Ante las decisiones de una posible vuelta a la mascarilla, así como a la nueva campaña de vacunación de gripe y covid, sobre todo en la franja de edad de los menores, la disidencia está dirigiendo su protesta, principalmente al sector político y no al profesional sanitario.
Es cierto que el sector político tiene su cuota alícuota de responsabilidad en la toma de estas decisiones, pero, no es menos cierto, que es el sector de la profesión sanitaria la que se lleva la mayor parte de esa responsabilidad respecto a las mismas.
Los políticos, si las cosas van mal para sus intereses, siempre tendrán para defenderse el comodín de que ellos no son los profesionales y, sólo aplican lo que los profesionales sanitarios aconsejan, y siempre se escudarán en que ellos no obligan a inocularse, ya que son los profesionales sanitarios los que la recomiendan.
Es sabido, que los profesionales sanitarios tienen “la zorra en el gallinero”dentro de su estructura profesional, ya que los cargos de mayor nivel a nivel hospitalario, la mayoría de ellos son elegidos por los propios políticos.
Otro elemento que también condiciona y dirige las decisiones de los profesionales sanitarios es la protocolización del ejercicio de su profesión a través de las multinacionales farmacéuticas, perdiendo con ello toda la esencia de lo que debe ser ese ejercicio profesional médico.
Si nos referimos a las mascarillas, aunque, incluso la Ministra de Sanidad nos diga que se deben utilizar en los centros hospitalarios, esa decisión no se podría llevar a cabo si no la avalan los profesionales sanitarios, y, ya hemos visto, con esta pandemia, el escaso conocimiento de estos profesionales sobre los virus, ya que simplemente, basta con saber que las mascarillas tienen un tamaño de poro superior al del virus, o que no se ha demostrado durante años que hayan servido para evitar la propagación del virus de la gripe, por lo que yo pregunto a la profesión médica, ¿dónde están los estudios que nos demuestren que las mascarillas son efectivas para controlar la dispersión del virus?
En otro término, y, todavía más grave, está el recomendar, sobre todo por parte de los sanitarios, y, en especial a los pedíatras, el que se vacune de la gripe a las franjas de menor edad, cuando históricamente no se ha recomendado la vacunación a personas que sean menores de 65 años, y, mucho menos a los de menor edad, y, sin embargo, no se ha dado ningún desastre de mortalidad, circunstancia que podemos comprobar que si se ha dado con las inoculaciones de la vacuna covid, ¿cuál es la razón profesional para recomendar el que se vacunen a los menores?, ¿nos van a decir que es para proteger a los mayores, los cuales si se vacunan?, ¿nos van a decir, con total transparencia, cuántos profesionales sanitarios, se han vacunado históricamente, y, se van a vacunar de la gripe y la covid?, ¿no se dan cuenta que aunque se diga que no es obligatoria, pero si recomendada, ésta recomendación es como una obligación para los padres respecto a la decisión de vacunar a sus hijos?.¿es que lo que realmente hay es un conflicto de interés con las multinacionales farmacéuticas?
Si nos centramos, en el tema del cáncer y la utilización como medicación esencial para combatir el mismo de la quimioterapia, siguiendo únicamente los protocolos de las multinacionales farmacéuticas, y no ejerciendo la profesión, con criterios propios, de forma independiente a estas multinacionales farmacéuticas. Su mensaje siempre es el de que se alarga la esperanza de vida, pero yo me pregunto, ¿a que precio?, ¿no se plantean estos profesionales sanitarios que igual ese camino está estancado y ,se tienen que investigar otras vías alternativas?, ¿no existen también aquí los conflictos de interés?
Ante lo expuesto, y, teniendo en cuenta que los políticos tienen el comodín, de que ellos adoptan estas decisiones al estar avaladas por los profesionales sanitarios, ante los profesionales sanitarios políticos que ocupan los escalones más altos de la sanidad, es, por lo que los profesionales sanitarios deben de hacer una revolución dentro de su profesión, ya que si, en algún momento, se van a exigir responsabilidades, son los profesionales sanitarios los que van a estar en el punto de mira, y, no vale escudarse, por parte de los sanitarios de escalones de más bajos, en que ellos cumplen los protocolos que establecen las direcciones hospitalarias, ya que lo primero que tienen que ser, es profesionales, y, la realidad es que “quien calla otorga”
Finalmente, y, ante la defensa que suelen reivindicar sobre la sanidad pública, con la cual estoy de acuerdo, hay que poner encima de la mesa, si el seguimiento de su ejercicio profesional siguiendo a rajatabla estos protocolos de las multinacionales farmacéuticas no deja de ser un ejercicio de una sanidad más privada que pública.
Por ello, es necesario que se haga una revolución dentro de la profesión sanitaria con el fin de que se vuelva a recuperar el prestigio de esta profesión que lleva camino de perder toda la esencia de lo que la profesión de la medicina debe, y siempre debería haber sido.
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