
Dentro de la sección del libro que se ocupa de la postura de la tariqa Alawiyya frente al mundo moderno, donde se citan varias respuestas del shayj al Alawi, sidi Adda y varios artículos publicados en los diferentes periódicos que tuvo la tariqa, menciona el autor este, que creemos que está muy bien traído a cuenta puede ser motivo de reflexión.
… Un articulo del Balag del 28 de enero de 1927 atribuía la misma connotación negativa al término progreso y atacaba del mismo modo a los reformistas: “Algunos musulmanes han causado más daño a la religión del que habrían podido causarle sus enemigos durante largos años”. El autor denunciaba allí la acción de un conjunto de facciones opuestas , que iban desde los antinomianistas laicos hasta los religiosos “ritulistas o digamos sectarios que se llaman los reformistas”: “Son los reformistas los más empeñados en llevar a cabo este programa. Hacen en nombre de la religión lo que otros no se habrían atrevido fácilmente a hacer en nombre de la civilización o del progreso, u otro término engañoso.” Otro artículo publicado el 30 de diciembre de 1936 explica en qué la forma de progreso y de modernización que se propone a los musulmanes tradicionales no podría convenirles:
Seguir siendo musulmán: eso es lo que deseamos para el musulmán; quienes quieren lo contrario califican al islam de reaccionario, esclerótico, supersticioso. quieren seguirle siendo fieles. Los misioneros presionan al musulmán Por eso, quienes reclaman una modernización declaran la guerra a todos los que adopte el Evangelio, los ateos lo llaman a extraviarse, con el apoyo de los políticos. Todos coinciden en incitar al musulmán a abandonar su religión y las costumbres de su pueblo. Todo concurre a ese objetivo. Se trata de seguir esas enseñanzas europeas según las cuales el islam no es más que un obstáculo que pesa sobre el camino del progreso, cuyos principios no están conformes con el espíritu de nuestro tiempo. El musulmán acaba perdiendo su fe y la de sus padres, renegando de sus costumbres y de las suyas. He ahí adonde lo lleva el progreso actual y, además, pierde su dignidad y se vuelve moralmente degenerado: eso es lo que le hacen aquellos que lo llaman a modernizarse: ya no hay religión, ya no hay convicción espiritual, ya no hay comportamiento noble, ya no hay dignidad. Eso es lo que nos proponen quienes nos llaman al progreso, a la modernización, a la reforma o a cualquier otra cosa².
Balag, I, pp. 88-89.
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