Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

jueves, 29 de marzo de 2018

«Redención: ¿Mitología o posibilidad?»

Escrito por Leandro Posadas. «¿Qué harás tú «Dios», si yo perezco? Yo soy tu vaso (¿si me quiebro?) Yo soy tu agua (¿si me enturbio?) Soy tu ropaje, soy tu oficio, conmigo pierdes tu sentido… ¿Qué harás tú, «Dios»? Temor me embarga». Rainer María Rilke, Poesías. Keiji Nishitani (1900-1990), uno de los principales representantes de la Escuela Filosófica de Kioto, en su libro «La religión y la Nada», afirma que «cada religión, cuando adopta su forma concreta -como una realidad histórica efectiva-, siempre se basa en una visión del mundo, en una ontología»[1]. Es decir, cada religión está sujeta a un Sitz in Lebem (un ambiente vital), y siempre será una visión del mundo, una interpretación de cómo habitar, actuar y «esperar» como humanos. Y por ser justamente eso, una visión del mundo, nunca puede absolutizarse, ni concebirse como forma definitiva. Cada año los cristianos en el mundo recuerdan la muerte de Jesucristo, y a propósito de tal conmemoración anual quisiera presentar unas breves reflexiones, traducciones y paráfrasis de nuestro ya citado autor Elmar Salmann, en su libro «Passi e passaggi nel Cristianesimo. Piccola mistagogia verso il mondo della fede» del capítulo ocho titulado «Discesa: il paesaggio divino come spazio aperto», en el apartado «La redenzione: il dramma dell’uomo salva-guardato». Salmann comienza dicho apartado haciéndose meditativamente algunas interrogantes: «¿Cuál redención? ¿Cómo hablar sobre la redención sin caer en el fastidio de mitologemas insostenibles? ¿Cómo hablar de culpa, encarnación, pena, rescate? ¿Es decoroso, legítimo, humano, que el posible «Absoluto» permanezca aglutinado en las travesías de una historia no solamente limitada, sino además sucia, equívoca y apasionada? ¿Era necesaria una muerte, una muerte cruel para redimirnos? ¿No hubiese sido mejor un mensaje de solidaridad, un acto de misericordia, un decreto, una intervención menos cruel? ¿Cuál imagen del «Absoluto» y del ser humano se presupone y se crea en este tipo de religiosidad y teología dogmática? ¿Cuál posible «Absoluto» puede satisfacer la razón humana y cuál razón podrá regir y cimentarse sobre las experiencias, las miserias, las torpezas y las glorias de la existencia humana? ¿Cuál posible «Absoluto» podrá estar a la altura de las grandezas y de las bajezas del ser humano?» Es este el problema central del Cristianismo. Para Elmar Salmann sólo un «posible Dios» que pueda tomar sobre sí y transformar las fracturas, la lógica mortal de la vida y de la debilidad merece su nombre: «Dios». Sólo tal «posible Dios» no será inferior a las capacidades humanas de actuar y de sufrir, y podrá satisfacer no sólo la razón, sino también el corazón del hombre. La idea central de la visión del mundo del Cristianismo, la creencia en la encarnación del Verbo de «Dios», Jesucristo, no está basada en la idea de un dios eterno, olímpico y remoto que decidió hacerse cuerpo de carne y hacer una visita a la tierra en vestidos humanos. La idea central del Cristianismo, para Elmar Salmann, es por el contrario, que la segunda persona, o «prospectiva integral», es ya en dicho «posible Dios» el principio de expresividad (Logos), de alteridad y de re-duplicación de la misma naturaleza común (imagen), de la correspondencia, principio de respuesta y recensión de correlación (Hijo), y por esto puede asumir la alteridad del mundo, y «la relación creacionística en sí mismo». Todo, según la ontología cristiana, fue creado por vía del Verbo, y este Verbo asume una condición concreta, histórica, falible, para restablecer desde dentro la relación entre «Dios como posibilidad» y el ser humano. Para Salmann la capacidad de fallar del ser humano, o lo que el Cristianismo llama pecado, y otras tradiciones espirituales como el Camino del Despierto, el Buda, llaman ignorancia (moha), ha minado la circularidad de la bendición entre el «cielo» y la tierra. Y teniendo en cuenta la corrupción de la libertad humana que ha perdido su orientación y su opción portadora, y observando además, la ruptura de la comunicación y el torbellino mortífero de las venganzas y proyecciones en el que los seres humanos continuamente entramos acerca de nosotros mismos, de los demás, de nuestra historia, de nuestra vida, de nuestras emociones; de nuestra manera de pensar y de vivir esta capacidad que somos de «ser conscientes de ser sentientes», Salmann considera que en la ontología cristiana era necesaria una «Persona» que pudiese restablecer dicha bendición, dicha libertad comunicativa, es decir la reciprocidad, la racionalidad, la misericordia y la justicia del ser humano. Muchos de nosotros leyendo estas líneas podemos preguntarnos ¿Y qué? ¿Para qué tanta palabrería ininteligible sobre un tópico que parece que no nos concierne? Si nos acercamos un poco más y vemos de cerca la historia real de la humanidad, ésta pareciera cimentarse en un culto de aversión continua hacia el sufrimiento y la muerte. (basta salir a las calles de nuestras ciudades y respirar el aire de terror que se inhala en las esquinas acerca de la vejez, la enfermedad, el hambre, la saciedad, el aburrimiento, la soledad, la insatisfacción, la desilusión, y algunas veces también la esperanza, la solidaridad, y el amor). En nuestros países la religión se ha convertido en un utensilio, y existe casi exclusivamente para suavizar la verdad más patente de nuestra vida: ¡El sufrimiento! ¡la muerte! ¡La poca capacidad que tenemos para contemplar la realidad con sabiduría! La sociedad actual, ajena a la sabiduría de la vida interior, vive la muerte no como pasaje (¿a «Dios»?), a un espacio de paz; de cambio; de posibilidad de regeneración; sino por el contrario, como final; como abismo; como interrupción violenta; como una suspensión exterminante de una existencia desesperada, pero que paradójicamente se engancha a sí misma. Para una tal visión del mundo, un «posible Dios» resulta irreal o un monstruo; apariencia evanescente o concurrente que se debe eliminar; instancia de usar o fetiche remoto, anónimo y pesante. La lógica de la visión del mundo cristiana habla de la venida y sufrimiento del Verbo, como la posibilidad de salvación para el ser humano a través de un «Dios-hombre» que reúne en sí las voluntades divina y humana, las dos libertades, las dos visiones del mundo. Su kénosis (despojarse), es la posibilidad de experimentarse «Dios» como humano, diría Gianni Vattimo. Sé que para muchos seguir hablando de dioses, encarnados o no, es un absurdo, una ideología, una forma de mito que trata de dar respuesta desde la metafísica a las gracias y des-gracias humanas. Y por ello preguntamos a nuestro autor: ¿Por qué dicha muerte violenta y remota nos ha ‘salvado’? La respuesta de Salmann no es del todo satisfactoria, pero podemos leerla, -siempre desde el presupuesto de una visión del mundo no absoluta-, como una lectura inteligente y refrescante sobre un tema difícil de encuadrar en nuestras mentes post-modernas. Salmann responde al respecto, que un acto de amor y de simple solidaridad ante la somnolienta indiferencia humana no era suficiente. Hacía falta además una mirada nueva y una acción inédita: «un humano» que haga más de lo debido, y que atraviese el reino del odio, de la aversión y del rechazo; «un humano» que tome sobre sí la muerte, la violencia y el abuso en nombre de un amor y de una ben-dición inalterable; «un humano» que sepa sufrir y atravesar el impacto trágico-dramático entre «santidad divina» y la odiosa y a la vez deliciosa libertad humana. Según Salmann, es Cristo, quien en la misma cosmología cristiana, asume todas las dimensiones del drama: su callar se hace mensaje, su humildad resulta grandeza, y su gallardo fracaso un querido y comprendido destino. En todo esto, añade nuestro autor, no existe rastro de victimismo, sino una libertad señorial que no se deja desesperar o amargar («Si he actuado mal, dime en qué he faltado, sino, por qué me golpeas… » Evangelio de Juan 18,23). En dicho evento se recrea el espacio de correspondencia entre un |«Dios posible» y el ser humano, entre «Padre» e «Hijo»; y la esencia de la libertad que es poder responder a un «posible Dios» y a los otros, y vivir la unidad entre la misericordia como restitución de la dignidad del otro, y la justicia como rectitud y restauración del sentido de las proporciones. P. Ricoeur, citado por Salmann, considera, que el gesto de Jesús es la conversión de la muerte como asesina en la muerte como oferta: tal sufrimiento liberador presupone y provoca conversión, pues sólo el sufrimiento, según E. Pareyson, sabe descalzar la inmensa fuerza del mal y toma sobre sí toda distancia. La ‘potencia’ de «un posible Dios», tan mal entendida en el Cristianismo, no creo sea una potencia absoluta, sino una instancia que sabe de respeto, de amor, de generosidad, de fidelidad; un «poder» que crea incluso una libertad que puede desconocerlo. En este evento se revela un «Dios posible» que es en sí mismo espacio y proceso de reconocimiento y de abandono recíproco y de complacencia en el bien, pues sostiene y eleva la libertad y la dignidad de los demás desde dentro, y sabe salvaguardar las relaciones y la rectitud de cada uno. Cristo como pedagogo y como revelador de la gracia y gentileza divinas rescata al ser humano creyente de los mecanismos del mal e instaura una práxis desprendida y benéfica entre los que creen en su mensaje. _____________________ [1] Keiji Nishitani, La religión y la nada, Ediciones Siruela, Madrid 1999, p. 129. - Artículo*: Leandro - Más info en psico@mijasnatural.com / 607725547 MENADEL Psicología Clínica y Transpersonal Tradicional (Pneumatología) en Mijas y Fuengirola, MIJAS NATURAL *No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí enlazados
Escrito por Leandro Posadas. «¿Qué harás tú «Dios», si yo perezco? Yo soy tu vaso (¿si me quiebro?) Yo soy tu agua (¿si me enturbio?) Soy tu ropaje, soy tu oficio, conmigo pierdes tu sentido… ¿Qué …

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