces seguirá siendo el primero, pero el primero en la iniquidad. Y todo cuanto más inicuo y perverso produzca el mundo, saldrá también de este pueblo.»[9]
El mensaje del Santo es claro: Templario, cuídate de la grandeza, porque, al igual que aquellos que no quisieron reconocerlo, puede convertirse en tu ruina. Solo 170 años después de escrito este sermón, se verían las consecuencias del actuar soberbio de la Orden en sus últimas décadas de existencia, que, con justificación o no, la llevaría al cadalso.
El Santo finaliza el capítulo—y con él cerramos esta entrada—advirtiendo sobre el misterio central de la Encarnación: la venida del Verbo para salvar al hombre con su sacrificio. Para ello, no solo fue necesario tomar carne, sino también asumir la apariencia del pecado, vivir toda la humillación y morir fuera de la ciudad como un ladrón, colgado de un madero que el Deuteronomio llama «maldito de Dios»:
«Porque no vino en carne de pecado, sino en semejanza de carne de pecado, ya que él no lo cometió, sino que vino a quitarlo. Se revistió de esas trazas con una sola finalidad, que no la ocultó: para que los ciegos le vean y los que lo ven se queden sin ver.»
Así, con estas palabras, el Santo da su última advertencia al Templario: guarda la tradición en la cual has nacido y vives, la verdadera religión, pues ella te ayudará a no ser como el ciego que no reconoce la razón de la llegada de Aquel que es toda Luz y toda Verdad.
Jhon Carrera
Deja un comentario
[1] (edicion Martin L., 1994) San Bernardo de Claraval Elogio a la nueva milicia Templaria. 1994. Todas las notas son tomadas de este trabajo.
[2] (Claraval, 2020)Sermones sobre el Cantar de los Cantares
[3] (Casel, 1997)The Mystery of Christian Worship
[4] De esto hablamos en otra entrada: https://unamiradaaltiempo.wordpress.com/2023/07/14/esoterismo-cosmologico-puntualizaciones/
[5] (Borella, 2004)Christ the Original Mystery. Esoterism & the Mystical way
[6] (Borella, 2004)
[7] Juan 6,64
[8] Cardenal Ratzinger : El pesebre. https://www.conferenciaepiscopal.es/el-pesebre-por-joseph-ratzinger/
[9] (Meinvielle) El Judío en el misterio de la historia
Más info en https://ift.tt/9fndXux / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas. #Menadel #Psicología #Clínica #Tradicional #MijasPueblo
*No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario