Nueva entrada en Imaginatio Vera. En carro de Pedro Pazos Moran. Ahí va la reseña de una obra tremendamente singular. La trama del relato se integra desde la naración de las propias vivencias del autor atravesando la España de principios de los ochenta en un carro tirado por caballos. Lo silvestre no deja de lado que estamos ante un texto muy en la estela de las corrientes de renovación literaria de los años sesenta y setenta. Un texto muy a la vanguardia de la literatura que se hacia en la España de la época y como digo no por ello menos silvestre. La propia vida como objeto de experimentación y como motivo literario...
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A modo de preámbulo(1).
Quien frecuente este blog sabrá de mi interés por la literatura beat. Especialmente por Kerouak y Ginsberg. Su literatura rompía con muchos moldes establecidos y con la novela tradicional desde la frontera de enhebrar la trama atendiendo a la propia vida y sus sucesos. En tal frontera, que pone del revés el género novelesco hasta acaso dejarlo atrás, nos encontraremos con relatos que alcanzarán la cumbre de las grandes obras literarias de la segunda mitad del siglo XX. Pienso, sobre todo, en Big Sur de Kerouak -superior a On the road o a Los vagabundos del karma- en la que nos narra su propio desplome personal. La novela yendo más allá de sí, saliendo de su propio casillero, sin por ello perder su tensión, su hondura y su clave narrativa…
Desde tales planteamientos estéticos no será de extrañar que la generación beat encuentre en lo contestario -reinventar así la novela se confronta con toda la tradición novelesca- y lo disidente su fibra más íntima. El propio nombre de beat alude a lo mordido, lo violentado por una sociedad que, paralelamente, -la América de los cincuenta- se presentaba como una utopía de consumo realizada y políticamente triunfante. Sin embargo, esa sociedad, aparentemente segura de sí, tenía áreas de sombra. La generación beat se instalará en esa penumbra y las desvelará. En tal sentido, el impresionante poema Aullido de Ginsberg podría ser el acta fundacional de la beat generation que, preludiando la cultura de los sesenta, trataba de imaginar otro modo de vida.
De la estela de la conciencia crítica beatnik surgirán grandes figuras de transformación social en la segunda mitad del siglo XX, figuras que, por lo demás, no dejarán de ser sometidas a autocritica por sus propios actores. La contracultura, el movimiento hippy, la liberación de la mujer y el alumbramiento de nuevas relaciones de pareja, el retorno a la vida campestre y comunitaria bien lejos del trepidar del proceso tecno-económico, un interés renovado por las cuestiones espirituales… Todas estas transformaciones que trajeron los sesenta acogían en su raíz una intensa fractura con el sistema; cambiaban el imaginario y cambiaban a las personas… Un importante matiz; los primeros que fueron conscientes de cómo el sistema se apropiaba de esos ensayos de transformación cultural reduciéndolos a una parodia fueron los propios actores de esos movimientos. Así que quede claro; con lo dicho no trato de hacer un simple ejercicio de nostalgia de la cultura de los sesenta reconducible a la apología de “lo que hay”.
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Entrando en harina.
La personalidad de Pedro Pazos Moran, narrativamente en la estela de la literatura beat y existencialmente mecida por los contextos de experimentación vital de la cultura de los sesenta, se acoge con nitidez a las líneas maestras del preámbulo que he esbozado. Su personalidad, su literatura y su propia experimentación vital encuentran su contexto en las corrientes de renovación política y cultural que pretendían poner del revés la cultura y los modos de vida vigentes. Se trataba de imaginar otro mundo y otro modo de vida, ir tanteando tales veredas hasta encontrar el manantial surgiendo de la dura roca. Activista ecologista incluso antes del ecologismo, comunero destacado en los tiempos en que las comunas de los setenta ensayaban nuevos marcos de relación humana desde el retorno a la naturaleza que se promovía, viajero errante que se arroja a los caminos a encontrar esa vida que se ensaya y que esta sociedad de administración total de la vida nos usurpa, ingeniero entusiasta de la promoción de la energía solar; desde Extremadura en la más absoluta vanguardia social, en la linde de imaginar un nuevo imaginario cultural y político... En algún momento de la novela se nombra a Lanza del Vasto y la comunidad que tenían en la Mancha. La sincronía se me hace muy amable. Recuerdo haber compartido habitación en un retiro de Zen con alguien que estuvo vinculado precisamente con esa comunidad allí al sur de La Mancha. Traía un pan que hacían magnífico y del que todos comimos en el retiro. Me regaló un libro de Lanza del Vasto cuando no despedimos. El interés por el legado de Lanza del Vasto; acaso de las mejores intuiciones de la contracultura.
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En carro. Notas de viaje.
Estos son el título y el subtítulo del experimento literario de Pedro Pazos Moran, como vengo diciendo muy en la línea de la literatura que se venía haciendo especialmente en los contextos más disidentes de la cultura USA. Ya he indicado que fue un miembro activo del movimiento comunero que hubo en la España de finales de los setenta. Venía de una de esas comunas, bellas e ingenuas, antes de lanzarse a recorrer en un carro, sin pensárselo demasiado, los campos de Andalucía, Castilla, Aragón y Cataluña. En esa salida de compas comienza la narración y en la misma nos irá básicamente contando lo que se encuentra y a quien se encuentra. La singularidad que aporta al estilo narrativo beat será la del encuentro con la España rural de la época. No hay intelectuales, libertinos urbanos ni vagabundos subidos a los trenes, como en los USA, sino el espejo del campo patrio y de la tierra cobrando el protagonismo. Y en ese espejo vemos desde la desconfianza de las gentes hasta los vínculos comunitarios y los espacios de encuentro -de toda la vida- que se van brindando. Hay generosidad, si, hay ayuda, hay desconfianza, hay extrañeza ante la provocación del insólito espectáculo de unos tipos atravesando caminos y carreteras en carro sin saber ni que o quienes son, ni por que lo hacen… Estremece su recorrido atravesando Málaga -o Algeciras- en el encuentro con la modernidad y la civilización programando la vida. Los caballos tienen que acompasarse al mundo reglado de los humanos deteniéndose en cruces y semáforos envueltos en el humo y los pitidos de los coches. Ese encuentro horroroso con el mundo de lo humano demasiado humano se contrapone al de la vida natural de los hombres en el campo acompasándose a los ritmos naturales; a pesar de todo un mundo humano a partir de sus brillos y oscuridades. “Cuando más nos acercamos a Málaga la situación empeora más y más. Se multiplican las edificaciones de modo que casi no hay un hueco para parar. El tráfico se intensifica y no hay caminos alternativos… En el centro nos vemos obligados a someternos a un baile diabólico de marcha/ paro, arre/soó al ritmo de los semáforos y los silbatos de los guardias…”
Hace reír su delirante aventura en la frontera hispanomarroquí en la que no les dejan pasar con caballos pero tampoco regresar a España con esos mismos caballos; eran tiempos de peste equina -finalmente lo consiguen-. Llama la atención su estancia en Cataluña en la que pasan de ser errantes indefinibles -todo nómada lo es- a trabajadores agrarios que acuden a la recolección de la fruta -la mirada hacia ellos cambia completamente-. Seduce el campo y la tierra acogiéndoles buscando siempre pasto para los caballos -el Robes, la Jatorra y la Moonlight que nació en pleno viaje en una noche mágica de luna-. Enternece el Tubi -el perro- guardando y cuidando de la comitiva desde su instinto de territorialidad. Maravilla su capacidad para hacer de casi todo un hogar; el propio habitáculo de la carreta, alguna zona de acampada, alguna ruina incluso. El hijo de Pedro y Ana terminará naciendo en ese hogar nómada. Profético y aleccionador resulta su encuentro con una ecopija de camiseta de flores-ya sabéis esos de ciudad que no han visto un animal en su vida pero que van de ultraprotectores de la naturaleza- que les recrimina que la potra Moonligt se está mojando bajo la lluvia…
Los encuentros con la Guardia Civil son capítulo aparte y encontramos desde la desconfianza extrema y los registros hoscos al típico guardia civil aburrido y distraído que se junta con ellos para amablemente echarles una mano y pasar el rato echando unas risas; al final lo humano se impone. Leyendo este pasaje del libro me viene a la memoria la memorable foto que hicieron en el rodaje de El bueno, el feo y el malo. Clint Eastwood y Van Cliffe junto a un emocionado y sonriente guardia civil luciendo su tricornio compartiendo risas y cigarros teniendo al fondo un sabinar. El libro esta llenó de anécdotas pero lo que más me llega es ese encuentro con la naturaleza y la vida acogiendolo todo. Pedro y Ana arrojándose a los campos y asumiendo sus ritmos; el frío, el calor, la lluvia los vientos, la vida humana que se les presenta… En el espejo de lo narrado la España de comienzos de los ochenta, de fuerte sabor rural y silvestre.
Los paisajes se van sucediendo y el acertado uso de los tiempos verbales, casi siempre en presente, va desgranando un tiempo continuo en el que se van deslizando los rincones que se van recorriendo. Ese deslizarse queda contrapuesto a la sensación de inmovilidad que transmite el propio carro y a la dúctil disposición de los viajeros. Son los sucesos humanos los que parecen moverse alrededor del nómada arraigando en su propia determinacion... Todo ello En carro por los campos de la piel de toro. Y qué busca el viajero, qué busca el nómada… “¿Hay algo más hermoso que un día soleado de Invierno cuando no se mueve ni un pizca de aire?”… “Se nos va el tiempo deambulando por este paraíso aislado del mundo”. Más allá de ese mundo humano demasiado humano la vida de lo que es, ¿acaso un paraíso recio a la búsqueda del temple y la mirada capaz?.
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