
Entrevista al escritor Fernando Muñoz sobre su libro Salir de sí.
"España hace tiempo que vive en la más absoluta oscuridad, es una oscuridad que nace de la propia negación y que lleva la sombra europea a la noche más extrema. Nos dijeron que habíamos llegado a ser europeos, como si hasta ayer hubiéramos sido senegaleses o malayos, como si España no hubiera sido siempre una parte intocable del orden civilizatorio de la vieja Europa. Ciertamente llamaban Europa al orden resultante de una nueva ingeniería social que, sobre las cenizas de la postguerra, había definido una población inconsistente y abierta enteramente al vaivén de un comercio sin historia. Nos habíamos ido aproximando a ese orden lentamente y nos entregamos definitivamente a su abrazo en los años ochenta. Entonces asumimos plenamente esa impostura que la presunta vanguardia del mundo nuevo ofrecía como absoluta liberación, asumimos la hegemonía indiscutible de una libertad negativa que se resolvía en la capacidad de elección de un consumidor siempre insatisfecho en un mercado pletórico. Se pusieron a disposición de ese libre elector toda suerte de oportunidades, incluyendo finalmente la propia identidad.
Abiertas las fronteras, fueron recalando en el suelo europeo crecientes cohortes de individuos desarraigados, pero señaladamente dotados de un desprecio a la tierra de acogida que reflejaba el autodesprecio fermentado en suelo europeo. Europa entonaba la palinodia de un culpable colonialismo, de un imperialismo atroz, de un etnocentrismo intolerable… y le era devuelta por los nuevos europeos. Reconocida sede de todos los terrores y maldiciones acumuladas por la historia venía, por fin, a ser ocupada por una nueva población ajena a semejante herencia. Los nuevos europeos presuntamente sin condición, ni naturaleza, habitan hoy este área de consumo, este espacio respetuoso de unos derechos humanos de extensión creciente, el continente de un nuevo orden ecológico y social, de una solidaridad sin identidad que se extiende como una marea de paz, una vez erigido en modelo para el nuevo orden mundial. Esa Europa convertida en plataforma comercial y habitada por una nueva humanidad nos redimiría de un pasado eternamente condenado.
La Europa elevada al altar de la suprema bondad, una vez que suprimió las falsas deidades que condujeron a la guerra, se convirtió en el ejemplo definitivo de una nueva humanidad. No sólo una parte creciente de su población carecía de compromiso con su pasado, también aparecieron toda clase de individuos liminares. Sujetos que viven en el intersticio y gritan su panta rei. fundidos simbióticamente con sus adminículos de menesteroso: apps, wearable technologies, social media que anuncian, en un inglés mercantil y como de saldo, nuevas vidas cibernéticas. Proliferaron toda suerte de minorías victimizadas, dolientes muchedumbres que habían padecido la imposición brutal de la odiosa Europa histórica, de modo que podían solidarizarse con los recién llegados migrantes. Unos u otros sin origen y sin destino – ni inmigrantes, ni emigrantes – sólo polvo en el aire que fluctúa de aquí para allá, en el vacío orden social de una globalización tan hueca como un globo de viento.
Esa Europa se funde a negro en esta noche absoluta en la que todavía se percibe un cambio de rumbo. Los irenistas muestran sus dientes de acero, los burócratas y gestores se visten de patriotas y un tribunal decide la verdad de los sexos, se oye hablar de levas o reclutamientos y se alzan, en definitiva, las fronteras caídas en la era global. No acogen, sin embargo, a los viejos pueblos disueltos hace décadas en el agua regia del comercio mundial, en el ácido de la libertad de elección, deshechos por el gran molino de la razón instrumental: por la nueva ingeniería social tanto como por la tecnología industrial y las ciencias naturales del hombre.
Lo de menos es que se nos fuera la luz levantando por unas horas el parque temático de la vida sosegada, de las calles abiertas al paseo, de la calma recuperada y el saludo al vecino olvidado… el parque de una visión rousseauniana de la comunidad recuperada por unas horas. Con el agua corriente, las tiendas abiertas y el clima benévolo de la primavera, todo se redujo a una suspensión efímera del ritmo demoledor de nuestra existencia “económica”. Es mejor no fantasear con una eventual prolongación de las sombras.
El luminoso laboratorio del nuevo orden social esconde una oscuridad profunda que no dejó ver la breve interrupción del caudal energético. Bastaría con abrir los ojos a nuestra vida bajo el brillo artificial de la nueva sociedad. Acaso podríamos preguntarnos qué sucede en el corazón espiritual de Europa bajo los focos asfixiantes del gran espectáculo del mundo."
Enlace al texto Signos de los tiempos: https://www.elimparcial.es/noticia/283181/opinion/signos-de-los-tiempos.html
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