El siglo XX deparó una importante cosecha de filósofas y pensadoras de gran nivel. Para algunos seran pocas pero lo cierto es que supieron destacar en un mundo tradicionalmente de hombres alumbrando el siglo XX con los muy diversos cambios que supuso. Piensesé en Hanna Arendt, en Simone Weil , en Edith Stein, en Ayn Rand, en Julia Kristeva... Codo a codo con las mismas y en ese destacado nivel nos encontramos a Maria Zambrano a la que debo desde hace tiempo un acercamieno en este blog. Aquí va uno y vendran más.
La melancolia para Zambrano nos permitiria vislumbrar, en el pálpito del tiempo, el ser de las cosas en lo que sería un tener no teniendo... Lo que delimita como algo inagural en el hombre el quedar abierto a la mera presencia de "lo que hay" dejando de lado toda pulsión y pasión puramente instrumental y tecnooperatoria; "lo que hay", lo que nos falta, lo que añoramos, lo que nos hace ser, lo que las cosas de suyo son en la humana medida...
Zambrano fija una carencia raiz en la que viviría completamente instalado el hombre moderno y de la cual dependería su permanente estado de exilio, exiliado y distante de la vida misma. En la estela de Ortega, para la de Vélez, la filosofía se habría olvidado de la vida.
Abriendo el pensar a la vida se advertirá en la trama del alma el encuentro con lo divino y la vida bullente. Indagando en la capacidad de vida irá más allá de Ortega... En esa indagación arraigará su razón poética. A la base de la misma la condición de exiliado del hombre contemporáneo y la indagación en la penumbra del alma mediante la palabra. La idea griega de alma en tanto vida anímica y vida del cuerpo vivo capaz de acoger ese encuentro con lo divino sobrevuela la reflexión de esta filósofa.
Maria Zambrano, desde la condición de exiliada, advertirá esa carenia raiz de tener cancelado el acceso a la esfera de "lo que es", a la mera presencia de lo que se desvela, a lo que habitando el mundo en nuestra inmediatez, al tiempo,nos inhabita donándonos lo que somos. En este sentido sus decires me recuerdan a Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Pessoa tan atento a la mera presencia y a la atención desnuda. Para esta pensadora, del mismo modo que para Ficino, la melancolia quedará reconocida como motor del alma. El estado melancólico al que aboca ese estado de exilio, dinamizando el alma estará, a la base de la capacidad de apertura simple a lo que las cosas simplemente son. Maria Zambrano, ella misma una exiliada, tanteará la riqueza hermenutica de la idea de exilio entendiendo al hombre contemporaneo desde su condición de exiliado de las potencias inherentes a la vida del alma.
En conclusión, la razón poética quedará abierta a la indagación en el alma, a la vida que bulle en ella, a la palabra poética que la manifiesta y a ese claro del bosque en que "lo que hay" queda desvelado. En la idea de alma, en la de ser y en la de verdad como aletheia descansará la razón poética. La aletheia; lo que se recuerda, lo que no se olvida, lo que viene a desvelarse hasta entonces discretamente oculto...
Para Zambrano el acceso al claro del bosque, desde la profundidad y la penumbra de lo más denso del arbolado, exigirá habitar esa nada o vacío que parece amenazarnos en nuestro condición de exiliados. Indagar en esa capacidad de vacío deparará el hallazgo de la propia nada, del propio vacío, en el templo del alma amparando visión y palabra desde el gran silencio que renomnbra y desvela la vida
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