Edmund Kiss (1886-1960) fue un antropólogo y arqueólogo alemán, conocido como el Poeta de Atlantis. Nacido en Alemania, participó en la Primera Guerra Mundial y tras el Tratado de Versalles volcó su talento a escribir una serie de novelas de aventuras en la prestigiosa colección Das Gute Kamerad difundida en el mundo germano parlante. De este período destaca su obra Wittekind der Grosse. Ein Trauerspiel (Wittekind, el Grande). Un juego de tristeza, escrita en 1923, contando con varias reediciones en Verlag Pfeiffer (1935), Volkschaft Verlag für Buch y Bühne und Film (1935). El escritor, arquitecto y arqueólogo alemán Edmund Kiss exploró el continente sudamericano en las primeras décadas del siglo pasado, buscando comprobar las ideas propugnadas por Hans Hörbiger, creador de la Cosmogonía Glacial. En ella, Hörbiger postula la captura por parte de la Tierra de varias lunas que han generando catástrofes planetarias y grandes diluvios. Así, las antiguas civilizaciones existentes durante el último impacto, es decir, durante la Era Terciaria, encontraron refugio en las zonas elevadas, como en la cordillera de los Andes y las Montañas Abisinias.
Desde Thule, nos hemos transformados
en cisnes cantores,
ya que hemos perdido nuestro hogar
y así permaneceremos hasta
que la antigua tierra surja
una vez más después de mil años.
El arquitecto y arqueólogo Edmund Kiss adhiere prontamente a los postulados del científico austriaco Hans Hörbiger, autor de la Cosmogonía Glacial (Glazial Kosmologie, 1913) -obra desarrollada junto al astrónomo Philipp Fauth- y la multidisciplinaria Doctrina del Hielo Mundial o Welteislehre. En la Cosmogonía Glacial, Hörbiger ha establecido la captura por parte de la Tierra de varias lunas que han generando catástrofes planetarias que se han traducido posteriormente en los Diluvios de los mitos y leyendas, registrados en diversos regiones de todo el mundo. La primera publicación de Kiss relacionada con la Cosmogonía Glacial fue Die glaserme Meer (El mar cristalino, 1930), seguida por Frühling in Atlantis (Primavera en Atlantis, 1930). Luego publicó Die letze Königin von Atlantis (La última reina de Atlantis, 1931) y Die Singschwane aus Thule (Los cisnes cantores de Thule, 1932), obras que en su conjunto conforman una extraordinaria tetralogía acerca de las catástrofes cíclicas y de los movimientos migratorios de los sobrevivientes, los salvados de la Gran Agua. En el año de gracia de 1933 Kiss publicó dos obras iniciadoras a la Cosmogonía Glacial: Einführung in Hörbigers Welteislehre (Introducción a la Doctrina del Hielo Universal) y luego Welt-Eis-Lehre. Nach Hanns Hörbigers Lehre dargestellt (Doctrina del Hielo Universal. De acuerdo a la enseñanza de Hans Hörbiger). En el mismo año publicó Des Urwaldmädel. Ein deutsches Mädchen in Chile (Acerca de la joven de la Selva Virgen. Una chica alemana en Chile, 1933), obra contextualizada en el norte de Chile e ilustrada por el artista Richard Sapper. Otros dos trabajos de alto valor científico fueron desarrollados por Kiss: Die Kosmischen Ursachen der Völkerwanderungen (Las razones cósmicas de las migraciones de los pueblos, 1934) donde desarrolla la problemática planteada en la Welteislehre, buscando explicar los motivos de las migraciones masivas durante épocas remotas y Das Sonnetor von Tiahuanaku und Hörbigers Welteislehre (La Puerta del Sol de Tiahuanacu y la Doctrina del Hielo Mundial de Hörbiger, 1937), obra basada en la Cosmogonía Glacial y en las investigaciones desarrolladas por el profesor Arthur Posnansky en el altiplano boliviano. A lo largo de sus trabajos, Edmund Kiss ha establecido la existencia de una remota civilización de origen atlante en el mismísimo altiplano andino, cuyos vestigios son los asentamientos ahora llamados Puma Punku y Tiahuanaco (Aztlan) y otras remotas construcciones halladas en la América del Sur.
Edmund Kiss viajó entre 1928 y 1936 a Sudamérica, a países como Perú, Bolivia y Chile -descubriendo en la zona Norte de Chile, redes de túneles subterráneos en el Desierto de Atacama- rastreando evidencia geológica y arqueológica que ratificase los planteamientos de Hörbiger. Kiss destacaba con una serie de valiosas investigaciones a su vez en el Tíbet, el desierto del Sahara y la isla de Marajó, en el norte de Brasil. En el altiplano andino, investigó las ruinas de la enigmática ciudad de Tiahuanacu, en las cercanías del lago Titicaca, estableciendo los orígenes Atlantes de las civilizaciones de la América Aborigen. Sus investigaciones fueron presentadas en una tetralogía de novelas históricas que describen la fatigosa migración de los últimos bastiones de una raza asolada por la catástrofe planetaria acontecida tras el último impacto lunar. Sus obras fueron bien recibidos en la época y Kiss se transformó así, en el Poeta de Atlantis.
En “El Mar Cristalino” (Das gläserne Meer, 1930), Kiss describe la supervivencia de los habitantes que presenciaron la catástrofe producto de la caída de la Luna, acaecida unos 14.000 años atrás, acontecimiento que generó grandes terremotos, diluvios y ríos de lavas sobre la superficie terrestre. Jochaan de Patemos, arquitecto y científico del Tiahuanacu sudamericano, guiará a los sobrevivientes a una Nueva Era. Jochaan, al haber sido derivado por las corrientes más allá del Gran Océano, fue transformado en esclavo en la ciudad de Tulma, liderada por el Rey Tutmon, en las islas Abisinias, cercanas al continente africano. Producto del acercamiento del satélite lunar, grandes trastornos acaecen: los cielos se cubren con polvo en suspensión y los temblores sacuden constantemente la superficie, encontrando los sobrevivientes refugios en las cavernas de las tierras altas y en las montañas. Jochaan y los habitantes de Tulma, deciden partir en la búsqueda de una nueva tierra, llegando a Turingia, región central de Alemania.
La siguiente obra de Kiss, “Primavera en Atlantis” (Frühling in Atlantis 1930), refleja el conflicto entre las masas indómitas y la minoría gobernante del Imperio de Atlantis,quienes desarrollaban una comunidad orgánica. Los habitantes de Atlantis son guiados por su líder, Baldur Wieborg, originario de la mítica Thule.
En “La Última Reina de Atlantis” (Die letzte Königin von Atlantis, 1931), situada 12.000 años A.C., Kiss retoma la temática del desastre cósmico producto de la caída del satélite lunar. Los habitantes de Aztlan, esto es, el Tiahuanacu altiplánico, se ven obligados a emigrar producto del cataclismo que se avecina, previsto por Godda Apacheta, astrónomo del Observatorio de Kalasasaya, quien deberá guiar a los habitantes de Tiahuanacu a una nueva tierra. Frente a la inminente catástrofe, los Atlantes, los Niños del Sol, abandonan su ciudad y emprenden una migración, intentando alcanzar Atlantis. Con angustia sabrán luego que su lugar de origen se ha sumergido entre las tierras de Tihausinju y Zimbabuhe (en la costa occidental de África), es decir, en el actual océano Atlántico. Godda Apacheta y sus seguidores llegan finalmente a las islas del Rey Acora (las Islas Azores). Por último, en “Los Cisnes Cantores de Thule” (Die Singschwäne aus Thule, 1932), los sobrevivientes de la catástrofe deciden regresar al hogar ancestral, al lugar primigenio cercano al Polo, la tierra de la primavera eterna, Thule, donde deberán fundar una nueva civilizacióny cultura, pasando a ser aves migratorias, en palabras de Kiss. En la búsqueda, Godda Apacheta llega a la Marca Ibérica, en el Estrecho de Gibraltar, para luego tomar rumbo hacia el Norte. Sin embargo, la Edad de Hielo se ha expandido, impidiéndoles alcanzar su objetivo. Algunos sobrevivientes del Gran Cataclismo, el Götterdämmerung (“El Crepúsculo de los Dioses”), se refugiarán en las cercanías del Nilo, conservadores también del conocimiento y la tradición de Atlantis. Lentamente, una nueva cultura Thule se desarrolla, guiada por el Dios de un Ojo, Gode, como llamaron al mítico Godda Apacheta. Con el paso del tiempo, Godda y sus más cercanos seguidores, un grupo de imbatibles guerreros, serán conocidos como el Batallón Furioso (Das Wildes Heer). Imposibilitados de llegar a Thule, inaccesible ante las nuevas condiciones climáticas tras la catástrofe planetaria, Godda Apacheta sentencia: Desde Thule, nos hemos transformados en cisnes cantores ya que hemos perdido nuestro hogar y así permaneceremos hasta que la antigua tierra surja una vez más después de mil años.
Dos estudios científicos fueron desarrollados por Edmund Kiss en Sudamérica: “Las Razones Cósmicas de las Migraciones de las Gentes» (Die Kosmischen Ursachen der Völkerwanderungen, 1934) y “La Puerta del Sol de Tiahuanacu y la Doctrina del Hielo Universal de Hörbiger (Das Sonnentor von Tihuanaku und Hörbigers Welteislehre,1937). En el primero de ellos, Kiss desarrolla la problemática planteada por Hörbiger y la migración a escala planetaria de grupos humanos durante remotas épocas, ocurrida como consecuencia de la caída de las lunas y el Cambio del Eje Terrestre. Entendido éste cambio, el antiguo Polo Norte es ahora el actual Polo Sur, es decir, laAntártida, el lugar de la eterna primavera anterior al desplazamiento del eje terrestre, hoy un continente cubierto bajo los hielos. Los grandes diluvios -atestiguados en documentos prediluvianos como Los Edda y el Apocalipsis de San Juan- han generando erupciones volcánicas y desastrosos terremotos que cambian definitivamente la superficie de la Tierra, producto de los grandes desplazamientos de agua, magma y masas de aire, extraordinarios acontecimientos que destruyeron Atlantis, las islas del Océano Índico y que provocaron el sumergimiento de la Isla de Pascua. Algunos grupos humanos se adaptaron a las nuevas condiciones impuestas producto del cambio del eje terrestre, en áreas del mar Mediterráneo, Egipto, la India, el sur de China, el actual desierto del Gobi y en Norteamérica. En “La Puerta del Sol de Tiahuanacu…”, Kiss descifra los signos ideográficos del calendario de la Puerta del Sol de Tiahuanacu, describiéndolo como un calendario solar y venusino, elaborado con anterioridad al cambio del eje de la Tierra, reflejado por medio de los factores geológicos hallados en diversos lugares del altiplano.
La obra de Edmund Kiss nos remonta a un pasado lejano y poco conocido, la era prediluvial, iluminando el pasado del continente llamado alguna vez “Huitramannaland”, y estableciendo los orígenes atlantes de las primigenias culturas americanas y los catastróficos efectos que han significado la caída de las Lunas o cuerpos celestes en los ciclos de la Historia.
Aunque parezcan personajes exclusivos de las películas de Indiana Jones, los arqueólogos nazis existieron de verdad. En 1935, Heinrich Himmler fundó la Ahnenerbe, entre cuyos principales campos de estudio se encontraba la arqueología. Para esta institución con pretensiones científicas pero con fines propagandísticos, desarrollaron sus trabajos un grupo de investigadores que iban desde académicos afines al régimen de Hitler a buscadores de civilizaciones imaginarias. Precisamente uno de estos últimos, Edmund Kiss, planeó una ambiciosa expedición a Bolivia cuyo objetivo era demostrar su teoría de que la ciudad de Tiwanaku había sido la capital de un imperio entre atlante y paleoario que existió hace más de un millón de años.
Tiwanaku (o Tiahuanaco), una de las principales culturas precursoras de la inca, fue una sociedad cuya principal ciudad, la que le da nombre, vivió su fase expansiva entre los años 700 y 1200. Las ruinas de Tiwanaku, situadas cerca de la orilla sur-oriental del lago Titicaca, en el Departamento de La Paz (Bolivia), son un sitio arqueológico de primer orden, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 2000. Sin embargo, estuvieron en el más completo abandono durante siglos. Depredadas por los incas y saqueadas por los españoles, sufrieron un lento deterioro natural que se aceleraba cuando eran usadas de cantera. Aunque hubo eruditos ocasionales que se preocuparon por sus restos, los estudios formales llegaron tarde a Tiwanaku, que ha ejercido un poderoso atractivo sobre los autores más fantasiosos por la naturaleza y la disposición de su conjunto monumental.
Como escribió José Alcina Franch en ‘Las culturas precolombinas de América’ (Alianza Editorial), “Tiahuanaco, es al igual que Teotihuacán, Tikal o Moche, un centro ceremonial con los edificios orientados aproximadamente según los puntos cardinales, con un indudable sentido de observatorio astronómico”. La ciudad “representa un conjunto monumental de extraordinaria importancia, con independencia de la repercusión que su cultura tuviese en el ámbito del área Circum-Titicaca o del área andina en su conjunto durante la época anterior a la incaica”. En el yacimiento, “se pueden distinguir dos núcleos importantes: el primero comprende el Kalasasaya (o Templo de las piedras paradas), el Acapana (una estructura piramidal de siete escalones), el Pequeño Kalasasaya, el palacio de los sarcófagos y otros pequeños edificios; el segundo es el Pumapuncu, algo aislado del grupo anterior”. Uno de los principales monumentos del sitio es la Puerta del Sol, “un monolito en forma de puerta con un gran relieve en su friso”, de unas 10 toneladas de peso.
Este lugar fascinante y los estudios que sobre él hizo Arthur Posnansky, un militar transformado en arqueólogo, llamaron la atención del alemán Edmund Kiss (1886-1960), un escritor y arqueólogo autodidacta del tipo que acabaría siendo muy del gusto de las autoridades nazis y, en especial, de Heinrich Himmler. Aunque Kiss no sale en las películas de Indiana Jones, desde luego fue todo un personaje que no hubiera desentonado en ninguna de las aventuras del arqueólogo del látigo y el sombrero Fedora. Kiss había combatido en la Primera Guerra Mundial, de la que regresó con dos heridas de bala y dos cruces de hierro, una de ellas de primera clase. Tras la guerra estudió arquitectura y empezó a trabajar en la oficina del arquitecto municipal de Münster, mientras se dedicaba a escribir literatura fantástica y, ya en los años 20, ensayos pseudocientíficos y de arqueología ‘alternativa’. En este periodo se interesó por la Welteislehre.
Un cosmos alternativo
La Welteislehre, literalmente ‘Enseñanza del mundo de hielo’, también conocida como ‘Cosmogonía glacial’ o como ‘Teoría del mundo helado’, era una teoría pseudocientífica que había desarrollado el ingeniero austríaco Hans Hörbiger a partir de una visión y varios sueños. Según esta “nueva verdad”, el Universo era de una naturaleza que nada tenía que ver con la descubierta por los científicos ‘oficiales’. O sea, los científicos de verdad. Por ejemplo, el Sistema Solar había nacido de la colisión de una estrella muerta cubierta de hielo con el Sol. El impacto había generado los planetas y sus satélites. La Vía Láctea era en realidad una estela de bloques de hielo. La Tierra había tenido varias lunas -la actual sería la sexta- que habían ido cayendo en una sucesión de grandes ciclos históricos. El Diluvio Universal y el hundimiento de la Atlántida podían deberse a estas caídas de lunas. Civilizaciones milenarias y desconocidas habían sido borradas de la historia por estos impactos.
Hörbiger publicó su estrafalaria ocurrencia en el libro ‘Glazial Kosmologie’ en 1913, escrito en comandita con el astrónomo aficionado Philipp Fauth. Evidentemente la comunidad científica lo recibió como un disparate sin paliativos, pero obtuvo su predicamento entre místicos, ocultistas y exaltados. A muchos nazis acabaría por gustarles básicamente porque tiraba por tierra los postulados de la ‘falsa ciencia judía’. A Himmler le resultaba convincente. A Hitler le encantaba. “Me siento bastante inclinado a aceptar las teorías cósmicas de Hörbiger”, comentó en una cena, para lanzarse acto seguido a una embrollada descripción de las ideas del ingeniero, según comenta Heather Pringle en su libro ‘El plan maestro. Arqueología fantástica al servicio del régimen nazi’ (ed. Debate).
Kiss empezó a reunir pruebas de la realidad de la cosmología helada de Hörbigger en 1927. Como las regiones andinas eran una de las zonas de la Tierra que habían resultado indemnes de los impactos lunares y por lo tanto, en ellas podía haber restos de las culturas anteriores a los mismos, mantuvo correspondencia con Arthur Posnansky (1873-1946), austríaco afincado en Bolivia, de cuyos estudios sobre Tiwanaku había tenido noticia.
Posnansky era otro personaje asombroso. Emigrado a Sudamérica en 1896, fue un militar austriaco que acabó combatiendo con Bolivia en la Guerra del Acre, contra Brasil. Nacionalizado boliviano y condecorado como héroe de guerra, se convirtió en una personalidad cultural que acabaría por dirigir el Museo Nacional de Bolivia y fundar la Sociedad Arqueológica, entre otros logros. Estudió a fondo las ruinas de Tiwanaku, aunque no realizó ninguna excavación en ellas. Sus puntos de vista sobre la ciudad eran bastante peculiares. A partir del estudio de las alineaciones astronómicas de los edificios, afirmaba que había sido la capital de una civilización primordial que se había expandido hacía unos 17.000 años. Esta cultura prehistórica fantasmal no era nativa, sino que estaba formada por inmigrantes procedentes de lejanas tierras occidentales. Los indígenas solo habían sido su mano de obra. Kiss dedujo que esos constructores enigmáticos tenían que ser arios y todo aquello estaba relacionado con la Teoría del mundo helado.
Creaciones de hombres nórdicos
Los 20.000 marcos que Kiss ganó en un concurso literario le permitieron viajar a Sudamérica en 1928 y explorar por su cuenta las ruinas de Tiwanaku, que midió, topografió y dibujó. Por supuesto, asumió la idea de que aquella ciudad nada tenía que ver con los nativos. En un artículo titulado ‘Die Kordillerenkolonien der Atlantiden’ (Las colonias de los atlantes en la cordillera) escribió sobre una escultura del yacimiento que “de inmediato resulta evidente que este hombre no es indio, ni posee características mongolas, sino que más bien son nórdicas puras”. Los misteriosos occidentales de Posnansky estaban empezando a adquirir inequívocos rasgos arios. “Ciertamente, las obras de arte y el estilo arquitectónico de la ciudad prehistórica no son de origen indio -señaló en otro artículo, ‘Nordische Baukunst in Bolivien?’ (¿Arquitectura nórdica en Bolivia?)-. Más probablemente son creaciones de hombres nórdicos que llegaron a las altiplanicies andinas como representantes de una civilización especial”. Y tan especial, porque el arquitecto pensaba que era mucho más antigua de lo que había imaginado Posnansky. Al estudiar la Puerta del Sol concluyó que se trataba de un calendario, pero adaptado al ciclo de una luna desaparecida, más corto que el de la actual. “Hay algo que sabemos, y resultaría extremadamente difícil convencernos de lo contrario: aunque no puede suponerse la edad de Tiwanaku, ¡debe de tener como mínimo millones de años!” (en el libro ‘Das Sonnentor von Tihuanaku und Hörbigers Welteislehre’, La puerta del Sol de Tiwanaku y la Teoría del mundo helado de Hörbiger).
Los artículos en los que Kiss divulgaba sus elucubraciones fueron acogidos y publicados con gozo por la prensa nazi. Además expuso sus ideas en novelas fantásticas de temática atlante y en el citado ‘La puerta del Sol de Tiwanaku’, un ensayo con pretensiones de seriedad. Este libro incluía unas ilustraciones que reflejaban el aspecto que, en opinión del autor, debió de tener la ciudad en los tiempos paleoatlantes, prehistoarios o lo que fuese. En los dibujos, la Puerta del Sol y los demás monumentos de Tiwanaku lucen un aspecto ciclópeo, minimalista y lustroso, mientras que por sus terrazas y escalinatas deambulan individuos ataviados con ropajes fantásticos. Himmler disfrutó mucho con el libro y, según detalla Pringle, “ordenó que se encuadernara un ejemplar en piel como costoso regalo de Navidad para Hitler”.
Edmund Kiss era la clase de estudioso muy del gusto de la Ahnenerbe, por lo que fue inevitable que el arquitecto entrara en contacto con Himmler y su institución ‘científica’. Las ideas ‘geniales’ y las revelaciones inspiradas eran bienvenidas no solo en la Ahnenerbe sino también en el régimen nazi en general, con cuya naturaleza caótica iban en consonancia perfecta. El mismo Hitler valoraba esta forma de trabajar por encima de la rutina y el método. Como explica Álvaro Lozano en ‘El laberinto nazi’ (ed. Melusina) , “Hitler rechazaba los procedimientos burocráticos, el trabajo con documentos, las reuniones de trabajo y las labores administrativas en general. ‘Una sola idea genial’, afirmaba convencido, ‘tiene más valor que toda una vida de trabajo concienzudo en la oficina'”. En esta forma de entender las cosas, las teorías extravagantes como la del hielo eterno de Hans Horbigger o las de los arios prehistóricos andinos de Edmund Kiss encajaban a la perfección.
En busca de la herencia ancestral
Fundada el 1 de julio de 1935, por Heinrich Himmler, Herman Wirth, y Richard Walther Darré, la Ahnenerbe tenía por objetivo demostrar la presencia de un pueblo ario primordial, generador de cultura en la antigüedad y de presencia casi universal. Su nombre completo era Forschungsgemeinschaft Deutsches Ahnenerbe e.V. o Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana. “La misión oficial del instituto era doble -señala Heather Pringle-. Por una parte, había de desenterrar nuevas evidencias de los logros y hazañas de los ancestros de Alemania, remontándose hasta el Paleolítico si era posible, y utilizando métodos científicos exactos. En segundo término, había de transmitir dichos hallazgos a la opinión pública alemana por medio de artículos de revista, libros, exposiciones y congresos científicos”.
La Ahnenerbe fue un proyecto personal de Himmler, gran aficionado a la historia antigua y la arqueología. Aunque su finalidad era dar una base científica a los postulados raciales de Hitler, éste, de puertas adentro, no mostraba un entusiasmo excesivo por las antigüedades germánicas. La gente arma un tremendo alboroto sobre las excavaciones realizadas en las zonas habitadas por nuestros antepasados de la era precristiana -declaró-. Me temo que yo no puedo compartir su entusiasmo, ya que no puedo dejar de recordar que, mientras nuestros ancestros hacían aquellas vasijas de piedra y arcilla que tanto fascinan a nuestros arqueólogos, los griegos ya habían construido una Acrópolis. El Führer no sentía la exaltación arqueológica de Himmler: “¿Por qué tenemos que llamar la atención de todo el mundo sobre el hecho de que no tenemos pasado? -le dijo una vez a Albert Speer-. Ya es bastante malo que los romanos erigieran grandes construcciones mientras nuestros antepasados seguían viviendo en chozas de barro; y ahora Himmler se pone a desenterrar esas aldeas de chozas de barro y se entusiasma con cada fragmento de vasija y cada hacha de piedra que encuentra”.
Sin embargo, a Himmler no se le pusieron cortapisas. En 1938, la Ahnenerbe, que había dado sus primeros pasos en una oficina pequeña, se estableció en una mansión requisada a una familia judía en el barrio berlinés acomodado de Dahlem. Según Pringle, en 1939, la institución “tendría en nómina a 137 estudiosos y científicos alemanes y emplearía a otros 82 trabajadores auxiliares entre cineastas, fotógrafos, pintores, escultores, bibliotecarios, técnicos de laboratorio, contables y secretarios”. Los estudiosos eran académicos simpatizantes del régimen, arqueólogos segundones y oportunistas con ganas de medrar y místicos como Karl Maria Wiligut, un desequilibrado que se autoproclamó experto en escritura rúnica y depositario del “conocimiento sagrado” de las primitivas tribus germanas. La institución patrocinó varias expediciones al extranjero, como las realizadas por Herman Wirth a Suecia para estudiar el arte rupestre de Bohüslan, en el que creía ver una escritura aria perdida, o la más conocida a Tíbet, en la que se pretendía encontrar pruebas de que los arios habían dominado buena parte de Asia hacía miles de años.
Kiss quería regresar a Tiwanaku, por lo que propuso a la Ahnenerbe organizar una expedición formal en toda regla. Tanto Himmler como el doctor Walther Wüst, presidente de la entidad desde 1937 y su superintendente desde 1939 hasta su desaparición, se mostraron encantados con el proyecto y decidieron tirar la casa por la ventana. Pringle detalla que la expedición, entre cuyos planes estaba excavar a fondo Tiwanaku, iba a estar formada por 20 personas, “entre arqueólogos, geólogos, zoólogos, botánicos, meteorólogos, pilotos y expertos en investigación submarina, pues el proyecto incluía fotografiar el fondo del lago Titicaca con una cámara especial. Además, se iban a realizar tomas aéreas de las carreteras incas, que Kiss interpretaba como obra de los señores nórdicos”. El presupuesto era de unos 100.000 marcos del Reich (unos 430.000 euros, según un cálculo de 2007), el más ambicioso con diferencia de todos los de la Ahnenerbe.
Sin embargo, y afortunadamente para la arqueología boliviana, Tiwanaku no llegó a ser excavada nunca por un equipo de eruditos nazis. El estallido de la Segunda Guerra Mundial dio al traste con el proyecto cuando se estaban gestionando los pasajes y el papeleo de los expedicionarios. El viaje de Kiss fue cancelado y con él los demás proyectos pendientes de la Ahnenerbe en el extranjero, entre ellos, una expedición a Canarias para demostrar la naturaleza aria de los guanches.
De la arqueología a los tanques
Kiss se incorporó a las Waffen SS y sirvió en varios destinos. Comandó una división de cañones antitanque en Noruega, Alemania y Polonia, y vivió el final de la guerra al mando de las tropas que protegían la Guarida del Lobo. Tras la derrota nazi acabó internado en un campo de prisioneros, pero fue liberado pronto a causa de su mala salud. El tribunal de desnazificación lo etiquetó como ‘delincuente grave’ pero salió bastante airoso del juicio, celebrado en 1948, durante el que renegó de la teoría del mundo helado, pero no de la teoría racial nazi, qe “tiene base, está fuera de duda”, según sus palabras. El tribunal lo rebajó de ‘delincuente peligroso’ a ‘simpatizante’ y le impuso una multa de 501 marcos, que pagó de su bolsillo. Se retiró como escritor y murió en 1960.
En cuanto a Tiwanaku, los arqueólogos de verdad se han ocupado de ella sobre todo a partir de 1950. Los trabajos sucesivos de investigadores como Carlos Ponce, Jeffrey Parsons, Alan Kolata y Carlos Lémuz, entre otros, han ido perfilando la historia de una compleja cultura autóctona que emergió a mediados del segundo milenio antes de nuestra era, vivió una fase urbana entre el siglo I y el VIII y alcanzó su máxima expansión entre los siglos VIII y XIII. Por lo que respecta a las ruinas de su capital, los arqueólogos han llegado a la conclusión de que no fueron un centro ceremonial vacío, un lugar de peregrinaje que no estaba habitado, como habían sugerido algunos estudiosos, sino que fue una ciudad propiamente dicha, mucho más grande que el complejo monumental que tantas fantasías ha despertado, y formada fundamentalmente por casas de adobe. De hecho, según un estudio de Carlos Lémuz, llegó a abarcar un área de 384.3 hectáreas. Diversas estimaciones, que son objeto de debate, señalan que en la antigua Tiwanaku pudieron vivir entre 20.000 y 96.000 personas.
De acuerdo a Kiss, la enigmática y fabulosa Puerta del Sol de Tiahuanaco -un bloque monolítico de lava gris de los Andes- es un sistema de cuenta dividido en doce partes y basado en caracteres ideográficos. El orden de lectura de los caracteres de la Puerta del Sol comienza en su parte superior central con la figura de la divinidad Tarapacá o Ticci Viracocha, con doce rayos proyectándose desde su cabeza. A los lados, treinta diferentes figuras antropo-zoomorfas de expresión arcaica. Un hecho llamativo es el número de dedos presentes en las treinta figuras, incluyendo a la divinidad central, pues constan de cuatro dedos en sus manos y tres en los pies. La figura central de la Puerta del Sol corresponde al mes de Septiembre, época donde acontece el equinoccio de primavera en el hemisferio sur. La figura ubicada abajo es el mes de Marzo, es decir, el equinoccio de otoño. A la izquierda de la misma figura central se ubica el ideograma de Diciembre, esto es, el solsticio de verano y en el extremo opuesto, la representación del solsticio de invierno. Sumando los componentes ideográficos de la Puerta del Sol, se contabilizan 288 días para el año de Tiahuanaco, esto es, un calendario con doce fases, donde los solsticios y equinoccios han sido representados. En tal sentido, Kiss ha sintetizado sus investigaciones en los siguientes puntos:
1. La Puerta del Sol de Tiahuanaco es un calendario con 12 fases, donde los solsticios y equinoccios han sido representados.
2. Cada una de las doce secciones del año posee 24 días. Solamente las secciones correspondientes a Febrero y Abril poseen 25 días.
3. Cada uno de estos días posee 30 horas.
4. Cada una de estas horas posee 22 minutos.
El sistema calendárico de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, con sus doces fases basado en caracteres ideográficos.
Las investigaciones desarrolladas por Kiss en el altiplano andino, asimismo, corroboran a través de los registros geológicos la existencia de la última catástrofe planetaria, tal como lo evidencian las líneas oblicuas de los lagos Titicaca, Popo, Coipasa, Aullagas, Umavus, Umayu y Uhuni y los salares de la región de Atacama en el norte de Chile, resto del océano durante el final del Período Terciario. En suma, Kiss ha definido a lo largo de sus trabajos la existencia de culturas atlantes en América, abocándose especialmente al estudio de las construcciones de Tiahuanaco y de Puma Punku, asentamientos contemporáneos a la Atlántida, los cuales sufrieron una total devastación a raíz de la última Gran Catástrofe, el Diluvio. La prueba de estos cambios geológicos se hallan en el nivel de las líneas costeras marcadas en las tierras circundantes. Kiss, E. Das Sonnentor von Tihuanaku und Hörbigers Welteislehre. Página 23 y 109. El fenómeno se aprecia también en las latitudes circumpolares del hemisferio norte, donde se encuentran líneas costeras desde 100 m y hasta 200 m sobre el nivel del mar, tanto en Europa como en Norteamérica (Kiss, E. Die kosmischen Ursachen der Völkerwanderungen. Página 45).
Edmund Kiss se sintió fascinado por la teoría de Hörbiger y pensó que podría corroborarla en los Andes bolivianos, concretamente en Tiahuanaco, cerca del lago Titikaka, convenciéndose de que sus espectaculares ruinas no eran sino vestigios de una antigua colonia nordica en el Nuevo Mundo. En 1927 el robusto arquitecto y escritor –sus novelas tuvieron un éxito inusitado en Alemania-, se puso en contacto con el polifacético estudioso austríaco Arthur Posnansky, que vivía en Bolivia, sería director del Museo Nacional del país y de la Sociedad Arqueológica boliviana, fundada en 1930, y era un “experto” en las milenarias ruinas que despertaron la inquietud del SS Obersturmbannführer Edmund Kiss.
Hörbiger creía que en el centro ceremonial boliviano se practicaba hacía milenios una religión mística de culto al Sol muy anterior al del antiguo Egipto, algo que Kiss “corroboró” sobre el terreno. Además, se sintió especialmente atraído por una gran cabeza de piedra que mostraba al parecer rasgos nórdicos “puros” y esto, unido a que descubrió también un parecido mayor de las construcciones con la arquitectura dórica de Grecia que con el estilo mas rustico y sencillo de las edificaciones de los Nativos, le llevó a afirmar que aquellos templos constituían, según Rosa Sala Rose, “un territorio periférico del legendario imperio de la Atlántida”.
En 1937 Kiss escribió el ensayo La puerta del Sol de Tiahuanaco y la Cosmogonía Glacial de Hörbiger, su texto más famoso, donde contaba sus experiencias en la altiplanicie andina, acompañando sus investigaciones con sus dibujos de impresionantes templos y retratos de unos habitantes altos y esbeltos ataviados con extraños ropajes futuristas, además de numerosos artículos sobre la Atlántida y los misterios de Sudamérica, que cautivaron a los nazis hasta el punto de que revista como SS Mann o la publicación oficial de las Juventudes Hitlerianas, Die Hitler Jugend, los publicaban habitualmente. Himmler también quedó cautivado con el libro y ordenó incluso que se encuadernara un ejemplar con piel de la mejor calidad que serviría como lujoso regalo de Navidad para Hitler.
Kiss, por tanto, no tardó en pasar a engrosar las filas de las ss y de la Ahnenerbe. En 1936, el estudioso había firmado el “Protocolo de Pyrmont”, que sellaba el apoyo de la Herencia Ancestral a la Teoría de la Cosmogonía Glacial y comenzó a presionar al Reichsführer-SS para que patrocinase un nuevo viaje suyo a Bolivia, esta vez una gran expedición que contara con 20 personas entre arqueólogos, botánicos, zoólogos, astrónomos y un equipo de filmación dotado de las técnicas de exploración más modernas, como cámaras submarinas (con las que pretendía rastrear el fondo del lago Titicaca), equipo para tomas aéreas, etc.
Además, tenía la intención de realizar un minucioso trabajo de campo geológico desde Colombia hasta Perú, que aportara evidencias de los antiguos cataclismos que promulgaba Hörbiger. Himmler se mostró de acuerdo con la solicitud y pidió a Wolfram von Sievers que recaudara el dinero necesario y realizase todos los preparativos, aunque el Reichsführer envió mientras tanto a Edmund Kiss a Libia con la intención de que estudiase la costa mediterránea en busca de evidencias fósiles de la Cosmogonía Glacial.
Bibliografía de Edmund Kiss
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