
En principio, todas las lenguas son sagradas porque su elemento constitutivo, el habla o la palabra, no es más que una forma atenuada del Habla Primordial, el Verbo Divino, que es fuente directa del acto creativo, como lo demuestran las dos citas siguientes de la Escritura: «Dios dijo: ¡Hágase la luz!» (Génesis 1:3); y «En el principio era el Verbo…» (Juan 1:1).
El carácter sagrado del habla se extiende naturalmente a la escritura, que es la fijación del Sonido —aéreo por naturaleza— y, como si fuera su cristalización en un elemento terrenal. Las letras utilizadas en la escritura siempre derivan originalmente de jeroglíficos, es decir, de caracteres simbólicos sagrados, receptáculos de las diferentes «palabras» que designan la esencia de las cosas. Por eso, el manejo de las letras, o el arte de escribir, así como la función de enseñar, constituyen habilidades directamente relacionadas con lo sagrado, tanto más cuanto que la propia literatura es siempre originalmente sagrada. El escriba, como el clérigo, pertenece, por tanto, de derecho, al orden sacerdotal, que representa directamente el orden divino en la tierra.
Conocemos las imágenes de Cristo en gloria <<que adornan los tímpanos de las entradas de las iglesias: el Señor sentado en un trono, bendiciendo con su mano derecha, mientras en su izquierda sostiene un libro abierto. Ésta es la evocación de Cristo como Juez del fin de los tiempos; el libro es el Libro de la Vida, liber vitae, en el que se registran tanto las acciones de los hombres en general como de los elegidos. En otros lugares, en los iconos ordinarios del Salvador, basados en el mismo modelo, el libro son las Escrituras, porque en este caso el Señor se sienta como maestro>>[1].
Cristo en la gloria del Reino de los cielosCatedral de Laon ( Francia)
Sin embargo, en estas diversas representaciones, <<el libro también tiene un significado mucho más amplio[..] En todos los casos se trata del Libro del Mundo, liber mundi, es decir, de toda la creación, de la que Dios es entonces considerado Escriba. Esto se indica en particular por las dos letras α y ω que generalmente están grabadas en él>>[2]
EL Libro de la Creación
Nos encontramos aquí con un simbolismo que podríamos ubicar en el mundo semítico, que se comprende de forma más completa a la luz de las tradiciones judaica e islámica. En estas tradiciones, el Libro se considera el modo supremo de la Revelación, ¿y por qué es diferente en el cristianismo? Porque en el cristianismo es Cristo quien desempeña dicho papel, razón por la cual se sienta en el trono con el libro en sus manos. En estas religiones, el Verbo se hace Libro, mientras que para los cristianos el Verbo se hace Carne, lo que podemos ver en las sagradas escrituras: Apoc. 3:5, Fil. 4:3, Éxodo 32:32.
Este símbolo se inspira en los juicios reales, durante los cuales el príncipe abría el libro de cuentas del reino que contenía los nombres de su pueblo para rendir cuentas. Si seguimos las tradiciones semíticas, Dios creó el mundo a la manera de un libro. El universo es este libro, y sus letras son los elementos; los elementos, a su vez, a través de sus combinaciones indefinidas bajo la influencia del Pensamiento Divino, producen criaturas y cosas. Así, las palabras y frases aparecen como manifestaciones de posibilidades creativas. Este libro es evidentemente inseparable del Verbo Divino; con esto podemos entender entonces la acción redentora de nuestro Señor Jesucristo, siendo sólo y únicamente Él quien podría traerla a toda la creación. Ya que el libro de la creación sería entonces su obra y estaría inevitablemente unida a Él para siempre, como un libro en nuestro mundo está atado a su autor.
<<El simbolismo de las letras y del Libro está aún más desarrollado en la tradición hebraica, donde la Torá, es decir, la Biblia, se identifica con la Sabiduría suprema que brota de Dios para dar existencia al universo. La tradición rabínica, sobre todo en su dimensión mística, desarrolla este simbolismo a partir de pasajes de la Torá como el siguiente: «Tus ojos contemplaron mi sustancia informe; en tu libro fueron escritos, y en tu libro todos mis miembros estaban escritos; que fueron luego formados, sin faltar uno de ellos» (Salmo 139:16). Estos versículos prevén el simbolismo del libro a nivel del destino humano individual, pero es fácil ver que su transposición a la Creación en general es legítima e incluso necesaria>>[3].
Cristo el Escriba Sagrado
Con esto en mente, el hombre puede considerarse como fundamento del mundo; es el alfabeto del mundo, y esto corresponde a que, en el Génesis, Dios le trajo los seres vivientes para ponerles nombre. El hombre (Adán) sería entonces el alfabeto, el cual, en reflexión, a partir del cual se ensamblan todos los seres.
Las observaciones anteriores nos permitirán resaltar ciertos aspectos de la iconografía y el ritual cristianos y, en última instancia, llegar a una «lectura» particularmente enriquecida de la Biblia. Primero, veamos el ícono del Salvador en gloria sosteniendo el Libro.
<<Se trata de una figuración de la teofanía del Apocalipsis, sugerida, en particular, por la frecuente presencia en el libro de las letras α y ω, con las que Cristo se designa a sí mismo: «Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último» (Apoc. 22:13), «Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin» (ibid. 1:8 y 21:6). La fórmula ya está en el Antiguo Testamento: «Yo soy el Primero y el Último» (Isaías 41:4, 44:6, 48:12), lo que explica su reaparición en el Islam: «Él es el Primero y el Último». En el plano propiamente metafísico, α y ω, el Primero y el Último, significan que Dios mismo es Su propio origen y fin>>[4].
El Señor es el Primero porque es Él quien crea; Él es el Principio, el Principio de todas las cosas, la Causa eficiente absoluta; y también es el Último porque es Él quien, en el sentido más amplio de la palabra, juzga, es decir, quien lleva todas las cosas a su fin; y Él mismo es este Fin, la Causa Final absoluta. Esta primera verdad ontológica en el orden de las relaciones entre lo creado y el Creador se expresa en el simbolismo de las dos letras extremas del alfabeto griego, α y ω. Estas dos letras son como la síntesis, el resumen de todo el alfabeto, que contiene implícitamente todas las letras intermedias. A la luz de lo dicho anteriormente, se comprenderá fácilmente que estas letras, incluidas entre los dos extremos, simbolizan todas las criaturas, que son tantas formas particulares pronunciadas por la Palabra, formas cristalizadas como en letras e inscritas en el Liber mundi o en el Liber vitae.
La tradición judía considera la creación como una revelación del Nombre de Dios a través de letras y números. En particular, se sabe que los Cuatro Animales del Apocalipsis, colocados en las cuatro esquinas de Cristo en gloria, están relacionados con las cuatro letras del Nombre YHWH, además de las cuatro esquinas del cosmos, por tanto, de todo lo creado. La imagen del libro que representa toda la creación está incluso en el gran poeta Dante. En la visión final del Paraíso, percibió a todas las criaturas reunidas en la Luz Divina:
El Paraíso, canto XXXIII (85)[5]
<<En su profundidad vi que se ahonda,
atado con amor en un libro,
lo que en el mundo se desencuaderna>>.
De esta representación de Cristo en la gloria, pasamos a otra, también inspirada en el Apocalipsis: la del Cordero recostado sobre el Libro de los Siete Sellos (5:1-8), en la cima del monte de donde manan los cuatro ríos de agua viva. Se trata aquí de la montaña del paraíso con sus cuatro ríos, cuya fuente común está situada en el centro del mundo, pero también, más generalmente, de una imagen del mundo. Esta situación indica claramente que el Libro de los Siete Sellos es, nuevamente, el Liber mundi; los sellos, que sólo el Cordero debe romper, están relacionados con las siete edades del mundo o las siete edades de la iglesia.
Simbolismo Cristiano de las letras
El misticismo de las letras también explica ciertos detalles en los rituales de consagración de las iglesias y la bendición del agua. La inscripción del doble alfabeto, ritual de consagración de las iglesias —griego y latín (y antiguamente también hebreo)— en la gran cruz de ceniza trazada en el suelo de una nueva iglesia, sólo puede explicarse satisfactoriamente desde este punto de vista.
Ritual de consagración de las iglesiasSobre esto, Paul Vulliaud[6] comenta que la Iglesia, <<al trazar las letras del alfabeto en el templo, expone allí los elementos de su enseñanza, así como Dios dispuso los elementos en el templo del mundo para revelar Sus Perfecciones>>. Además, que, desde el punto de vista de la tradición cristiana, el templo es un resumen del mundo y una imagen del Cuerpo de Cristo. Las letras trazadas en el pavimento representan no sólo los elementos de la enseñanza, sino también la totalidad de las criaturas y cosas del mundo, todas contenidas en la Palabra divina, como las letras entre α y ω.
El profesor Jean Hani resalta :<<Creemos que la insuflación en forma de la letra psi en el momento de la solemne bendición de las aguas en Pascua puede conectarse con razón al mismo contexto simbólico. El ritual relaciona expresamente este gesto con el prólogo del Génesis, que evoca el Espíritu de Dios moviéndose sobre las aguas. La letra griega psi, que tiene esta forma: W, es la primera letra de la palabra «psyche», que, de hecho, significa aliento o alma. Interpretado de este modo, el rito resulta ya bastante elocuente. Pero quizás su verdadero significado sea aún más profundo. De hecho, es bastante curioso que un rito que efectúa el descenso del Espíritu Santo utilice la palabra «psique», que denota el aliento de vida o alma individual, y no se usa en las Escrituras para denotar el Espíritu divino, que se traduce como «pneuma». Todo nos lleva a creer que la letra griega psi es, en este caso, un sustituto de la letra hebraica «shin», que, salvo la rama inferior, tiene una forma análoga y es tradicionalmente tomada como el jeroglífico del Fuego Divino y símbolo de la Palabra>>[7].
la letra griega psi y la letra hebraica «shin»Muy a menudo en el Nuevo Testamento, las formas gramaticales griegas, cuya elección parece extraña a primera vista, esconden formas hebraicas, lo que hoy se conoce como la huella semítica y que es base para demostrar no solo la autenticidad de los evangelios sino que ellos narran hechos reales de la vida y el tiempo en que Cristo vivió entre nosotros.
Así, el rito de santificación de las aguas bautismales representa el descenso del Espíritu al agua a la manera de una letra sagrada impresa sobre una materia; el agua es, además, un símbolo bien conocido de la Materia prima.
Cerremos entonces esta entrada ( la primera del apartado que llamamos la Artesanía Divina ) dejemos una breve consideración sobre la Biblia, es decir la tradición escrita de la Iglesia Católica, estipulado por esta, y que algunos de forma arbitraria han modificado y que toman como único sumun para referirse a los establecido y mandado por Dios a los hombres[8]

Desde esta perspectiva, la Biblia es verdaderamente el Libro del Mundo y el Libro de la Vida. Comenzando con el Génesis y terminando con el Apocalipsis, incluye todo lo esencial acerca del mundo y del hombre: la historia del mundo, de dónde viene, adónde va, qué es; la historia del hombre, el secreto de su destino, de su principio y fin; libro que está en las manos del Hijo, es decir, de Jesucristo, el Verbo de Dios, y que también, dicho libro, aborda las relaciones entre el hombre y el mundo, y las leyes que las gobiernan; finalmente, los principios de la moralidad, el misticismo y todas las ciencias.
Aquí estamos evidentemente hablando de las ciencias tradicionales, las únicas verdaderas. Las ciencias modernas, orgullosas de haberse vuelto profanas, como si se tratara de un progreso, no son más que parodias de las verdaderas ciencias.
Ahora estamos en condiciones de ver la Biblia no como un libro, sino como el Libro, el libro de todos los secretos de la creación, el Libro Viviente que el Escriba divino, que tiene «las palabras de vida eterna», y que nunca deja de escribir.
Jhon Carrera
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[1] (Charbonneau – Lassay, 1997)El Bestiario Cristo
[2] (Hani) Divine Craftsmanship
[3] (Hani)
[4] (Charbonneau – Lassay, 1997)
[5] La edición que tengo, quizás no la mejor, Editorial Cumbre pagina 498
[6] (Vulliaud) La Clé traditionnelle des Évangiles
[7] (Hani)
[8] Nos refereimos al error de la rebelión protestante
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