Masones operativos trabajando en su taller.
Nota preliminar. De nuevo, nuestro colaborador Jo Agnós Adelfós (M:. M:. venezolano) nos adentra en el simbolismo masónico sobre la base de ciertas analogías con la tradición griega y judeocristiana, dos de las corrientes sapienciales que lo nutren. En este caso se centra en el grado de Compañero, el segundo de la jerarquía iniciática de los tres que componen la Masonería heredera del Oficio de constructor. Grado que está asociado con el "laberinto" por su condición de intermediario entre la Tierra y el Cielo, de ahí su relación con los "viajes" (como los de Odiseo o Ulises) y las formas de purificación y sutilización que ellos contribuyen a generar en el proceso que conduce de las "tinieblas a la luz". Agradecemos la "originalidad" con que nuestro colaborador argumenta sus ideas, en el sentido de que beben del origen, del que ellas emanan y se difunden a través del rito, el símbolo y el mito.
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Jo Agnós Adelfós (Ὁ ἈΓΝΌΣ ΆΔΕΛΦΌΣ)[1]
“...más allá, el conocimiento del corazón del hombre…”
M.’.V.’.M.’.
“Cuando te mantienes en silencio, en ese momento eres lo mismo que era Dios antes de la naturaleza y de la criatura, que es de donde formó tu naturaleza y tu criatura. Entonces ves y oyes con aquello con lo que Él veía y oía por medio de ti, antes de que hubiesen tenido comienzo tu voluntad propia, tu visión y tu audición.” Jakob Bohme
Tres pilares asombran sobre el aumento de salario: a) El gesto de orden; b) La mirada ciclópea y c) La circulación antagónica.
a) El gesto de orden
En cuanto al primer pilar, a las luces del grado anterior, marcado es el contraste del gesto de orden del compañero.
En el 1er grado simbólico, el corazón está descubierto, ante la intemperie, pues los obreros felices trabajan en silencio, a cal y canto, bajo las fauces del gran León veraniego, es mediodía en punto. La mano derecha templada, en vigorosa escuadra, separa la cabeza del resto del cuerpo y la mantiene al margen, como lo expresa el Evangelio al recordar las terribles palabras de la gran bailarina seductora de Reyes, la hija de Herodías: Dame en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
Así pues, la mano del aprendiz se posa amenazante sobre la Venus Pandemos, que se domicilia en el primer fijo del ciclo anual, el signo más denso, el fijo de tierra[2], disciplinando la impetuosidad lógica, esa lógica que deriva del “LOGOS” de los antiguos griegos, que es orden, reunión, clasificación, pero también palabra, historia, cuento, por aquello que se cuenta y, de lo cual, pocas veces nos damos cuenta. El ángulo de la mano, junto al pulgar y al índice, catetos cuya hipotenusa invisible es suplida por la capacidad de tensión orgánica que el iniciado es capaz de operar.
Triángulo rectángulo pitagórico.
Triángulo en progresión de 3, 4, 5. El 3, cateto vertical, del nadir al cénit. El 4, cateto horizontal, expansivo, del centro a la periferia. El 5, hipotenusa, del cénit a la periferia, caída, tobogán, descenso a las aguas donde “los muchos” se divierten. Ese 5, reflejado, es también el sendero desafiante que conduce al iniciado a la cúspide de la sacra montaña, la vía estrecha.
Hipotenusa, hypoteinousa, hypo-teinõ-ousa, ¡Oh, Helena Ouk-ousa!. Hypo, abajo; teinõ, estiro y tenso; ousa, lo femenino sustancial. ¡Ton arton hemõn tõn epi-ousion!. ¡Oh, pan nuestro supra-sustancial!
Solo Odiseo pudo tensar el arco, “Bíos”, “Biós”. Una misma palabra con diferentes acentos marcan la diferencia entre "vida” y “arco”. En el primero, al acentuar la “i”, pongo la fuerza de mi voz pandémica sobre la vertical; en el segundo, al acentuar la “o”, afianzo a Pandemos sobre la rueda del Samsara.
En el 2do grado, con el signo de orden, ocultamos el corazón, en un descuido queda desprotegido un centro fundamental, hemos liberado a Pandemos, la cual fructifica y despliega su poder. Los catetos y la hipotenusa se disuelven, la geometría se ha perdido, cae la mano y se posa sobre el pecho con agarre felino, cercando al corazón con barrotes de falanges tensionadas. Garra sospechosa. El codo del otro brazo, ya no reposa soberano, se pliega, se contrae, evitando cualquier escape lateral del insaciable órgano batiente. La prisión, así fortificada, se extiende hacia la izquierda, con pretensiones de ascenso, para detenerse a la altura del rostro, de la persona, de la máscara, terminando en la flacidez de una mano, indecisa, inconstante, vulnerable, desarmada, que parece descubrir la cabeza, los sentidos, el discurso libre, la razón ordinaria, el entendimiento común.
El compañero, carcelero, potencial verdugo, se desplaza. Pero se atisba una ambigüedad en su postura, pues de repente, da la impresión de haber sido herido en el corazón.
Oh, compañero de labor ¿Acaso eres carcelero o prisionero herido?
Así pues, con el paso de la perpendicular al nivel, el conocimiento cierto del corazón, concebido en los silencios que se acuñan tras cada malletazo del “re-cuerdo”, fuerza nutricia de un aprendiz esperanzado, es abandonado. En búsqueda del poliédrico espejismo de la palabra, el compañero va impetuoso, plagado de frágiles certezas, numerosas como las espigas de trigo, sospechoso siempre sin saber por qué, como Edipo.
b) La mirada ciclópea.
En el segundo pilar, el compañero es un testigo peculiar de “mirada ciclópea”. Tiene a disposición un solo ojo, se encuentra perdido en 4 viajes iniciales, aparentemente libres y sin obstáculos, donde es exhortado, inducido y animado a leer 22 palabras. El alfabeto fenicio está compuesto por 22 consonantes, a partir de allí el sagrado arameo, el hebreo, el griego y las 22 figuras sagradas del hermetismo. Ámbitos donde “lo representable” llega a su mayor abstracción.
Así pues, “el caótico silencio” de la augusta iniciación contrasta con la “armoniosa palabrería” del aumento de salario. El compañero se encuentra abrumado, dominado, preso de las palabras, encarnación de pleonasmo humano.
En el viaje de retorno a Ítaca, “Odiseo Polytropos”[3], el héroe de astucia sin igual, se vio preso en el interior de la caverna, perteneciente al cíclope hijo de Poseidón, de nombre “Polyphemos”. El nombre de esta criatura de un solo ojo es una expresión griega compuesta (Poly & Phemos) que, en conjunto, significa “muchas palabras”. Es curioso que el héroe sea poseedor de un nombre y un epíteto, mientras que el cíclope, solo posee un nombre que es epíteto en sí mismo. Ambos epítetos, el del héroe (Polytropos) y el del cíclope (Polyphemos) tienen una morfología similar, su composición refiere una multiplicidad, solo que el epíteto del héroe evoca diversidad en actos, mientras el del cíclope evoca diversidad en palabras. Numerosos son, como las espigas de trigo.
La salida de la caverna por parte del héroe obedeció a 4 factores: I) La embriaguez de Polyphemos causada por Odiseo; II) El renombre peculiar del héroe; III) El enceguecimiento del cíclope a partir del vaciado de su cuenca ocular; y, IV) La ayuda del carnero.
La embriaguez del cíclope tiene lugar a través de la ingesta de vino puro. Se produce, por la misma vía de la palabra, a través de la apertura de la boca, pero mediante un acto pasivo de recepción. El cíclope participa en la ingesta de la quinta esencia, el vino no diluido. El cíclope es silenciado, se ve sumergido en el mundo de los sueños. Pero antes de dormir, Polyphemos le pregunta a Odiseo su nombre, y este le responde “Outis” o, según algunos textos, “Oudéis”; en ambos casos, se traduce por “nadie, ninguno, nada”.
La criatura duerme, ha degustado y saboreado, ha participado en el conocimiento directo sin poder digerirlo del todo. Es embargada por el sopor. Sabiduría, sabor, saber, sabroso, saborear.
De seguidas, tiene lugar el enceguecimiento del cíclope, su cuenca ocular es vaciada y sufre, pues de forma repentina ha quedado desconectado del mundo de la palabra[4], gracias a la vacuidad así generada se encuentra ahora en la media noche, la tiniebla lo circunda, pero es incapaz de soportarla.
Odiseo escapa, oculto bajo el carnero. El cíclope hace uso del tacto, en su pretensión de vigilar el íntimo redil. Sus esfuerzos son infructuosos, el héroe se da a la fuga con la ayuda del carnero.
Sin embargo, su astucia no le precave del poder de la palabra, lo que en silencio había concebido y tramado, lo que con obras había consumado, lo mancilla con su boca y se condena. En medio de la huida, su delata a sí mismo, clama y se burla del enceguecido, se jacta desde la distancia, expresa que no ha sido “nadie-ninguno” quien lo ha herido, sino que ha sido él mismo, “Odiseo”, el autor de la treta, mientras se burla y parte victorioso.
El héroe sufre la ira de Poseidón por la jactancia que le ha llevado a proferir su nombre. El más astuto de los hombres, incapaz de callarse, ha sido vencido por el ímpetu de la palabra.
¡Oh astuto Odiseo, has proferido “poly phemos”!
c) La circulación antagónica.
El cíclope circula de dos maneras: la “vía solar”, dextrogira, siguiendo el curso del astro rey, de occidente a oriente por la vía de norte y, luego, de oriente a occidente por la vía del Sur. Luego, la “vía polar”, en dirección al polo norte, en sentido contrario, de occidente a oriente por la vía del sur y, luego, de oriente a occidente por la vía del norte.
En la primera, vamos del origen al devenir. En la segunda, vamos del devenir al origen. Del poniente al naciente.
En el septentrión, lugar opuesto al mediodía, como preámbulo a los viajes, se encuentra el frontispicio del templo, justo en el norte, punto de encuentro entre “Piscis-Aries”.
La circulación antagónica que se ha referido, dibuja en el piso dos semicírculos, que se interseccionan en oriente y occidente, trazando en el pavimento la figura de “vesica piscis”, la “vejiga del pez”, bolsa orgánica llena de gas que permite a ciertos peces la “flotabilidad neutral” en el agua. Vejiga ubicada bajo la columna vertebral del pez que la posee, como el odre que Eolo le obsequiara a Odiseo.
Esta figura, a su vez, es el contorno del pez mismo. En Griego Antiguo la palabra para nombrar al “pez” es “Ikhthys” (Iesú Khristós Theú Yiós Soter)[5].
El viaje último, sin herramientas, se realiza en afianzamiento de la “vía polar”, aguijoneado en el corazón, sin poder mirar el camino transitado, a ciegas, dibujando en su trayecto una herradura en el piso, producto de la forja, cuya antigüedad, arquitectura y simbología debemos atender. Herradura que se superpone sobre la “vesica piscis”, al final del cual se descubre la magnífica estrella, poderosa, resplandeciente.
Otro hijo de Poseidón, el gigante y cazador Orión, como producto de la embriaguez, fue también enceguecido y, luego, bajo las instrucciones de Hefesto, viajó en sentido Polar en búsqueda de Helios para que le sanara. En sus aventuras, el gran cazador, producto igualmente de una jactancia, fue asesinado por el escorpión. A partir de allí, el gigante cazador Orión y su perro, no dejan de cazar en el firmamento. El gran perro de Orión es, sin duda, un lazarillo que le guía en los intrincados bosques de la eternidad.
El gran Odiseo, luego de sufrir las pruebas purificadoras, al haber consumado su regreso a la patria de origen, fue reconocido sólo por su perro Argos, quien estaba ya muy viejo y enfermo para levantarse; aun así, esta pequeña y fiel criatura pudo reconocer al héroe, lo esperaba al parecer, para dar su último respiro y partir hacia su arquetipo, la estrella “perro”.
Oh, Lazarillo de la gran noche oscura, reconócenos,
perdona la torpeza de nuestros tocamientos,
la imprudencia de nuestras palabras,
la confusión en nuestros signos,
guía nuestros pasos hacia la patria de origen,
como guiaste a los antiguos soberanos ante Jesús y su Madre,
detente y muéstranos al sagrado niño,
“así como el Sol en el solsticio de estío…”
Jo Agnós Adelfós
[1] Esta expresión, Jo Agnós Adelfós, es la transliteración de una expresión griega que se traduce como “El Hermano Desconocido”. Quien escribe esta plancha fue bautizado muy apropiadamente con este nombre por pequeños sobrinos. Tiene gran significación, pues su búsqueda espiritual y objetivo es la de conocerse a “sí mismo”. Su estado es precisamente el de “des-conocido”; la legión, referida en el Evangelio, sabe de él tanto como él mismo: nada. En medio del fragor de la batalla todo es confusión. Solo Moisés, Aarón y Hur distinguen bien entre Israel y Amalec, desde la cumbre del collado.
[2] TAURO, primer elemento de la Mercabá, de la Esfinge, madre de la gran pregunta sin respuesta. El “mu-gido” del buey, “muuuu”, onomatopeya con expresión en el verbo griego “myoo”: “cerrar, mudo, callar”
[3] Polytropos, título griego otorgado a Odiseo, es una expresión compuesta (Poly & Tropos) que se traduce como “muchas maneras” o “muchos recursos”.
[4] “...pide palabra y sufre si ha de permanecer inexpresado, en lo inefable.” Jonuel Brigue
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