
"Ignacio Gómez de Liaño es un autor madrileño, español, europeo y universal pero siempre ha tenido presente el pueblo del que surgieron sus antepasados: Peñaranda de Bracamonte. Fue un niño brillante en el que latía el genio desde el principio y que demostró pronto su gran capacidad mnemotécnica, así como un talento poético precoz que se manifestó en varios textos líricos insultantemente tempranos con influencias claras de lo más granado del Siglo de Oro español y de lo más selecto de la llamada Generación del 27. En los años siguientes, Gómez de Liaño no quiso quedarse estancado en el culteranismo, como le ocurriría a otros contemporáneos, y pasó a tratar de encarnar la poesía en la propia vida y procurar sacarla a la calle, como en una procesión religiosa, volviéndose, con ello, la figura clave de la vanguardia experimental española gracias a un manifiesto, Abandonner l’écriture (Abandonar la escritura), que prácticamente coincidió en el tiempo con el Mayo del 68 parisino.
Pronto dio el salto hacia la poesía experimental —a través de la poesía concreta, la poesía visual y la poesía de acción— e introdujo el vanguardismo dadaísta de Hugo Ball y el Cabaret Voltaire a España, realizando los primeros poemas públicos y manteniendo una amistad estrecha con Henri Chopin o con Alain Arias-Misson. Exploró la poesía visual, la gramática generativa y los avances informáticos de la época y supo incorporarlos a una obra propia tan voraz como amplia en sus múltiples manifestaciones. Participó en los Encuentros de Pamplona de 1972 que, a día de hoy, siguen suponiendo un hito sin superar en la cultura experimental española.
Gómez de Liaño ha sido un viajero y un estudioso durante toda su vida. Un monje mundano a caballo entre lo fugaz y lo permanente. Su novela Extravíos, una de las mejores publicadas en lo que va de siglo, es el mejor relato de una época y consta de dos protagonistas, Celso y Marcial, que resumen bien las dos facetas más evidentes del autor: la acción y la contemplación. Frecuentó a William Burroughs, Brion Gysin y Paul de Vree, entre otros; vivió en Londres donde pudo acceder a las más selectas bibliotecas del país para formase con sus lecturas exclusivas; fue profesor universitario en Japón (Osaka) y en China (Pekín), mucho antes de que el turismo banalizara el concepto de viajero; y, sobre todo, fue amigo personal y muy íntimo de Salvador Dalí hasta el final de su vida y, después, se convirtió en el mayor experto mundial de su obra: aquellos años han quedado recogidos en un dietario titulado El camino de Dalí; el pintor sirvió de inspiración, además, para el personaje Kavalis de su novela Arcadia; y todos los escritos sobre la obra de su maestro y amigo han quedado recogidos en Dalí descifrado, que acaba de ser reeditado. El estudio de la vida del conde de Villamediana como antecedente directo en esa pretensión de encarnar la poesía en la vida, le llevó a la obra de, entre otros autores herméticos, esotéricos y cercanos a la alquimia como Pico della Mirandola o Marsilio Ficino, el gran Athanasius Kircher, al que pudo editar más adelante y que le hizo abandonar en buena medida la influencia que hasta entonces habían marcado los autores de la Escuela de Frankfurt —especialmente Theodor W. Adorno, cuya obra investigó a fondo— en su obra como se puede apreciar en el breve texto Más allá de las ideologías.
Un descubrimiento trascendental fue el de Giordano Bruno, al que tradujo por primera vez en España, editó como nadie, prologó con la maestría marca de la casa e introdujo con buen gusto en España y del que es su máximo especialista mundial. Dicho descubrimiento le llevaría, a través de la senda iniciada por Frances Yates en libros como El arte de la memoria, al estudio del Teatro de la Memoria de Giulio Camillo, de las utopías del Renacimiento, de las reglas mnemotécnicas desde tiempos de Simónides de Ceos y, finalmente, de los diagramas gnósticos que analizó en profundidad hasta descubrir, tras un primer viaje a Japón y un peregrinaje posterior a través de varios caminos concomitantes con la Ruta de la Seda, como en realidad la cultura clásica griega se había extendido por Oriente y, finalmente, estaba siendo recuperada. Para dicho trabajo, Gómez de Liaño se documentó sin descanso durante una década leyendo en las lenguas originales absolutamente toda la cultura clásica, recopilando cada una de las variantes de todos los mitos gnósticos y, por fin, descifrando su expansión y sus conexiones con la cultura oriental hasta terminar impregnando la cultura semita y la judía para volver a integrarse en lo que conocemos como Europa. Dicha labor cristalizaría en dos obras imponentes, El círculo de la sabiduría y Filósofos griegos, videntes judíos, y un anexo posterior, El diagrama del primer Evangelio, aunque impregnaría todo su trabajo posterior de forma decisiva."
Texto completo: https://ntvespana.com/23/08/2021/un-genio-llamado-ignacio-gomez-de-liano-por-guillermo-mas/
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