Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

domingo, 21 de julio de 2024

PRÓLOGO, A CARGO DE JOAN MONTCAU, AL LIBRO “TRADICIÓN, ANTÍDOTO A LA DECADENCIA”


PRÓLOGO, a cargo de JOAN MONTCAU

   “Ahora, debe ser fácil de comprender lo que en realidad es el Sanâtana Dharma: no es sino la Tradición Primordial, lo único que subsiste continuamente y sin cambios a través de todo el Manvantara, y que posee así la perpetuidad cíclica, ya que su primordialidad misma la sustrae de las vicisitudes de las épocas sucesivas, y es lo único que puede, en rigor, ser considerado como verdadera y plenamente integral. Por otra parte, debido a la marcha descendente del ciclo y del oscurecimiento espiritual que de ella resulta, la Tradición primordial se ha hecho oculta e inaccesible para la humanidad ordinaria”.

 René Guénon


“La tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas.” 


G.K. Chesterton

   El autor de este libro, el profesor Eduard Alcántara, hoy es uno de los mayores exponentes y difusores del pensamiento evoliano en nuestra Patria; ha escrito infinidad de artículos sobre la Tradición en general, metafísica, metapolítica, temas históricos, religiosos; ha dado varias conferencias, concedido entrevistas, etc. Sus anteriores libros “El Hombre de la Tradición”, “Reflexiones contra la Modernidad” y “Julius Evola frente al Fatalismo” son verdaderas joyas que sintetizan magistralmente lo mejor del pensamiento evoliano en particular y de la doctrina tradicional en general, verdaderos manuales o guías existenciales que, interiorizándolas y vivenciándolas, nos pueden ayudar un poco más a “mantenernos en pie en medio de este mundo en ruinas” como decía ese gran Testigo de la Tradición que fue el Maestro romano y Barón Julius Evola,  y también a comprender el mundo en crisis y totalmente ayuno de principios, referentes y valores verdaderamente elevados en el que actualmente estamos inmersos y en el que nos desenvolvemos. Este libro que el lector hoy tiene entre manos sigue pues esa misma tónica, inspirado completamente en la Weltanschauung tradicional del mundo y en la doctrina esencialmente estoica, viril y olímpica de Julius Evola.

   Julius Evola, apodado por unos como “El Último Romano” y por otros como “El Último Gibelino”, junto con el que él consideraba como su Maestro el metafísico francés René Guénon, fue (fueron) sin duda uno (unos) de los grandes representantes de la Tradición Primordial y Sapiencial en el Siglo XX. La Edad Oscura en la mitología griega se corresponde con la quinta generación de la que hablaba Hesíodo en su obra “Los Trabajos y los Días”, la más vil y degradada, sería la Edad de Hierro en la que nos encontramos -de hecho nos hayamos ya en la medianoche de la misma-; le antecedieron las generaciones de Oro, de Plata y de Bronce al que le seguiría el intento de restauración olímpica y solar protagonizado por la “Raza de los Héroes”, simbólicamente una raza semidivina cuya misión sagrada sería el de revertir -o intentarlo al menos-, el proceso de decadencia y de involución. De hecho el propio Ciclo Helénico (luego la Romanidad, el Medievo y su Sacro Imperio, el Siglo de Oro Hispánico, incluso los fascismos ya en el nadir del Kali-Yuga o Edad Oscura y con los que él colaboró en mayor o menor medida, directa o indirectamente, viendo grandes potencialidades en los mismos, especialmente en el legionarismo rumano o en la Orden Negra SS), fueron intentos de restauración heroica -Ciclos Heroicos- en plena Edad Oscura. Sin duda Julius Evola espiritualmente formó parte de esa “Raza de los Héroes” carente de todo tipo de fatalismo supersticioso, de abandonismos pseudo-místicos  y de condicionamientos muy típicos de una visión del mundo lunar, femenina y telúrico-demoníaca muy propia de “razas nocturnas” o del propio mundo semítico metafísicamente opuestos y por principio a la arianidad y a la espiritualidad solar y apolínea; “Raza de los Héroes” cuyo objetivo primordial y básico es el de instaurar un Orden Nuevo no sobre la base de un principio pasivo, sacerdotal, sino desde la base de un principio activo, viril, guerrero, tal como reza el Ciclo del Grial en el gran Medievo Gibelino.

   ¿Qué es la Tradición?, en palabras del propio Maestro romano: “En su significado verdadero y vivo, Tradición no es un supino conformismo a todo lo que ha sido, o una inerte persistencia del pasado en el presente. La Tradición es, en su esencia, algo metahistórico y, al mismo tiempo, dinámico: es una fuerza general ordenadora en función de principios poseedores del carisma de una legitimidad superior -si se quiere, puede decirse también: de principios de lo alto- fuerza que actúa a lo largo de generaciones, en continuidad de espíritu y de inspiración, a través de instituciones, leyes, ordenamientos que pueden también presentar una notable variedad y diversidad”. La Tradición es, pues, la llama divina que nunca se extingue, llama vivificante y vivificadora que nos conduce a la Iluminación y al Despertar, llama inapagable, perenne, eterna. Para René Guénon la Tradición Primordial “es la norma y el eje, el germen imperecedero de todo lo sagrado, de todo el Universo manifestado macrocósmico y microcósmico, el fundamento de todas las tradiciones secundarias y de las diversas religiones, el depósito eterno de la doctrina y del Conocimiento, en una palabra, el Templo de la Verdad eterna”: es la SANÂTANA DHARMA (Doctrina Eterna) de la Tradición indoaria. Como reza el lema de la Orden de los Cartujos “la Cruz es estable mientras el mundo gira”; y en efecto así es, la Cruz como símbolo representativo por excelencia de la Tradición Primordial y de la Ciencia Sagrada, que permanece incólume y firme ante un mundo sometido a las leyes del devenir y del cambio.

   En todos los textos sagrados se habla de una Revelación Primordial y Patriarcal en los orígenes de la actual humanidad (Edad de Oro), siendo la misma la gran fuente de la que beben tradiciones posteriores y/o menores -la “unidad trascendente de las religiones” de la que hablaba también Frithjof Schuon-. La narración de un “Diluvio Universal” puede ser considerado como el eco del recuerdo de catástrofes que destruyeron las residencias originarias, árticas y atlánticas septentrionales de la raza prehistórica suprahumana y divina, que tuvo como herencia la Tradición Primordial única, ocasionando dichas catástrofes una escisión y una dispersión (“la Caída”, pérdida de la espiritualidad primigenia de la Edad de Oro, alejamiento del Eje y del Centro). El origen de la Tradición Primordial como señalan diversos autores por lo tanto fue nórdico, concretamente nórdico-polar (Hiperbórea, Thule, la Isla Blanca, Paradesa, el Jardín del Edén, Monte Meru, la Isla o Castillo del Grial, la Tierra de la Luz, la Isla de los Bienaventurados, la Tierra del Sol, Tierra de Oro, Avalon, Montsalvat, etc; sus diversos nombres o denominaciones en tradiciones menores varias,  constituyendo así el Centro sagrado y primordial supremo del presente Manvantara, el AXIS MUNDI por excelencia al que todos los demás centros sagrados posteriores le están subordinados); de la misma manera que la historia del actual Ciclo Humano que ya toca a su fin, no es en términos espirituales y metafísicos la historia de un “progreso” o de una “evolución” como rezan al unísono la subversión democrática y moderna y un cientifismo contra-natura y sin alma, sino de una clara y brutal involución hacia un nuevo final catastrófico que a la vista está y a un ritmo cada vez más vertiginoso y acelerado,  “…pasando por diferentes fases sucesivas hasta el agotamiento total de sus posibilidades, tras lo cual un cataclismo cósmico terminal invertirá la posición del globo y el aspecto del cielo -la inversión del eje de los polos-, para dejar lugar a nuevos cielos y a una nueva tierra, sede en principio paradisíaca de una nueva humanidad que estará regida por el Manú del nuevo Manvantara” (Gaston Georgel, “Doctrina de los Ciclos y Movimiento de la Historia”, 1971).

   En cuanto a la interpretación de la Tradición y a su puesta en práctica a lo largo del actual Ciclo Humano, dos formas paradigmáticas se distinguen claramente: la Luz del Norte y la Luz del Sur, alumbrando ambas distintos tipos de civilización, claramente opuestos, antagónicos, antitéticos e irreconciliables entre sí; estamos hablando pues no de una pluralidad de civilizaciones como afirman los modernos (sobre todo esa forma odiosa de cientifismo barato que es el “historicismo”), sino de una DUALIDAD de las mismas.  Unas -las bañadas por la Luz del Norte-, dominadas por principios viriles, aristocráticos, patriarcales, sociedades fuertemente jerarquizadas aferradas hacia lo Absoluto, la Totalidad y hacia un tipo de espiritualidad luminosa, apolínea, solar, masculina, guerrera, con fuerte predominio de las “sociedades de hombres” de carácter sacro-militar e iniciático (Männerbunde, Órdenes ascético-guerreras), civilizaciones heroicas de orden ascendente. Otras -las bañadas por la Luz del Sur-, dominadas por principios telúricos, panteístas, matriarcales, igualitaristas, orgiásticos, con un tipo oscuro de espiritualidad de carácter femenino, ginecocrático, demétrico, lunar, supersticioso y materialista; civilizaciones de orden descendente. Las primeras buscaban y practicaban el principio de la diferencia, de la conquista de uno mismo, del ETHOS; las segundas el apego a la tierra, a lo gregario, despersonalizador y masificante, del PATHOS. La Modernidad cuyo más remoto albor habría que situarlo hacia principios del Siglo XIV con el colapso y consiguiente descomposición de la ecúmene medieval, sería la quintaesencia y la síntesis de lo peor y más perverso de las civilizaciones del segundo tipo. Como dijo el Maestro romano a este respecto: “Más allá del pluralismo de civilizaciones debe reconocerse -sobre todo si nos limitamos a tiempos hasta los cuales la mirada puede distinguir con cierta seguridad las estructuras esenciales- un dualismo de civilizaciones. Se trata de la civilización moderna de un lado y, de otro, del conjunto de todas las civilizaciones que la han precedido (para Occidente, hasta finales de la Edad Media). Aquí la fractura es completa. Más allá de la variedad múltiple en su forma, la civilización pre-moderna o, como puede llamarse, tradicional, represente algo efectivamente diverso. Se trata de dos mundos, de los cuales uno se ha diferenciado hasta no tener ya casi ningún punto espiritual de contacto con el precedente. Con lo que, también las vías para una efectiva comprensión de este último está vedado para la gran mayoría de los modernos”. Estamos pues ante la única civilización -su parodia o inversión diabólica más bien- entera y absolutamente materialista de la historia como señala el escritor José Javier Esparza; la Modernidad es la negación más categórica, absoluta y aberrante de la Tradición sagrada y sapiencial.

   “¿Qué es la Verdad?”, preguntó un dubitativo y descreído Poncio Pilatos a Cristo en el famoso episodio evangélico, manifestando con ello su relativismo, su carencia de fe en su misión sagrada (“no tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera concedido por lo Alto”, le dijo Cristo), y no sólo su rechazo a la Buena Nueva encarnada por Cristo, sino también hacia la espiritualidad olímpica de la sagrada Roma primigenia; estamos simbólicamente ante los prolegómenos “históricos” de la actual subversión modernista/materialista así como de la desacralización del poder temporal, algo esto último que llegaría definitivamente con la que podríamos considerar como la primera gran revolución modernista y netamente anti-tradicional: el Güelfismo. Con este movimiento disoluto y subversivo comenzó el proceso de descomposición del Sacro Imperio, la desacralización del mismo primero y de la autoridad espiritual del Emperador después; luego llegarían el humanismo renacentista, el protestantismo, el “individualismo de las naciones” como dijo José Antonio Primo de Rivera, el liberalismo, el evolucionismo, el marxismo, el psicoanálisis y así sucesivamente en una espiral de decadencia y de descomposición cada vez más veloz, arrolladora y aterradora, hasta llegar al actualísimo Nuevo Orden Mundial democrático, liberal-capitalista y plutocrático, síntesis a la vez de lo peor de los dos bloques o sistemas que resultaron vencedores en la II Guerra Mundial (Comunismo y Plutocracia), y la parodia siniestra, caricaturesca y diabólica del Sacro Imperio con su tiranía global y su odioso mundialismo multicultural, una auténtica “ecúmene por lo bajo”; estamos ya en los tiempos finales de la Edad Más Oscura y donde las fuerzas demoníacas de Gog y de Magog han penetrado y conquistado nuestro mundo a través de las “grietas en la Gran Muralla”, grietas que como ya indicaron Evola y Guénon se produjeron tras dos fases o etapas de un mismo proceso destructivo y de demolición de la Tradición y de las antaño sociedades orgánicas y jerárquicas, proceso liderado y/o conducido por las mismas fuerzas oscuras, desintegradoras y tenebrosas que ciertamente pueden considerarse como el “motor de la historia” -la Contrainiciación de la que hablaban los Testigos de la Tradición-:  “El mundo está gobernado por personajes que no pueden ni imaginar aquellos cuyos ojos no penetran entre los bastidores”, frase pronunciada por cierto por un personaje -el judío Benjamín Disraeli- que también tuvo su papel, y nada desdeñable, en dicho proceso de destrucción de la Tradición Occidental y Europea…

   Julius Evola en un interesantísimo artículo escrito en 1930 (“Jerarquía Tradicional y Humanismo Moderno”), distinguió en el mismo dos fases dentro del mismo proceso destructivo que nos han conducido a la actual pseudo-civilización de esclavos y al actual “Reino de la Cantidad”… En dicho artículo se distinguen dos etapas claramente diferenciadas de dicho proceso de liquidación, a saber: la fase Luciferina y la fase Demoníaca. La primera se trataría de una etapa de negación de la espiritualidad pura y simple, de un rechazo o aversión de la misma y hacia todo lo sacro, es la etapa del relativismo y del cientifismo por excelencia, una etapa que más arriba inaugurábamos hacia el Siglo XIV con el triunfo del Güelfismo y la llegada del humanismo renacentista, pasando por un largo proceso de continua decadencia de más de tres siglos hasta llegar al maldito siglo mal llamado “de las luces” y sus consiguientes revoluciones subversivas y netamente antitradicionales (Siglos XVII-XVIII, Inglaterra, Francia, Norteamérica; pseudo-civilización prototípica de la modernidad por excelencia ésta última, el “Extremo Occidente” como la calificaba de forma peyorativa René Guénon). Hacia finales del Siglo XIX, pero sobre todo ya plenamente a lo largo del XX es cuando comienza la fase Demoníaca, es una fase ya no de negación pura y simple de todo lo religioso, espiritual o sagrado como en la primera, sino de la llegada de una “espiritualidad al revés”, invertida, subvertida; es la etapa de la “Gran Parodia” de la que hablaba Guénon y que fatalmente nos conducirá al Reinado del Anticristo o de la Bestia Apocalíptica (en ello estamos, léase Nuevo Orden Mundial…) profetizado por los textos sagrados; es decir que la primera etapa -la Luciferina- fue una fase puramente preparatoria para ir “madurando” la llegada e imposición a una subhumanidad -igualada por lo muy bajo, es decir democratizada- de la fase segunda en la que ya estamos inmersos plenamente, la fase Demoníaca… Fue precisamente hacia finales del Siglo XIX cuando empiezan a surgir los primeros movimientos pseudoreligiosos y contrainiciáticos con el espiritismo o el teosofismo, cosa que se agravaría a lo largo del XX hasta la llegada de esa parodia pseudo-religiosa que es la New Age (a la que le correspondería el N.O.M. en el plano político), y de toda la bazofia que de ésta ha emanado: veganismo, animalismo, ecologismo de baja estofa, neopaganismos varios a cual más ridículo, feminismo, contactismo, reencarnacionismo, abortismo, homosexualismo, absurdos sincretismos pseudoreligiosos y pseudoespirituales de todo tipo, el ouija, las psicofonías, etc; sin hablar del falso cristianismo post-conciliar y “abierto a la izquierda” alumbrado en los años 60 de dicho Siglo (Concilio Vaticano II 1962-65, o acta de fundación de una verdadera Contra-Iglesia); actualmente en el Siglo XXI la situación no ha hecho más que empeorar de forma cada vez más brutal. En definitiva, la fase Luciferina sería una fase antitradicional pura y simple, mientras la Demoníaca ya plenamente contratradicional. René Guénon en su fabuloso “El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos” (1945) también diferenciaba perfectamente ambas etapas de disgregación y de liquidación, ello mediante el símil de un hombre encerrado en un caparazón que impedía al mismo todo acceso a lo Alto, a lo sagrado, a lo celeste; la segunda fase es cuando el caparazón se resquebraja, pero no por arriba sino por abajo, no sólo para evitar todo acceso a la verdadera trascendencia del hombre y su contacto con las fuerzas celestes, sino para que acabe expuesto a la influencia de las fuerzas infernales y de lo bajo, son las “grietas en la Gran Muralla” de la que hablábamos un poco más arriba…

   Involución y Caída por la pendiente pues, y no “evolución” ni “progreso lineal” como nos martillean constantemente los medios propagandísticos, alienantes e idiotizantes del Sistema. De la misma manera que todo el presente Ciclo Humano (Manvantara) ha pasado por cuatro grandes Edades decrecientes en cuanto a influencia y alejamiento de la espiritualidad primordial -Oro, Plata, Bronce y Hierro-, el infierno modernista en el que hoy vivimos podríamos subdividirlo también a modo de parodia grotesca y caricaturesca en otras 4 sub-etapas pero a la inversa, cada vez más cercanas a las profundidades del averno:  Materialización, Anquilosamiento, Petrificación y finalmente Desintegración o Disolución. Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que estamos o nos encontramos ya  en la fase de Desintegración o de Disolución, o al menos muy próximos a ella; el hombre de esta fase terminal y crepuscular ha perdido por completo el contacto ya no sólo con lo Alto, sino también con sus Ancestros y Antepasados, ha roto por completo con la Tradición, con la espiritualidad de los orígenes; pero ambas siguen tan vivas como siempre, prestas a acoger en su seno a los nuevos elegidos, a los “apóstoles de los últimos tiempos”, “a ese núcleo que representa la salvaguarda de lo permanente”, a los nuevos “salvados de las aguas” -el agua en este caso como símbolo de Disolución y de Caos, pero también, y sobre todo para nosotros, de purificación-, ello a modo de simbólica y nueva Arca salvadora: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha” (Lucas 13:18-29).                                                                   

   El Hombre de la Tradición, fiel al “simbolismo del Norte, del Centro y del Origen” (Cristopher Levalois), y que ha elegido vivir en este mundo en tinieblas, observa todos estos procesos de destrucción y de traumatismos de todo tipo con impasibilidad, con frialdad, pero también con la serenidad -y severidad- del que es consciente de que su vida en sí misma es una misión, un rito, un misterio, un acto sagrado, una prueba para la conquista de la verdadera Inmortalidad. Ve todo lo que le rodea como los dolores de parto de un nuevo mundo que pugna por nacer, aunque sea entre llantos, lamentos, sangre y tormentos sin fin para la mayor parte de una humanidad ya condenada y que ha renegado y escupido con su característica arrogancia satánica a todo lo sacro y espiritual, una humanidad perversa y depravada que ha dado la espalda al Cielo y a las Leyes del Cosmos. “Es así como el hombre librado de cadenas, tras su revolución interior, como hombre nuevo, puede iniciar y proseguir la lucha cual brazo armado de la Idea en el minoritario ejército heroico del mundo celeste, frente al mundo del caos y de tinieblas; como soldado del mundo de la Tradición frente al mundo de la Antitradición sin fronteras” (Isidro Palacios). En cierto modo el Hombre de la Tradición en esta Edad Oscura, es un privilegiado en comparación con los hombres de otras edades, porque es y será testigo, y siendo consciente además, del final de todo un Ciclo Humano que ya toca a su fin y en cuyos momentos finales estamos, al mismo tiempo de que puede ser el transmisor de la llama y de las semillas de las que es portador, posibilitando así la germinación y la fundación de una nueva Edad de los Héroes y de un Hombre Nuevo. Además, desaparecidas las auténticas “cadenas iniciáticas” tras el “oscurecimiento de lo divino” y de los verdaderos Maestros espirituales, convertidas las religiones en auténticas parodias grotescas de los sagrado ante la invasión sin límites de la barbarie profana y profanadora, el Hombre de la Tradición, el hombre diferenciado de entre la “multitud de los tibios cuyo único destino es el de apagarse en el Hades”, tendrá un más fácil acceso a la verdadera Sabiduría y al Conocimiento, mucho menos accesibles para los hombres de otras edades: “Algunos alcanzarán la sabiduría en poco tiempo porque los méritos adquiridos en un año durante el Trétä-Yugä pueden ser obtenidos en un día en la Edad de Kali “. (Shiva Purana 5.1., 40-40).

“Al final del Kali-Yuga el dios Shiva (la Consciencia) se manifestará para restablecer la vía justa bajo una forma secreta y escondida”. (Linga Purana 1-40-12).

   Con el profesor Eduard Alcántara me une una profunda y vieja amistad y camaradería, además de participar de una misma concepción del mundo, de la vida y de la existencia; hace ya la friolera de 49 años, allá por 1971 en el curso segundo de la antigua EGB, en unos momentos donde aún en España habían una enseñanza y una educación dignas de tal nombre, y bajo una sociedad inmensamente más sana y viril que el estercolero putrefacto que hoy tenemos ante nuestros ojos después de más de cuatro décadas de basura democrática y progresista; los cambios que han habido en España en estos últimos 45 años hacen que cuando miremos hacia atrás parezca que cuando luego hablemos a las nuevas generaciones, lo estemos haciendo de tiempos casi prehistóricos por la velocidad y la celeridad trepidante de dichos cambios a peor y a cual más deletéreo. Con razón Julius Evola destacaba la oposición fundamental que había y hay entre las sociedades o civilizaciones modernas y las tradicionales: las primeras son devoradoras del espacio, las segundas del tiempo. En las primeras todo es cambiante, a un ritmo cada vez más rápido y enloquecedor, despliegue constante de medios, estandarización, cosmopolitismo, promiscuidad, ruido, suciedad, pompa, boato, exhibicionismo, gregarismo y masificación; en las segundas en cambio se buscaba la estabilidad, la identidad, dimensión mítica, sacralidad, solemnidad, rito, símbolo. La actual España -Antiespaña más bien hoy-, está claro que es la parodia caricaturesca de la Gran España de tiempos pretéritos, pero al mismo tiempo es un laboratorio donde podremos observar a la perfección el grave proceso de desintegración y de disolución diabólicas que ha habido en tan cortísimo espacio de tiempo, casi como una especie de “pequeño kali-yuga” dentro del “Gran Kali-Yuga” en el que se encuentra hoy este mundo crepuscular  que se encamina firme y resueltamente hacia su propia autodestrucción.

   Para finalizar, personalmente para mí es un inmenso honor haber podido prologar a petición del camarada Eduard esta gran obra que el lector tiene entre manos. “Los libros son amigos que nunca decepcionan” decía el gran Thomas Carlyle, y este libro en concreto querido lector, seguro que tampoco lo hará. El canónigo agustino bajomedieval Thomas de Kempis dijo que la mejor forma de encontrar el sosiego, es estar sentado en un rincón apartado y con un libro en las manos, fórmula magistral sin duda que desde aquí invitamos a abrazar a todo Hombre de la Tradición, a todo hombre verdaderamente diferenciado y decondicionado que ha elegido vivir en este mundo en tinieblas como una Vía Heroica para la conquista de la vida eterna y alcanzar la más auténtica y elevada Patria: la del espíritu. Reivindicamos por tanto la Vía de la Acción, por supuesto, pero acompañada de la Contemplación y de la Formación integral, sólo así conseguiremos religarnos simbólicamente al Norte, al Centro y al Origen; al Cordón Dorado que nos une a nuestros gloriosos Antepasados y a nuestros divinos Ancestros.

¡¡¡FUERZA, HONOR Y TRADICIÓN!!!

12 de Octubre de 2020, Día de la Raza.

JOAN MONTCAU

- Enlace a artículo -

Más info en https://ift.tt/XK4Ja5g / Tfno. & WA 607725547 Centro MENADEL (Frasco Martín) Psicología Clínica y Tradicional en Mijas. #Menadel #Psicología #Clínica #Tradicional #MijasPueblo

*No suscribimos necesariamente las opiniones o artículos aquí compartidos. No todo es lo que parece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario