Psicología

Centro MENADEL PSICOLOGÍA Clínica y Tradicional

Psicoterapia Clínica cognitivo-conductual (una revisión vital, herramientas para el cambio y ayuda en la toma de consciencia de los mecanismos de nuestro ego) y Tradicional (una aproximación a la Espiritualidad desde una concepción de la psicología que contempla al ser humano en su visión ternaria Tradicional: cuerpo, alma y Espíritu).

“La psicología tradicional y sagrada da por establecido que la vida es un medio hacia un fin más allá de sí misma, no que haya de ser vivida a toda costa. La psicología tradicional no se basa en la observación; es una ciencia de la experiencia subjetiva. Su verdad no es del tipo susceptible de demostración estadística; es una verdad que solo puede ser verificada por el contemplativo experto. En otras palabras, su verdad solo puede ser verificada por aquellos que adoptan el procedimiento prescrito por sus proponedores, y que se llama una ‘Vía’.” (Ananda K Coomaraswamy)

La Psicoterapia es un proceso de superación que, a través de la observación, análisis, control y transformación del pensamiento y modificación de hábitos de conducta te ayudará a vencer:

Depresión / Melancolía
Neurosis - Estrés
Ansiedad / Angustia
Miedos / Fobias
Adicciones / Dependencias (Drogas, Juego, Sexo...)
Obsesiones Problemas Familiares y de Pareja e Hijos
Trastornos de Personalidad...

La Psicología no trata únicamente patologías. ¿Qué sentido tiene mi vida?: el Autoconocimiento, el desarrollo interior es una necesidad de interés creciente en una sociedad de prisas, consumo compulsivo, incertidumbre, soledad y vacío. Conocerte a Ti mismo como clave para encontrar la verdadera felicidad.

Estudio de las estructuras subyacentes de Personalidad
Técnicas de Relajación
Visualización Creativa
Concentración
Cambio de Hábitos
Desbloqueo Emocional
Exploración de la Consciencia

Desde la Psicología Cognitivo-Conductual hasta la Psicología Tradicional, adaptándonos a la naturaleza, necesidades y condiciones de nuestros pacientes desde 1992.

domingo, 18 de agosto de 2024

La Linterna Mágica


Normalmente, cuando hablamos del esoterismo, manejamos ideas del todo equivocadas sobre ellos, pero autores como Camille Flammarion o Edward Bulwer Lytton, trataron de demostrar la validez científica y filosófica de sus descubrimientos espirituales. Su concepción de lo oculto, sobre todo heredada del Renacimiento, bebía de algunos de los pensadores fundamentales más desconocidos de Occidente, estamos hablando de un rosacruz como Jacob Boehme, un alquimista como John Dee o incluso un visionario como Emanuel Swedenborg. Más tarde se impregnaron de la teosofía de Madame Blavatsky y de la práctica de la magia tal y como la concebía AIphonse-Louis Constant, más conocido como Éliphas Lévi.

En definitiva se trataba de un enorme grupo de personas, entre las que se incluían algunos de los escritores más populares e importantes del momento, como Victor Hugo o Arthur Conan Doyle; y por supuesto que influyeron en los simbolistas, los surrealistas y, más tarde, también los primeros cineastas. Querían vincular un saber ancestral con algunas de las técnicas científicas más desarrolladas de la época, como la incipiente electricidad; y creían que el cine podría ser un vehículo de transmisión de un conocimiento secreto, tan antiguo como el principio de los tiempos, pero siempre reservado a un pequeño grupo de hombres instruidos. Al fin y al cabo el primer nombre que le fue dado al cine, no lo olvidemos, fue el de “Linterna Mágica”, que en mi opinión sigue siendo el preferible.

No se puede obviar que ese conocimiento oculto ha sido perseguido sin descanso por las fuerzas de lo hegemónico, por la Iglesia Católica, que desde su fundación ha pretendido gestionar en Occidente la dogmatización de lo sacro. Aunque es cierto que ellos han construido las catedrales medievales, también lo es que condenaron a los arquitectos responsables al anonimato. Desde la destrucción del Templo de Salomón, los verdaderos maestros del conocimiento oculto han tenido que huir constantemente para no ser apresados y ejecutados.

Lo mismo ocurrió en la Edad Media con los Caballeros Templarios, que finalmente tuvieron que disolverse, y de manera posterior con otras órdenes secretas como los Martinistas. ¿Qué tienen en común todos estos grupos? Devolver al hombre a su estadio originario, por medio de la iniciación, la superación de pruebas y la profundización en un camino espiritual iluminado con el hilo de la verdad. El último objetivo de ese ideal gnóstico de conocimiento universal era, por supuesto, alcanzar un estado de perfección como el que tenía el primer hombre, Adán, que encarna perfectamente el ideal en cruz del hombre atravesado por dos ejes: el vertical y el horizontal.

El Cine, la puerta

Muchos son los que vieron en la incipiente técnica del cinematógrafo, cuyo primer maestro, Georges Méliès fue, no lo olvidemos, un mago, una posibilidad de presentar dicho ideal, de manera velada, a grandes capas de la población. Piensen en Huysmans o en Strindberg; ellos exponían lo mismo que otros malditos de la época sólo que con muchos menos tapujos: eran la reacción que la relación enfermiza entre catolicismo y carnalidad había generado desde los inicios del Mundo Moderno. Estos artistas decadentes, defensores de unos valores espirituales amenazados por el avance de la sociedad burguesa, en realidad rendían culto a la Diosa Madre que llevaba siglos siendo vestida bajo falsos ropajes virginales en el contexto occidental.

Todo este conocimiento se encuentra presente en Delfos, Grecia, pero en realidad proviene de Egipto, donde la figura mítica de Hermes Trimegisto, el tres veces grande, lleva aparejada consigo un conocimiento profundo, a través de una serie de textos comparables en profundidad e importancia a los de Platón o Plotino, y tan revolucionarios en su tiempo como más tarde lo serían el Arte de la Memoria de Giordano Bruno, la concepción heliocéntrica de Copérnico, el paradigma científico de Newton, o los descubrimientos en torno a las mónadas de Leibniz, donde en síntesis se consigue demostrar mediante un procedimiento más allá de lo meramente racional o irracional que lo de abajo, esto es, el microcosmos, está ordenado y regido por los mismos patrones y leyes que rigen lo de arriba, es decir, el macrocosmos.

Con el cambio de siglo proliferaron aún más sociedades secretas que, como en el caso de la Aurora Dorada, incluía a algunos de los artistas más importantes de la época. Fue sobre todo en la literatura de terror, con autores como Arthur Machen, H.P. Lovecraft o tantos otros, que el mensaje de estas sociedades, referente a un culto mistérico anterior a la propia existencia de la civilización moderna, un culto gnóstico y terrible en el que se rendía culto a un demiurgo incruento, quien mejor supo plasmar ese conocimiento a la par viejo y antiguo.

El más grande y mejor maestro de todos ellos era Edgar Allan Poe, cuya amada Lenore, tan ficticia como la Laura de Petrarca, es en realidad una cristalización perfecta de esa Diosa Madre lunar a la que los poetas de todas las épocas rendían culto. Para estos autores, el terror sacro y la conmoción de las máscaras del sexo eran una y la misma cosa, un daimón interior que se manifiesta de manera distinta en cada uno, y que sólo mediante la iniciación se puede aprehender con verdadera profundidad. Desde Baudelaire, Verlaine y Rimbaud a Breton, Bataille y Leiris, sin olvidar a otros epígonos europeos como Hugo Ball o incluso posteriormente Alexander Trocchi, ese mensaje iniciático fue difundido a los cuatro vientos por muy distintas formas artísticas.

Con la aparición del cinematógrafo, muchos surrealistas y psicoanalistas quisieron ver la encarnación de esa oportunidad: pulverizar todo lo establecido, barrer con cualquier filosofía, religión o estética, en busca de un lenguaje completamente novedoso. El tiempo lineal del Progreso había quedado barrido, y ahora se podía iniciar una nueva temporalidad como la que Nietzsche había anunciado tan sólo unas décadas atrás. Era el regreso del mundo nocturno de Zaratustra, de un peregrinaje órfico como el realizado por Gérard de Nerval en literatura.

El nuevo arte sería capaz de hablar al subconsciente de una manera más profunda a la que toda una tradición que había comenzado con Homero lo había logrado. Los modernistas al estilo de Céline, Joyce o Musil fueron más allá aún, ayudando a derribar las formas narrativas decimonónicas, de las que parte una concepción del entretenimiento burgués todavía hoy en boga. Hay algo, sin embargo, que suele obviarse: si hay un arte, por encima incluso de la música o de la pintura, que ha sabido captar ese zeitgeist contemporáneo de lucha espiritual profunda, ése sin duda ha sido el cine.

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