Aludimos en posts anteriores a la idea de “obstáculo”, en hebreo Satán. En otro trabajo de hace unos años vimos que el diablo era un ser lúgubre y siniestro y que no tenía sentido del humor. Odia la alegría y la música. Veamos por qué.
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En hebreo existen varias palabras para designar la música. Una de ellas es Naguen (נגן), y resulta especialmente interesante cuando profundizamos en su raíz.
El rabino Salomón Pappenheim sostiene que la raíz de Naguen (נגן) es la letra Guímel (ג), la tercera letra del alfabeto hebreo. Esta letra está relacionada, en algunas sociedades secretas, con la figura de Dios, y además coincide con la inicial de la palabra inglesa God, frecuentemente representada por una estrella flamígera en cuyo centro aparece una «G» mayúscula.
En contraposición a Guímel (ג), que simboliza a Dios, encontramos a su equivalente en el sistema Atbash: la letra Shin (ש), que es la inicial de Satan (שטן). Quizá por esta relación simbólica, se dice que el maligno odia la música.
Dentro de la palabra Naguen (נגן) se puede identificar Gan (גן), que significa «jardín» y hace referencia al Jardín del Edén. Por otro lado, en Satan (שטן) encontramos Shet (שט), que significa «pecador». Además, la letra Shin (ש), cuyo sonido «shhh» evoca el crepitar de las brasas, podría aludir también a las llamas y el fuego del infierno. Refiriéndose a Dios podemos leer en el libro de los Salmos (CL-4):
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הללוהו, בתף ומחול
«Alabadle con pandero y danza».
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Esto nunca se diría del maligno.
La guematria de Betof veMajol (בתף ומחול), “con pandero y danza” nos enseña a quién hay que alabar: al Eterno, nuestro Dios.
La guematria de Adonai Eloheja (יהוה אלהיך) es 572, como la de Betof veMajol (בתף ומחול)ץ
¡Que no pare la música!, porque ésta asusta al maligno y, mientras haya música Dios estará allí.
JULI PERADEJORDI
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