Cuando los seguidores de Mircea Cărtărescu nos enteramos de que la editorial Impedimenta preparaba la edición de la última novela del autor rumano, un escalofrío nos atravesó el cuerpo (y siento no poder escribir aquí una metáfora cărtăresquiana para la ocasión), dado que la última noticia similar que habíamos leído, hace no tanto tiempo, era la publicación de los tres tomos de Cegador (El ala izquierda, El cuerpo, El ala derecha, 1996-2007) con traducción de la maravillosa Marian Ochoa de Eribe; y aún más atrás aún en el tiempo, la publicación de la novela más brillante de las últimas décadas (y una de las más brillantes de todas las épocas) salida de cualquier narrador europeo: Solenoide (2015).
Theodoros es, antes que la historia de un rey que no nació como tal, sino que llegó al trono por medio de la magia (y que después acabó arrebatándose la vida a sí mismo, con una pistola que le regaló la Reina Victoria, tras descubrir que «lo he sido todo y nada ha merecido la pena»), un libro de libros y un relato lleno de relatos que, mucho más allá de la ambición de Roberto Bolaño e incluso que la magnitud de Thomas Pynchon, se inscribe entre las mejores páginas de la Historia de la Literatura.
Los devotos de Solenoide esperábamos mucho de Cărtărescu… Y con Theodoros, desde luego, el rumano no nos ha decepcionado: su lenguaje barroco, recargado, exuberante, alcanza en su última novela unas cotas que le señalan como mejor heredero en prosa de aquello que el español Luis de Góngora logró arañar con su poesía… Y que es mejor dejar sin nombrar. Todo cabe en la novela, en esta falsa novela histórica que esconde dentro de sus innumerables capas narrativas cargadas de aventuras una no menos “falsa” novela fantástica; y que es a un tiempo una ucronía y una hagiografía, elevándose, por encima de ambas, como una gigantesca cosmogonía en cuya ambición teleológica y hasta escatológica cabe la memoria de un hombre que es, a su vez, la memoria de todos los hombres en todos los períodos de la Historia y el Mito.
Theodoros es el último canto de Occidente a una Verdad que no se encuentra en este mundo; y también es un poema atemporal, escrito por una voz celestial situada más allá del tiempo, consagrado a una voz en segunda persona: a Theodoros los ángeles del cielo le hablan “de tú”, porque Theodoros es una figura histórica y un arquetipo y una delicia de la imaginación; y sobre todo porque Theodoros eres tú, querido lector, aunque por las páginas del libro se paseen por igual Alejandro Magno y la Reina de Saba y el rey Salomón y nos sean revelados los secretos de la Cábala y del Templo; e incluso se nos permita ver, a través de unas paredes transparentes, el nombre de Dios grabado en la superficie del Arca de la Alianza… Todo eso lo eres tú, atento lector.
El paisaje y el paisanaje de esta novela son descritos de forma profusa, expresionista, al punto de que el propio narrador, esa voz hecha de voces que nos habla desde el Cielo, se pierde (y pierde a su protagonista) hasta desaparecer entre las páginas del texto, aunque sea a través de su voz como nos sentimos guiados por un mundo que ya solo existe dentro de la cabeza de su autor, donde tienen cabida todas las historias y mitologías alguna vez concebidas… Y es que, si la imaginación es un don hecho por Dios para los hombres, Theodoros es el regalo que Cărtărescu le envía de vuelta al Creador.
Theodoros es un Atlas vastísimo e inconmensurable, tan fantástico como esos mapas llenos de grabados delirantes de la Edad Media, que despliega el Teatro de la Memoria de un hombre, Theodoros, en cuyo arquetipo se esconden todos los nombres: «Nadie puede escapar del cristal de su propia vida. Lo que está escrito en tu frente está ya fijado y acaba por cumplirse. El hombre corriente escucha su vida como si fuera una canción, nota a nota, sin poder imaginar qué vendrá después, incluso cuando la música traza bucles y volutas tras las cuales, si estás atento, puedes sentir y presentir lo que va a suceder. Pero el hombre elegido ve toda su vida en un relámpago, como se ve un cuadro o un icono, completo y deslumbrante bajo su cristal transparente».
Cărtărescu se atreve a conjurar con el más pintoresco de los lenguajes aquello imposible de conjugar: Todo… Y nada vale ese Todo, que no es sino vanidad de vanidades (como aclara una y otra vez el Cărtărescu más creyente del Dios encarnado en Cristo) sin el don de la fe. Tal es la Palabra de ese coro de ángeles que escribe Theodoros bajo el nombre de: Mircea Cărtărescu.
Fuente: https://herculesdiario.es/author/guillermo-mas/
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