Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

jueves, 17 de julio de 2025

El martirio de las carmelitas de Compiègne


El 17 de julio de 1794, en plena Revolución Francesa, dieciséis carmelitas descalzas fueron guillotinadas en París. Su único crimen: perseverar en la fe católica y vivir como religiosas. Su martirio selló con sangre la fidelidad de unas mujeres que eligieron morir antes que renunciar a su vocación.

Consagradas para el sacrificio

La comunidad del Carmelo de Compiègne fue fundada en 1641, en el norte de Francia, por religiosas llegadas desde Amiens, dentro del espíritu reformador iniciado por Santa Teresa de Jesús y llevado a Francia por la beata Ana de San Bartolomé. Durante siglo y medio vivieron en clausura, oración y penitencia.

Pero en 1789 estalló la Revolución, y en 1790 se promulgó la Constitución Civil del Clero. A los religiosos se les exigía juramento al Estado, sus bienes serían confiscados, y sus conventos suprimidos. Las carmelitas resistieron. En 1792, ante el aumento de la persecución, su priora, la beata Teresa de San Agustín, propuso ofrecerse al Señor en holocausto, para que la paz volviera a Francia y a la Iglesia. Las dieciséis monjas, incluida una novicia y dos ancianas que al principio temían el martirio, firmaron esta consagración voluntaria.

Perseguidas y arrestadas

Después de abandonar el convento, vivieron dispersas en cuatro casas, pero manteniendo la oración y la vida en común, adaptada a las circunstancias. Esta fidelidad fue denunciada por los jacobinos locales como actividad contrarrevolucionaria.

El 22 de junio de 1794 fueron arrestadas y encerradas en el antiguo convento de la Visitación, transformado en prisión. Allí retomaron su vida de comunidad. En la cárcel se levantaban a las dos de la madrugada para rezar el Oficio, sin dejarse perturbar por las amenazas.

Camino al calvario

El 12 de julio fueron trasladadas a la prisión de la Conciergerie en París, abarrotada de sacerdotes y cristianos. El 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, celebraron a su Madre con entusiasmo. Esa misma tarde fueron informadas de que comparecerían al día siguiente ante el Tribunal Revolucionario.

El juicio fue un simulacro: sin testigos ni defensa, fueron acusadas de formar «conciliábulos contrarrevolucionarios» y de sostener «prácticas supersticiosas». Cuando sor Enriqueta de la Providencia preguntó al fiscal qué significaba “fanática”, este respondió: “Su apego a esas creencias pueriles, sus tontas prácticas de religión”.

La sangre de los mártires

Pocas horas después eran conducidas a la plaza del Trono Derrocado (actual plaza de la Nación), en carretas públicas. En el camino cantaron el Miserere, el Salve Regina y el Te Deum.

En la guillotina, una a una renovaron sus votos religiosos, recibieron la bendición de la priora y subieron cantando. La joven novicia, sor Constanza, pidió permiso para morir y cantó el Laudate Dominum mientras ascendía los peldaños del patíbulo. La madre priora fue la última en ofrecerse, tras ver morir a todas sus hijas espirituales.

Era el 17 de julio de 1794. El silencio dominó la escena. Sus cuerpos fueron arrojados a una fosa común en el cementerio de Picpus, junto con los restos de otras 1.298 víctimas del Terror. Sobre la tumba colectiva reposa una losa con una inscripción en latín: Beati qui in Domino moriuntur — Felices los que mueren en el Señor.

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