

Dentro de esa autocracia ejercida por el gobierno de la UE, se utilizan como instrumentos la inmigración, la agenda 2030, sanidad, el tema de género, etc. Me voy a referir en este escrito a la inmigración y a la sanidad.
En lo que a la inmigración respecta, este globalismo neoliberal utiliza la inmigración con dos objetivos claros, uno tener a una masa importante de población, de poca cualificación para que realicen los trabajos más precarios, y mediante el subvencionismo conseguir que esa población sea un voto cautivo, sin establecer un análisis de las necesidades de mano de obra en ese sector, de forma que se aceptase la inmigración que tuviese un contrato de trabajo digno.
De la misma manera ese globalismo neoliberal tiene a personal autóctono cualificado con contratos también precarios, que en muchos de los casos, se tienen que buscar la vida en otros países, pero claro, como este personal tiene mediante sus familias otro nivel económico, no reciben subvención alguna, pero a ese poder neoliberal no le importa, porque muchos de ellos se van del país, y, por lo tanto no son objeto de voto cautivo.
La izquierda en su descolocación ideológica, ha comprado este discurso de la inmigración, cuando por ejemplo en Francia, el partido comunista en sus épocas de una representación política importante, estaba en contra de esa inmigración desmesurada.
Por otra parte, la izquierda, que se ha quedado en las reivindicaciones de los años 60-70 del siglo pasado, es decir en la revolución industrial, cuando estamos en la tecnológica, no se ha preocupado por los inmigrantes, que con esos trabajos en precario, los únicos que ganan son los poderes neoliberales, y, han comprado el discurso de una inmigración desmesurada y del subvencionismo.
En otro tema como es la sanidad, el globalismo neoliberal va hacia una privatización de la sanidad pública, y hacia la protección de las multinacionales farmacéuticas, con son la compra masiva de vacunas, y, la transformación la profesión sanitaria, que aunque trabajen en una sanidad pública, son, en este momento, profesionales que funcionan como una sanidad privada, aunque estén en la pública.
En este caso la izquierda, aunque nos diga que se está a favor de la sanidad pública frente a la privada, la realidad es que esta defensa, propia de épocas del siglo pasado, se basa en reivindicaciones sindicales donde solo se tratan temas de sueldos y personal, pero en ningún momento hacen un verdadero análisis de los tiempos actuales, donde el ejercicio de la profesión sanitaria, sobre todo hospitalaria, está dirigida por las multinacionales farmacéuticas, y, por lo tanto, este ejercicio profesional que reciben los ciudadanos no deja de ser el mismo que se recibiría en la sanidad privada, como tal.
Está muy bien reivindicar que no se deriven presupuestos públicos a la privada, pero la realidad es que el tratamiento que se les va a hacer sea tanto en la pública como en la privada, es el mismo, y, sin embargo, no es objeto de análisis por parte de la izquierda el que el que ese hacer profesional sanitario, está dirigido por las multinacionales farmacéuticas, y, por lo tanto, derivando grandes cantidades de dinero público a las manos privadas farmacéuticas.
La izquierda se ha quedado en la protesta ante la oligarquía de las eléctricas, pero no le importa lo que haga la oligarquía farmacéutica, circunstancia, que vimos con claridad cuando la izquierda compró el discurso del globalismo neoliberal sin ningún atisbo de critica, es más se colocó de forma clara, e incluso con mayor contundencia, en la defensa de lo que durante la pandemia supuso la restricción de derechos y libertades, y, en la de los intereses de estas multinacionales farmacéuticas.
Por ello, se puede decir con claridad que la izquierda ha aceptado las premisas de ese globalismo neoliberal, incluso siendo sus mayores defensores, comprando de forma clara ese discurso neoliberal, y, dejando de ser lo que, por esencia, siempre tendría que haber sido la izquierda.
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