Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

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La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

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Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

viernes, 23 de mayo de 2025

Contra Gnosticismo – La Inmanentización del Escatón


Requiem .. non nobis

Sigamos entonces en esta entrada comentando parte del trabajo del Dr. Smith, con el cual coincidiemos al acuñar que esta sociedad es una sociedad que en sus fundamentos es neognostica.

Una característica distintiva de los gnósticos, que se acentúa aún más en los neognósticos actuales, es su desprecio por el cosmos, lo que conlleva un rechazo de las normas perennes y las advertencias tradicionales. Este desprecio convierte al gnóstico en un inconformista, un saboteador que se complace en desafiar lo que generalmente se considera venerable y sagrado, llegando incluso a desestimar la esencia del ser humano.

Al considerar todo como meramente material, asumen que la entropía es un problema que debe resolverse tecnológicamente, ya que creen que la entropía indica que toda estructura material tiende a descomponerse, incluyendo el cuerpo humano. Sin embargo, la descomposición del cuerpo no implica desorden; al contemplar la esencia del ser humano, que es su persona o alma, se revela un orden de perfección. En la muerte, el alma asciende a la eternidad, superando las limitaciones del cuerpo. Para el neognóstico, ya sea científico o no, esta idea resulta incomprensible, ya que niega la existencia de la sustancia humana, es decir, aquello que persiste más allá del mundo cambiante. Al considerar solo la materia como lo existente y al cuerpo como su único bien, el horizonte de trascendencia se inmanentiza en el mundo del espacio y el tiempo, lo que alimenta la búsqueda frenética por eliminar cualquier indicio de debilidad, incluso promoviendo la fusión con la máquina y el llamado transhumanismo y poshumanismo.

La trascendencia en lo horizontal

Esto último conduce a creencias generales, como la idea de que el hombre es el resultado de la materia y su antecesor es el mono. Cualquier desviación del disenso o incredulidad gnóstica respecto a la sustancia o la existencia del alma humana puede provocar un rechazo despectivo, incluso hacia los propios neognosticos. La antipatía del gnóstico hacia el orden cósmico se extiende a la esfera cultural; se opone a todo lo que se presenta como dado o como un status quo de cualquier tipo. En resumen, el gnóstico es un revolucionario nato, una criatura del resentimiento: el postulado de la miseria inmerecida parece suscitar antagonismo y amargura en las personas, incluso en las almas más gentiles.

<<La ironía, sin embargo, es que este sentimiento en sí mismo obstruye la realización del telos gnóstico, su búsqueda de la trascendencia del mundo, hasta el punto de hacer tal «liberación» inalcanzable en principio: donde hay siquiera un rastro de ira o mala voluntad, no puede haber emancipación de ningún tipo, y qué decir de la gnosis. La auténtica trascendencia del cosmos exige en verdad todo lo contrario: «Llevad mi yugo sobre vosotros», declara Cristo, «y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas». Sin embargo , parece que el gnóstico disfruta exactamente lo contrario: que de hecho está literalmente invirtiendo la enseñanza de Cristo. Entendamos el punto lo más claramente posible: si Cristo hubiera dicho sólo «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres», es posible que hubiera sido un gnóstico; pero también dijo: «Amad a vuestros enemigos, hazles el bien a quienes os persiguen» y ningún gnóstico podría jamás sacar estas palabras de su propia boca>>[1].

Para un observador desprevenido, las especulaciones de las antiguas sectas gnósticas pueden parecer, sin duda, extravagantes y «pasadas de moda». Es fundamental recordar que, con la llegada del Renacimiento, el enfoque del hombre occidental comenzó a cambiar: de Dios y la trascendencia hacia la exploración y eventual dominio del mundo visible. Esta fue una era de transición, en la que el racionalismo y el escepticismo respecto a los «mundos superiores» empezaron a inquietar a la intelectualidad europea, allananando el camino hacia la Ilustración. La inclinación medieval hacia la especulación teológica estaba quedando rápidamente obsoleta, mientras que las universidades se preparaban para la inminente revolución científica. Aproximadamente en el siglo XV, comenzó a evidenciarse un creciente desencanto con la búsqueda mística en sí misma. Un número cada vez mayor de personas en las nuevas corrientes parecía estar más interesado y ansioso por perseguir objetivos más concretos. Un nuevo espíritu del tiempo (Zeitgeist) estaba emergiendo: pocas veces en la historia el mundo había lucido tan bello y seductor ante los ojos humanos. Una nueva generación de hombres, más preocupada por edificar imperios que por cualquier tipo de viaje místico, estaba surgiendo y rápidamente asumiendo el control. Así, durante la Ilustración, ocurrió algo completamente sin precedentes:

<<como señala Huston Smith, sucede concretamente que » el Occidente moderno es la primera sociedad que ve el mundo físico como un sistema cerrado» Nunca antes, parece, la humanidad en general -y la elite intelectual en particular- había olvidado tan completamente la existencia y función de lo que, desde tiempos inmemoriales , ella misma había concebido como «esferas superiores»>>.

La modernidad  es la primera en considerar que el mundo físico opera de manera independiente y autónoma, sin influencias externas o sobrenaturales. Puro y llano materialismo. Este enfoque contrasta con visiones anteriores en las que se creía que fuerzas divinas o espirituales influían directamente en los eventos y fenómenos naturales.

Bajo tales auspicios, el gnosticismo todavía es concebible como subcultura o contracultura en oposición a la cultura predominante o Espíritu de la época. Pero ¿cómo podría -en una civilización que ha abjurado de la trascendencia- haber un gnosticismo dentro de la corriente cultural principal? ¿Cómo se podría hablar de una «huida de este mundo» cuando este mundo se ha convertido en realidad en todo lo que existe? Para hacerlo, era evidente que las doctrinas antiguas debían ser interpretadas en una nueva clave: para que un gnosticismo contemporáneo sea concebible, exige evidentemente una nueva hermenéutica, es decir, una nueva manera de concebir el «vuelo» gnóstico. Y así es, de hecho.

Como apunta Eric Voegelin, la reinterpretación necesaria se logró, de hecho, mediante lo que él denomina la inmanentización del Escatón <<en lugar de un Escatón que trasciende los confines ontológicos de este mundo percibido por los sentidos, el gnóstico moderno concibe un fin que debe alcanzarse realizado en este mismo plano ontológico, dentro de los confines de la historia humana>>[2]. En términos geométricos, ha ocurrido una rotación de 90 grados, transformando lo «arriba» en «adelante»: la escatología se ha convertido, por lo tanto, en una forma de activismo social, una «ingeniería social», por así decirlo.

Para completar esta perspectiva, es importante señalar que, a pesar de ello, el deseo de trascender este mundo estrecho  también persiste en el neognóstico, lo que generalmente lo motiva a buscar, al menos, algún tipo de trascendencia aquí y ahora, por cualquier medio disponible. Y es relevante observar que, de hecho, hay dos métodos de este tipo al alcance: uno son las drogas psicodélicas y el otro es el sexo, que en ocasiones ha funcionado para muchos como «el misticismo de los pobres».

De lo dicho necesitamos seguir aún más al Dr. Smith <<Quizás resulte sorprendente que la noción clave del neognosticismo es tomada del propio cristianismo. Sucede, concretamente, que la cosmovisión cristiana es la primera en dotar al cosmos como tal de un telos, un “fin” en ambos sentidos del término. Bajo los auspicios del cristianismo, la historia pasó a ser vista no ya como una serie de ciclos interminablemente recurrentes, sino como un movimiento dirigido en busca de un encuentro final con Cristo en lo que se denomina la Parusía, momento en el cual la historia como tal llegará a su fin. Sólo era necesario un paso más, formalmente hablando, para pasar de esta escatología cristiana al Escatón neognóstico: dado que la historia tiene un Fin, un Escatón, y ese Fin necesitaba ser concebido como algo que tiene lugar dentro de los límites de la historia misma, como su fase final>>.

Los Gnósticos y la inmanentización del Escatón Cristiano

Por lo tanto, para el neognóstico, el límite de la vida y de la historia no reside en la trascendencia, sino en el ámbito de lo material. Sin embargo, ya en el pasado,  en este contexto, el cristianismo se vio violentado, ya que la claridad de las enseñanzas cristianas fue finalmente afectada por especulaciones quiliásticas que buscaban inmanentizar el Escatón al imaginar un reinado milenario de Cristo, aquí en la tierra. Desde el siglo IV, San Agustín se propuso poner fin a tales ideas y logró resolver el asunto teológicamente para la Iglesia. No obstante, el quiliasmo no solo persistió, sino que en la segunda mitad de la Edad Media dio lugar a un movimiento de considerable envergadura. Al parecer, desde la época de Joaquín de Fiore hasta el Renacimiento, Europa estuvo llena de especulaciones milenarias, que a menudo se manifestaban en frenéticos movimientos de inquietud. En todas estas expresiones de lo que los historiadores suelen denominar «la búsqueda del milenio», encontramos una idea central: la creencia en una salvación colectiva que se concretará aquí en la Tierra mediante una transformación radical de algún tipo, y que hoy es la bandera de progresistas, cientificistas, la nueva derecha y por supuesto de la agenda 2030

Y esto que comentamos nos trae lleva comentar de forma breve algunos aspectos de las sectas milenaristas como los Taboritas, los Hermanos del Libre Espíritu, los Flagelantes y los Adamitas, los cuales  cayeron en graves errores teológicos y antropológicos al distorsionar la noción cristiana del Reino de Dios y de la redención. Los Taboritas, surgidos en el siglo XV, esperaban la inminente instauración de un reino de los justos en la tierra mediante la violencia, negando la dimensión espiritual y escatológica del Reino prometido por Cristo. Los Hermanos del Libre Espíritu (siglos XIII-XIV) cayeron en un panteísmo místico, afirmando que el alma unida a Dios quedaba exenta de pecado y de toda ley moral, lo que derivó en antinomianismo y libertinaje. Los Flagelantes, activos entre los siglos XIII y XIV, promovieron la idea errónea de que el castigo físico extremo podía reemplazar los sacramentos y la mediación de la Iglesia, creyéndose capaces de alcanzar el perdón y la redención por sus propios méritos. Finalmente, los Adamitas, en el siglo XV, pretendían retornar al estado de inocencia original practicando el nudismo ritual, rechazando el matrimonio y las normas morales, bajo la falsa creencia de que ya vivían en la restauración del Paraíso. Todas estas desviaciones compartieron un mismo fondo herético: la negación de la mediación de la gracia, de la función sacramental de la Iglesia y de la verdadera esperanza cristiana, que no es la instauración de un paraíso terrenal, sino la consumación del Reino en la eternidad.

De lo dicho nuestro autor hace una síntesis importante. <<Sin duda, el quiliasmo medieval se presentó con colores cristianos y, por regla general, sus seguidores lo percibían nada menos que como el cristianismo auténtico. Sin embargo, a pesar de las apariencias superficiales y de las vehementes protestas en sentido contrario, el cristianismo herético nunca es en realidad cristianismo en absoluto[3]. Como se ha señalado una y otra vez: niega un dogma, un punto aparentemente sutil de la teología fundamental, e implícitamente habrás negado todo el resto. Y esto explica por qué el quiliasmo -una vez que había inmanentizado a la Parusía- podía fácilmente despojarse de su vestimenta cristiana y transformarse en una mezcla de actitudes de secta anticristianas.

Por lo tanto, no es en modo alguno improbable que la noción clave del Escatón neognóstico –el seductor panorama de una salvación terrestre y futurista– fuera legada al mundo moderno por el movimiento milenario de la cristiandad medieval . Estas fantasías bien pueden ser las que permitieron al gnosticismo clásico trasplantarse a la era moderna: ¡el golpe maestro que permite al gnóstico posmedieval «volar a un mundo superior» cuando en realidad ya no hay más «mundos superiores» a los que volar! Seamos claros en este tema crucial: la revelación gnóstica para el New age afirma que no existe un «mundo superior» -ni existirá jamás- a menos que sea creado por el hombre mismo. Los «cielos» y «paraísos» de la religión no son más que una fantasía, es decir, hasta que se realizan mediante el trabajo y el ingenio del hombre. Y Dios mismo -así lo declara el neognóstico- no es, finalmente, más que una premonición del venidero Superhombre>>.

Y esto último es la premisa principal de ciertos movimientos y sociedades ocultas, como es el caso de Telema de Alister Crowley, o de incluso del mismo marxismo que impone la llegada de un tal “hombre nuevo”, mismos conceptos que recogen los promotores de la AI y su peligrosa singularidad

En este punto, es importante recordar que un «mito» o una tergiversación de la doctrina cristiana o de la ley moral no equivale siempre a un gnosticismo: como hemos señalado, siempre hay, al menos, cuatro componentes que desenmascaran al gnosticismo ( ver entrada Neognosticismo origen y actualidad ), siendo el primero lo que se podría llamar la devaluación gnóstica del cosmos. Esto podría parecer anticuado: ¿cómo podría «devaluarse» el cosmos si ha sido elevado a una realidad primordial por el cientificista neognostico actual? Sin embargo, al examinarlo más a fondo, se observa que este postulado neognóstico es, en sí mismo, una «devaluación del cosmos», y, de hecho, la más radical. Al negar la naturaleza trascendente y eterna del ser en su esencia, se reduce todo orden de existencia a la categoría de contingencia, o incluso a un mero «accidente». Y una vez que el ser ha sido mutilado de su aspecto trascendente, todo, tanto en el ámbito natural como en el humano, pierde su esencia, legitimidad y, sobre todo, su verdadero significado. La negación de la trascendencia representa, en última instancia, la devaluación definitiva del cosmos, y que sus consecuencias son hoy padecidas por millones de personas en donde sus principales síntomas (como la depresión) son el factor común.

Los gurús neo gnósticos. Jacques Rousseau, Voltaire y la tribu de los enciclopedistas

Ante esta situación y el peligro que nos rodea en esta supuesta sociedad avanzada, que no es mas que el resultado de la impostura llevada a cabo por el enemigo, necesitamos tener presente, para cerrar esta entrada, como este camino que viene de finales de la edad media, nos ha traído a esta modernidad nihilista,  comenta el Dr. Smith :

<<Ahora bien, esta negación, esta «decapitación del ser», es en el fondo el «asesinato» gnóstico de Dios: el mismo «misterio» que Nietzsche tenía en mente cuando anunció la «muerte» de Dios. Sin embargo, no hace falta decir que se trata de un «asesinato» que sólo puede consumarse «especulativamente» en la mente y el corazón del hombre, e incluso eso resulta no ser una tarea fácil. De hecho, la empresa ha desafiado a las mentes más brillantes de Europa y América durante aproximadamente los últimos cuatro siglos: ¡al final de la Edad Media la humanidad aún no había «progresado» tan lejos! Es cierto que el incipiente neognosticismo ya estaba en posesión de su Escatón futurista: presumiblemente había heredado esa noción fundamental de las sectas cristianas heréticas. La devaluación neognóstica del cosmos, por otra parte, apenas había comenzado. Tampoco nadie había revelado aún a la humanidad las claves neognósticas» que un día supuestamente permitirán al hombre entrar en el Paraíso ya ofrecido. Sin embargo, lo que faltaba todavía estaba por ser suplido. Llegó por etapas: uno a uno iba apareciendo los gurús gnósticos. Estaban  los Jacques Rousseau, Voltaire y la tribu de los enciclopedistas ; después de lo cual vinieron Hegel, Marx y Nietzsche. seguido por una multitud de luminarias menores, demasiado numerosas para nombrarlas. El hecho es que la historia del neognosticismo prácticamente coincide con la historia intelectual del Occidente moderno: porque, el resurgimiento del gnosticismo constituye la esencia misma del modernismo>>

Jhon Carrera

JMJ

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[1] Todas la citas  aqui expuestas del Dr Wolfgang Smith las tomamos de su trabajo (Smith, 2020) The Vertical Ascent: From Particles to the Tripartite Cosmos and Beyond

[2] (Voegelin, 2002)Las Religiones Políticas

[3] Esto aplica hoy más que nunca a los modernistas dentro de la iglesia, que en la mayoría de los casos no son mas que herejes

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